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solo una contestacion tan pronta como es urgente é interesante la materia."

La discordia empero sobre el modo y lugar donde debia concentrarse esta autoridad suprema, y las dificultades que opuso un estado de cosas tan nuevo y rivalidades y competencias retardaron el nombramiento y formacion de la junta central. Perjudicó tambien á la deseada brevedad la situacion en que quedó la capital de la monarquía despues de su evacuacion por los enemigos. Los habitantes ausentes unos, y otros amedrentados con la horrible catástrofe del dos de Mayo, ó no pudieron ó no osaron nombrar un cuerpo que, á semejanza de las demás provincias, tomase las riendas del gobierno de su territorio y sirviese de guia á todo el reino. Verdad es que Madrid, como capital, no puede ser comparado con Paris; pues nuestra metrópoli ¿qué significa en España ? Sobre Burdeos y Lyon se levanta París como gigante entre pigmeos; ¿pero sucede lo mismo á Madrid con respecto á Sevilla y. Barcelona? Sin mar, sin un rio, en el corazon de un desierto, sin industria, sin vida propia, no siendo nada por sí, sí, sino por ser corte, dice un notable escritor (1), es Madrid una colonia de empleados. ¿En qué se convertirian sus espaciosas calles, sus soberbios palacios, el dia que la corte se trasladara á Lisboa ó Sevilla? Seria menos que Toledo, triste monton de ruinas, sin el grandor de los recuerdos. Mientras exista esa division moral y aun si se quiere política tambien que separa entre sí á las provincias de la península, alejándolas del centro por costumbres, por carácter, por idioma y por recuerdos sin número, nunca será Madrid mas que un punto destinado para las altas especulaciones. En España, diferente en esto de las primeras capitales de Europa, la vida va de los estremos al centro; porque desde el centro rara vez han recibido la vida los estremos. Con todo habríanse al fin, concluye el apreciable historiador conde de Toreno, vencido tamaños obstáculos si no se hubiera encontrado otro superior en el consejo real ó de Castilla, el cual desconceptuado en la nacion por su incierta, tímida y reprensible conducta con el gobierno intruso, tenia en Madrid todavía acérrimos partidarios en el numeroso séquito de sus dependientes y hechuras. Arrumbado á la partida de

(1) D. Jaime Balmes.

los franceses tomó nuevos brios, viendo que nadie le salia al encuentro, y sobre todo impelido del miedo con que á muchos sobrecogió el sangriento asesinato de D. Luis Viguri, antiguo intendente de la Habana.

Otra dificultad ocurrió en estas circunstancias al tratarse de la creacion de la junta central, multiplicándose los pareceres acerca de su formacion y composicion. Quién opinaba por cortes, y quién pensaba en un gobierno que diese principio y encaminase á una federacion nacional. Adheria al primer dictámen sir Carlos Stuart, representante del gobierno inglés, como medio mas acomodado á los antiguos usos de España. Pero las novedades introducidas en las constituciones de aquel cuerpo durante la dominacion de la casa de Austria y Borbon, ofrecian por su llamamiento dificultades casi insuperables, al mismo tiempo que el método adoptado en los antiguos reinos de España para proceder á la eleccion variaba en la corona de Aragon, como hemos hecho ver en el tomo primero, con respecto á la de Castilla. Por fin se propuso y convino en que se formase la junta central de dos vocales de cada una de las de provincia, aunque la de Sevilla, defendiendo siempre la idea de que se instalase en su capital, dió motivo para que no se reuniese aquel cuerpo tan pronto como exigian las cir. cunstancias.

