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altas no trascendía á las del pueblo, en las que el amor al príncipe Fernando, como esperanza y como antidoto contra la odiosa gestión del valido Godoy, arraigó á los fines del reinado de Carlos IV tan profundamente, que, según refirió un contemporáneo ', nunca un tan extraordinario entusiasmo por príncipe alguno acaloró las masas. Vióse su imagen más venerada que el santo que adoraba cada pueblo; en los púlpitos resonaron sus alabanzas, y unidas las ideas religiosas á las de patria é independencia, renació el ardor de las antiguas Cruzadas y repitiéronse sus extraordinarios y sublimes rasgos, provocando el alzamiento contra la invasión francesa.

Aquella esperanza en el que había servido de lábaro durante la guerra á los intrusos, no decayó por las debilidades que, si llegaban á divulgarse, encontraban atenuación en la violencia del cautiverio; al contrario, experimentadas las demasías del régimen instituído en su ausencia, la esperanza de que remediara los males antiguos y los modernos subsistia al llegar el momento del regreso á la patria, originando para el recibimiento transportes de entusiasmo y disposiciones de entrada triunfal en consonancia con la idea de rescate de el Deseado 2.

Pudo D. Fernando observar, desde que traspuso la frontera, una corriente general, un ambiente contrario á las reformas introducidas, acusado por el desprestigio de las Cortes entre las clases acomodadas y por la aversión manifiesta en el Ejército, de que participaba una parte de sus componentes'; y cómo se acomodaran tales sentimientos á los suyos propios, antes de llegar á la Corte, desde Valencia, en 4 de Mayo decretó la nulidad de la Constitución elaborada en 1812, así como la de todos los actos de las llamadas Cortes, «como

1 Bayo.

2 Sirva de testimonio, entre las publicaciones de aquellos días, la Memoria de los regocijos públicos que en obsequio del rey nuestro señor D. Fernando VII, en su tránsito por esta capital, dispuso la Muy Noble, Leal y Fidelisima ciudad de Valencia.-Valencia, 1814. En 4.o

ŏ Representación llamada de los Persas.

si no hubieran pasado jamás y se quitasen del medio del tiempo», restableciendo las cosas en el ser y estado que tenían el año 1808, y la soberanía real, por tanto, en la plenitud de sus antiguos derechos.

Al decreto siguieron medidas y providencias de represión tan duras, como libres y audaces habían sido las del Gobierno provisional, más rigurosas al parecer, por dejarse sentir al postre y ponerse en paralelo con las de la restauración moderada de Luis XVIII en Francia. Los regentes, los ministros, los diputados de más significación fueron encarcelados y sometidos à la formación de proceso brevemente concluido con sentencia de destierro en los presidios de Africa ó de retención en los castillos y monasterios por el delito de lesa Majestad cometido al votar ó recononer la soberanía de la nación, extendiendo la pena á la capitalidad para los ausentes. Se ordenó la proscripción general de los afrancesados, á pesar de la cláusula contraria suscrita en el tratado de Valencey; se crearon comisiones militares para fallar sumariamente las causas de infidencia; prohibióse la publicación de periódicos, sin otra excepción que la Gaceta de Madrid; en fin, se dispuso la formación de expedientes de purificación, especie de residencia individual, en la que todo funcionario público, civil ó militar, había de justificar los actos de oficio ó privados en los seis años del interregno.

Excusado es decir si la intranquilidad y desasosiego producido por el cambio de situación alcanzaba á la Armada. << No hay Marina», había dicho con ingenuidad el Ministro del ramo ante las Cortes: declaración innecesaria; con fijarse en los buques de que se había podido disponer en la crisis que trabajaba á las colonias americanas, se advertía la triste realidad, que un solo dato pone en evidencia. De 1808 á 1814 había disminuido en 21 navíos la lista de los existentes en el reinado anterior, por pérdidas en naufragio los unos, por haberse ido à fondo, desatendidos, otros, como ocurrió á los que se enviaron á la Habana; por deshechos los más, con idea de procurar de los materiales, de la leña y hierro viejo, algún socorro que entretuviera y alimentara á la maestranza de los

arsenales 1. No había Marina, ciertamente, concretando la idea al material flotante, á los vasos, á los bajeles indispensables á su servicio natural; mas no habiéndose hecho reducción de importancia en el personal creado en los mejores tiempos, la Marina subsistía como carga sin beneficios, como estorbo, como preocupación, como peligro, toda vez que, excediendo de 20.000 los individuos de sus diversas clases. y jerarquías con derecho á percibir sueldo del Estado, no se les satisfacía, teniéndolos relegados en los departamentos en situación de miseria y de abandono, que se estimara fabulosa á no existir hartos testimonios con que se comprueba 2.

