Imagens das páginas
PDF
ePub

de que pudiese obtenerse un triunfo tan sólido y duradero como era preciso para asegurar á la metrópoli las posesiones de aquel continente, y su comercio esclusivo bien merecia que el gobierno hubiera procurado poner mejor direccion y acierto ya por su propio interés, ya por los estímulos de grandes potencias en disponer y enviar á aquellos vastos dominios fuerzas con que sostenerlos.

Formábase efectivamente en los contornos de Cádiz con este destino un cuerpo respetable de egército, cuyo mando se confirió al conde del Abisbal, comprando á la Rusia algunos buques de guerra, empleándose en todos estos objetos sumas considerables, que en aquella época costaban sacrificios inmensos el procurárselas. Repugnaba al soldado español, y sobre todo al oficial, trasladarse á las posesiones de Ultramar, y esta repugnancia fue aprovechada oportunamente por las logias de la masonería, establecidas. profusamente y ocupadas en adunar fuerzas para conseguir el triunfo de sus doctrinas, cuya base era el restablecimiento de la constitucion del año doce. Promovidas casi siempre las convulsiones políticas, mas bien por los intereses individuales que por el amor al bien, no suele ser fácil combinarlas de modo, que satisfagan todas las ambiciones.

Tal fue la razon de los sucesos ocurridos en ocho de Julio (1), en que el conde del Abisbal, á quien se supuso en el centro de las maquinaciones revolucionarias, sea que pensase de otro modo, sea que positivamente no entrase en la combinacion, ello es que con el egercicio de su autoridad frustró los planes de sus compañeros y aprisionó á los mismos que se decia estar de acuerdo con él y combinado el movimiento que debia verificarse entonces. Arco-Agüero, S. Miguel, O'Daly y Quiroga fueron encarcelados, y el conde recibió en recompensa la cruz de Carlos III. No por esto quedó sofocada la revolucion, cuyas raices estaban ya demasiado estendidas y profundas para que se dudase de que era inminente un pronunciamiento, que no obstante toda su combinacion solo era seguro, ó cuando menos probable, si lo apoyaba la fuer

za militar.

Con efecto, el dia primero de Enero (2) á las ocho de la

(1) Años de J. C. 1819. (2) Años de J. C. 1820.

mañana, el comandante del batallon de Asturias D. Rafael Riego reunió su cuerpo, acantonado en el pueblo de las Cabezas de San Juan, y proclamando al frente de banderas la constitucion de mil ochocientos doce, puso en el pueblo alcaldes constitucionales, y se dirigió en seguida con su batallon al cuartel general del egército espedicionario, al mando entonces del conde de Calderon, que se hallaba en Arcos. El batallon de Sevilla acuartelado en Villamartin, á las órdenes de su segundo comandante D. Antonio Muñiz, empezó al mismo tiempo su movimiento hacia Arcos, para unirse al de Asturias, sorprender el cuartel general y arrestar al general en gefe y demás oficiales superiores; pero estraviados los guias, no pudieron estos batallones verificar su reunion; y solo Riego entró con el suyo en Arcos en la noche del mismo dia primero, realizando sobre la marcha el arresto del conde de Calderon y de los generales Fournás, Salvador y Blanco, sin que no solamente opusiera ninguna resistencia el batallon del general que constaba de mas fuerza que el de Asturias, sino que se unió por el contrario á los revolucionarios. Proclamada tambien en Arcos la constitucion, se pronunciaron algunos oficiales del cuartel general, pidiendo otros sus pasaportes por no tomar parte en la sublevacion. Entre tanto los batallones de España y Corona, mandados por el coronel Quiroga (1) que de resultas de los sucesos de Julio se hallaba preso en un convento de Alcalá de los Gazules, se dirigieron á la isla Gaditana, apoderándose fácilmente del puente de Zuazo, llave de aquella importante posicion. Era el proyecto seguir hasta Cádiz, donde los sublevados tenian muchos agentes; pero habiendo diferido este plan, no fue ya posible realizarlo despues, porque el teniente de rey que mandaba la plaza, desplegando grande actividad, habilitó las fortificaciones de la Cortadura y las guarneció con tropas de la escuadra estacionada en la bahía, estrellándose contra los esfuerzos simultáneos de los sublevados. Restablecido, empero, el antiguo órden de cosas el dia seis de Enero en Jerez y en el Puerto de Santa María, reunidos en la Isla de Leon siete batallones, y colocados á su frente Quiroga, como general en gefe, y otros oficiales superiores, como O'Daly, Arco-Agüero, S. Miguel, Labra y Marin; tomada la

