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el general Elio desplegado la mayor energía y adoptado las mas eficaces medidas para prevenir cualquiera tentativa, que pusiese en conflicto á la capital. Esto no impedia, sin embargo, que circulasen por Valencia las noticias de todas las ocurrencias, que podian favorecer el triunfo de los constitucionales, cuyas esperanzas se robustecian, al paso que desplomándose el gobierno daba lugar al cambio político, que nada bastaba ya para contrarestar. La situacion se hacia no obstante mas crítica á cada momento, y acaso lo conoció así el general Elío, cuando en tres de Marzo publicó la siguiente alocucion á los pueblos de este reino. «<La tranquilidad se ha alterado en varios puntos de la península por cuatro facciosos que, valiéndose del lenguage hipócrita de respetar al rey y á la religion, y suponiendo que toda la nacion es de su mismo modo de pensar, han seducido á muchos incautos. Os engañan : lo que quieren es revolucion, mandar á favor del desórden, y establecer la guerra civil.

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<«<Ningun pueblo de España se ha manifestado amante de tal revolucion. Algunos cuerpos militares y algunos cuantos miserables, son los que han cometido esos desórdenes; y la prueba es que por todas partes son sitiados y perseguidos por las tropas del rey que se mantienen fieles, y no se ve á la cabeza de ellos ningun general, ni ningun gefe acreditado.

<< Soldados: fio en vuestra disciplina y en el honor de vuestros gefes.

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<«< Ciudadanos: permaneced tranquilos, que yo os ofrezco la paz en vuestras familias, y ser el guarda de vuestras vidas; pero es preciso me ayudeis sofocando el lenguage de la insurreccion.

<< Si, como dicen esos revolucionarios, esas mutaciones son de la opinion de la nacion, veámosla y esperemos en paz. El rey oirá, yo os lo prometo, esa opinion; pero la oirá conforme á nuestras leyes antiguas, y hará ciertamente lo que la nacion le pida; pero esos pocos malos españoles levantados en los estremos de la península, ni son, ni pueden llamarse nacion.

<«< Ciudadanos: contad conmigo, y os mantendré vuestras familias en tranquilidad.

«Militares: sed obedientes y dareis la felicidad á vuestro rey y á vuestros hermanos, mereciendo la bendicion de la nacion." Pocos dias eran pasados desde la publicacion de esta proclama, cuando al amanecer del diez del mismo mes recibió el general

Elío, por conducto del ministerio de la guerra, el decreto del siete, que inmediatamente se apresuró á publicar, anunciándolo con las siguientes palabras: «Habitantes de los reinos de Valencia y Murcia soldados, que tengo el honor de mandar, os he invitado en medio de las turbulencias actuales á que permanecieseis tranquilos esperando el voto general de la nacion y la voluntad del soberano. Ahora que una y otra se ha declarado solemnemente, segun veis por el decreto que antecede, espero, que con igual conducta os acreditareis para con las demás provincias de pacíficos y sumisos á las autoridades, seguros de que en cualquier evento estoy á vuestro frente, y que, como hasta aquí, continuaré desvelándome por vuestra felicidad."

Pacífico, con efecto, el inmenso vecindario de Valencia habia recibido la noticia de la proclamacion de la constitucion de mil ochocientos doce, sin que se notára ningun síntoma alarmante en las primeras horas de aquella mañana. Hallábanse, en verdad, los ánimos agitados por la perspectiva que ofrecia el cambio político que acababa de verificarse; pero sin que se oyeran voces subversivas, ni mucho menos se vieran grupos amenazadores. Elio disponia entre tanto el restablecimiento del ayuntamiento constitucional, que convocó para las tres de la tarde de aquel mismo dia, con el objeto de resignar en sus manos el mando militar; y seguidamente reunió á los gefes de la guarnicion para manifestarles que se hallaba en el caso de no poder continuar egerciendo la autoridad superior de estos reinos, y encargarles la mas ciega obediencia al que fuera designado para sucederle. Su última providencia fue mandar poner en libertad á los presos que se encontraban en las cárceles de la inquisicion, y entonces ocuparon ya varios grupos las avenidas de este tribunal, para recibir con entusiasmo á los que por mucho tiempo habian estado esperando este faustoso acontecimiento. Contábase entre otras personas notables el conde de Almodóvar (1), y su presencia inspiró las mas vivas

