Imagens das páginas
PDF
ePub

de la espedicion, se hubo de retirar á la capital, despues de haber sufrido un notable descalabro en que se estraviaron los gefes Lucer y Velasco. En la misma noche, y en casi todo el dia inmediato, reunió Elío todas las fuerzas que pudo recoger y trazó un plan de defensa, que segun su opinion debia ya haberse planteado mucho antes. Los enemigos dieron felizmente un dia mas para consolidarlo; pues no llegaron á la vista de la plaza hasta el dia cinco de Julio de mil ochocientos siete, en que la embistieron con un egército de diez mil hombres. La resistencia fue, sin embargo, tan obstinada, que á las cuatro de la tarde habian perdido ya los acometedores dos mil prisioneros, y tres mil muertos, heridos y estraviados. El resultado de esta defensa produjo la evacuacion de Buenos-Aires, Montevideo y todo el Rio de la Plata con el cange absoluto de los prisioneros de todas las acciones ocurridas anteriormente, segun se habia estipulado. Elío se encargó en seguida del mando de Montevideo, cuyas ruinas ofrecian el mas lastimoso espectaculo, y procuró desde luego reparar lo posible las desgracias que habia sufrido por un largo período de tiempo aquel pais en la continuada guerra que lo habia desolado.

ya caza

Verificada entonces la invasion francesa en nuestra península, refluyeron necesariamente en nuestras posesiones de América las oscilaciones que afligian por aquella época á la nacion española, y el diez de Agosto de mil ochocientos ocho llegaba ya á las playas de Montevideo un emisario de Napoleon, navegando en un bergantin armado en Bayona. Entró, sin obstáculo, en la sonda del Rio de la Plata; pero al avistar á Maldonado, le daban dos navíos ingleses que cruzaban por allí; y apoderándose de Maldonado se encaminó por tierra el emisario hácia Montevideo, mientras perseguido sin tregua el bergantin tuvo que varar, y los ingleses le pegaron fuego, salvándose, sin embargo, la tripulacion. Desde aquí empieza una serie de acontecimientos que no es de nuestra incumbencia referir, y que acabaron por desmembrar de la corona española aquella preciosa porcion del Nuevo-Mundo. Tuviera ó no Elio una parte influyente en la pérdida de aquellas ricas posesiones, como se ha dicho por sus enemigos, una órden del gobierno español le llamó á la península, y la regencia, apenas llegado á Cádiz, le nombró, como antes hemos indicado, general en gefe del segundo y tercer egército, manifestando cuando menos que su conducta en América no habia inspirado la menor TOм. II.

37

sospecha, y que en los multiplicados y ruidosos acontecimientos de aquellos paises habia dejado bien sentada su reputacion. A las órdenes de Elio militaban los generales Miyares, Villacampa, Sarsfield, Roche, el Empecinado y Durán, ayudado por la division mallorquina de Whittingham, que contaba ocho mil nuevecientos treinta y nueve infantes y mil ciento sesenta y siete caballos, y la espedicion anglo-siciliana, aumentada con cuatro mil hombres, al mando del gefe interino sir Juan Murray, hasta que llegase el propietario lord Guillermo Bentinck. Elio estableció su centro en Castalla, la derecha en Alcoy, y la izquierda en Yecla. Contra este pueblo se dirigió el general Harispe enviado por Suchet, cayendo el once de Abril sobre los españoles, al tiempo que salian para trasladarse á Jumilla; y aunque sorprendidos algun tanto por aquel ataque súbito, les disputaron la entrada en las calles de la poblacion. Retiráronse, empero, gradualmente y peleando siempre con denuedo; pero Harispe, temeroso que por fin se salvasen, atacó aisladamente el centro de la línea, que roto con el ímpetu de aquella carga, desordenó á los batallones inmediatos, y en breve se convirtió en derrota lo que antes era una retirada perfectamente sostenida, perdiendo mucha gente, y obligando á rendir las armas á mil soldados, sesenta y ocho oficiales y el coronel D. José Montero. Suchet se adelantó al propio tiempo hácia Villena, donde existian algunas tropas, y sobre mil hombres de guarnicion en su castillo, situado en la cima del cerro de S. Cristóval, entregándose prisioneros. Orgulloso Suchet, revolvió contra los ingleses, á quienes miraba con mas odio, y cuya vanguardia tuvo que replegarse con su gefe el coronel Adam desde el puerto de Biar á la posicion de Castalla, ocupada por Murray. Ascendian sus fuerzas á diez y ocho mil infantes y mil seiscientos caballos. No inferiores los nuestros en número, éranlo bastante en ginetes. Empezó Suchet el combate esplorando el campo y enviando hácia Onil la caballería. Pero teniendo fijo su principal conato en trastornar la izquierda de los contrarios, soltó seiscientos tiradores, acaudillados por el coronel d'Abord, con órden de que trepando por la posicion arriba la envolviesen y dominasen. Al mismo tiempo amagó el mariscal francés á los aliados por lo largo de toda la línea, haciendo ostentacion de toda su gallardía y fir meza. Corrieron en aquel trance los nuestros algun riesgo, de bilitada la izquierda por la ausencia momentánea de Whittingham,

