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y

á contener el ímpetu de nuestra caballería. Empeñóse entonces lucha porfiada y sangrienta; Suchet fue herido de un balazo en el hombro; siéndolo igualmente los generales españoles Caro y D. Casimiro Loy que cayeron prisioneros. Este incidente desalentó á los nuestros, y sin pérdida de momento les arrolló el enemigo y recobró los cañones que antes habia perdido. Acudió en su ausilio D. Antonio Burriel, gefe del estado mayor espedicionario, y Zarco del Valle, oficial entonces del mismo cuerpo; pero nada lograron y los dragones de Numancia los arrastraron en la fuga. Entre tanto la izquierda mandada por O'Donell, comenzaba á ciar. O'Donell, con el objeto de reforzar á Obispo que tenia delante á Robert, dispuso que avanzára Villacampa, que ganaba terreno sobre los enemigos; pero haciendo Klopicki un amago por el costado, quiso O'Donell que Miranda le saliese al encuentro. Mas este general cometió el desacuerdo de marchar en una direccion casi paralela á la del enemigo y con distancias cerradas, esponiéndose á que resultase una confusion en sus líneas, cuando acometido por el flanco, dió lugar al desórden á la dispersion. Villacampa y O'Donell no fueron bastantes á reparar este daño; y unas y otras tropas viniendo sobre las de Mahy, atacado á un tiempo por Klopicki y Harispe, hubieran contribuido á completar la derrota sin los esfuerzos de los regimientos de Cuenca, Molina y Avila que conservaron su arrojo y serenidad. Victoriosos los franceses obligaron á Mahy á retirarse por Bétera á Ribarroja. D. José Zayas tuvo en la derecha mayor fortuna, y solo se retiró cuando vió ya roto el centro y en completa confusion la izquierda, pero haciéndolo con órden hasta las alturas del Puig, y antes en Puzol se batió con brillantéz un batallon suyo de guardias walonas, que se habia metido en el pueblo por equivocacion. Sucesivamente, pues, se replegaron al Turia las divisiones españolas; perdiendo doce piezas y nuevecientos hombres entre muertos y heridos, y sobre cuatro mil prisioneros. Los franceses dejaron en el campo ochocientos hombres. Adquirieron buena fama á pesar de esta derrota las divisiones espedicionarias y la de D. Pedro Villacampa, algunos otros cuerpos la ganaron tambien entonces. Blake, hábil general la víspera del combate, embarazóse, dice Toreno, al tiempo de la egecucion y faltóle presteza para acudir donde convenia. A consecuencia de esta batalla, y como ya hemos visto por estenso,

dueño Suchet de Murviedro, y aumentado luego su egército con catorce mil hombres, que le llevaron los generales Severoli y Reille, se presentó á la vista de Valencia con treinta y cuatro mil combatientes. La esquivez de Blake para con el pueblo, y el poco entusiasmo que demostraba, habian hecho amortiguar el espíritu público, , que aquel gefe no habia procurado alentar con el egemplo de Zaragoza, cuyo paisanage dió gloria inmortal á su caudillo.

Los enemigos en la orilla izquierda del Turia, y casi en dos leguas de estension, fortificaron su línea con obras defensivas. Los españoles se habian acampado en la derecha, aumentando sus fuerzas, cortando los puentes de la Trinidad y de Serranos, y conservando por algunos dias en la izquierda varias casas, el colegio de S. Pio V y el convento de la Trinidad. Atendiendo al mismo tiempo á la fortificacion interior del recinto de la plaza, se construyó un terraplen de diez y seis pies de altura y otro tanto de espesor con flancos y foso, que empezando al Oeste junto al rio, enfrente del baluarte de Sta. Catalina, continuaba esteriormente por Cuarte, abrazando el arrabal de este nombre y los de S. Vicente y Ruzafa hasta Monte-Olivete, en donde se levantó un reducto. Desde este punto hasta el mar se practicaron cortaduras y se fabricaron escolleras, fortaleciendo tambien el Lazareto (hoy casi devorado por el mar) al embocadero del rio. Por el estremo opuesto hácia Manises se establecieron parapetos y otras fortificaciones de campaña no cerradas. A pesar de tantas obras, no podia, sin embargo, presentar Valencia una plaza respetable; porque mas bien figuraban aquellas un campo atrincherado, y ese fue sin duda el objeto que se tuvo presente al egecutarlas. Faltó, la circunstancia que en otras ocasiones se habia aprovechado, inundando los campos con las aguas de riego y robusteciendo además varios conventos y edificios diseminados por allí, cuya solidéz acomodaba al establecimiento de una cadena de puntos fortificados.