(1) D. Ildefonso Diez de Ribera, conde de Almodóvar, nació en Granada en 22 de Enero de 1777; desde sus primeros años entró en el cuerpo de artillería, en cuyo colegio adelantó con su aplicacion el tiempo señalado para la permanencia de sus alumnos. Su primera campaña se verificó en la guerra que sostenia nuestra corte como aliada de la república francesa contra los ingleses; mereciendo poco despues la recomendacion de sus gefes por su

simpatías en las gentes que obstruian los patios de lo inquisicion, y que le aplaudieron y felicitaron con sinceridad. Eran ya las tres de la tarde, cuando comenzaron á formarse algunos grupos en la plaza de la Seo, ó de la Constitucion, circulando ya voces alarmantes, que se repetian, sin embargo, en voz baja, y sin que trascendiera su rumor á los demás puntos de la capital. Sin aspecto hostil y desarmados estos grupos, que iban aumentándose con los transeuntes y curiosos que afluian lentamente á la referida plaza, esperaban con impaciencia la instalacion del ayuntamiento constitucional, única corporacion que en aquellos momentos podia representar el nuevo sistema y dar impulso á los principios constitucionales, cuando cumpliendo Elio lo que ofreciera en aquella mañana, montó á caballo precedido de una pequeña escolta de caballería y seguido de algunos miñones. De este modo atravesó desde la capitanía general, situada entonces frente el palacio arzobispal, hasta desembocar en la plaza de la Seo, pasando por bajo del arco que llaman de la Vírgen. Su presencia escitó un sordo murmullo en las gentes que ocupaban la plaza, y puesta en movimiento aquella masa que habia empezado á agitarse, le cedia el paso con dificultad, al tiempo que, lanzándose dos hombres á su encuentro, cogieron las riendas del caballo, y le obligaron á detenerse. Uno de ellos, persona caracterizada por su le dirigió entonces la palabra, manifestándole que su autoridad habia cesado ya, y por consiguiente que nada tenia que hacer en aquellas circunstancias. Su lenguage, poco comedido, hablando con una autoridad, que no habia aun dejado el mando, provocó algunas contestaciones del general, que abrumado por la multitud que le rodeaba, aunque pacíficamente, creyó oportuno retroceder á palacio, siguiéndole los grupos mas alentados ya por su retirada. Al cruzar el arco de la Vírgen se oyeron algunos insultos y arrojaron al general una pedrada, que afortunadamente no le maltrató. Los miñones, cumpliendo con su deber, hicieron alarde de defender á Elío, pero sin hostilizar á los grupos

carrera,

comportamiento en la batalla de Trafalgar. Distinguióse en el famoso sitio de Olivenza, y la regencia le confió comisiones importantes y honoríficas á la vez. En adelante tendremos ocasion de hablar con frecuencia de este personage notable en nuestros dias, y cuya muerte acaba de verificarse en esta capital el 26 de Enero del presente año 1846.

que les seguian, y de este modo volvió el general á palacio, cuyas puertas mandó cerrar inmediatamente. La guardia se puso sobre las armas, y poco despues ocupaba la compañía de miñones los entresuelos y escalera del palacio. Alentados ya entonces los constitucionales recorrieron la ciudad, poniéndola en alarma, y haciendo propagar su entusiasmo y efervescencia. Un gran número acompañó desde la inquisicion al conde de Almodóvar , y victoreándole y proclamándole capitan general, ya no dudó este en ponerse al frente del movimiento, montando á caballo y dirigiéndose entre el numeroso concurso que le rodeaba hácia la capitanía general. Elio, que no ignoraba estos sucesos, se hallaba entre tanto encerrado en el palacio, paseando por uno de sus salones, silencioso y tranquilo al parecer. Su esposa le instaba con toda la efusion de su cariño para que procurase salvarse, valiéndose para convencerle de cuantas razones le podia sugerir su crítica situacion; pero Elío, ó no creyendo en la suerte que le estaba preparada, ó confiado en otras circunstancias, que no podemos penetrar, permaneció impasible á las reflexiones de su esposa, pesar de que no le hubiera sido difícil salir de Valencia á la cabeza de la compañía de miñones cuya lealtad y valor le era bien conocido. Durante estos momentos empezaron ya á oirse los vivas

