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dio los genios matemáticos, hubiese reemplazos en los observatorios astronómicos, cuerpo de ingenieros y oficiales de las compañías de guardias marinas, dedicados á la instrucción de los jóvenes. Se mandó restablecer la plaza de profesor de construcción de navíos, y que se obligase á los guardias marinas al estudio del dibujo militar y marinero. Se advirtió que se reemplazarían las plazas de guardias marinas hasta el completo de 40, como estaba mandado últimamente, desde la edad de doce á quince años, debiendo, los que pasasen de ella, servir en los ejércitos; y se dieron instrucciones para que los guardias marinas, después de concluídos sus estudios teóricos, pasasen á los observatorios astronómicos para adquirir la práctica tan conveniente antes de salir á navegar; y como á causa del armamento general de la nación habían salido muchos guardias marinas á oficiales sin los conocimientos necesarios, se dieron órdenes para que la clase de alféreces de fragata quedase sujeta á examen antes de embarcarse, y los que no tuviesen disposición para el estudio pasasen de subtenientes á las tropas de Marina.

Se mandó que los ayudantes de construcción optaran á la clase de ingenieros ordinarios de Marina, señalando tres plazas en cada departamento, con el fin de tener ingenieros prácticos é ir formando un estado mayor de esta clase, como lo hay en el cuerpo de artillería de Marina, con tanta utilidad del servicio. En consecuencia, se dispuso que algunos de los aprendices de carpintero en los arsenales estudiasen, sin dejar el hacha, en las academias de pilotos, el dibujo y la geometría práctica, para reemplazar á los delineadores. En el cuerpo de artillería se mandó restablecer la compañía de jóvenes.

Se previno al director general que se llevase á efecto el arreglo de contramaestres, formando un cuerpo de todos ellos, con su comandante principal y ayudantes, del modo que lo está el cuerpo de pilotos de la Armada. Se restableció el depósito hidrográfico en Cádiz, en la forma que fué posible, y se mandó se fuesen trabajando las cartas de navegar más precisas y las enviadas por la expedición hidrográfica del mando de don Francisco Fidalgo, á quien se ordenó restituirse á España. De los fondos de este depósito se libraron á Inglaterra los necesarios para la compra de la colección de tablas marítimas de D. José Mendoza y Ríos, y de 20 sextantes y 20 anteojos para el uso de los oficiales á bordo, pagando su importe el que los tomase en el departamento.

No estando impresos los almanaques náuticos de los años 1811 y 1812, se envió á Inglaterra al jefe de escuadra D. José de Espinosa, á fin de que se imprimiesen lo más pronto posible, y además se le dió la comisión de enterarse de las obras modernas de Marina y de los inventos útiles que

pudieran servir para nuestra Armada y nuestros arsenales.—Cádiz 1.o de Enero de 1812.- Firmado.- Escaño.

NÚMERO

Extracto del Diario de las operaciones de la Regencia, en lo referente á Marina, desde ag de Enero á 28 de Octubre de 1810.

Precedentes. El abandono lastimoso del anterior reinado, en el cual la disipación y la avaricia devoraban todos los recursos y substancias de la nación, había dejado caer la Marina Real en aquel estado deplorable y nulo á que es reducido un cuerpo á quien va faltando la sangre. Sus individuos, sin embargo, en medio de la indigencia en que los tenía sumergidos el Gobierno, habían conservado el pundonor de su educación primera y anhelaban ocasiones en que distinguirse. La revolución les abrió este campo de gloria, y el espíritu que les animaba cuando hicieron rendir la escuadra francesa, y el valor, disciplina y constancia con que se han conducido siempre en los ejércitos de tierra, patentizan á la nación el apoyo y las esperanzas que puede concebir de un cuerpo tan sobresaliente. Desde el principio de la época en que nos vemos, se habían hecho esfuerzos para restablecer la Marina; pero la escasez de medios no había permitido darle todo aquel fomento que necesitaba. La Junta central, que trató de hacer cuanto estaba de su parte para la restauración, no tuvo medios iguales á sus intenciones. La Regencia, aunque no con mayores facultades, había resuelto seguir las mismas ideas, y fijó sus ojos en la Marina con tanto más interés cuanto la miraba más de cerca, porque al fomento y esplendor de este cuerpo ha perjudicado siempre mucho la distancia del centro de autoridad. Los buques de la escuadra de Cádiz, á la época del principio de la Regencia, estaban armados en la apariencia, pero faltos de todo lo que constituye un verdadero armamento. Sobrevino á poco tiempo el horrible temporal que llevó á perderse á la costa tres navíos y una fragata, y causó en los demás buques averías difíciles ó más bien imposibles de repararse en la situación actual. Con tan tristes accidentes, la fuerza de la escuadra, que debía constar de 10.000 hombres, no llegaba ni á la tercera parte; un gran número de embarcaciones no se hallaban en estado de navegar; era general en todas la falta de artículos navales y militares, y no había en el arsenal ni en otra parte alguna repuestos ni recursos para cubrirla. Determinóse, pues, que los navíos y fragatas que necesitaban entrar en dique ó no se podían armar se destinasen á Mahón y á la Habana, donde se mantendrían más seguros ó se repondrían con más facilidad. Los capaces de habilitación se habilitaron, en

