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Nebot recorrió incansable toda la provincia, haciendo sorpresas y molestando de continuo á los franceses; pero esto no impidió la desgraciada batalla de Castalla. Venia Soult, junto con Drouet, á incorporarse, lo mismo que las fuerzas mandadas por el rey intruso, al mariscal Suchet, que saliendo de Valencia á mediados de Julio, se presentó el veinte en la costa que se estiende entre Cullera y Denia, para impedir el desembarco de la escuadra anglosiciliana, de que se tenia ya alguna noticia. Los barcos que se habian visto por aquellas aguas eran por entonces los que D. José O'Donell habia mandado á aquella costa á fin de llamar la atencion del enemigo, mientras él atacaba al general Harispe que ocupaba las inmediaciones de Alicante. Repartió el español sus doce mil hombres como lo juzgó mas á propósito; la derecha, al mando de D. Felipe Roche, entre Gijona é Ibi; el centro, con el brigadier D. Luis Michelena, á media legua de Castalla; la izquierda, á las órdenes de los coroneles Miyares y Santistevan, comandante el primero de los caballos y el otro de la infantería, en Petrel y Villena, y una reserva en la venta de Tibi, mandada por el conde de Montijo. Las fuerzas francesas eran muy inferiores; una brigada de reserva que tenia Harispe á sus inmediatas órdenes en Alcoy, otra el coronel Mesclop en Ibi, y cerca de Castalla el séptimo regimiento de línea que mandaba el general Delort, y además otro regimiento de dragones apostado en Onil y Biar. Acometido el primero Mesclop por los nuestros, dejó algunas compañías que sostuvieran el punto de Ibi, y se corrió para darse la mano con

sacar á Ana fuera del pueblo con cuatro soldados y un cabo que serian bien gratificados, harian una descarga, y él se encargaba de echar alguna sangre en el punto de la falsa egecucion, de remover alguna tierra en el cementerio, y de hacer desaparecer á la Sanz. Así se hizo todo, y la sexagenaria fue conducida aquella misma noche á la masía de Orihuela, situada al pie de la montaña de S. Cristóval y de la propiedad de su libertador á una legua de Sarrion, donde permaneció oculta mientras hubo franceses en aquel pais, y despues aun vivió algunos años.

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Poco tiempo despues en el mismo pueblo donde habia tenido lugar aquel grande acontecimiento, é instado por el hermano mayor de Fernando VII, el generoso é independiente Lopez Cuevas refirió el hecho á aquel infante en su misma casa, y sorprendido de tanto heroismo y decision le dijo: este hecho estraordinario lo sabrá al momento el rey: ignoramos si lo supo, pero nunca se vieron señales de ello.

Delort, que desalojado de Castalla, tuvo la fortuna de encontrarse con su compañero, y juntos los dos esperaron á los dragones. Acometieron despues á nuestra infantería con tanto ímpetu, que esperando en vano el ausilio de los caballos, en breve se vió envuelta, derrotada, prisionero un batallon de walones, y arrollados dos escuadrones que llegaron al último, y tuvieron que huir atropelladamente. Solo restaba á Mesclop vencer en su posicion de Ibi, donde le habian atacado. Roche se sostuvo allí con serenidad y esfuerzo, pero la llegada de Harispe que acudió con un regimiento de refuerzo, le precisó á emprender su retirada con bastante desórden por aquel pais escabroso que se estiende hasta Alicante. En esta accion perdimos mil setecientos noventa y seis prisioneros, ochocientos muertos y heridos, dos cañones, tres banderas Ꭹ algunas armas y municiones.

Mengua y baldon, dice Toreno, cayó sobre D. José O'Donell, ya por haberse acelerado á atacar estando en vísperas de que aportase á Alicante la division anglo-siciliana, ya por sus disposiciones mal concertadas, y ya porque afirmaban muchos haber desaparecido de la accion durante el trance mas apretado. Indignados todos, y en particular nuestros diputados por Valencia, rcclamaron la severa aplicacion de las leyes militares, acabando por ofrecr en el congreso discusiones empeñadas y reñidas. Los señores Traver y Villanueva, en el calor del debate, se aventuraron á acusar á la regencia de omision y descuido, habiendo quien intentase ponerla en juicio. Pero á pesar de las declamaciones de los diputados valencianos, no se adoptó ninguna medida capaz de refrenar el escándalo que se habia dado en Castalla, y que despues hemos deplorado en tiempos mas recientes.

