Imagens das páginas
PDF
ePub

robustecida por la espada de un soldado vencedor, deseaba en silencio sacudir el yugo, que el abandono del gobierno le obligó, mal su grado, á recibir; estendíanse por todas las partes del reino las tropas austriacas, encontrando sin embargo mas resistencia de que podia esperarse de unos pueblos indefensos.

la

Al tiempo que Baset salia de Denia, penetraba en nuestro reino por la parte de Cataluña el general inglés Jones con una division. de dos mil quinientos ingleses y micaletes, y se apoderó sucesivamente de algunos pueblos del Maestrazgo, por la cobardía del gobernador de S. Mateo, que abandonó esta plaza y las demás de su jurisdiccion, sin dejar en su lugar una autoridad que supiera llenar los deberes, olvidados ignominiosamente por aquel funcionario militar. La poca fuerza que podia contener algun tanto al general inglés, era el regimiento de Pozoblanco y las tropas de paisanos que operaban sobre Benicarló; pero el gefe de esta columna levantó el bloqueo de Vinaroz, luego que tuvo noticia de la pérdida de Valencia, y por caminos estraviados se retiró precipitadamente hácia Aragon con las tropas de su mando, que eran las únicas existentes en el reino. Dueño Jones de la mayor parte del Maestrazgo, no le fue posible sin embargo apoderarse de la importante plaza de Morella. Orgulloso este pueblo con los recuerdos de su pasada gloria, adquirida con valor en las guerras de la Germania, y despreciando las mas terribles amenazas, rechazó las proposiciones del general inglés. Hallábanse por entonces ausentes el conde del Real y D. Juan Vergadá, enviados por el virey para su defensa; y á pesar de esta circunstancia resistió con vigor y con una firmeza admirable el prolongado sitio de algunos meses, riudiéndose por honrosa capitulacion, cuando retirado Felipe V de la vista de Barcelona, y destinadas á Castilla todas las tropas que operaron en el reino de Valencia, no quedó á los morellanos ni la mas leve esperanza de socorro. En tanto que Jones ocupaba militarmente el norte del reino, el coronel D. Francisco de Avila, gefe valiente y arrojado, que vino tambien en la escuadra que conducia al archiduque, y á quicn Baset habia confiado el mando de Denia, reunió, con la esperanza del pillage, una columna de gentes perdidas, y penetrando por los pueblos, donde no habian llegado las tropas de Baset, se dirigió sobre Játiva, que amenazada á un tiempo por este general y por la division de Avila, sin guarnicion, sin armas y sin fortificaciones, siguió, á pesar suyo,

la suerte de la capital, y se entregó á los enemigos (1) que, como veremos, hicieron sufrir á sus habitantes las mas horrorosas persecuciones. Activo el coronel Avila, como su gefe superior, retrocedió despues de la entrega de Játiva hácia la costa, y deseoso de lograr una empresa de importancia, se presentó delante de la ciudad de Alicante. Con el mismo denuedo con que el año anterior rechazaron sus vecinos las proposiciones del príncipe de Armestad, del gefe de la escuadra inglesa y holandesa y del mismo archiduque, despreciaron tambien ahora la intimacion de Avila, y sufrieron con valor las calamidades del mas rigoroso bloqueo. No contentos con esto, hicieron varias salidas, derrotando siempre á los sitiadores, y obligándoles por último á levantar el sitio, con pérdida de la artillería. Batido Avila ignominiosamente, quiso apoderarse de paso de la villa de Gijona, cuyos habitantes le habian hostilizado con frecuencia, mientras tenia bloqueados á los alicantinos; pero rechazado una y otra vez por aquellos, y desalojado de algunas calles, en las que consiguió penetrar, no le hubiera sido fácil domeñar el valor de un pueblo decidido, si nombrado en aquellos momentos el conde Mahoni para dirigir la defensa de Alicante, no entregara por una insigne traicion esta plaza á las tropas del archiduque, mandando al mismo tiempo á la villa de Gijona le rindiese tambien la obediencia. Cumplieron la órden, sí, los habitantes; pero quinientos de sus mas valientes prefirieron la emigracion al desdoro de humillarse ante el poder de los aliados. Con este objeto abandonaron con sus mugeres é hijos la desolada poblacion, y se situaron en los montes vecinos, desde donde hostilizaron de continuo á los enemigos, sin permitirles un momento de treguas ni descanso. De este modo les precisaron á encerrarse en la poblacion, hasta que ausiliados por algunos vecinos de Villena, sorprendieron la villa, penetraron en sus calles, desalojaron de casa en casa á los austriacos, y despues de cuarenta horas de un combate sangriento y tenazmente sostenido por una y otra parte, quedaron los paisanos dueños del pueblo, obligando al resto de los invasores á salvarse en la fragosidad de las sierras vecinas. Este importante hecho de armas, que se verificó el veinte de Octubre (2), valió á la villa de Gijona el título de ciudad, con que la