(1) Quiroga fue ascendido á coronel por haber llevado á la corte desde la Coruña la noticia de la egecacion del desgraciado Porlier en Galicia.

Carraca y pronunciada la artillería y batallon de Canarias en Osuna, formaban los sublevados un cuerpo de egército considerable, que era preciso saliese á probar fortuna, procurando estender el movimiento, protegiendo la insurreccion y facilitándose al mismo tiempo los recursos necesarios. Riego fue nombrado gefe del cuerpo espedicionario, que recorrió una gran estension del pais, siendo varios los sucesos de su escursion; pero acosados por todas partes ya por las tropas del rey, ya por los recursos hallados por el gobierno en el mismo pais, se vió Riego en la aspereza de Sierra-Morena destruido y sin soldados; y acaso hubiera fracasado su empresa, si los sucesos de Madrid no hubiesen acelerado el desenlace, segun manifiestan los documentos publicados posteriormente por S. Miguel, gefe de estado mayor de Riego.

La sublevacion del egército de la Isla hubiera sido completamente infructuosa, si el descontento público, que cada dia tomaba mas incremento, no hubiese hecho desenvolver nuevos elementos, que la debilidad del gobierno, ó mas bien la nulidad de su administracion no les hubiera dejado desarrollar. Estas circunstancias hicieron, pues, realizables los planes de las sociedades secretas, que en contacto general en todas las provincias, no despreciaron la ventaja que les ofrecia un egército, el único que habia en España, y conocieron que era llegado el caso de secundar el impulso revolucionario dado en las Cabezas y principiado en la Isla de Leon. El veintiuno de Febrero se pronunció la Coruña á favor de un movimiento popular, y se instaló una junta para que gobernase con arreglo á la constitucion de mil ochocientos doce fueron destituidas las autoridades y para formar la junta quedó elegido presidente D. Pedro Agar, regente que fue de España, y vocales Acebedo, Busto, marqués de Villadares, D. Manuel Latre, D. Juan Antonio de Vega, D. Carlos Espinosa D. Joaquin Freire. El teniente general conde de S. Roman, que mandaba en nombre del rey, reunió algunas tropas para contener la revolucion, y Acebedo al frente de otras se aprestó á resistirle. Débiles, empero, é insignificantes fueron las operaciones militares, mas por una de las combinaciones desgraciadas de la guerra, y sin que hubiese habido mas que alguna ligera escaramuza, fue muerto Acebedo, gefe de los sublevados.

y

Mas compacto fue en Zaragoza el pronunciamiento; pues habiéndose reunido en la plaza, á presencia de un numeroso pueblo,

el capitan general, marqués de Lazan, el ayuntamiento y otras muchas personas de carácter, empleados públicos, y la guarnicion militar, proclamaron todos y juraron la constitucion de mil ochocientos doce el dia cinco de Marzo, formando un acta solemne, firmada por los que concurrieron, quedando el capitan general y demás autoridades egerciendo las mismas funciones, de que á la verdad habian abusado, colocándose al frente de una verdadera sublevacion, lo que jamás está bien á una autoridad que manda á nombre de un gobierno, sea el que fuere.

