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ciones del general Morales en su mencionado parte, y sobre este particular hace varias reflexiones consiguientes.

Hace presente las razones que ha tenido para pasar á manos del general Morales un ejemplar de su contestación, y acompaña copia de la carta con que se lo ha remitido. Cree necesario poner en noticia del Excmo. señor Ministro de la Marina el atroz insulto que el general Morales hizo a su reputación y buena fama al frente de banderas del ejército de su mando. Indica cree haber dado á S. M. cuantos informes eran convenientes acerca de lo obrado militar y marineramente en las provincias de Venezuela; pero considera que no habiendo hecho referencia alguna de la parte económica y gubernativa, prevé que de esta omision van á seguirse grandes perjuicios al real erario si la superioridad no es oportunamente ilustrada sobre el particular. Pone en noticia de S. E. se propone emprender esta tarea, é ínterin le indica el origen de los males que hay que precaver.

Finalmente, y en desempeño de su agregación á la Comisión de pacificación de las referidas provincias de Venezuela, se propone igualmente someter á la sanción de S. M. sus ideas sobre asunto tan interesante.

NÚMERO 7

Relación del combate de la goleta española «Condor» con la insurgente
«Juanita». Parte oficial.

Excmo. Sr.: El día 5 del corriente mes al amanecer, hallándome al nordeste de punta Maternillos, á 40 millas de distancia, en la goleta de guerra Condor que V. E. puso á mis órdenes para el desempeño de la comisión que me tenía encomendada, me dió parte su comandante el alférez de fragata D. José Montojo de que una goleta de velacho, 'con señales de corsario, venía sobre nosotros; de acuerdo con él, dispuse no hacer movimiento para no darle á conocer nuestras fuerzas; pero así que estuvo á dos tiros de cañón, no pudo ocultársele que era éste un buque de guerra, y al momento se puso á ceñir el viento en vuelta del Nornordeste; inmediatamente tomé la misma vuelta, y con fuerza de vela emprendí la caza, largando la bandera colombiana, que igualmente largó y afirmó él. A las dos horas viró en vuelta del Sursueste, y yo le esperé al cruzar la bordada, en cuyo momento le hice fuego con la colisa, afirmando la bandera española, é inmediatamente viré sobre él. Viendo el enemigo que en la posición de bolina le sacaba alguna ventaja, se puso en popa, navegando

al Oesnoroeste; seguí su movimiento, y á poco rato me puse á tiro de metralla, y según la fuerza de las fugadas de viento, llegaba al de fusil, ha ciendo fuego de cada arma en su caso. Como dos horas duró la caza á tiro de cañón, haciéndole y recibiéndole con actividad; y al punto del mediodía, habiendo refrescado el viento, viendo la buena disposición de la tripulación y á instancias del comandante Montojo, dispuse terminar la acción abordando al enemigo; éste, conociendo nuestra intención, se dispuso á recibirlo, y sostuvo un fuego vivísimo sobre nosotros; pero yo, que: quería de un golpe decidir la acción, economicé los nuestros para momentos más importantes. El muy benemérito alférez de fragata D. Pablo.de Llanes, encargado de los fuegos de la colisa, lo quedó entonces del primer trozo de abordaje, y el comandante Montojo, con el acierto y serenidad. que le son propios, dirigió los movimientos del buque.

Serían las doce y media cuando, abordándole de proa por su portalón, haciendo una descarga general de artillería y fusilería, y á la voz de «¡viva el Rey!», saltaron á bordo del enemigo, donde cada uno de los individuos de esta goleta hizo prodigios de valor para rendir la tenacidad con que se defendían los colombianos, pues faltándoles municiones y rotas muchas armas blancas, se batían tirando á mano toda especie de efectos con que, pudieran dañar á sus contrarios, llegando su desesperación hasta el caso de poner fuego al pañol de la pólvora; pero nuestra gente, que aun en lo.. más encarnizado del combate siempre estuvo pendiente de mi voz, acudió con agua tan oportunamente, que no consiguieron volar más que algunos cartuchos que tenían sobre la escotilla.

A la hora y media de carnicería terminó el combate por falta de combatientes, pues de 50 plazas que tenía el corsario sólo quedaron 24, y entre éstos muchos heridos, siendo de los muertos el comandante, el segundo y el escribano, mostrando en este momento su generosidad nuestra gente, pues no necesitaron de orden para no incomodar á los ya rendidos, y prodiga: ron sus cuidados á los que de éstos estaban heridos. Por nuestra parte hemos tenido 21, entre muertos y heridos de gravedad, contándose entre éstos el bizarro alférez de fragata D. Pablo de Llanes, que después de ser el primero que puso el pie sobre la cubierta del bajel enemigo, y de haber hecho por su mano un destrozo considerable, recibió un tiro de pistola en la cara que le llevó la mandíbula inferior.

