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de su seno esté dominado del enemigo. La prudencia y la vigilancia precaven toda sorpresa, y en tanto que exista una posibilidad de peligro seria un descuido inescusable el no vivir prevenidos.

<«<Ahora que nuestros valientes compatriotas entretienen, observan y estrechan al enemigo por las provincias de Castilla, Navarra y Cataluña; ahora que libres de su proximidad podemos volver con menos ansiedad y premura nuestros cuidados hácia la defensa interior y ordenarla con todas las reglas del arte, ha decretado la junta suprema central que se fortifiquen todos los puntos interiores de la península, y la de este reino ha tenido el gusto de haberse anticipado á esta medida de seguridad. Para ello ha mandado que se reconozcan y fortifiquen todas las entradas y avenidas de este reino que en lugar de las obras débiles provisionales con que la perentoriedad nos forzó á atender por el momento á la defensa de la capital contra un golpe de mano del enemigo y que se deshicieron despues, por poco útiles y no poder conservarse, se construyan otras de solidéz y firmeza, y que para mayor seguridad se ponga una segunda línea de defensa fuera de los arra bales con baterías y reductos, para lo cual se hace venir de Cartagena la artillería necesaria. El repuesto de fusiles que teníamos, sirvió para armar á los cuerpos de tropas levantados por este reino; y para reparar esta falta se han pedido veinte mil á Inglaterra, y ha salido un comisionado para Africa con encargo de igual número: la fábrica de todas armas de fuego y blancas que va á establecerse en esta ciudad, y en la que esperamos se adiestren pronto nuestros artífices, nos proveerá en lo venidero de las que necesitemos, y Valencia complacida en su obra se consolará de sus pasadas congojas sobre la falta de armas, que tanto la hizo suspirar en los tiempos de su apuro.

«Pero todas estas empresas exigen cuantiosos ausilios: el real erario no puede prestar á todo: la patria amenazada pide favor á sus hijos, y sus hijos son el único apoyo y esperanza de ella y de sí mismos. Ciudadanos, si la religion, si nuestro adorado Fernando, si el nombre español, si las dulces relaciones de esposo, hijo y padre, si el honor nacional, son prendas preciosas á nuestros corazones, su conservacion pende de esta gran lid. Su conservacion es infalible si caminan unidas nuestras voluntades y esfuerzos, así como lo es la pérdida de todo y la destruccion hasta de nuestra memoria, si por desgracia el interés sórdido y mal entendido sofoca

los sentimientos generosos. El mismo Dios negaria sus ausilios á corazones hipócritas que se los pidiesen pegados al interés, y sin poner de su parte los medios. Con los privilegios de ciudadanos heredamos la obligacion de defender á toda costa sus derechos. Los bienes no son nuestros sino de la patria, cuando esta los necesita. El interés mismo individual aconseja dar parte por salvar el todo. Una privacion pasagera de nuestras superfluidades, de los objetos de lujo y comodidad, y hasta de las cosas que necesitamos, pero sin las cuales podemos pasar, nos asegura la perpetuidad de su goce. Mas si por un olvido de nuestro sólido bien prevaleciese el egoismo destructor y enemigo de la patria y de toda institucion útil, pereceria la patria y perecerian con ella estos bienes que debian salvarla, y que la codicia quisiera conservar para que nuestro opresor aumente su poder y se burle de nuestra fatuidad; perecerian nuestras costumbres, nuestro gobierno y nuestras glorias; y pereceria para siempre cuanto hace agradable la vida en lo presente y consolatoria para lo venidero.

<«<La junta de gobierno aparta de vuestra vista tan horrible cuadro: sabe que no necesita ofreceros estas vivas imágenes para exaltar vuestro patriotismo: testigo y compañera de vuestra lealtad y de vuestros esfuerzos, os lo recuerda solo para que no desmayeis en tan noble carrera. Lo principal está hecho, la constancia consumará la obra.