efectó, y se destinaron á varios puntos; unos fueron á Veracruz y Lima por dinero; otros á cruzar en el Mediterráneo y el Océano, llevando auxilios de armas, víveres y caudales, trayendo tropas y marineros y asegurando algún punto en que conviniese esta clase de defensa. Con las lanchas, místicos y faluchos y demás buqucs menores se formaron dos escuadrillas sutiles, que, armadas de cañones de batir, obuses y morteros, mandadas por oficiales expertos y valientes, han contribuído de un modo muy acertado y poderoso à la resistencia que en esta parte se ha opuesto al enemigo. Una de ellas ha guarnecido la parte más interior de la bahía, ha impedido á los franceses su establecimiento en parajes perjudiciales, ha auxiliado y protegido nuestras obras de defensa y ha atajado el paso por él laberinto de caños y anegadizos, que, bien guardados, hacen inexpugnable la isla. La otra escuadrilla contribuyó á la ccupación del fuerte de Matagorda en 21 de Febrero, y á sostenerle hasta el 23 de Abril, que se abandonó; cubre la bahía y toda la parte del este de la ciudad; ronda infatigablemente por la costa para que el enemigo no se aproveche de un descuido que atraería perjuicios incalculables; hace el servicio de convoyes, muelles y demás de este género, y, en fin, se destinan de ella también buques á expediciones en las costas de Levante y Poniente ocupadas por el enemigo, á mantenerle en un sobresalto continuo y á proteger los buques costaneros que contribuyen á la subsistencia de Cádiz. Constaban estas fuerzas sutiles à principios de Febrero de 46 buques, y desde entonces se han armado y habilitado 72, sin contar la división de reserva; corto número, si se compara con la utilidad que resulta de este arma y necesidad de su armamento, pero que no lo parecerá cuando se considere la escasez de medics que ha habido para proporcionárselos y la actividad incesante de sus operaciones, que los expone á averías diarias, las cuales, obligando á la reposición, disminuyen los arbitrios y recursos para el aumento progresivo.

Cuando la Regencia volvió los ojos á los medios de sostener las vastas obligaciones que tenía sobre sí, y cctejó con los gastos indispensables la suma de los ingresos verosímiles, inclusa la parte que podía esperarse de Indias, halló una desigualdad enorme entre unos y otros, y que el déficit del Erario no bajaba de 500 millones de reales al año.....

Isla de León, 1.o de Octubre de 1810.-Firmado.-Francisco de Saavedra-Favier de Castaños.-Antonio de Escaño.-Miguel de Lardizabal.

DIARIO

Febrero. Se trató de la defensa de la isla, la cual se hallaba en estado de casi absoluto abandono. Se encargó á los ingenieros, así por Guerra

como por Marina, que recorriesen con la posible prontitud el recinto y -propusieran lo necesario. Se dispuso salieran buques para que, extendiesen el conocimiento de la instalación de la Regencia, y desmintieran en Indias cualquiera especie siniestra que pudiese alterar su tranquilidad. ·

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Estando próximos los enemigos, se situaron seis lanchas de fuerza en Santi-Petri, para cortarles el paso á la isla por aquel importante punto, verdadero antemural de su defensa, y el navío San Justo, con la posible proximidad al caño del Trocadero, para batirlo si, como era de presumir, intentaba formar allí establecimiento.

El día 6 entró una división del ejército enemigo en el Puerto de Santa María, y avanzaron como 200 caballos al arrecife del puente de Suazo. Intimó la rendición á la plaza de Cádiz, valiéndose del medio que escribieran á su Junta de gobierno D. José Justo Salcedo, D. Pedro Obregón y D. Miguel Hermosilla, oficiales antes acreditados y ahora secuaces del rey intruso.