que se habia alejado poco antes para hacer un reconocimiento; pero llegando acertadamente con fuerza D. Julian Romero, quedó reprimida la audacia de los enemigos que se encaramaban ya á las cimas. Whittingham tornó tambien á su puesto, y entonces fueron arrollados los acometedores y muerto el coronel d'Abord; de modo que cuando Suchet envió en apoyo de los suyos al general Robert con cuatro batallones, todos ellos bajaron desgalgados la montaña, dejando ancho reguero de sangre. Whittingham, Adam, Romero, Casas, Campbell, Casteras y Ochoa hicieron prodigios de valor al frente de los españoles. Alentado con esta ventaja resolvió Murray verificar un avance en dos líneas, colocando en las alturas las tropas de su izquierda, y cubriendo su derecha con la caballería. Pero intimidado Suchet no se detuvo en la hoya ó valle, y tornó á cruzar por la tarde un desfiladero que, como decia Murray en su parte, habia atravesado por la mañana triunfante y alegre. Suchet prosiguió su retirada por Villena á Fuente la Higuera y Onteniente, habiendo perdido en esta jornada mil hombres, y nosotros seiscientos setenta, la mayor parte españoles, como que representaron allí el mas glorioso y sobresaliente papel, despicándose del golpe recibido en los dias anteriores: porque nuestros soldados son bravos é intrépidos, siempre que les guian caudillos de entendimiento y brio. Allí comenzó á agostarse la corona de triunfos que habia ceñido Suchet hasta entonces desde su entrada en nuestro reino.

Esta accion, y el refuerzo que recibió Elío con la llegada del tercer egército, despues de recuperado Madrid por los nuestros, obligaron á Suchet á permanecer á la defensiva en la línea del Júcar, atacado por el frente y costado por nuestras fuerzas. La derrota sufrida por el duque del Parque en Carcagente, donde perdimos setecientos hombres, casi todos prisioneros, y las averías que habia padecido la espedicion anglo-siciliana en la embocadura del Ebro, inspiraron, sin embargo, á Suchet el proyecto de emprender algunas operaciones de importancia contra los españoles; pero recibiendo la noticia de la derrota de Vitoria y retirada á Francia de José, se vió en la dura necesidad de evacuar nuestro reino, antes de verse aislado en un rincon de la península y distante de las fronteras. Salió, pues (1), de Valencia el cinco de

(1) Años de J. C. 1813.

hasta que

Julio, despues de diez y ocho meses de ocupacion llevándose gran cantidad de plata, y dejando guarniciones en Denia, Murviedro, Peñíscola y Morella, donde no cesó de hostilizarles Elio, á veintidos de Octubre se apoderó de Morella D. Francisco del Rey, ayudante de estado mayor, haciendo cien prisioneros con su comandante Boissomacs. Igual suerte corrió Denia, entregada por Bin, gefe de batallon, el seis de Diciembre, á Don Diego Entrena, concluyendo de este modo la guerra en nuestro reino; pero quedando el pais en el estado mas miserable, obsery , vándose por todas partes la huella de los batalladores, cuyo paso habia destruido nuestro territorio, además de los inmensos recursos que sacó la junta suprema al principio del año mil ochocientos ocho, cuyos trabajos insertamos en el apéndice, como prueba de los sacrificios hechos por los valencianos y de la riqueza de aquella época.