«<Los vocales D. José Rivero, D. Manuel de Villafañe y Don Narciso Rubio, en union con los nombrados por el ayuntamiento de esta ciudad, están encargados de recoger las cantidades que deis ú ofrezcais para las obras de fortificacion que van á hacerse para vuestra seguridad. Deciros mas seria ofender vuestra delicadeza. En ellas se emplearán las mulas de los coches, los brazos de todos trabajarán á porfía, y la posteridad admirará en estos monumentos las virtudes que los erigieron."

ΑΙ paso que se fortificaba Valencia hacian lo mismo Orihuela, Denia, Alicante, y las entradas del reino por el puerto de Almansa, Segorbe, Requena y parte de Cataluña; faltando solo, para dar un aspecto enteramente militar á la provincia, el uniformar competentemente á las tropas que se estaban organizando.

Con el trage provincial habian sin embargo vencido los valencianos á los soldados imperiales á las órdenes de Moncey; con él recibieron las coronas de laurel en la corte; y su aspectó sacó

lágrimas de agradecimiento á los moradores de Madrid cuando les otorgaron el honor del triunfo, y los agregaron á los vencedores de Bailen.

La division de tropas de Valencia presentó en este dia de gloria y de elacion sagrada el espectáculo de un cuerpo aguerrido de honrados labradores, de virtuosos artesanos y de nobles llenos de patriotismo que midieron sus fuerzas con las fuerzas enemigas, y vencidas estas volaron á socorrer á sus hermanos que gemian en la opresion. Los caballeros maestrantes de Valencia dieron tambien entonces pruebas de su decision, y los herederos de Castelví, Cardona, Casasús, Rodrigo, Almunia, Baciero, Fernandez de Córdova, Olmeda y otros muchos conservaron con honor estos nombres ilustres, confundiéndose entre las filas de los soldados, sin ocupar otro rango que el que les daba su decidido patriotismo.

Empero como la esperiencia acredita el influjo que el vestuario tiene en la disciplina militar, la junta se dedicó con ahinco á facilitarle á sus tropas é invertió, para llevar á cabo este pensamiento, cuatro millones setecientos ochenta y tres mil ochocientos noventa y seis reales; debiéndose al marqués de Jura-Real y á D. Mariano Candel el pronto equipo de la mayor parte de nuestras fuerzas.

Organizadas estas competentemente, no desatendió la junta la necesidad imperiosa de socorrer á las otras provincias, y sus soldados perecieron ó triunfaron durante aquella guerra tenáz y porfiada y sus nombres fueron conocidos en las montañas de Navarra y dentro de los muros de Zaragoza y de Gerona.

No bien habia sido derrotado Moncey delante de nuestras gigantescas torres de Cuarte, y aun sus tropas pisaban este suelo, cuando el regimiento de la Fe, único que quedaba disponible en el reino, corrió á ausiliar á Zaragoza apretada por los franceses. A él siguieron el batallon de reales guardias españolas que estaba á sueldo nuestro en Tortosa; el segundo regimiento de Valencia con ciento cincuenta caballos y dos obuses, y una division de cinco mil hombres y seis piezas de artillería al mando del mariscal Saint-Marc, que consiguió socorrer oportunamente á Zaragoza, mereciendo por esto la junta de Valencia la satisfaccion de recibir las gracias mas espresivas de Palafox. Unidas desde entonces las tropas valencianas y aragonesas siguieron una misma suerte; juntas pelearon, juntas sufrieron los reveses de la fortuna, y juntas

en Zaragoza defendieron con teson y valor sus murallas, aterraron al enemigo y contribuyeron á las glorias militares que han inmortalizado á la capital de Aragon.

Valencia entre tanto no cesó de dirigir con larga mano á este reino tropas, dinero, viveres y cuanto podia conducir á sostener á aquellos campeones, y reforzó el egército de Blake con once mil y ochocientos hombres, poniendo además á su disposicion, en menos de quince dias, cerca de dos millones doscientos mil reales.

