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ya sobre el valle de Almonacid á la cabeza de siete mil peones. y una columna regular de caballería. Molestadas nuestras tropas desde su entrada en el valle por las frecuentes escaramuzas de los moros, sufrieron sin embargo un notable descalabro en el primer ataque que dirigió el duque contra uno de los puntos fortificados por Zelim. Los valencianos desplegaron en vano una energía superior á sus fuerzas, y en vano osaron trepar por algunos cerros erizados é impracticables, porque los rebeldes, seguros en sus elevadas posiciones, lanzaron sobre ellos tanta multitud de piedras de varias dimensiones, que desesperado el duque de poder ganar aquellas posiciones suspendió el ataque y mandó emprender la retirada, dejando en el campo mas de sesenta muertos, además de doscientos heridos, entre los que era notable D. Serafin Ribelles, jóven valiente y uno de los que mas se distinguieron en la accion. No faltan nunca razones para achacar á un gefe, por mas reconocida que sea su lealtad, los sucesos desgraciados en la guerra. La derrota de Almonacid se atribuyó en seguida no á la escabrosidad del terreno, ni al reducido número y poco conocimiento en el pais de nuestros combatientes, sino á la circunstancia de que siendo los rebeldes vasallos del duque de Segorbe, habia éste desplegado poca energia para llevar á cabo el plan de campaña que le habian propuesto los demás gefes espedicionarios. Esta sospecha bastó para que le abandonasen muchos de los caballeros que le seguian, de modo, que reducido el general á operar con un número insignificante de tropas, se retiró á Segorbe, desde donde mandó sus cartas á Valencia, no solo con el objeto de vindicar su conducta, sino tambien de proponer otros medios, en su concepto mas eficaces, para proseguir la guerra con ventaja. En vista de estas comunicaciones se nombró un consejo, compuesto de D. Rodrigo de Borja, D. Jaime Ferrer, D. Pedro Ladron, vizconde de Chelva, D. Luis Ladron, D. Ramon Boil, D. Jaime Aguilar, mosen Gaspar Mascó, mosen Francisco Juan, mosen Francisco Peñarroja, mosen Luis Cifre y mosen Catalan. Entre otras de las medidas adoptadas por el consejo, la mas urgente fue mandar un cuerpo de quinientos hombres á las órdenes de D. Diego Ladron y Don Pedro Zanoguera, para que situándose en la villa de Onda, como mas inmediata á las posiciones de Zelim, contuviesen por aquel punto á los rebeldes.

En tanto que el consejo adoptaba esta y otras providencias,

activando los preparativos, alistando gente y buscando recursos para salir inmediatamente á campaña, no permanecian ociosos los sublevados en los enhiestos riscos de Espadan. Orgullosos con la derrota del duque de Segorbe destacaron algunas hordas, y echándose sobre Chilches, saquearon el pueblo, degollaron á muchos de sus habitantes, y penetrando en la iglesia se llevaron la arquilla donde se conservaban las formas consagradas. Sabida en Valencia esta profanacion, redobló el consejo de guerra sus esfuerzos; mientras cubiertos de luto los templos ofrecian el aspecto de los dias mas aciagos por una espantosa calamidad. Esta circunstancia impulsó la organizacion de un segundo egército, y dióse mayor prestigio y popularidad á la espedicion sacando el pendon de la ciudad, el cual fue colocado en lo alto de las torres de Serranos, segun la costumbre venerable que no se perdia en las ocasiones de conflicto para la capital, cuando de su decision dependia la suerte del pais: costumbre que unia á las generaciones pasadas con la presente, y recordaba dias de gloria, hechos memorables y egemplos dignos de imitacion. Altamente sagrada era esa imponente ceremonia, cuando á la sombra de la vieja señera se hacinaban los valencianos, para pelear por su libertad y su patria, por su religion y por sus reyes.