Se resolvió la situación de lanchas cañoneras y obuseras, y que se sacasen de bahía y se condujesen á Mahón, para seguridad, los navíos de guerra que estuviesen en mal estado, llevando á su bordo todos los prisioneros que fuera posible, para disminuir el gran número de ellos todavía existente en los pontones y aliviar la bahía de esta carga siempre peligrosa á la seguridad y á la salud pública.

El mayor obstáculo para adelantar el armamento de embarcaciones de fuerza sutil era la falta de marineros; se hicieron los mayores esfuerzos para adquirirlos, y aunque aumentándoles la paga se consiguió acrecentar algunos, fué á expensas de otros servicios que abandonaban. Ultimamente se vió que el mejor medio era pedir tripulaciones á los departamentos de Cartagena y Ferrol.

En la noche del 11 llegó el general inglés Guillermo Stuard con varios buques y una división que se dijo constar de 3.000 hombres, y desembarcó el día 15; el 17 lo hizo el regimiento de infantería portuguesa, llamado Campo Mayor, el cual había venido en seis transportes de Lisboa.

Se dividieron las fuerzas sutiles en dos escuadras: la primera al mando del teniente general D. Cayetano Valdés, y la segunda al del jefe de escuadra D. Juan Topete, oficiales ambos de mucho crédito en la parte militar y la marinera.

Se mandó la traslación á paraje más seguro de las municiones y pertrechos existentes en la Carraca, pues poseyendo los enemigos la costa de enfrente, está al alcance de sus bombas.

Al Capitán general de Marina se previno que, atendida la suma escasez de madera y leña que había en la isla, se deshicieran los buques de exclusión, aplicando sus restos á las atenciones de armamento.

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El navío San Justo, que había hecho continuo fuego al Trocadero, se relevó por el San Francisco de Paula, de más porte y menos quebrantado. La fragata Cornelia salió con caudales para Ferrol, y la Paz para Cartagena.

El 28 entraron tres navíos ingleses y una corbeta. También llegaron del campo de Gibraltar varios transportes con 700 hombres de tropa y 118 caballos, de los fugitivos del ejército del Centro.

Marzo. Viendo el gran consumo de municiones, determinó la Regencia se construyese en la isla de León un horno de reverbero, dando la dirección de este establecimiento á un oficial de la Armada, y que todo el hierro colado inservible se pasase á las inmediaciones. Asimismo que se estableciesen nuevas fábricas de pólvora, especialmente en Mallorca, Menorca y Ceuta, y de fusiles en Cádiz y en el arsenal de Ferrol.

La noche del 6 comenzó un recio temporal, de cuyas resultas fueron arrojados á la costa del Nordeste, y se perdieron, 15 buques mercantes y los de guerra españoles Concepción, de 110 cañones; San Ramón y Montañés, de 74, y el portugués Maria, de igual clase. La misma desgracia sucedió á la fragata Paz en la playa del Trocadero, y si de ella se libertó el navío Plutón, fué ganando el caño de la Carraca. Como la mayor parte de estos buques vararon á la pleamar, que había subido más de lo ordinario, era imposible salvarlos. También varó la corbeta Mercurio, dispuesta para salir con recursos para Cartagena.

En la noche del 9 se prendió fuego al navío portugués Maria, y se receló que le habían tirado los franceses bala roja, como lo ejecutaron con la fragata Paz, que amaneció ardiendo, y siguió el San Ramón el día 12 y el Concepción el 13.

Se trasladaron el día 20 á Cádiz la selecta biblioteca de la nueva población de San Carlos, las máquinas de química y otras preciosidades pertenecientes á la Marina.

Pareció conveniente fomentar en la Habana la construcción de buques de guerra, y se destinó un jefe benemérito y oficiales subalternos del cuerpo de ingenieros, al efecto.

Se mandó preguntar al General de la escuadra qué navíos podían ir á desarmar á Mahón, y dicho General contestó que los ingleses manifestaban repugnancia en que se llevase á efecto esta providencia, y de resultas se negaban á prestar toda clase de auxilios. Se insistió, sin embargo, que remitiese dicha nota, y en vista de ella se resolvió verificasen la ida á Mahón el San Justo y el Neptuno, acompañándolos la urca Brújula para regresar con la gente.

Ocupando ya los enemigos los terrenos enfrente de la Carraca, se mandó

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