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corso.

VIII

GUERRA EN AMÈRICA.—PACÍFICO

1815-1819

Pasa el aventurero Brown desde el Rio de la Plata al mar del Sur con patentes de -Se presenta ante el Callao y hace presas.-Ataca al puerto.—Pasa á Guayaquil, donde es derrotado y hecho prisionero.-Se le concede, no obstante, capitulación.-Va á Popayán.-De allí al Atlántico y Antillas.-Un buque inglés le detiene y pierde la rapiña.-Nuestras tropas evacuan á Talcahuano, desmantelando la plaza.-Apresamiento de la fragata Maria Isabel y del convoy de España, por consecuencia.-Formación de la escuadra de Chile.-Lord Cochrane, su jefe.—Toma la ofensiva.—Ataca al Callao.—Corre la costa.—Acomete segunda vez después de retar al Virrey.—Rechazado con pérdida, causa daño en Pisco y en Guayaquil.

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ON el desacertado cambio de destino de la expedición Morillo, enviada á perecer en un clima mortífero, en vez de utilizarla para asegurar el dominio español en la América meridional, tranquilos y sin recelo de oposición los revolucionarios de Buenos Aires, pensaron en hostilizar al Gobierno de la metrópoli, no solamente con el corso que ya hacían en el Atlántico, perturbando al comercio y á la navegación de las Indias, sino con llevarlo igualmente al Mar del Sur ó Pacífico, donde las ventajas alcanzadas por las armas reales en el Perú y en Chile habían restablecido la normalidad.

Debió inspirar la idea el aventurero William Brown, el primer Almirante de la República Argentina, que una.vez disuelta la escuadra con que venció á la española de Montevideo en 1814, se veía sin empleo y sin las ganancias que su am

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bición se prometiera, aunque se tiene por iniciador al general José Miguel Carrera, emigrado á la sazón en Buenos Aires, con muchos chilenos, después de la sumisión de su país. De cualquier modo, Brown, bien enterado del estado de defensa de las costas occidentales y de la ausencia de buques de guerra en ellas, celebró con el Gobierno un convenio suscrito el 1.o de Septiembre de 1815, recibiendo patentes para arbolar bandera argentina, á condición de que las presas fuesen vendidas en Buenos Aires y los productos líquidos divididos en nueve partes, de las cuales una debía ser para el Estado, dos para el Almirante y el resto para los oficiales y tripulaciones 1.

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En virtud de la facultad, organizó escuadrilla, que podríamos llamar de familia, toda vez que, componiéndose de tres buques, las corbetas Hércules y Halcón y el bergantín Trinidad, iban por comandantes su hermano Michel y su cuñado Watel Davis Chitty. Un presbítero chileno, D. Julián Uribe, armó cuarto bajel por su cuenta, poniéndole su nombre, y embarcó en él, llevando de capitán á un italiano de apellido Barri. La escuadrilla salió del Plata en el mes de Octubre, repuesta de víveres para largo crucero, y con tropa de desembarco 2; montó el cabo de Hornos en Diciembre, y aunque fuera la mejor estación del año, zozobró el Uribe, desapareciendo con todos los que iban á su bordo, y el Halcón sufrió gruesas averías. En la isla de Mocha se repararon de los desperfectos; apresaron después tres ó cuatro barcos de cabotaje, y presentándose á vista del Callao el 21 de Enero de 1816, en pocos días que estuvieron fondeados hicieron captura de más importancia: de la fragata Candelaria, procedente de Chile, y de la nombrada Consecuencia, que llegaba de Cádiz con valiosa carga, conduciendo entre los pasajeros al brigadier D. Juan Manuel de Mendiburu, nombrado · gobernador de Guayaquil por S. M.

