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Una de ellas es de contar por entremés entretenido. Estaban orgullosos al saber que contaban con bajel nuevo, ligero, bien armado con 20 cañones y capaz de hacer cara á cualquiera de los enemigos. Habíanle puesto por nombre Hiena. En camino para su destino, tocó en la bahía de los Santos, de la costa patagónica, donde un bote con seis marineros españoles atracó ofreciendo comestibles frescos. Aceptados que fueron, una vez en la cubierta los seis hombres, con cuchillos que llevaban ocultos, arremetieron á la descuidada tripulación; mataron á seis de ella, hirieron á 12, acorralaron en el sollado al resto de 96 que la componían, y con refuerzo que se les unió del puerto, dieron la vela, llevando el bajel á formar parte de la Armada real en Montevideo.

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El cabo de los seis valientes se llamaba José González 1. Fué el catalán Juan Larrea, ministro de Hacienda después que por reunión en Buenos Aires del Congreso ó Asamblea nacional se proscribió el nombre del rey Fernando VII, se cambiaron la bandera y divisas, se acuñó moneda con los emblemas republicanos y se pusieron las riendas de gobierno en una sola mano; después también de haberse decretado la persecución general de los españoles y secuestro de sus bienes; fué Larrea quien realizó la aspiración, comprando y armando en el puerto mismo de la capital, aunque con agentes extraños todos, los bajeles. Una fragata rusa, dos bergantines ingleses, una goleta angloamericana, mientras otros se proporcionaban. La dirección y régimen dió á un irlandés, antiguo contrabandista del Plata, llamado William Brown; el mando de los buques á aventureros encargados de reclutar los respectivos equipajes entre gentes de cualquiera procedencia, con tal que acreditaran suficiencia en el oficio.

1 Gaceta de la Regencia de 17 de Octubre de 1812. Calvo confirmó la noticia sin pormenores.

• Nació en Mataró el 24 de Junio de 1782, según D. Angel Justiniano Carranza, distinguido escritor argentino, que ha dicho de él: «Entró en la revolución rico y considerado por su posición independiente, hermanada á sus ideas progresistas; y no obstante su consagración al servicio público con toda honradez, fué perseguido, engrillado, arruinado y expatriado.....» La misma suerte cupo, por lo general, á los españoles é hijos de españoles que se olvidaron de su naturaleza y obligaciones.

Con tanta actividad se verificó el armamento, gracias al concurso efectivo del banquero de Boston William White y á la oficiosidad del comandante de la fragata inglesa de guerra Nereus, que el 8 de Marzo de 1814 se consideró Brown en disposición de dar la vela y tomar la ofensiva contra el vencedor de Paraná, Romarate, que con su división de buques ligeros corría el Plata y sus afluentes atacando á los puestos de los patriotas y procurando los víveres y municiones que en Montevideo y en sus barcos, por tanto, escaseaban.

Llevó el titulado Comodoro de los insurgentes una fragata, una corbeta, un bergantín, dos goletas y dos balandras, esto es, siete buques, informado de ser de menor porte los españoles, que habían fondeado en la isla de Martin García ', y les dió vista el día 10, no tardando en advertir, empezado el ataque, que habían construído una batería en la playa, desde la que le causaron bastantes bajas por haber varado la fragata Hércules, de la insignia, á distancia de tiro de fusil. Al anochecer habían caído en su cubierta más de cien muertos ó heridos, contados el comandante Seaver, el mayor Smith y el oficial Stacy, nombres que por sí solos indican qué clase de gente los tripulaba.

Durante la noche consiguió poner el casco á flote, atracó á la costa para embarcar una compañía de dragones, y poniéndola en tierra en la isla por la parte opuesta, tomó á la batería por la espalda el 11, obligando á Romarate la falta de esta protección á embocar uno de los afluentes, donde no pudieron seguirle los bajeles grandes.

Cinco de los otros volvieron á atacarle el día 28 en la boca del Arroyo de la China, cañoneándole á tiro de pistola hora y media, á cuyo término se les voló una balandra y se pusieron las demás en retirada con pérdidas y averías, sin que pudieran seguirlas las españolas, desprovistas de municiones?

1 Eran el bergantin Belėn; las zumacas Aránzazu y Gálvez; balandras Murciana y Americana; cañoneras Perla, Lima y San Ramón.