Creo excusado recomendar á V. E. el mérito de este oficial, pues lo conoce bien, y no es la primera ocasión que muestra su excesivo valor y celo por el servicio del Rey. V. E., que es mejor regulador de las virtudes mi · litares, sabrá apreciar las de Llanes, y hacer á S. M. la recomendación que

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En el resto de la tripulación es muy raro el que no sacó una muestra de combate tan sangriento. Faltaría á la razón si no manifestase á V. E. el acierto, serenidad y valor que el comandante D. José Montojo manifestó desde el principio de la caza hasta concluir el combate, pudiendo servir de modelo y admiración. El oficial tercero del Ministerio de Marina, contador del buque, D. Antonio J. Fernández, se olvidó de su clase, y con sable en mano acudió á todas partes donde podía ser útil; el piloto D. Manuel Durán dió una prueba nada equívoca del buen concepto en que se le tiene, y sin particularizar á nadie, la tropa y la marinería, rivalizando entre sí, todos se excedieron, dirigidos por el ejemplo del sargento segundo de Marina Eugenio de Castro, del condestable Antonio Alonso y del contramaestre Casiano Mozo. Varios sujetos de Puerto Rico se transportaban en la goleta para esta ciudad; asistieron á todos los trabajos, se batieron y cuidaron de los heridos en unos términos que merecen elogios. El práctico del canal José Orduña, por su buen comportamiento en esta ocasión, es acreedor á que lo recomiende á V. E.

A mí, Excmo. Sr., no me cabe más gloria en este brillante suceso que la de haber sido espectador de tanto buen proceder, pues nadie tuvo necesidad de mi mandato, y la de ser quien dé á V. E. noticia de tan feliz acontecimiento, teniendo al mismo tiempo la satisfacción de presentar á V. E. los 24 prisioneros que quedaron vivos, y una embarcación que, aunque de poca fuerza, hubiera causado grandes daños á nuestro comercio por sus buenas propiedades marineras, y por el arrojo y tesón de los que la tripulaban.

El día 7, á las dos de la tarde, hallándome Norte-Sur con Cayo Bahía de Cádiz, avisté dos goletas por el Oesudoeste; procuré reconocerlas, y después de asegurado que una de ellas era corsario y de una fuerza muy superior á ésta, ceñí el viento con proa al Nornoroeste para conservar el barlovento; desde luego que ella emprendió cazarme. Al cabo de dos horas conocí que su andar era superior al de la presa, y por esta circunstancia, ó la había de perder, ó exponerme á perder los dos buques, en vista de lo cual di orden al piloto D. Manuel Durán, á quien encargué el mando de la presa, que virase en vuelta de tierra y procurase tomar el puerto de Matanzas ó éste, y que en caso apurado echase la colisa al agua. Viró efectivamente, y desde entonces pudo forzar de vela.

Serían las cinco cuando por la mura de sotavento descubrí cinco buques, de los cuales los dos más adelantados reconocí ser dos corbetas; en esta disposición, no me quedaba más esperanza que la noche; llegó ésta, y aprovechando algunos celajes que cubrían la luna, me puse en popa con toda vela en vuelta del Oesudoeste, para atracarme á la costa. Al ama

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necer del día 8 vi aún los buques de la tarde, antes por la aleta de sotavento, que me dabaǹ caza; como á las siete los perdí de vista, y á las nueve avisté á la división naval, mandada por el señor capitán de navío D. Angel Laborde, con quien comuniqué; y después de darle noticia del paradero de los enemigos, su señoría siguió en demanda de ellos y yo de este puerto; pero hallándome Norte-Sur con el de Matanzas, viendo algunas velas por sotavento sin reconocer, ser tarde y muy urgente la primera cura de los heridos que tenía en mucho número, me decidí á tomar este último puerto, desde donde he venido por tierra en desempeño de mi comisión, dejando allí la goleta Condor, con orden á su comandante que espere las de V. E., la presa, los heridos en el hospital y los prisioneros en tierra.

De los 21 entre muertos y heridos que hemos tenido nosotros, estos últimos quedarán la mayor parte inútiles; los recomiendo á V. E. para los premios á que los juzgue acreedores. El nombre del corsario apresado es La Juanita, mandada por Mr. Peneau, por enfermedad de Mr. Bernal, que era el dueño.

Dios guarde á V. E., etc. Habana 10 de Abril de 1824.-Excelentísimo señor. — Ignacio María Chacón.-Excmo. Sr. Comandante general del apostadero de la Habana.

Montojo y Llanes fueron promovidos al empleo inmediato por Real orden de 10 de Agosto, firmada por D. Luis María de Salazar.

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TOMO IX.

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