Otros socorros no menos importantes se enviaron al principado, remitiendo á diez y siete de Agosto al marqués del Palacio, que mandaba las fuerzas de Cataluña, mil fusiles, únicos que quedaban, con trescientos mil cartuchos, cien quintales de pólvora y treinta de plomo: y cediéndole el derecho que tenia Valencia, á incorporar en sus banderas los regimientos de húsares de España y de Borbon, le regaló seis cañones de campaña dejados para este reino en Tortosa por el bergantin inglés de-Lingt; y llena la junta de interés por la suerte que amenazaba á su vecino, además de enviarle el segundo regimiento de Saboya perfectamente disciplinado, vestido y armado, logró reforzarle con la division de tropas de Granada, compuesta de seis mil infantes y seiscientos caballos al mando de Reding, y la cual halló en Valencia franco hospedage y recursos abundantes para continuar su marcha. De modo que en poco tiempo recibió Cataluña del reino de Valencia cerca de ocho millones de reales; sin que este cuantioso dispendio, impidiese á la junta socorrer al duque del Infantado, despues de la retirada de Tudela; de manera, que no bastando las contribuciones ordinarias, ni los donativos y préstamos reintegrables, ni los depósitos para cubrir estos gastos, que habian consumido ya mas de ochenta y seis millones, se decretó un préstamo forzado de cuarenta millones de reales repartido á proporcion de los haberes de cada individuo, se impusieron capitalizaciones, y se tomaron á los dueños maderas, víveres y efectos para el surtido de los egércitos de las plazas; pudiéndose calcular los sacrificios hechos por el reino de Valencia en mas de ciento seis millones: suma considerable que prueba no solamente las riquezas de este pais en aquella época, sino tambien el desprendimiento y patriotismo de los valencianos durante aquella guerra de gloria para nuestra monarquía.

y

No contenta la junta con organizar egércitos, fortificar los puntos mas importantes y prepararse por todos los medios posibles

á la defensa que creia necesaria para rechazar otra nueva invasion de los franceses, estendió sus relaciones hasta fuera de la península, despachando comisionados con el objeto de procurarse armas, y la proteccion de los mismos príncipes. Nosotros, pues, proseguiremos la narracion de estas medidas, para ocuparnos luego de los acontecimientos tanto políticos, como militares, que sucedieron á la derrota de Moncey, y que ciertamente se hallan enlazados con los hechos mas notables de aquella época desde la formacion de la junta central hasta la entrada del rey Fernande VII en Valencia. Para no desviarnos despues un punto de esta narracion interesante, adelantamos las noticias de las operaciones que la junta de gobierno verificó para asegurar la tranquilidad esterior é interior del reino.

Habiéndose aprobado, pues, por la junta el proyecto de pasar á Sicilia, con el fin de procurar el mayor acopio de armas, que fuera posible, se comisionó al capitan D. José Ferrer y de Pedro y á D. Antonio Mordella y Spotorno, confiriéndoles los mas ámplios poderes, sancionados por el baron de Sabasona, diputado de la junta central. A últimos de Enero llegaron los comisionados á Cartagena, y el cinco de Febrero del año mil ochocientos nueve se hicieron á la vela con direccion á Cagliari, donde desembarcaron en catorce del mismo mes. S. M. recibió este mismo dia á los comisionados con la mayor afabilidad, dispensándoles el honor de admitir con agrado una coleccion completa de impresos relativos á la situacion de la península. Tanto el rey, como su augusta familia y los miembros del cuerpo diplomático, manifestaron el mas distinguido aprecio de nuestros representantes, y aun llegaron esLos á observar que los individuos de la legacion inglesa en aquella corte, incluso el caballero Hill, enviado cerca de S. M. el rey de Cerdeña, y la oficialidad de la corbeta de guerra la Volage se presentaron en público con la cucarda española y centro negro, adornando sus pechos con este nuestro distintivo nacional.

Al dia siguiente los comisionados tuvieron la honra de ser admitidos á otra audiencia de S. M. en la que le refirieron circunstanciadamente los acontecimientos de la península, saliendo altamente complacidos de la benévola acogida con que habian sido recibidos. Entonces se apresuraron á pasar una nota al gobierno sardo, concebida en estos términos: «Los infraescritos comisionados por la junta suprema del reino de Valencia, con la autorizacion

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