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ción en su país, á cuyo impulso cayó del trono Carlos X, ascendiendo Luis Felipe de Orleans. Por todos lados se sentían ráfagas tempestuosas: al grito de libertad, tan repetido en los ámbitos de Europa, se levantaron los polacos contra los rusos y los católicos de Flandes frente á los holandeses protestantes, surgiendo de la revuelta y estruendo de las armas el nuevo estado de Bélgica, independiente y próspero. Brevemente ocuparon la Sede de San Pedro los pontifices León XII y Pío VIII; murió el rey de Inglaterra Jorge IV, y reinando doquiera la intranquilidad con la zozobra, sonó también la última hora de Fernando VII el 29 de Septiembre de 1833.

Quizá no ha transcurrido tiempo suficiente para juzgar con imparcialidad las ocurrencias del reinado, y seguramente llegará alguno en que se revisen las opiniones emitidas en punto á la personalidad del Monarca, por lo general impregnadas de amarga y severa censura. El historiador anónimo, que repetidamente he citado, condensó el pensamiento de su obra en esta noticia y comentario: «Al bajar al panteón el féretro, rompieron con él una grada de piedra, para qué hasta su muerte causase ruinas.»

«En ninguna de las posiciones en que le colocó sú caprichosa fortuna (ha escrito otro autor ') se halló á la altura de lo que de él exigían el honor de su alcurnia, los intereses de su reino y el amor de sus parciales. >>

»

De todos modos habrá de reconocerse, sin disparidad, que su largo reinado es de los más calamitosos que registra la historia, y el que consumó la ruina de la Armada.

1 Don Victor Gebhardt, Historia general de España.

APÉNDICES AL CAPÍTULO XIII

NUMERO 1.

Comparación de la Armada al principio y al fin del reinado de Fernando VII, según los estados generales publicados en 1808 y 1833.

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Estado de los departamentos de Marina y arsenales el año 1834, por relación de sus respectivos jefes 1.

El capitán general del departamento de Cádiz, D. José de Quevedo, al ministro de Marina:

«En obediencia de la soberana resolución que V. E. se sirve comuni

1 Salas, Marina Española. Discurso histórico.

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carme..... tengo el honor de exponer lo que sigue: El deplorable estado á que se han reducido todos los ramos de la Marina real, en fuerza de la indiferencia y á un desprecio experimentado, desatendiéndolos de una manera que no puede imaginarse, ofrece un cuadro verdaderamente luctuoso para los que conocen la importancia, que lamentan una y más veces la economía negativa que se ha observado en su conservación, ya que no se quisiere su fomento, y los medios de destrucción con que el genio maléfico de las Españas auxiliaba nuestra incuria é imprevisión.--La absoluta escasez del real Erario con que cubrir estas atenciones de primer orden, para el engrandecimiento y sostén de nuestra patria, ha sido constantemente la satisfacción á las repetidas enérgicas manifestaciones de los jefes de este departamento, en los momentos mismos en que se arbitraban con profusión estupendos fondos para la creación y entretenimiento de otras atenciones secundarias, insignificantes y aun peligrosas, que nunca jamás pudieran proporcionar á la España la riqueza, consideración y demás ventajas que una Marina militar cual correspondiese á su necesidad y posibilidades. Así ha sido que toda nuestra Marina ha caminado velozmente á su conclusión.....»

DEL COMANDANTE GENERAL DEL DEPARTAMENTO DE FERROL

D. ROQUE GURUCETA

Sólo por el abandono en que hace años se tiene á la Marina, ha podido llegar á la miserable situación en que se halla, y este abandono, fuerza es decirlo no lo creo sólo efecto de la penuria del Erario, cuando éste ha cubierto tan religiosamente las demás atenciones del Estado; ha sido, sí, en parte, una consecuencia precisa del poco ó ningún espíritu marino de la nación y de la poca ó ninguna importancia que el Gobierno ha dado en estos últimos tiempos á la fuerza naval, por más que en escritos se haya manifestado otra cosa..... Fecha 5 de Abril de 1834.

DEL INTENDENTE DEL DEPARTAMENTO DE FERROL

La espantosa miseria que sufrieron los individuos de la Marina, por la falta de sus pagas en el período de diez años, contados desde el de 1809 hasta el de 1818, ambos inclusive, obligó á muchos oficiales del ministerio á buscar un asilo contra los terribles efectos de la indigencia que los agoviaba en destinos extraños á la carrera, pasando á prestar sus servicios á las oficinas militares de esta provincia, á la de los ejércitos que estaban en campaña con motivo de la guerra de la Independencia, y á las de rentas, y