Entre tanto llegaba á nuestras costas la espedicion anglo-siciliana á las órdenes del contra-almirante Hallowell, que no siendo útil en Cataluña, segun lo habia manifestado Lacy, aportó á Alicante el diez de Agosto. Suchet estableció su cuartel general en Játiva y tomó varias precauciones; y acercándose al reino el egército del centro al mando de José, se embarcaron los espedicionarios, dejando únicamente algunas tropas en Alicante, para que se incorporasen á Hill, existente por entonces en la Mancha. Los franceses se apoderaron de Chinchilla, despues de la briosa resistencia de su gobernador D. Juan Antonio Cearra, teniente coronel de ingenieros, que herido por un rayo que maltrató

tambien cincuenta soldados, se vió en la necesidad de capitular. Las tropas que traia José Bonaparte se componian de las divisiones de los generales Darmagnac y Treilhard, de muchos destacamentos y depósitos de los egércitos suyos de Portugal, del centro y de mediodia, de la division de Palombini y de algunos cuerpos españoles á su servicio, inclusa su guardia real, ascendiendo la totalidad á unos doce mil combatientes. Al frente de estas fuerzas entró José en Valencia el veintiseis de Agosto, acompañándole Suchet en la entrada entre el pueblo silencioso que afluyó á verle por pura curiosidad. Verificó su entrada por la puerta de S. Vicente, donde le recibió D. José Vallejo, corregidor entonces de Valencia, y se dice con relacion á este suceso, que habiendo manifestado José un empeño decidido para entrar montado bajo palio, se opuso Vallejo, obligándole á que lo verificase á pie. Alojóse el hermano de Napoleon en el palacio de Parsent, y allí acudieron á cumplimentarle las autoridades, sin que el pueblo hiciera ninguna demostracion notable de júbilo, y mucho menos de entusiasmo, permaneciendo en Valencia hasta mediados de Setiembre (1).

Parécenos oportuno rectificar en este lugar un error cometido involuntariamente sin duda por el distinguido historiador conde de Toreno, cuando al hablar del regreso del Sr. arzobispo Company á la capital de nuestro reino, dice que se esmeró en obsequiar á los franceses, habiendo antes abandonado á Valencia en los dias del peligro. Ausentóse de la metrópoli, cuando abrumado por el grave peso de los negocios, por las calamidades públicas, y sobre todo por los achaques, propios de una edad avanzada, se vió en la necesidad de buscar algun descanso. Con este objeto se trasladó á Moncada, desde donde tuvo que retirarse á Gandía; hasta que sabida la entrada de Suchet en Valencia, y teniendo noticia del fusilamiento de los siete religiosos y encarcelamiento de otros, y el peligro con que amenazaba á los valencianos la cólera, mal disimulada, del noble mariscal, dispuso su viage á Valencia, negándose á la invitacion que le hacian las personas mas allegadas para que pasase á Mallorca, donde habia ya otros obispos refugiados. «Dios sabe mi interior, dijo al tiempo

(1) Años de J. C. 1813.

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de subir al coche; vuelvo á mi iglesia para hacer el bien posible á ella, á los eclesiásticos, y á mis feligreses." Escoltado, pues, por las tropas francesas, , que le esperaban en Silla, cuyo vecindario le hizo un recibimiento casi triunfal, llegó á Valencia, y fue á hospedarse en el palacio-inquisicion, por encontrarse el arzobispal destruido á consecuencia del último bombardeo.

