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tropas eran necesarias para invadir este reino, corriéndose hasta fuera de sus límites. Con razon, añade el marqués de S. Felipe, esta fue una de las gravísimas faltas cometidas entonces por el ministerio. Durante esta crisis, que la corte prolongaba de una manera inconcebible, ocuparon los invasores á Tortosa, amenazando nuestro reino por aquella parte, que poblada de lugares abiertos, y teniendo á un lado á Peñíscola, no podia oponer fortaleza alguna que impidiese la llegada de sus egércitos hasta las mismas murallas de Valencia. En tan apremiantes circunstancias hicieron nuevas gestiones las corporaciones de la capital, procurando inclinar el ánimo del rey, á fin de que mandase detener en este reino las tropas que transitaban por él, y aumentarlas con mayor número de caballería é infantería; acompañando á su esposicion el cabildo eclesiástico un donativo de mil duros, para las urgencias de la corona: pero tampoco accedió esta vez á sus instancias el ministro Amelot, y se contentó con destinar á este reino el regimiento de caballería del marqués de Pozoblanco, bien que ofrecia, con una política astuta, otras providencias para proteger la capital; mas la que tomó en seguida fue, que el virey hiciera saber á los representantes, que debian pagar aquel regimiento, lo cual se cumplió con la mejor buena fe y la mas exacta puntualidad.

Antes, empero, de recibirse esta órden, algunas tropas y micaletes de la numerosa guarnicion de Tortosa, se apoderaron de Vinaroz; obligando este infausto suceso al reino y á la diputacion, al cabildo eclesiástico y á la ciudad á reproducir en diez de Octubre sus siempre desatendidas súplicas, solicitando de la justificacion del rey, que mandára detener la caballería que pasaba á Aragon, para impedir que la toma de Vinaroz abriese á los enemigos el camino hasta la capital, mientras la amenazaba por otra la guarnicion de Denia, protegida por nuevas tropas de desembarco. No era sin embargo dificil recobrar á Vinaroz con las tropas que transitaban por sus inmediaciones; con cuyo motivo el reino, la ciudad y la nobleza trataron con el virey y pudieron lograr que el general D. Juan Antonio Amesaga se encargase de egecutarlo con los regimientos de Mahoni y Montenegro y algunos paisanos; y cuando se habian sacado ya de Peñíscola los cañones, y todo estaba dispuesto para empezar el ataque, se recibió una órden del ministerio denegando la solicitud de que quedasen en este reino aquellas tropas, reprendiendo á sus gefes por la lentitud de su

marcha, y , y mandando que se apresurasen para llegar cuanto antes al territorio aragonés. Los valencianos vieron entonces con sentimiento que habiendo impedido en el mes anterior Mr. Amelot desalojar de Denia á los enemigos, embarazaba ahora hacer evacuar á Vinaroz, no obstante de que se podia verificar esta operacion, sin detener muchos dias la marcha de las tropas; de modo, que apoderados los austriacos de puntos distantes entre sí, y hallándose el reino abandonado é indefenso, le era preciso sostener la guerra con pelotones de paisanos, cuando estos sufrian al mismo tiempo las cargas de alojamiento y otros gravámenes, ocasionados por el continuo tránsito de tropas que se dirigian á otras provincias. El gobierno entre tanto no solo no quiso adoptar prontas y eficaces medidas para asegurar el reino de Valencia, sino que sus promesas ofrecian, por el contrario, esperanzas lejanas y difíciles de cumplir, avisando de tarde en tarde que habia «ordenado al príncipe de Sterclaes de Tilli" comandante de todas las tropas destinadas á la defensa de estos reinos, y á quien se le enviaban numerosos refuerzos para el egército de Aragon, «que segun lo que le participara el marqués de Villagarcía, y dicte la oportunidad, ocurra á lo que se necesite en este reino." Los valencianos, empero, burlados en sus esperanzas por la política tortuosa y despreciable de Mr. Amelot, formaron sin embargo varias compañías de los vecinos de los pueblos del Maestrazgo; que unidos al regimiento de Pozoblanco y diferentes caballeros que voluntariamente salieron á campaña, se situaron en Benicarló, y lograron impedir los ulteriores progresos del enemigo. Por otra parte la nobleza y la plebe, formando otras compañías, corrian hácia Vinaroz y Denia y tenian sitiados dentro de sus muros y casas á los enemigos: pagaban puntualmente las contribuciones, no obstante que veian con sentimiento que no se destinaban á su defensa: satisfacian á mas de esto los sueldos de los regimientos de Nebot y Pozoblanco, que el rey estaba obligado á mantener; y espendian gustosos sus caudales en el sostenimiento de las guerrillas de paisanos, que hacian frente al enemigo en una y otra parte del reino. A pesar de tantos sacrificios, añadieron otros el arzobispo, cabildo nidades religiosas, acudiendo con oportunos y considerables donativos á los gastos de la guerra; y levantando la ciudad á sus espensas un brillante cuerpo de caballería, que se destinó á Cataluña, y un tercio de seiscientos infantes que pasó á Cádiz, donde