La primera noticia de aparición de los corsarios produjo

1 Don Diego Barros Arana, Historia general de la independencia de Chile, t. III página 146.

2 Ni Barros Arana ni Calvo dicen cuánta; según Torrente, eran 400 soldados.

en Lima la misma impresión que en otros tiempos las de los ingleses y holandeses: igual sorpresa, idéntico temor, porque la desprevención corría parejas, no habiéndose dado crédito, como siempre, á los avisos de armamento en Buenos Aires; pero más que nunca hubieron de sentirse los efectos; que en las épocas de atrás, si con la precipitación de última hora se fundía artillería, se fabricaban armas y se echaban al mar galeones, de todo esto había, no faltando nunca soldados que voluntariamente se ofrecieran á pelear con el enemigo, y sobrando dinero con que proveerlos y galardonarlos, mientras que al presente, en situación peor que cuantas se recordaran, fué preciso apelar al patriotismo del comercio «para un armamento especial, en circunstancia que la Marina no podía prestar auxilio alguno, porque carecía de fuerzas, y la real Hacienda no se hallaba en estado de emprender erogación, por pequeña que fuese»'.

Todo lo que en la necesidad tenía à su disposición el comandante de Marina, era una goleta-correo y un falucho de rentas: ¡grandes fuerzas para cualquier desempeño! Brown no vaciló, pues, en atacar al puerto con cinco ó seis botes armados, apoyándolos una de las corbetas y el bergantín, en la mañana del 22 de Enero; un lanchón y otros botes les hicie ron cara, poniéndolos en retirada; y repitiendo el empeño en la noche del 27, fué también rechazado, con pérdida de 34 muertos, bastantes heridos y los consiguientes deterioros en los buques 2; y con otra ventaja de nuestra parte: la de librar al navío de la Compañía de Filipinas San Fernando, cuyo valioso cargamento, procedente de Panamá, era de gran interés para el comercio de Lima.

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<Hasta el 6 de Febrero, dice la relación del Virrey, no pudieron evacuarse en el Callao los aprestos de la armadilla, compuesta de seis buques, con la fuerza de 126 piezas, de ca

1 Relación del gobierno del virrey Abascal, Marqués de la Concordia, citada por el general Camba.—Memoria para la historia de las armas españolas en el Perú. Madrid, 1846, t. I, pág. 196.

3 Gaceta de Madrid de 16 de Enero de 1817.- El general Camba.- Calvo.—Ba rros Arana.

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libres proporcionados á sus portes, y 980 hombres de tripulación y guarnición, inclusos los artilleros é infantes que se consideraron necesarios para su auxilio, quedando por fuerza sutil para defender el puerto cuatro lanchas cañoneras, un lanchón con un cañón de á 18, y la lancha de la fragata Piedad con uno de á 12, y además de los botes de fuerza de su dotación, los del comercio que se hallaban en estado de rendir provecho ó hacer algún servicio en la bahía.»

Nadie supondrá que Brown quisiera esperar en aquellos parajes; mas sin desanimarse por el descalabro, haciendo rumbos que desorientaran á los vigías, se entró osadamente en el río de Guayaquil, con idea de sacar gruesa contribución á la ciudad. El Almirante embarcó en el bergantin Trinidad, por ser el de menos calado, para atacar á la batería de 12 piezas de Punta de Piedras, á la que rindió con la impetuosidad de la acometida, hallándola con muy corta guarnición y escasa de municiones. Subió seguidamente hasta colocarse frente al fuerte de San Carlos; y allí, por los disparos de cañón y fusil, sufrió pérdida tan considerable de gente, que, desorganizada la restante, abandonó la maniobra, y el bergantín quedó varado, rindiéndose á las fuerzas que lo abordaron. Á los cinco días se presentó el resto de la expedición contra el fuerte de Santa Cruz, situado algo al Sur del de San Carlos.

<<El acertado fuego de esta batería hizo fondear á la fragata fuera del tiro, á repararse de los daños que había recibido en el casco y arboladura; y convencido el enemigo de la imposibilidad de vencer este punto, desistió de su empresa y pasó á tratar con el gobernador sobre el canje del Almirante de aquella escuadrilla, con los prisioneros que traía á su bordo hechos en el puerto del Callao, y que venían de pasajeros desde Cádiz en la fragata Consecuencia. Nadie dudaba, según esto, que sería desechada semejante proposición, porque siendo ventajosa la situación del gobernador de Guayaquil, era éste el caso forzoso de dictar la ley á los piratas. A pesar de todo, la sorpresa del público, del comercio y la de este Gobierno fueron grandisimas al ver concedida en todas sus

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