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Salazar procuró compartir la responsabilidad de las determinaciones extraordinarias reuniendo en la Corte una junta compuesta de los generales de la Armada más ancianos y calificados, junta que tuvo iniciativa, y de la que emanaron los proyectos de suprimir las academias y compañías de guardias marinas, sustituyéndolas un Colegio real y militar que se estableciera en la ciudad de San Fernando ó en el Puerto de Santa María con 60 plazas, y de reformar el cuerpo de ingenieros. A esta junta primera sucedió otra denominada Superior del gobierno de la Armada, con reglamento, como lo tuvo el Ministerio, y porque el jefe no hacía misterio de las resoluciones, determinó que todas ellas se imprimiesen y publicasen formando colección 2.

Buques de todas partes de América los pedían con harta necesidad y los demandaba el comercio como precisos á la seguridad de los convoyes; pero no bastaba la voluntad para ponerlos en la mar; gracias á que pudieran salir para el Pacifico el navío Asia y el bergantin Aquiles 3, donde hicieran falta fuerzas cinco veces mayores.

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Después de todo, el ministro Salazar dió un paso de los que estaban olvidados ó iban olvidándose. Habían transcurrido diez y seis años sin sonar el hacha en los astilleros, y en este de 1824 se construyó y botó al agua en el Ferrol la fragata Lealtad, de 50 cañones; en 1825 la nombrada Iberia; en 1826 la Resolución, todas del mismo porte. Se hicieron por asiento ó contrata, sensible retroceso á los tiempos de penuria, y por contrata vinieron á hacerse los principales servicios, inclusos el de la guarda de las costas y el de correos marítimos.

▲ Gaceta de Madrid de 9 de Octubre de 1824.-Archivò del Ministerio de Marina.-Gurdias Marinas. Año 1825.

2 Fué la primera; dió principio en 1824 y acabó en 1833. Compone once tomos en 4.o con indices general y por materias.

3 El 13 de Enero de 1824.

APÉNDICES AL CAPÍTULO IX

NÚMERO 1.

El Mayor general del ejército sitiador al Gobernador de la plaza de Cádiz: <<Puerto de Santa María 24 de Septiembre.

>Señor Gobernador.-S. A. R. el Príncipe generalísimo me ha ordenado intimar á V. E. que le hace responsable de la vida del Rey, de la de todas las personas de la familia real, igualmente que de las tentativas que podrían hacerse por sacarla. En su consecuencia, si tal atentado se cometiese, los diputados á Cortes, los ministros, los consejeros de Estado y todos los empleados del Gobierno cogidos en Cádiz serán pasados á cuchillo.—Ruego á V. E. me avise el recibo de esta carta. Soy, etc. El mayor general, Guilleminot.>>

CONTESTACIÓN

<Cádiz 26 de Septiembre, á las doce menos cuarto de la mañana. >>Señor General.-Con fecha del 24 recibo hoy una intimación que V. E. me hace de orden del serenísimo señor Duque de Angulema, en que constituye responsables á todas las autoridades de Cádiz de la vida de S. M. y real familia, amenazando pasar á cuchillo á todo viviente si aquél peligrase. Señor General, la seguridad de la real familia no depende del miedo de la espada del señor Duque ni de ninguno de su ejército; pende de la lealtad acendrada de los españoles, que habrá visto S. A. el señor Duque bien comprobada. Cuando V. E. escribía la intimación era en el día 24, día después en que las armas francesas y las españolas que estaban unidas á ellas hacían fuego sobre la real mansión, mientras los que V. E. amenaza sólo se ocupaban en su conservación y profundo respeto.

>>Puede V. E., señor General, hacer presente que las armas que manda le autorizan tal vez para vencernos, pero nunca para insultarnos. Las autoridades de Cádiz no han dado lugar jamás á una amenaza semejante, y menos en la época en que se la hace, pues cuando V. E. la escribió acababan de dar pruebas bien positivas de que tienen á sus Reyes y real familia más amor y respeto que los que se llaman sus libertadores; ¿ó quiere S. A. que el mundo diga que la conducta ordenada y honrosa que tuvo estè

pueblo cuando las armas francesas lo atacaron era debida á un sobrado miedo, hijo de una intimación que V. E. hace de orden de S. A.? ¿Y á quién? al pueblo más digno de la tierra dirigiéndola, y ¿por quién? por un militar que nunca hará nada por miedo.

>>Soy de V. E., etc.-Cayetano Valdés.»

Historia de la vida y reinado de Fernando VII de España. Madrid, 1842, t. III, páginas 149 y 150.

NUMERO 2

Por lo que atañe á los marinos, transcribo el siguiente período del historiador anónimo del reinado:

«El decreto del Puerto de Santa María dió principio á una era sangrienta de crímenes jurídicos, de asesinatos y de proscripciones que desdoran los anales de la desventurada España. ¡Con qué amargura vamos á revolver tan negros fastos, y á sacar á la luz del día de la confusión en que yacen, la crueldad del Monarca y la sed de venganza de sus ministros! >>Faltan alientos á los que entonces vivíamos para descorrer el velo al cuadro espantoso de tantas miserias y del desbordamiento completo de la anarquía.

»El general Valdés regresó á Cádiz después de haber desembarcado Su Majestad en el Puerto, y dádole pruebas de aprecio en las halagüeñas palabras que le dirigió; y entregóse á la confianza que debían inspirarle el cumplimiento de su deber y una conciencia tranquila. No tardó el general Bourmont en recibir aviso del Puerto de que Fernando acababa de sentenciar en secreto á la pena de horca á los individuos de la regencia nombrada el 11 de Junio. Indignado el francés, y lleno de generosidad, participó al ex regente Valdés la funesta nueva, que de ningún modo acertaba á creer, y negándose á embarcarse, decía que prefería la muerte á la fuga. Bourmont le condujo casi por fuerza al navío del almirante Duperré, mientras el Conde Ambrugeac hacía otro tanto con Ciscar y Vigodet, y trasladados de allí á otro barco, dieron la vela para Gibraltar, donde sin la hospitalidad inglesa hubieran perecido de miserią.

>>Don Gaspar Vigodet, antes de admitir el cargo de Regente en la noche del II de Junio, había manifestado al Rey, por medio de segunda persona, el ánimo en que estaba de enviar su renuncia, y Fernando, en una carta autógrafa que conservaba el General, le mandó que no renunciase para no dar pie á que las Cortes nombrasen en su reemplazo algún enemigo suyo. Sumiso Vigodet á la orden del Monarca, admitió á la fuerza, y con el fin

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