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prestó los mas distinguidos servicios, encontrándose despues en la famosa batalla de Almansa y otras empresas de no menor importancia en aquella guerra. Todas estas pruebas de la lealtad de Valencia hacen resaltar mucho mas la conducta desacertada del ministro Amelot, el cual despues de cobrar sus contribuciones y donativos no quedó satisfecho con privarle de los ausilios que le habia ofrecido, y estaba facilitando con frecuencia á otros reinos, sin permitir al nuestro que pudiera valerse, ni aun de paso, ni por unos dias, de las muchas tropas que continuamente transitaban por su territorio, sino que le despojó tambien hasta de las suyas propias, obligándolas á defender la Andalucía y Cataluña.

Los comisionados del ministro francés procuraron además seguir ciegamente por su parte las ideas de éste sobre no socorrer á Valencia y aun parece que se esforzasen en agravar la situacion en que se hallaba. El príncipe de Sterclaes estaba encargado de cubrir las fronteras del reino, segun las órdenes que anteriormente se habian recibido; y con arreglo á las instrucciones que pudiera trasmitirle el virey y dictara la oportunidad. En su consecuencia mandó el virey, con acuerdo del principe, que el regimiento de Nebot pasara á incorporarse con el de Pozoblanco que estaba bloqueando á Benicarló, y se encargase el reino de organizar dos cuerpos de quinientos hombres de la gente del pais, destinando uno al sitio de Denia y otro á las inmediaciones de Vinaroz. Esta órden desacertada obligó al consejo de la ciudad á manifestar al virey, por medio de una enérgica y respetuosa esposicion, los inconvenientes que debia producir una disposicion tan poco meditada, despachando al mismo tiempo un estraordinario á la corte, haciendo presente al gobierno supremo la responsabilidad que habia contraido el príncipe de Sterclaes, que en vez de facilitar sus socorros donde fuera conveniente, dejaba por el contrario en libertad á los enemigos para verificar importantes espediciones desde Denia, cuyo sitio quedaba al cuidado de gente desorganizada, y destinaba el regimiento de Nebot á continuar sus operaciones á treinta leguas de aquella plaza. Con este motivo recordaron los representantes los servicios multiplicados que estaba prestando este pais, la dificultad de organizar con tanta precipitacion dos cuerpos de tropas regulares y los sacrificios que el pueblo de Valencia hacia, sin tregua y sin resultados, para asegurar su tranquilidad y su independencia; mientras el gobierno,

