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isla de Curaçao, que, habiendo reconocido á la Junta de Caracas, favorecía indirectamente sus propósitos, procurando, sobre todo, el beneficio del comercio de la propia nación, que el bloqueo paralizaba. Se hizo, por tanto, difícil la misión de Rodríguez Arias; mas no dejó de llenarla satisfactoriamente en punto á cercenar los recursos del Gobierno revolucionario, que no contaba todavía con elementos navales.

Quizá la falta precipitó la marcha de los acontecimientos, rápida de suyo, levantando la presión ejercida sobre el Congreso, á fin de que, arrojando la máscara, despejara la situación, como lo hizo el 5 de Julio de 1811 declarando la independencia del territorio con título de Confederación americana de Venezuela 1; acto seguido por los de arrastrar la bandera, escarapelas y atributos de la Monarquía española, y los consecuentes de secuestro y persecución de los que desde aquel momento se tenían por enemigos peligrosos.

Instantáneamente empujó la reacción al partido realista con violencia igual, conduciéndole al primer choque en las aguas corriendo el mes de Septiembre. Guayana era de las provincias en que prevalecía, por lo que los insurgentes la atacaron, como á las de Coro y Maracaibo. Tres divisiones suyas se apoderaron de los pueblos de Santa Cruz, Soledad, Tabasca y Uracoa, y en las barrancas del Orinoco, fronteras á la Nueva y Antigua Guayana, establecieron baterías con que sojuzgar á ambas poblaciones. Por dos meses las molestaron con el fuego de la artillería, en cuyo tiempo fueron sus vecinos preparando hasta 26 embarcaciones, y atravesando el río repentinamente unos 300 hombres con ellas, se apoderaron de la posición, de los cañones y de dos flecheras armadas con pedreros, tras encarnizada pelea de tres horas, en que poco intervino el arte militar.

Era empezado el año siguiente de 1812 al poner en ejercicio sus disciplinas el teniente de navío D. Domingo Monteverde con la compañía de infantería de Marina que mandaba,

1 Declaración de independencia firmada en Caracas el 5 de Julio de 1811 por Juan Antonio Rodríguez, Presidente del Congreso; Luis Ignacio Mendoza, Vicepresidente, y Francisco Isnardy, Secretario.

llegada á Coro desde Puerto Rico. Aumentada hasta 264 hombres la fuerza efectiva, salió á campaña por orden del brigadier Ceballos, Gobernador de la provincia, arrollando desde el primer día á las masas colecticias y entreveradas de patriotas que se le opusieron, y que tanto más notoriedad procuraban á los triunfos de la inteligencia del jefe realista cuanto más abultadas eran.

Al mismo tiempo se abría la serie de las verdaderas operaciones náuticas, en razón á que los gobernantes de la República en infancia, ni anduvieron omisos en expedir patentes de corso á extranjeros ', ni dejaron de afanarse por adquirir y armar bajeles por sí, consiguiendo en muy poco tiempo tener los bastantes para hacer ilusorio el bloqueo de la escuadra española, reducida, por necesidades del servicio que habían llamado á la Habana á la fragata Cornelia, á pocos buques, el mayor de ellos la corbeta Príncipe, á cargo del capitán de fragata D. Torcuato Piédrola.

El 27 de Febrero se hallaron, pues, los insurgentes en aptitud de remontar el Orinoco con escuadrilla, ante la que las fuerzas sutiles realistas tuvieron que retirarse á Guayana la Antigua, perdiendo una goleta en la refriega. Creyéronse aquéllos con tan fácil victoria señores de la importante vía fluvial, que interceptaron desde luego, formando línea de bajeles acoderados desde la ensenada de Sorondo hasta la costa del Sur, y apoyando las cabezas con baterías en tierra, en espera de la escuadrilla real, que no tardó en presentarse; con ocho goletas, dos balandras y seis lanchas cañoneras embocó el río el 25 de Marzo y rompió la línea por la parte del Sur á las dos de la tarde, rindiendo á un pailebot armado con cañón de á seis y á dos lanchas. Las demás embarcaciones mejoraron de fondeadero durante la noche, y al amanecer el 26 se renovó el combate, sin que supieran valerse de la superioridad de su fuerza; parte de la gente huyó, abandonando los buques, y aunque incendiaron los tres mayores, se les tomaron 31, con 30 piezas de artillería de los calibres

1 Don Rafael M. Baralt, Resumen de la Historia de Venezuela.

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de 24 á 4, los fusiles y los pertrechos, haciéndoles 260 muertos y 538 prisioneros, con la escasa pérdida, relativamente, de cinco muertos y ocho heridos. Los vencedores tomaron seguidamente las baterías de tierra, y quedó libre el curso del Orinoco y destruída por completo la expedición destinada contra la provincia de Guayana. Era el comandante de Marina D. Francisco Sales de Echevarría 1.

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Monteverde avanzaba, engrosando sus filas con los oprimidos que diariamente se le incorporaban, y aprovechando circunstancias, entre las que un espantoso terremoto favoreció á la causa que defendía, trastornando á las ciudades y poniendo en confusión al Gobierno revolucionario. Ocurrió el 30 de Junio que los realistas presos en el castillo de San Felipe, de Puerto Cabello, rompieron los grillos, y teniendo por cabeza al alférez D. Francisco Fernández Vinori, sometieron á la guarnición, asestaron los cañones á la plaza y al puerto, causaron la voladura del bergantin insurgente Argos y la rendición de dos goletas y una lancha cañonera, juntamente con la de la plaza. Por otro lado se alzaron negros y mulatos, si apellidando al rey Fernando, con la intención verdadera de sobreponerse á los blancos, á favor de la oleada revolucionaria, sucesos que colocaron á la República en situación crítica, de la que no pudieron sacarla las altas dotes de Miranda, quizá el más juicioso y menos violento de los caudillos americanos, nombrado de mala gana por los demás dictador y generalísismo de los ejércitos.