Algunos han tratado de investigar si la intencion de los egecutores y primeros agentes de la revolucion se limitó al principio al simple restablecimiento de la constitucion de mil ochocientos doce, ó si existió el plan de establecer un gobierno federativo. No nos atrevemos, dice el citado marqués de Miraflores, á quien seguimos en esta narracion, á decidir esta gran cuestion, que se resolveria fácilmente consultando los archivos de la masonería de aquella época; acaso no faltarian opiniones de un gobierno federativo, impracticable en su esencia y aplicacion; pero algunos conocieron sin duda la facilidad que ofrece en una variacion política un punto dado, y este fue visiblemente la constitucion de mil ochocientos doce, uniformemente proclamada en las Cabezas de S. Juan, en la Isla de Leon, y en Zaragoza antes de que el rey la jurase. Lo cierto es que aturdido y atemorizado el gobierno desde los primeros sucesos de la Isla mostraba no solo debilidad, sino tambien todos los síntomas de muerte: pobre, desacreditado y sin apoyo, sin una administracion vigorosa, era preciso ό practicase un esfuerzo estraordinario para contener la revolucion, ó que se pusiese al frente de ella en el sentido de sus intereses. No verificó lo primero, porque no tenia medios; y no se resolvió á hacer lo segundo, porque era nulo: el gobierno, pues, debia sucumbir y quedar el trono á merced de la impetuosa borrasca que empezó á correr la nave del estado el siete de Marzo. Una junta creada, cuya presidencia cometió el rey al infante D. Carlos, habia ya publicado en tres del mismo mes un decreto, en que se confesaban los males sin dictar ningun remedio; y creyó el gobierno que con mandar á Cádiz un consejero de Castilla para que atajase los progresos de la revolucion y proyectar la formacion de un egército en Castilla, para cuyo mando se llamó al general Ballesteros, era suficiente á lo menos por

que

entonces para oponerse al torrente que se precipitaba sobre él. Fatigada la nacion toda de los desaciertos que desde mucho antes hacian esperar una catástrofe, si no tomaba una parte activa en las variaciones políticas, las vió desarrollar con serenidad é indiferencia, esperando que un nuevo órden de cosas mejoraria su situacion. La misma Guardia Real participaba de las ideas novadoras, ó encantada por lo menos con la esperanza de ver mas atendida la suerte fatal de su desgraciado pais, participaba tambien de la fria indiferencia con que en todas partes era defendida su causa por los egércitos del rey, y en vez de atacar respetaba la revolucion, en cuyos progresos se manifestaban casi todos mas o menos interesados. Vacilante el gobierno en tal estado, no podia dejar de sucumbir al menor impulso, y este lo recibió con la publicacion de la constitucion en Ocaña, pueblo distante nueve leguas de la capital, hecha por el conde del Abisbal al frente del regimiento de infantería Imperial Alejandro, que mandaba su hermano. La conducta de aquel general, dice el escritor citado, pertenece á la historia; pero ciertamente no debió el autor de los sucesos del ocho de Julio de mil ochocientos diez y nueve ser el que en Ocaña diese el grito de viva la constitucion. Desgraciadamente este hecho será una prueba mas de que tan triste época de la historia de los sucesos políticos está identificada con la de los intereses privados; pero sea como quiera este suceso acabó de convencer al rey y á su gobierno, que ya no era posible contener el movimiento, y que sin medios, á su parecer, para resistirle, era preciso sucumbir á la imperiosa ley de las circunstancias.

Los consejeros del rey, á quienes no habia ocurrido la idea de escogitar otras medidas enérgicas que las insuficientes declamaciones del decreto de tres de Marzo, creyeron que aun podian contener la revolucion con otra disposicion, suficiente acaso dos meses antes, pero inútil tambien sino iba acompañada de otras mas egecutivas; hablamos, pues, del decreto de seis de Marzo, dirigido á mandar se reuniesen las antiguas córtes; hallándose entonces la legislacion española llena de dudas y aun de hechos contradictorios.

El primer código legal que conoció España fue el código civil de los visigodos; y este, que por espacio de muchos siglos fue seguido en Castilla, no otorgó ciertamente á los reyes un poder absoluto. La facultad de hacer las leyes se concedió entonces de

« AnteriorContinuar »