olvidando sus promesas, desoyendo los clamores de estos pueblos y procediendo con ellos de una manera harto sospechosa, no parecia sino que preparase un crímen, para tener el placer de castigarle; y dejar que la capital sucumbiese á los austriacos, para fundar en este paso los grandes planes que habia combinado la corte de Luis XIV. En esta misma esposicion solicitaban la competente autorizacion para que pasaran algunos diputados, con el carácter de embajadores, á manifestar verbalmente al rey la verdadera situacion de estos pueblos y proponer á su consideracion los medios que se creian posibles para preparar, como era debido, la defensa. Hasta entonces habia el sagaz Amelot procurado neutralizar los efectos de las representaciones de los valencianos, prometiendo siempre, sin cumplir jamás; pero temiendo con razon la presencia de nuestros representantes, dispuso en cuatro de Noviembre que permaneciera delante de Denia el regimiento de Nebot, pero negándose terminantemente á recibir á los diputados. Perdida ya, pues, toda esperanza de nuevos socorros, y persuadidos los valencianos de que se les abandonaba por fin á sus propios recursos, provocaron un consejo general (1), que reunido el quince del mismo mes discutió y aprobó la formacion de un tercio de quinientos hombres, imponiendo para su manutencion la sisa de cuatro dineros sobre cada libra de carne. Para mandar esta fuerza fue nombrado D. José de Prógita, antes Ferrer, conde de Almenara, que egerció un cargo distinguido en el estado de Milan en tiempo de Carlos II, y para capitan de granaderos D. Luis Royo, que con el gefe superior y demás oficiales del tercio se dedicaron con asiduidad al alistamiento y equipo de los reclutas; pero rendida Valencia por capitulacion, quedó sin efecto la completa organizacion del cuerpo, abandonando el conde de Almenara y sus oficiales la capital por no rendirse á los austriacos.

(1) Componian este consejo seis caballeros, cuatro ciudadanos, cuatro abogados, dos escribanos, dos comerciantes, sesenta y seis menestrales, por haber treinta y tres oficios aprobados, é intervenir dos de cada oficio ó gremio, y cuarenta y ocho de las parroquias, cuatro de cada una. Todas las clases, pues, de Valencia se prestaron con lealtad al sostenimiento del trono de Felipe V, y por consiguiente injusto fue, asegurarse en el célebre decreto sobre abolicion de fueros, que el pueblo valenciano habia faltado á su juramento apoyando la causa de Carlos de Austria.

La ciudad activaba sin embargo el alistamiento de los quinientos hombres por la poca confianza que inspiraba el regimiento de Nebot, encargado de contener á Baset en el caso de que tratasen de practicar alguna operacion desde su cuartel general de Denia. No eran infundadas, como veremos, las sospechas que se tenian sobre la lealtad de Nebot, y no dudó manifestarlo así la ciudad en una comunicacion que elevó al rey, de quien en esta ocasion recibió la notable contestacion siguiente: «He resuelto, dice, daros las mas singulares gracias por ello y el leal celo que manifestais; que uno y otro queda impreso en mi memoria, para favoreceros y atender á la mayor defensa de tan fidelísimos vasallos: á cuyo fin , paso á aseguraros, que se han repetido las órdenes dadas, para que las tropas que desembarcaron en la Carbonera, apresuren el pasar á ese reino, y se apliquen todas las providencias conducentes á que vuestro celo, amor y fidelidad sean muy defendidos, como lo solicitais, en que concurre mi deseo, segun lo merecen vuestras finezas (1)." Cuatro dias, empero, antes de recibirse este importante documento, se verificó la traicion de Nebot, que á la cabeza de su regimiento se pasó á los enemigos, llevándose presos al comandante del bloqueo D. Luis de Zúñiga y á D. Pedro Corbí, gefe de las guerrillas de paisanos, cuya lealtad no se doblegó ni á las amenazas, ni á las promesas de Baset. Libre entonces este gefe para penetrar en el pais, y puesto en combinacion con el mismo Nebot, se dirigió á la huerta de Gandia; y se habia ya apoderado de Oliva, cuando el virey comunicó estos tristes acontecimientos al consejo de, Valencia. Lejos sin embargo de intimidar á sus habitantes la aproximacion del egército enemigo, activaron por el contrario las corporaciones populares la organizacion del tercio reclutado; mandaron fortificar el baluarte del Grao, hicieron acopio de víveres y municiones, y manifestaron por escrito al virey, que á pesar de las providencias adoptadas, no bastaba esto, en su concepto, para la defensa de la capital, cuya seguridad completa dependia de las medidas que el virey, como gefe de las armas, estaba ya en el caso de dictar. La contestacion del marqués de Villagarcía fue terminante, asegurando que á su autoridad competian efectivamente las providencias que militarmente se debian poner en egecucion, sin perjuicio de que la misma ciudad le propusiese las que creyese

(1) Fecha 9 de Diciembre de 1705.

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