Sin esta causa, bastante por sí sola para el descontento; la de los destierros y persecuciones erigida en sistema; la de la investigación de los actos pasados esparció la alarma, porque muchos de los oficiales que defendiendo la isla gaditana en el asedio de los franceses presenciaban ó estaban al tanto de las deliberaciones de las Cortes extraordinarias, formaron opinión política, simpatizando con cualquiera de las fracciones denominadas de liberales y serviles en las Cortes mismas, ahora constituyentes de bandos ó partidos hondamente separados. La proscripción en los momentos de la vuelta del Rey comprendió á los regentes Agar y Ciscar, marinos; al general D. Cayetano Valdés, héroe de San Vicente y de Trafalgar, tan distinguido en mar como en tierra durante la guerra de la independencia; al teniente de navío D. Dionisio Capaz, simple diputado en las Cortes ordinarias de 1813, que no había alcanzado notable significación, aparte de la figura entre los liberales; ¿hasta dónde se extendería el envio á los castillos cuando se profundizaran las investigaciones?

Todavía labraba en los ánimos otra idea penosa, en relación con la anterior. Había circulado una serie de cartas de autor anónimo, escritas, por lo que en el texto se decía, en 1811, pero dadas á la estampa en el corriente de 1814 por materia

1 Lista formada por el capitán general D. Casimiro Vigodet, autógrafa en poder del que escribe.

• Véanse en el Apéndice núm. I de este capítulo.

de oportunidad 1. En efecto; declaraba sin rodeos que el personal de todas clases, privado años enteros del pago de sus sueldos y jornales, perecía de hambre y desnudez en los departamentos, llevándose el aire sus clamores. Que el inhumano abandono en que se tenía á todos los individuos de Marina y la necesidad en que se hallaban de atender á la subsistencia por cualquier medio, hacía que se tolerasen con el mayor escándalo los fraudes, los robos, el destrozo y saqueo de los arsenales y toda clase de desórdenes, con incalculable daño de la disciplina, detrimento del servicio y ruina de la Hacienda pública.

Hasta aquí no decía cosa que se ignorase; las autoridades de los departamentos y los ministros del ramo lo tenían repetido: la novedad consistia en los considerandos, sentados sobre la aseveración de que, hallándose la Armada en el extremo del abatimiento y desorganización, absolutamente aniquilada, ninguna ocasión mejor se ofrecería para la total reforma que necesitaba, para fundarla de nuevo sobre mejores cimientos y mudando enteramente los nombres de antiguo seguidos.

En su opinión, lo primero era tener patria, y no repetir el error de creer que la Marina es cuerpo agregado ó independiente de la nación, ni olvidar la relación estrechísima en que en esta gran máquina del Estado ha de estar precisamente cada parte con el todo. Por desconocer ú olvidar el principio; por haber creado una Marina muy superior á las fuerzas vivas del país, habían sobrevenido las consecuencias, siendo principal la de que la propia Armada lo fuera de apariencia; numerosa, sin ser fuerte; dispendiosa, sin ser útil; Armada, en fin, que, careciendo de cimiento, se desplomó y desapareció, disipándose como el humo el aparato de poder marítimo con que se lisonjeaba el Gobierno, ya que no tuviera aprendido, ni aun con los apuros de todo el siglo, con la perpetua imposibilidad de atender á los pagos, con la pe

1

Juicio critico sobre la Marina militar de España, dispuesto en forma de cartas de un amigo á otro.-Madrid, imprenta de Burgos, 1814-1815. Nueve tomitos en 8.o menor.

nuria de siempre, que no es la extensión del territorio, sino la extensión de las rentas y de la navegación mercantil lo que debe servir de pauta.

En demostración de la tesis se servía de la Historia desde el principio de la Marina real de los Borbones en los tiempos de Felipe V, analizando con profundidad y conocimiento de causa los sucesos; haciendo examen de lo obra fundamental de Patiño y de Ensenada, y censurando de paso á los escritores que, como Enríquez y Vargas Ponce, deslumbraron al país con narraciones de glorias muy dudosas, manteniendo la corriente del engrandecimiento naval de España.

Tras esto insistía en la precisión de atender secundariamente á la Marina; pero de atenderla bien y en constancia, con arreglo á sistema que desarrollaba, con análisis de lo que era y debía ser cada uno de los cuerpos componentes en objeto, instrucción y servicio; los vicios reconocidos; la manera de extirparlos; el rodaje de la Administración; el centro impulsivo, en la inteligencia de no haber otro comparable en institución al Almirantazgo, necesario en toda Marina 1.

Las cartas, que sin dejar de contener apreciaciones discutibles revelaban competencia y discernimiento, por el que hoy mismo son dignas de meditación, excitaron grandemente á la curiosidad y al recelo, por estimarse hostiles las propuestas de reducción del personal y de los servicios encomendados á la Marina, y de mayor peligro siendo doméstico el enemigo. Al poco tiempo apareció segunda serie con el mismo título, dándose por autor un Patricio Vitoriano, ciudadano español '; mas había dejado ya de ser misterio que se debían á la ejercitada pluma de D. Luis María de Salazar, antiguo Capitán de navío, oficial mayor de la Secretaría del despacho, ministro en el último Almirantazgo y ministro de Hacienda de la Regencia . Júzguese con esto de la impre

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1 <<Los ministros de Marina no pueden tolerarlo (decia), por complacientes que sean; es un estorbo que impide el libre vuelo de su autoridad.>>

2

Aunque se escribieron y fecharon el año 1816, no salieron á luz hasta 1821, en Madrid, imprenta de D. M. de Burgos. Forman un tomo en 8.o menor de 427 páginas.

3 Vide Navarrete, Biblioteca maritima, t. II, pág. 374.

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