(1) Años de J. C. 1706. (2) El mismo año 1706.

honró el rey Felipe, concediéndola además la distincion de que fuera cabeza de partido; que pudiesen llevar armas sus vecinos; eximiéndola en fin por cuatro años de alcabalas y otros derechos reales, y tambien de la media anata por estas gracias; pero quedó privada del voto que tenia en córtes, no obstante de que se concedió á pueblos de menos lustre y vecindario. En estas circunstancias fueron muy notables los servicios que la villa de Gijona recibió de la antigua villa de Biar, donde por entonces se hallaba el arzobispo de Valencia D. Antonio Folch de Cardona, cuyos abundantes recursos, facilitados con oportunidad, bastaron para poner el pueblo en el estado, no solo de proteger á los emigrados de Gijona, sino tambien de resistir al año siguiente al marqués de las Minas y al conde de Gallovai, que al frente del egército de los aliados intimaron inútilmente la rendicion. Igual resistencia hizo al coronel Avila la pequeña villa de Bañeres, situada en la cima de una escabrosa montaña, que sirvió de asilo á los fugitivos de todas partes, y de donde salian frecuentes guerrillas, que molestaban á los enemigos en todas direcciones, interceptándoles los convoyes, atacando sus pequeñas partidas, y causándoles tantos males, que las tropas de Avila se decidieron por fin á tomar por asalto su castillo, hasta llegar á valerse del medio que adoptaron en los casos mas desesperados los antiguos cónsules romanos, como era el de fijar en tierra, delante de la puerta del castillo, un oficial enemigo una bandera suya para animar mas á los soldados al asalto; y en todas ocasiones esperimentaron la ignominia de verse rechazados, dejando en el campo abundante número de cadáveres.

A pesar de los descalabros que habia sufrido el coronel Avila, tres egércitos enemigos corrian al mismo tiempo el reino de Valencia el de Baset las gobernaciones de Denia, Alcira y Valencia; el de Jones las del Maestrazgo y Castellon de la Plana, dejando sitiada á Peñíscola desde el diez y ocho de Diciembre; y el de Avila las de Gijona, Alcoy, Játiva y Alicante, pudiendo cualquiera de estos tres cuerpos acudir urgentemente á un punto amenazado, sin permitir la menor comunicacion de los pueblos entre sí. El virey debia en el último estremo haber salido de Valencia colocarse, segun las circunstancias, en alguna plaza fuerte para reunir á los leales, detener los progresos del enemigo, y acudir con oportuno socorro á los pueblos que lo necesitasen. Así lo practicó en este reino el virey conde de Mélito en las guerras de la Germania;

pero ahora el marqués de Villagarcia aumentó sus desaciertos, permaneciendo en la capital tranquilo espectador de su entrega, y de los funestos efectos de su falta de tacto en el gobierno. Por otra parte el duque de Cansano, que habia venido á Valencia para entender en las disposiciones militares, rehusó tambien, por mezquinas preocupaciones personales, adoptar medida alguna, sufriendo la suerte de prisionero. El marqués de Pozoblanco, encargado del bloqueo de Vinaroz, se retiró á Aragon, llevándose consigo al conde del Real, cuyas brillantes cualidades militares hubieran sido de grave importancia, como lo acreditó despues. El general Zúñiga quedó, por traicion del coronel Nebot, prisionero de guerra, junto con el denodado Corbí y demás oficiales que le seguian, y fue conducido tambien á Barcelona. A egemplo del virey abandonaron la capital sus mas distinguidos personages, que como el duque de Gandía, los condes de Parsent, Sumacárcer, Cervellon y Almenara y el marqués de la Escala se trasladaron á Castilla; quedando algunos presos en las cárceles públicas, como el marqués de Mirasol y otros.