los jefes no pudieron oponerse á este recurso tan natural sin faltar á los sentimientos de humanidad y de compasión que reclamaba la triste situación de sus subordinados, á pesar de la suma falta que hacían en las dependencias de la Marina, donde se resentía ya notablemente la escasez de individuos, pues los atrasos se iban aumentando considerablemente sobre los que ya existían desde antes del año de 1803; y la misma superioridad condescendió con esta especie de deserciones, si así se pueden llamar, sin duda por las mismas consideraciones: de manera que no había oficinas de Ejército, de real Hacienda, de Juntas provinciales y de otros establecimientos del Gobierno en este reino de Galicia donde no hubiese algún oficial del Ministerio y para donde eran buscados con preferencia á otros por su notoria suficiencia, y muy apreciados de sus jefes por los útiles servicios que prestaban; y se tenía por muy dichoso el que lograba una colocación semejante, aunque fuese de último amanuense en cualquiera oficina, por no perecer de hambre en el departamento, como sucedió con algunos.

Los que no tuvieron esta buena suerte y quedaron en el departamento, que, por supuesto, fué el mayor número, no solamente sufrieron el peso de los trabajos de la Contaduría principal y demás dependencias, sino, lo que es peor, el rigor de las necesidades consiguientes á la falta de sueldos; y es fácil de conocer la utilidad que podrían prestar al servicio, á pesar de sus buenos deseos, unos hombres destituídos de todo humano recurso para su manutención y la de sus familias. Se puede decir que, en lo general, era en aquella calamitosa época el Ministerio de este departamento una corporación de mendigos. Y era tal el horror con que miraban la vuelta á la Marina los que se hallaban en las diferentes oficinas de fuera de ella, por la miseria en que iban á sumirse indefectiblemente, que habiendo cesado la guerra de la Independencia, y de consiguiente el motivo por que habían sido llamados á aquellos destinos, y exigiendo imperiosamente su restitu ̄ ción al departamento el deplorable estado de los negocios de la Contaduría principal, no fué posible conseguir que lo verificasen sino muy pocos, á pesar de las reiteradas reclamaciones que se hacían por la Intendencia y de las órdenes expresas de la superioridad expedidas al mismo efecto: en términos que hubo algunos que por no verse envueltos aquí en las necesidades en que veían sumergidos á sus compañeros, llegaron á renunciar de sus ascensos que les pertenecían en la carrera............

DEL COMANDANTE GENERAL DEL DEPARTAMENTO DE CARTAGENA
D. ALEJO GUTIÉRREZ DE RUBALCAVA

El crecido número de gente de mar con que se contaba en otros tiempos, y que formaba una de las bases más esenciales de la Marina de guerra, se halla notablemente disminuído.-Muchas calamidades, producidas por causas inevitables que se han ido sucediendo ó reemplazando unas á otras, y algunas que han podido evitarse, entre éstas, más que todas, la certeza del abandono y miseria, que parecen como vinculados en la marinería que pasa al servicio y que tanto y tan directamente trasciende á sus desgraciadas familias, han concluído con la de los buques de guerra, y se ha marchitado aquella preciosa planta, sin cuyo esmerado y cuidadoso cultivo en vano es el deseo de tener Marina.

Nunca podrá haber gente de mar gustosa, ni en competente número, ínterin no se cumplan con el matriculado los pactos establecidos en la ordenanza del ramo. Debiéndose advertir que la mayor parte de las gracias y franquicias concedidas á dicha corporación después del establecimiento de la ordenanza referida, lejos con mucho de haber producido el efecto de la idea que se pretendía, parece que sólo ha servido para aumentar escandalosamente los muchos abusos y faltas que ya se notaban por la inobservancia de ellas.

Entre ellas, las que permiten á los matriculados que puedan inscribirse para el servicio del cuerpo de Carabineros de costas y fronteras, por lo preceptuado en reales órdenes de 1831, son las que han completado el disgusto

oposición con que ya hace mucho tiempo pasaban aquéllos al servicio de la Marina real, cuando no podían poner en práctica alguno de los muchos medios ó arbitrios muy comúnmente usados para evadirse de pasar á campaña, pues experimentando en el expresado nuevo cuerpo que á una vida menos incómoda y más libre, en cierto modo, unen la primordial ventaja de cobrar sagradamente el haber que se le tiene señalado, recuerdan y miran, consiguientemente, con más horror la miseria y desesperada situación en que se les tiene á bordo de los buques de guerra.....

Resta sólo añadir, consiguiente al contexto del mismo Real mandato, que en los males que se han indicado están suficientemente señaladas las primordiales causas de donde han podido dimanar, siéndoles consiguientes los remedios que podrían aplicárseles. El más eficaz de todos y el más esencial sería que se cumpliese sagradamente lo pactado entre el servidor y la nación á quien sirve, cesando para siempre la terrible y desesperada situación de ser los únicos servidores no pagados, como lo son

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