1 Relación del combate naval de Sorondo el 25 y 26 de Marzo de 1812, enviada por el gobernador de Guayana, coronel D. José de Chastre. Gaceta de la Regencia de 25 de Junio. D. Rafael M. Baralt la refirió también en su obra, antes citada, expresando que de los patriotas apenas quedó hombre vivo, y todos sus buques apresados.

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Según D. Mariano Torrente, Historia de la Revolución hispano-americana, por el terremoto ocurrido el 26 de Marzo, dia del combate naval de Sorondo, se arruinaron las poblaciones de San Felipe, Barquisimeto, Mérida, La Guaira, Maiquetia, Chacao y Caracas. D. José Francisco Heredia, Memorias sobre las revoluciones de Venezuela, calculó en 14.000 las personas que perecieron.

3 Parte del capitán de fragata D. Juan Tiscar, Comandante del apostadero, publicado en la Gaceta de la Regencia de 15 de Noviembre. Expediente en el Archivo del Ministerio de Marina. Indiferente, 1812. 18 de Julio. Torrente.-Baralt. -Heredia.

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Se aproximaba á Caracas Monteverde victorioso; corrían, por otro lado, los negros sublevados de la costa Oriental, queriendo ganarle por la mano, y antes de que desbordara aquel raudal, Miranda decidió iniciar con el jefe realista proposiciones de transacción amistosa, por la que volvieran las cosas á la situación en que estaban antes de declararse la independencia, entregando las armas las tropas rebeldes á condición de inmunidad en las personas y los bienes, transacción ratificada por ambas partes el 24 y 25 de Julio, y en virtud de la que se dirigió Miranda á la Guaira para embarcarse, como lo verificara á no detenerle camaradas suyos dirigidos por un joven de distinguida condición, rico, instruído, enérgico, Simón Bolívar, destinado á figurar en primera línea en la conmoción del Nuevo Mundo '.

Suele la vanidad deslucir las condiciones más brillantes de los hombres, haciéndoles resbalar por la pendiente peligrosa oculta en el aplauso; D. Domingo de Monteverde, engreído con el éxito, hubo de atribuir los resultados fortuitos de la campaña al mérito de la dirección con que alcanzó el término, y como llegara á su lado el brigadier Ceballos con propósito de tomar el mando del ejército, negóse á entregárselo, haciendo igual resistencia al requerimiento del general don Fernando Miyares, llegado á Puerto Cabello desde Puerto Rico con refuerzo de alguna tropa y título de Capitán general de Venezuela, expedido por la Regencia, alegando que los términos del convenio hecho con Miranda y la conveniencia del orden público le obligaban á retener la autoridad.

Incurrió en falta grave de disciplina, dando ejemplo muy repetido después en la guerra de Indias, con fatales consecuencias, que el mismo Monteverde había de experimentar, sin que pudiera disculparlo con el acierto de sus providencias. Hombre de más valor que raciocinio, no supo colocarse

1 Miranda y otros ocho jefes, acusados por sus compañeros de dilapidación de los fondos públicos y de otros delitos comunes, fueron enviados á Cádiz, y presos en la Carraca, murió el primero, acabando la azarosa carrera. Sus biógrafos creyeron que hacia sɔmbra á la ambición de Bolivar.

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en la altura requerida por las circunstancias, ni presidir á la concordia que desvaneciera el recuerdo de lo sucedido 1, antes bien, faltando á lo pactado y poniendo en práctica un sistema de dura represión, deshizo la propia obra, volviendo á encender la guerra.

Entonces, dejándose llevar de la presunción, de la intrepidez y del menosprecio al enemigo, se lanzó con fuerza insuficiente contra las partidas nuevamente alzadas, y no acompañándole esta vez la fortuna, ya que no se asociaba con la prudencia, fué derrotado y herido; deshecho asimismo el ejército del capitán de fragata D. Juan Tiscar, á quien había elegido por su lugarteniente; muerto D. Pedro Cabrera, Capitán de fragata, también de superior concepto. En los seis primeros meses del año 1813 se derrumbó el edificio monárquico; entró Bolívar en Caracas, habiendo proclamado la guerra sin cuartel, la guerra á muerte con exterminio de la raza española, y teniendo que retirarse Monteverde á la plaza de Puerto Cabello, sitiado en ella por mar y tierra, fué depuesto por sus mismos soldados á fines de Diciembre, y obligado á embarcarse, sufriendo la pena merecida por su anterior insubordinación.

En esta campaña no pelearon solos los hijos del país; una turba de aventureros de todas las naciones de Europa y América hizo irrupción por la costa de Pária y provincia de Guayana, auxiliándolos en tierra y mar á la reparación del contratiempo y rota del partido realista, reducido á la posesión azarosa y disputada de la referida plaza de Puerto Cabello y las de Coro y Guayana.

A pesar del estado angustioso de España y de la Marina, algún socorro se despachó á los sostenedores de la bandera, ya en buques sueltos, ya en los convoyes del comercio. Uno especial de cuatro bajeles, con escolta de la fragata de guerra Diana, salió de Vigo conduciendo á 1.159 individuos de tropa en 1812; otro convoy custodió la Venganza, con un regimiento de infantería que estuvo á punto de perderse, por

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