tales,

Tal era el estado deplorable que presentaba este pais, cuando ocupado ya la mayor parte por los enemigos, llegaron por fin los socorros que cinco meses antes habia ofrecido el rey; pero fueron , que ni pudieron librar á los pueblos de la posicion en que el egoismo del gobierno les habia colocado, ni salvar á los demás de la suerte que les amenazaba. Vino por gefe del egército ausiliar, no un general acreditado, como el príncipe de Stérclaes ó el mariscal de Tesse, enviados para defender el Aragon, sino el conde de las Torres, condecorado con los pomposos títulos de general de la artillería del estado de Milan y de segundo maestre de campo general del mismo; pero que en realidad no habia mandado egército alguno, y que en la campaña de mil setecientos dos fue conocido únicamente por haberle enviado el rey en once de Agosto con trescientos infantes y quinientos caballos á las inmediaciones de Regívolo para impedir los forrages al enemigo, con quien no tuvo encuentro alguno; y en la de mil setecientos cuatro por habérsele encargado el mando de las baterías que se colocaron contra una de las puertas de Verceli. Hombre de fortuna, que las circunstancias hicieron notable, como otros muchos que en tiempos agitados se elevan á los primeros puestos por intriga, por audacia, por casualidad en fin. Pocas veces medran en las revueltas los

hombres de mérito; las revoluciones son para el mas audáz ó el mas taimado. Los servicios eminentes quedan por lo regular oscurecidos en el mismo polvo del campo de batalla. Tal era el general que Mr. Amelot destinó á mandar el egército que debia operar en este reino, y á los primeros pasos descubrió ya su falta de capacidad para dirigir una empresa tan vasta; pues no pensó, como debia, en levantar el sitio de Peñíscola, lo que era muy fácil, atendida la calidad de sus tropas, adquiriendo sin mucho empeño una reputacion, que le hubiera hecho respetable, animando de este modo á los aterrados pueblos; sino que se empeñó en sitiar la villa de S. Mateo, que no le era posible conservar despues, por hallarse sin mas fortificaciones que sus antiguas murallas, y estar situada en las inmediaciones de Cataluña. Pero antes de formalizar el bloqueo, habia acudido á defenderla el general Jones, que conociendo bien pronto lo que valia su enemigo, inutilizó las minas que practicaba, y le obligó á perder bastante tiempo en una empresa de tan pocas consecuencias. Insistia sin embargo el conde en llevarla á cabo, cuando teniendo noticia de que se acercaba el lord Peterboroug, generalísimo de las fuerzas inglesas, levantó precipitadamente el sitio. El único medio decoroso que le quedaba en esta retirada al conde de las Torres para salvar su reputacion, era fortificarse al menos en el puente de Villareal, prolongando su línea por la ribera del Mijares, como lo verificó al año siguiente el general Asfeld; pero el conde no tuvo el suficiente valor para defender aquel puente, ni otro alguno de los sitios fuertes, y solo pensó en huir y evitar el encuentro del general inglés, dirigiéndose apresuradamente á Valencia, persuadido erróneamente de que, no habiendo podido resistirle en sitios fragosos y á tanta distancia de esta ciudad, podria hacerlo mejor en la dilatada llanura que la circunda, y á vista del otro egército que estaba dentro de sus muros, ó despues de haberse reunido los dos. Precedíanle desgraciadamente las noticias que circulaban de un modo que le hacia poco honor, y que su entrada en Villareal acabó de confirmar. Aunque la mayoría de este pueblo no hubiera tomado parte en la grave cuestion que se agitaba entonces en la Península, hubo algunos vecinos sin embargo que, ó partidarios del archiduque, ó temerosos de alguna tropelía por parte de las tropas del conde, trataron de oponerse á su entrada, pero asegurados por las razones espuestas por el general de que no se les molestaria, se encontraban

« AnteriorContinuar »