El pueblo valenciano concibió en su profundo abatimiento las mas lisonjeras esperanzas, y el venerable prelado justificó con sus buenos oficios la idea que se habia formado de su ilustracion, de su celo y de su caridad evangélica. Company se apresuró á hablar al mariscal Suchet y á los generales de mayor influencia; intercedió por el clero, y en un convite que dió en Puzol al ilustre mariscal francés, le obligó con sus atentas y cristianas observaciones á que suspendiese la exaccion de una gruesa contribucion que tenia decretada. Abriéronse los templos, restablecióse el culto divino, egercieron los sacerdotes libremente su ministerio, y por mediacion del mismo prelado salvaron la vida muchos infelices, volviendo á respirar el pueblo valenciano, sino con entera libertad, con mas tranquilidad por lo menos. Así es que al fallecer Company el cinco de Febrero de mil ochocientos trece, tanto los franceses como el pueblo manifestaron el mas sincero dolor, disponiéndole los mismos conquistadores el entierro con todos los honores militares. Así procedió el Sr. Company, y por cierto que su conducta no debió merecer tan adusta censura de parte del apreciable historiador citado.

A D. José O'Donell sucedió en el mando D. Francisco Javier Elio, que con treinta y cuatro mil nuevecientos infantes y tres mil cuatrocientos caballos, se dispuso á atacar, á Suchet (1).

Al presentar por primera vez en nuestra humilde historia el nombre de un general, que tantos recuerdos ha dejado en Valencia, contra quien tanto se ha escrito, y cuya memoria ha sido tambien el objeto de ciega adoracion para unos y de odio irreconciliable para otros, y que aun distantes ya de las pasiones de sus contemporáneos, subsiste todavía entre nosotros bajo el doble carácter con que le ofrecieron sus amigos y sus adversarios, cumple á nuestro propósito dar algunos antecedentes de su vida hasta

(1) Años de J. C. 1815.

el momento en que se dejó ver en este reino, en cuya capital vino á acabar sus dias de una manera trágica y funestamente célebre algunos años despues, dejando para la relacion de los sucesos siguientes el juicio que la imparcialidad ha debido formar de su conducta política desde el instante en que la muerte selló su sepulcro, abierto entre los sacudimientos de la revolucion, bajo un cadalso.

Hijo Elio de un militar español, que vertió abundantemente su sangre en la gloriosa batalla de Campo-Santo, nació militar, como él mismo dice en su manifiesto, y se crió entre el ruido de las armas. Cadete á los diez y seis años, pasó por todos los empleos, y no obtuvo una graduacion que no le costase un servicio ó accion particular. La suerte le hizo tomar parte en cuantas espediciones militares ocurrieron en España desde el año mil setecientos ochenta y tres, y por consiguiente se halló en la guarnicion y sitio de Orán y en el de Ceuta, en las campañas del Rosellon y Navarra, siendo herido en ambos egércitos y en la corta guerra de Portugal en mil ochocientos uno. Cuatro años despues fue invitado para desempeñar la comandancia general en la campaña de Montevideo, dándole al efecto el grado inmediato de coronel. Como la travesía era peligrosa por la guerra de Inglaterra, no se determinó el gobierno á mandar á Elio á aquellos remotos paises tan pronto como habia creido; pero Elío, que se hallaba ya entonces en Lisboa, apresuró su embarque, navegando en buque portugués y disfrazado á Rio-Janeiro, para trasladarse desde allí al punto que se le destinaba. Al tiempo, empero, de hacerse á la vela, se recibió la noticia de que los ingleses se habian apoderado de la capital de Buenos-Aires, y esto no obstante que en el concepto de nuestra embajada en Lisboa era un motivo para que suspendiera Elío la proyectada navegacion, le impulsó para apresurarlo, y despues de varios entorpecimientos emprendió el viage, y llegó por fin á Montevideo, ocupado ya entonces por los ingleses. A pesar de esta ocurrencia desgraciada, saltó, sin embargo, en tierra, y ausiliado por un indio, que le sirvió de guia entre el enmarañado laberinto de los Paranaes, llegó á Buenos-Aires, agregándose inmediatamente á sus defensores. Confiaronle entonces diversas y arriesgadas espediciones, y mostró una brillante intrepidéz en los encuentros que sostuvo con las tropas inglesas al mando del coronel Pake, y estando ya para atacar el grueso

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