Mientras esta cuestion se agitaba con mas o menos interés, segun el mayor ó menor cúmulo de acontecimientos militares de aquella guerra; no perdia el tiempo la junta de Valencia. En los primeros momentos de su revolucion el número de los soldados fue igual al de los vecinos aptos para tomar las armas, y para proclamar el alistamiento habian bordado cuatro banderas, figurando en la primera la Imágen del Cristo de S. Salvador; en la segunda la de la Virgen de los Desamparados; en la tercera la de S. José, y en la última la de S. Vicente, santos todos á quienes tributa Valencia un culto especial. Ondeaba el estandarte del Cristo el cura de su parroquia con su clero; el de la Vírgen el capellan de su capilla; el de S. José el P. Fr. Miguel de S. Antonio con su comunidad, y el de S. Vicente el P. José Sanchez con los dominicos. De esta masa de fuerzas y de las que por todo el reino ofrecian los pueblos sacó el gobierno la parte que creyó necesaria para mantener la defensa. Con ellas se organizaron los regimientos antiguos existentes en este reino; se crearon otros nuevos, y una

division de diez y seis mil trescientos hombres al mando de Don Pedro Gonzalez de Llamas, que habia reemplazado al conde de Cervellon, avanzó á la capital de la monarquía, atravesando la puerta de Atocha á las seis de la mañana del dia quince de Agosto (1). A pesar de hora tan temprana inmenso fue el concurso que salió á recibirle, manifestando igual entusiasmo al entrar el dia veintitres el general D. Francisco Javier Castaños, acompañado de la reserva de Andalucía. La misma division de Llamas se batió despues con notable recomendacion en la batalla de Tudela, y encerrados últimamente en Zaragoza, acabaron casi todos cubiertos de laureles y de hazañas. De tan brillante egército solo volvieron á Valencia mil cuatrocientos cincuenta y cinco infantes y trescientos caballos, obligando á la junta á verificar otra quinta de treinta y tres mil hombres y levantar nuevas fortalezas. A fin de llevar á cabo estas disposiones comisionó á D. Mariano Ginart y Toran para la gobernacion de Játiva; para la de Alcira á D. Juan Bautista Fabregat; para la de Alcoy á D. Tomás Láza ro; á D. José Vallejo para la de Alicante; para la de Castellon á Fr. Antonio Cardona; para la de Denia á D. Francisco Tomás de los Cobos; para las de Morella y Peñíscola á D. Antonio Vizcaino, y á D. Vicente Joaquin Noguera para la de Orihuela. Estos comisionados desempeñaron graciosamente y con tanto celo la mision que se les habia confiado, que en menos de seis meses se fortificaron varios puntos y organizó Valencia once mil ochocientos ochenta y un infantes, y dos mil ciento noventa y tres caballos, al paso que se formaban con la mayor rapidéz los cuerpos de milicias honradas y el de guerrillas. Los labradores, caballeros, artesanos, solteros y casados sin distincion de edades, se apresuraban á alistarse, levantando de este modo una milicia compuesta de cuarenta y un mil setecientos sesenta y nueve hombres, armados y vestidos la mayor parte á sus espensas; y ciento diez mil hombres de guerrillas divididos en cuatrocientas noventa y ocho partidas volantes. Creóse además un cuerpo de mil setecientos niños vestidos mados á costa de sus padres, sirviendo de base al colegio militar que debia abrirse en aquella época (2).

(1) El mismo año 1808.

y ar

(2) Véase en el apéndice los sacrificios hechos por Valencia durante aquella guerra, segun los documentos publicados por la junta.

La actividad que desplegó entonces la junta produjo los mas brillantes resultados. Cartagena, secundando el pronunciamiento general, correspondió á los pedidos de la junta, con artillería, pólvora, fusiles y metralla, prestado todo con abundancia, llenó el vacío de nuestros almacenes, y unidos estos ausilios á los que facilitaron los ingleses por conducto de Tupper, uno de los vocales de la junta, pusieron á Valencia en disposicion de socorrer nuestro egército y á los de las demás provincias.

Instalóse una fábrica de fusiles, haciendo para ello las obras necesarias en el matadero de la ciudad; y abrieron dos vastos almacenes para la custodia de un número considerable de nogales cortados, y de escalabrones para cajas de fusil, dos tinglados espaciosos para la distribucion de artesanos y un taller para la fundicion con todos los enseres necesarios. Este grandioso establecimiento contenia quince fraguas corrientes, con cuarenta armeros llaveros, un número considerable de artesanos y algunos muchachos de la casa de misericordia, tomados de ella con el objeto de economizar gastos y de formar armeros instruidos para los regimientos: de modo que en el espacio de seis meses se fabricaron gran cantidad de armas de toda clase y nada faltó para perfeccionar en tan corto tiempo á muchos obreros cuya habilidad llenó cumplidamente los deseos de Valencia.