empero,

La clave, pues, de esta defensa se hallaba en Manises, y en este punto tenia D. Nicolás Mahy su cuartel general, y en él y en S. Onofre estaban las divisiones Villacampa y Obispo, permaneciendo apostada la caballería á la izquierda en Torrente y Aldaya. A su derecha, que se apoyaba en Cuarte, acampaba otra division al mando de D. Juan Creagh; Zayas ocupaba á Mislata, y Lardizabal cerca de Valencia. Miranda ocupaba á Monte-Olivete,

ascendiendo el total de estas fuerzas á veintidos mil hombres. Numerosos guerrilleros y paisanos guardaban hasta el mar todos estos puntos, al paso que algunos barcos cañoneros españoles y aliados recorrian nuestra costa. Suchet afianzó desde el Grao hasta Paterna su estensa línea, que podia llamarse de contravalacion, proponiéndose, no solo contener los ataques del egército de Valencia y de cualesquiera partidas que se descolgasen del interior, sino conservar tambien con menos gente su estancia, para tener siempre disponible mayor número de batalladores. Al efecto procuró desde luego desalojar á los nuestros de los caseríos que ocupaban en la orilla izquierda, encontrando donde quiera una resistencia decidida, si bien los del convento de la Tinidad se hubieron de retirar, cuando, abierta brecha con sus hornillos, se preparaban los franceses al asalto. Así se pasó un mes y medio, sin otra demostracion hostil que el fuego de artillería gruesa sos. tenido por ambas partes.

Empeñado Blake en llamar nuevas tropas hácia el reino, recibió un refuerzo de cuatro mil hombres á las órdenes de D. Manuel Freire, quien se dirigió primero á Requena, punto que amenazaba atacar Darmagnac. Mucho, empero, convenia no dejar en descubierto este flanco, y por lo mismo se habia antes anticipado Blake á mandar hacia aquella parte á D. José Zayas, á cuya aproximacion se retiraron los franceses, temerosos de encontrarse con las tropas del tercer egército que habia arribado ya á Hiniesta: Zayas volvió á ocupar su posicion á orillas del Turia. Muy bien hubiera podido nuestro general en gefe incomodar al enemigo fomentando la guerra de guerrillas y las partidas sueltas que principiaban á recorrer los pueblos de Nules, Castellon y Villareal; pero atento solo á la defensa reglada de la capital, hizo enfriar el entusiasmo de sus habitadores, con quienes apenas se contaba para conseguir un éxito ventajoso.

Suchet deseaba embestir, segun su plan, nuestra izquierda, y envolverla por flanco y espalda, amagando de paso el centro y derecha. Pero este plan ofrecia muchas dificultades al egército francés, avezado á batirse en descampado, teniendo que romper por medio de atrincheramientos, acequias y vallados, donde hubieran recibido sin duda un descalabro inevitable. Uno y otro caudillo tenian un empeño en el éxito de esta jornada; porque Valencia era una ciudad demasiado importante para no añadir,