Mientras la España toda levantada en masa, sacrificaba á torrentes la sangre de sus hijos, no solo para arrebatar á la península de la senda de victorias, que cruzando toda Europa, atravesaba Napoleon disponiendo de los tronos y de la suerte de las naciones, con una fortuna hasta entonces no concedida jamás á ningun mortal, sino tambien por salvar á Fernando VII de su cautiverio de Valencey, las córtes reunidas en Cádiz proclamaban una constitucion, cuya defensa habia de causar despues tantas víctimas.

Componian estas córtes, dice el marqués de Miraflores (1), jóvenes dotados por la mayor parte de probidad, celo por el bien, y otras cualidades eminentes, pero no bastantes por sí solas para dictar leyes oportunas á su pais, puesto que ni muchas de ellas, ni el talento mas precoz suplen la madurez y cordura necesarias para la delicada mision de sábios y prudentes legisladores. Llenas sus cabezas de encantadoras teorías, que habian bebido en las obras de filósofos ilustres, pero que funestamente desvanecidos con el falso brillo de remotos egemplos de la antigüedad, copiaron la república de Platon sin sondear sus principios, ni imitar sus virtudes, creyeron que era llegada la ocasion de poder aplicar las bellas teorías establecidas en el famoso pacto social para hacer feliz á España.

Mas desgraciada nacion, esclama el citado escritor, la

que se

(1) Apuntes histórico-críticos para escribir la revolucion de España.

lanza por primera vez en este inmenso piélago de doctrinas metafísicas, que partiendo de principios meramente ideales han producido siempre en sus ensayos tantas amarguras, y cuyo egemplo, reciente en una nacion vecina, no supieron aprovechar nuestros legisladores de Cádiz.

Copiando de los franceses, aunque por fortuna, sin sus horrores, una época de que se avergonzaba ya entonces su ilustracion, resucitaron la nauseabunda cuestion de la soberanía del pueblo, y desconociendo los adelantamientos que en Inglaterra y Francia habian ya reducido á axiomas los principios de los gobiernos representativos, reprodujeron una imitacion de la mal digerida constitucion de mil setecientos noventa y uno, que ni en el calor frenético de la revolucion pudo sostenerse. Mas no solo resucitaron en aquella constitucion la vaga y difícil aplicacion de la soberanía del pueblo, sino que renovaron tambien el egercicio del veto real, limitado de una manera semejante á aquel modelo: en una palabra, hicieron una constitucion para una monarquía sin ningun elemento monárquico. El poder legislativo, mal concebido en su artificio, estaba esclusivamente en las córtes; y por lo tanto era un verdadero monstruo que debia por necesidad devorar al poder egecutivo, débil y restringido. El rey era un ente nulo y de mas en el artificio constitucional; sin un cuerpo intermedio independiente, se establecia una lucha constante entre el trono y las córtes, de que debian ser víctimas estas ó aquel. Si el trono se fortificaba con un ministerio sagaz y vigoroso, el sistema de elecciones era tan imperfecto, que las córtes podian ser un eco del poder egecutivo; pues podian haberlas compuesto sola Ꭹ esclusivamente personas cuya suerte dependiera absolutamente del gobierno: si este era débil y las facciones triunfaban sobre él, ¿quién las impedia poner en egecucion el artículo ciento ochenta y uno de la constitucion, aplicado en Sevilla en mil ochocientos veintitres, sin que ningun poder público hubiera podido tener accion conservadora y evitarlo? El análisis, pues, de esta constitucion se puede hacer únicamente trascribiendo el citado artículo ciento ochenta y uno. «Las córtes deberán escluir de la sucesion á aquella persona ó personas que sean incapaces para gobernar, ó hayan hecho cosa por que merezcan perder la corona." Es decir, que las córtes eran un verdadero tribunal del rey; las cortes tenian la iniciativa individual, gérmen fatal de precipita

« AnteriorContinuar »