Fortificóse tambien el recinto antiguo de la ciudad con un número respetable de baluartes y otras obras que cruzaban sus fuegos, quedando todo él rodeado de un profundo foso, que se inundaba con las aguas abundantes que riegan la hermosa huerta de la capital. Una línea de circunvalacion formada sobre los sistemas del segundo de Vauban, Montalambert, Lefeveur, Trincano, San Pol y Gay de Vernon, tomando de cada uno lo mas adaptable al terreno, dió ensanche á la ciudad, aseguró sus murallas renovadas, y en los puntos de ataque indicados por el resultado del plano se proyectó un sistema de minas segun los principios de Gens, que impondrian al enemigo no menos que la numerosa artillería de todos calibres con sus correspondientes enseres y dotacion de municiones, que guarnecia la grande línea de fortificacion.

Entonces fue cuando se hizo demoler el antiguo, magestuoso é histórico palacio del Real, cuya destruccion no pudo escusar al general Caro, ó á los que aconsejaron la desaparicion de un monumento, que además de ser un recuerdo gigantesco de la grandeza TOM. II.

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antigua de Valencia, podia acaso servir tambien de un punto sólido para cubrir el puente del Real. La demolicion de aquel palacio célebre ha dejado un inmenso vacío en nuestra arquitectura, y un recuerdo eterno de la ignorancia y de las preocupaciones de los hombres. ¡Así hemos visto en nuestros dias desaparecer los monumentos mas nobles de las artes, únicamente porque pertenecian á las comunidades religiosas! ¡La posteridad tiene mucho que lamentar de los desaciertos de la generacion actual!

Para ocurrir á tantas atenciones, hizo la junta una invitacion para que todos contribuyesen con algun donativo á la manutencion del egército y á la reparacion de las obras necesarias para la defensa. «Cuando forzado el paso de las Cabrillas, decia, se acercó el egército de Moncey á los muros de esta capital, bastaron dos dias para ponerla en estado de defensa, y vuestros pechos suplieron lo que faltaba al arte. Moncey, el famoso Moncey, vió con confusion marchitadas aquí sus glorias, y perdida para nosotros su reputacion de general. Solo el decoro de sus armas le obligó á sostener el fuego por espacio de siete horas; pero á poco rato conoció demasiado la inutilidad de su empeño. Desconcertado su plan, derrotada y perdida la mas lucida parte de sus tropas, se retiró á la mañana siguiente con precipitacion, y le vimos andar errante por algunas horas, sin saber el camino ó direccion que podria tomar para salvarse. Si esto hicisteis sin otro plan de defensa, que vuestro amor á la patria ¿qué no debemos esperar en cualquiera otro caso de una defensa bien ordenada, meditada y dirigida por el arte? ¿Qué no debemos prometernos del aumento de ardor y de confianza que inspira á todo hombre contra su enemigo el haber sido su vencedor? ¿De qué esfuerzos no sereis capaces si á tan gloriosa memoria, si á la voz tierna de la patria se juntan los clamores de venganza que os piden las sombras de vuestros hermanos, muertos unos en los campos de batalla, y asesinados otros sin defensa en los pueblos abiertos?...... La junta ha velado dia y noche para mostrarse digna de vuestra confianza trabajando para el bien. Si hasta ahora la ha desempeñado á vuestra satisfaccion, no aspira á otro premio que á continuar mereciéndola. Ella ha velado y debe siempre velar: ella debe preveer y prevenir todos los accidentes que caben en la esfera de lo posible; la guerra está espuesta á vicisitudes mas que otra cosa alguna. Ningun punto de España puede considerarse absolutamente seguro, mientras un solo punto

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