Durante estas solemnidades trascurrieron algunos dias, hasta que completo el egército, y encargado el justicia criminal mosen Francisco Beneito del estandarte histórico, se dió la órden de marchar. Dividióse el egército en cinco cuerpos, á quienes destinaron otros tantos gefes, mereciendo esta eleccion D. Francisco Malferit, marqués de Ayelo; mosen Melchor de Blanes, hermano del señor de Cotes; Baltasar Malrich, Baltasar Alegret (caballeros de Játiva), y el comendador Escriban. Como general en gefe fue nombrado Gaspar de Monsoriu, jurado en cap de los caballeros, y por su teniente Gaspar Benedicto Alpont. Vistosa asáz era la brillante reunion de los caballeros que voluntariamente salian á campaña, engalanados con las magníficas armaduras de aquella época de gloria para las banderas españolas; distinguiéndose entre todos el justicia criminal, que cual si fuera á presidir un gran palenque, llevaba sobre la armadura una rica sobrevesta con las insignias reales, semejante á la de los reyes de armas; y los dos jurados que le acompañaban cubiertos con sus ropones ó garnachas de seda hasta algo mas abajo de las rodillas, con sus giras al hombro

ya se

de morado y grana. Circundaba y defendia el estandarte la brillante compañía del Centenar con sus sobrevestas de tafetan blanco atravesadas de la cruz de S. Jorge, llevando á su frente al bizarro D. Luis Sanz, abogado de la sala. Precedió á la marcha de este egército la salida del gobernador Cabanilles, del vice-canciller Figuerola y del racional Juan Escriban, que en union con los del consejo de guerra, se dirigieron á Murviedro, donde hallaba sin duda el duque de Segorbe con quien concertaron el plan de esta jornada. A once de Julio dejó la capital el egército espedicionario, atravesando seguidamente por Masamagrell, Murviedro y Nules, en número de tres mil peones, vecinos todos de Valencia. En el último pueblo tomó el mando en nombre del emperador el duque de Segorbe, y sobre la marcha avanzaron hasta Tales. Apenas penetraron los valencianos por las primeras faldas del Espadan, hubieron de sostener un reñido combate con trescientos rebeldes que trataron de molestarles en las cercanías de Onda, dando lugar con esta escaramuza á acudiendo nuevos refuerzos á uno y otro campo, se empeñase una accion, que aunque bien sostenida por ambos egércitos no produjo, despues de varias horas de combate, resultado alguno de cuantía. Distinguiéronse en este encuentro D. Miguel Zanoguera, D. Sancho Ladron, D. Diego Ferrer, hermano del teniente de gobernador, y el capitan Diego de Cáceres. Con este ataque no impidieron los rebeldes que el egército valenciano acabase de llegar á Onda el diez y nueve del mismo mes, engrosándose en seguida con quinientos infantes escopeteros, que enviaba á la espedicion la villa de Morella, y muchos caballeros distinguidos que voluntariamente se dirigian al cuartel general á tomar parte en aquella em

presa.

que

Puesto ya el egército bajo un pie de guerra imponente, determinó el duque atacar decididamente á los insurgentes, cuyas posiciones se prolongaban hasta los pueblos de Ahin y Alcudia de Veo, situados en las fragosas faldas de la sierra, persuadido de que una victoria en los primeros dias de la espedicion introduciria el dasaliento en las filas de Zelim. Aceptado este plan por los demás gefes de los cristianos, amaneció uno de los últimos dias de Julio, y al son de las cajas mandó formar en batalla, y al grito de S. Jorge, mandó principiar el ataque. Los moros prevenidos, ocuparon tambien sus trincheras, que á la aproximacion de los cristianos

eran deshechas, y sus piedras, rodando hasta los barrancos arrastraban á los valientes valencianos, que por siete veces acometieron las mas elevadas fortificaciones, y otras tantas fueron rechazados con brio y considerable pérdida de soldados bizarros. Nada, empero, pudo resistir al denuedo de nuestros caballeros que, abrasados por los ardientes rayos del sol, se precipitaron sin embargo sobre ellos, y haciendo un postrer esfuerzo contra los puntos mas formidables, lograron por fin rechazar á los moros de sus líneas, perseguirles en todas direcciones, y apoderarse de los pueblos inmediatos de Ahin y Artesa, que abandonados por sus habitantes, fueron inmediatamente saqueados por nuestra soldadesca, importando mas de treinta mil ducados la pérdida que sufrieron los rebeldes en este primer saqueo de sus pueblos.