y

á

el tumulto que acompañaba al conde de Almodóvar, que seguido de un ayudante y con su uniforme de brigadier llegaba á las puertas del palacio. A una órden de Elío le facilitó la entrada el sargento de guardia, y atravesando las dos filas de miñones que cubrian la escalera arribó Almodóvar al despacho del general. Elio le dió un abrazo, y mientras mediaba entre estos dos gefes una conferencia bastante animada sobre la situacion particular de cada uno, se aumentaba el tumulto en la plaza, donde se proclamaba al conde de Almodóvar. Precisado éste por Elío á salir al balcon arengó á la multitud, procurando sosegar aquel desórden, y asegurando que el general Elio renunciaba con gusto el mando. Estas indicaciones no bastaron, sin embargo, para poner término á la gritería, y por todas partes se pedia que saliera Elío al balcon, pues cundia la voz de que este general habia desaparecido. Elío se dejó ver efectivamente al lado del conde, y á su vista se exaltó de nuevo la muchedumbre, obligando á Almodóvar á ofrecer al pueblo que salia responsable de la persona de Elio. Esta promesa, que ocasionó en lo sucesivo graves disturbios,

Том. ІІ.

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que fueron fatales para el mismo conde de Almodóvar, acabó de serenar aquella tempestad, que parecia estallar de una manera horrorosa , y pocas horas despues se restableció la tranquilidad; mientras Elio, siguiendo el consejo de Almodóvar, se retiró á la ciudadela despues de anochecido.

Repuesto el ayuntamiento constitucional se encargó á un tiempo el conde de Almodóvar del mando militar y político de estos reinos, manifestándolo así el mismo dia diez á los cuerpos de la guarnicion y á los habitantes de esta capital. «En vano, dice á los primeros, esperaríamos los benéficos efectos á que anhelamos, apoyados en la constitucion política sancionada por los representantes de la nacion, si la confusion y el desórden impiden, que las autoridades nuevamente nombradas y que merecen la confianza pública, no puedan egercer sus funciones en la plenitud que la misma constitucion les prescribe.

«El rey nos ha dado el egemplo de lo que debemos en esta ocasion hacer los individuos de esta gran nacion en obsequio de su felicidad y quién sin faltar á los mismos principios que desea establecer podia contribuir á alterar la tranquilidad pública, apoyo de toda felicidad?

«Yo espero, en honor de los señores gefes y oficiales y de la disciplina de la tropa, á cuya cabeza me encuentro interinamente, que unidos á mí contribuiremos á realizar lo que queda dicho, con lo que mereceremos el reconocimiento de los buenos."

En la alocucion al pueblo de Valencia, decia entre otras cosas lo siguiente: «Descansad en el apoyo santo de las leyes que con tanto júbilo habeis aceptado, y cuya egecucion me habeis entregado: sofocad para siempre todo resentimiento, inmortalizando vuestro nombre, y dejad obrar á esta misma ley sagrada que acabais de jurar. Yo me congratulo una y mil veces de la feliz suerte que me cabe en corresponder à vuestra confianza, y en ella descanso seguro me dejareis airoso oyendo unas voces que solo me dicta el amor paternal que os profeso."

El pueblo de Valencia, tan alegre como pacífico, cuando las autoridades tienen bastante prudencia para saberlo dirigir, y tan entusiasta como generoso en los momentos de su espansion, recibió con aplauso el nuevo cambio politico, porque esperaba que con él volveria la nacion á levantarse de la terrible postracion en que le dejára el gobierno anterior; y no teniendo en

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