mos,

si se defendia, una hoja á la corona de su gobernante, al paso que marchitaba tal vez otra de la del vencido. Así lo conoció el general francés, y por esto recibió con satisfaccion, como antes dijiel refuerzo de las divisiones Severoli y Reille, que al frente de catorce mil hombres llegaron á Segorbe el veinticuatro de Setiembre; de modo que despues del veinticinco contaba Suchet con un egército de treinta y cuatro mil combatientes, dos mil seiscientos cuarenta y cuatro de caballería. Este movimiento coincidia con el de otra division destacada por Marmont desde Portugal, para que cayese sobre Murcia. Reforzado de este modo Suchet atacó la izquierda de nuestras posiciones, vadeando el veintiseis de Setiembre el Turia por cerca de Ribarroja. Esta operacion se verificó echando aquella noche tres puentes, protegiendo á los trabajadores doscientos húsares que llevaban en las ancas á algunos soldados ligeros. Harispe fue el primero que principió el ataque; pero encontrándose su caballería con el bizarro oficial D. Martin de la Carrera, entre la acequia de Manises y el barranco de Torrente, fue rechazada vigorosamente, haciéndose notable en este encuentro el soldado del regimiento de Fernando VII Antonio Frondoso, hombre esforzado, que hirió y dejó en el campo por muerto al general Boussard, en cuyo rededor murieron defendiéndole un ayudante suyo y varios húsares. Rehechos, sin embargo, los enemigos arremetieron de nuevo con fuerzas de refresco y recogieron á Boussard, obligando á la Carrera á retirarse hácia Alcira. Casi al mismo tiempo se alejaba tambien en direccion al Júcar, despues de una corta defensa, D. Nicolás Mahy, embestido por el general Musnier. Cuando advertido Blake salió de Valencia para socorrer á Mahy, se hallaba ya toda nuestra línea acometida ó amenazada por todas partes: Zayas andaba á las manos con la division de Palombini, y defendió su posicion con pasmoso brio, desordenando la brigada de Saint-Paul, y arrojándola contra el Turia, donde se vió espuesta á sufrir igual derrota la de Balathier, que habia acudido en ausilio de Palombini. Si aquí nuestro egército cantaba himnos de victoria, adelantaba por otra parte el ge. neral Harispe sobre Catarroja, mientras Musnier entraba en May S. Onofre, despues de desalojar á las tropas que guarnecian estos puntos. Creagh y D. José Perez, al frente del batallon de la Corona, procuraron en vano contener á los franceses, y en vano se batian como leones los tiradores de Cádiz, de Burgos,

nises

Princesa y Alcázar de S. Juan; pues los enemigos cargaban impetuosamente, sostenidos con oportunidad por Reille, que favorecia las operaciones de Harispe y de Musnier. Los españoles defendian el terreno palmo á palmo con bravura, con serenidad y con desesperacion al fin; pero los enemigos lo arrollaron todo hasta el punto de obligar á Zayas á desamparar su posicion tambien. El objeto de Suchet fue envolver entonces todo el egército español y encerrarle en la capital, y al efecto corrió á Chirivella, donde habiéndose apeado y subido á la torre, se acercó allí un batallon español dando indicio de querer penetrar por las calles. Felizmente para el mariscal los nuestros ó no le conocieron ó creyeron que habia mayores fuerzas que las que componian la escolta del caudillo enemigo, y se alejaron seguidamente.

que

Despues de su retirada los gefes españoles tomaron diferentes rumbos: Mahy, Creagh, la Carrera, Villacampa y Obispo se encaminaron á las riberas del Júcar; y Blake, con Zayas, Lardizabal y Miranda se encerraron en los retrincheramientos corrian desde la torre de Sta. Catalina á Monte-Olivete. Habert fue el encargado por Suchet para pasar el Turia por su desaguadero, consiguiéndolo no sin largas horas de combate, pero sin que tomára Miranda parte en esta lucha; de modo que aquella noche completaron los franceses el acordonamiento de Valencia, perdiendo en este dia uno y otró egército de quinientos á seiscientos hombres: bien que el enemigo perdió en la acometida contra Zayas y Creagh cuarenta oficiales. Acordonada Valencia, aun hubiera podido salvarse gran parte de nuestro egército hácia el mediodia del veintiseis antes de que Habert se diese la mano con Harispe, y aun hubiera podido verificarse esto aquella misma noche en concepto del consejo celebrado por Blake; pero ofreciéndose la dificultad de sacar de los atrincheramientos la artillería de batalla, parecia imprudente esta evacuacion, alarmando además con ella á los habitantes de la populosa capital. Decidióse, sin embargo, esta operacion para la noche del veintiocho al veintinueve, dejando encargado el mando de la ciudad á D. Carlos O'Donell, con órden de capitular á su debido tiempo, consultando anticipadamente los intereses del vecindario. El grueso del egército, bajo el mismo general Blake, debia salir por la puerta de S. José, penetrando la línea enemiga, en el órden siguiente: Lardizabal regiria la vanguardia con el coronel Michelena; Blake el centro con Zayas, los 35

TOм. II.

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