á

Esta victoria cortó desde luego el movimiento de insurreccion que indudablemente hubiera cundido en todo el reino, si la suerte declinara el triunfo á favor del intrépido Zelim; pero pesar de esta ventaja todavía se creia imposible sofocar completamente la rebelion, exagerando muchos los peligros que debian correrse antes de batir toda la sierra de Espadan. En estos momentos se supo en el egército la llegada á Valencia del cardenal de Florencia, legado y sobrino del papa Clemente, recibiéndose con entusiasmo la noticia de que aquel dignatario eclesiástico habia concedido á ocho de Agosto la absolucion á culpa y pena á los que tomasen parte en esta jornada, dando ocasion con esta medida estraordinaria á que de doquiera acudiesen al cuartel general numerosos cuerpos de voluntarios que los pueblos mandaban á su costa. Los altos personages de la capital, como el conde de Oliva y el vice-canciller Frigola, la diputacion, el clero, el consejo, la fábrica de Muros y Valladares, el colegio de notarios y otras personas de influencia se apresuraron á remitir al egército abundantes recursos, procurando por todos los medios que nada faltase á nuestros soldados. Abastecido abundantemente el egército, prosiguió el duque sus operaciones, distribuyendo por los cerros contiguos á la sierra de Espadan compañías sueltas, con el encargo de que hostilizasen en varias direcciones al enemigo, cuya vigilancia hacia honor al ardido caudillo que dirigia la defensa. En esta posicion eran frecuentes las escaramuzas, sin que por espacio de dos meses hubiera alguna accion de importancia, dando lugar con esta lentitud, que contrastaba con la actividad

y

desplegada al principio de esta jornada, á que la gente ignorante é inútil que pululaba en el campamento, volviera á renovar sus acusaciones contra el duque. Decíase públicamente que rara vez permitia el general proseguir ningun ataque hasta la completa dispersion de los rebeldes, atribuyendo esta circunspeccion al interés que debia tener aquel gefe por sus antiguos vasallos; cuando en realidad era efecto de la imposibilidad en que se hallaba nuestro egército de poder dar alcance por aquellos elevados riscos á unos enemigos que, mas ligeros por su sistema de armaduras, huian se replegaban con rapidéz, diezmando nuestras filas á mansalva. En este estado solo era posible lanzar de sus posiciones á los sublevados, verificando simultáneamente por varios puntos una batida general; y acaso esto no hubiera sido asequible, si no se apresurara el duque á suplicar al emperador detuviese en nuestro reino un regimiento de tres mil alemanes, soldados viejos, que venian por Valencia para embarcarse en Barcelona con direccion á Italia. Accedió Carlos V á esta súplica, y los alemanes recibieron la órden de reunirse en seguida al egército del duque. Alentado este con un refuerzo tan oportuno, ya no dudó emprender á diez y nueve de Setiembre un nuevo sistema, diferente del que hasta entonces habia prudentemente seguido. Capáz ya, por el número de sus combatientes, de principiar una batida, dividió el egército en tres columnas, y á un tiempo mismo principió el ataque por la parte de Almedijar. El combate debia ser decisivo, porque por aquel punto se hallaban las principales fortificaciones de Zelim, y era probable que, arrojados de allí, no podrian ya los rebeldes resistir las cargas de nuestra caballería. Comenzó la accion: el estruendo era formidable, y horrorosos los alaridos de la inmensa multitud que habia acudido á nuestro campo, con la esperanza del botin. Nuestros soldados, á la vista de los ausiliares estrangeros, redoblaron sus esfuerzos, y con la ballesta, ó el arcabuz al hombro, trepaban con audacia por aquellos riscos, no sin hollar doquiera los cuerpos despedazados de sus camaradas, empujados á los barrancos por las peñas, que desmembraban al caer nuestras filas, sin que los moros recibieran aun daño notable. El enemigo defendia con pasmosa constancia sus trincheras y reparos; pero lanzados de todas partes, acuchillados de guarida en guarida, perseguidos con furor, y rendidos por fin al valor y al número, huyeron los que sobrevivieron por diferentes puntos, dejando mas

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