• Porque las historias americanas omiten este tercer combate, copio en el Apéndice núm. 2 de este capítulo el parte oficial de Romarate

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Los patriotas, después de todo, alcanzaron con la expedición la importante ventaja de aislar de Montevideo y separar de la escuadra, dividiéndola, á la parte de superior movilidad y á un jefe bizarro de mucho crédito. De la que esta- · cionaba en el puerto, únicamente el Hiena, que se apresó en Patagonia, y el bergantín Cisne eran de desempeño; las dos corbetas Mercurio y Paloma se tenían sin gente por estar calificadas de potalas, y no había más, si no se incluyen en la cuenta los barcos de fuerza sutil, á los que estaba encomendada la custodia costera. Por algo se arrojó Brown á bloquear á su vez la plaza española, completando el cerco terrestre.

Privada de este modo de lo más necesario á la alimentación de un vecindario numeroso, se alzó el clamor del pueblo demandando remedio por voz del Ayuntamiento, entrometido á juzgar de lo que no era de su incumbencia. En escrito enviado al capitán general D. Gaspar Vigodet, sentaba que, dispuestas las fuerzas marítimas, las reputaba superiores á las bloqueadoras, y de necesidad salir á combatirlas por exigirlo el honor de las armas católicas, los intereses del pueblo y aun los del Estado, aunque la superioridad no existiera, citando ejemplos de la historia en que una resolución firme había removido mayores obstáculos ó impedimentos.

No participaba de la opinión el comandante de Marina don Miguel de la Sierra, que no era hombre improvisado en la carrera1; antes pensaba que para jugar el resto poniendo sobre el tapete con la suerte de la colonia la dominación de España en la América del Sur, había de tomarse el pulso á las circunstancias. Los barcos armados repentinamente con guadañeros, soldados y vagos, no le parecían á propósito para aventurar acción que pudiera perderse, como se perdió la

1 Don Miguel de la Sierra, que había sustituido á D. José Maria Salazar en la comandancia de Marina del apostadero de Montevideo, servía desde 1780, habiendo corrido la escala de ascensos hasta el empleo de Capitán de navío. Había estado con el general Lángara en la ocupación de Tolón, señalándose en el sitio del fuerte Balaguer; dió vuelta al mundo en el navio:Europa, como oficial de órdenes de D. Ignacio de Álava; se halló en el combate de las cuatro fragatas atacadas en plena paz por el comodoro inglés Moore el año 1804, y mandó sucesivamente el navío Montañés y las fragatas Magdalena, Esmeralda é Ifigenia, habiendo estado más de cuatro veces en el Río de la Plata. Era natural de Guarnizo.

escuadra en el cabo de San Vicente por causas semejantes, lo cual exponía en descargo de su responsabilidad.

Sabido es lo que vale la razón cuando la chillería del pueblo se desata; el general Vigodet mismo se inclinó ante la última, sancionando la preparación de dos fragatas y otros buques mercantes con soldados de milicias, miñones catalanes y gente de leva, tomada á viva fuerza en las plazas y muelles, hasta componer escuadra nominal de 13 barcos, echados á la mar el 14 de Mayo y despedidos cual si marcharan á una fiesta.

Brown se apartó de la costa al verlos dar la vela, dejando al efecto de la corriente que desordenara á aquel conjunto heterogéneo, y atacándolo disperso con sus siete buques unidos, acabó de desconcertarlo con el fuego de bala y metralla á corta distancia. El Hiena, barco insignia de los españoles, se sotaventeó, perdiéndose de vista al anochecer, y no se vió en los días 15 y 16, en que continuó el combate, interrumpido muchas veces por la calma y la separación de los combatientes. El último, en que se unió á los insurgentes la zumaca Itati, vararon en la costa la corbeta Paloma y el bergantín San José; se rindió la fragata Neptuno, y todavía en la madrugada del 17 lo hizo la goleta María, pronunciando la retirada los bajeles en que flotaba la bandera de España. La derrota era completa y decisiva 1.

¿Cómo resistir después del suceso la plaza, cercada por tierra y mar y privada de alimentos? Su general, D. Gaspar Vigodet, envió seguidamente parlamento al comodoro Brown, proponiendo armisticio, durante el que se trataran las condiciones de entrega, siempre que fueran honrosas, y facultado para ello por el Gobierno de Buenos Aires el General del ejército sitiador, se abrieron negociaciones, concluyendo en 20 de Junio capitulación, cuyos principales artículos eran 3:

1 Véase el Apéndice núm. 3 de este capítulo.

2 La guarnición, contagiada de escorbuto por las tropas que, en número de 2.000 hombres, habían llegado de España poco tiempo antes, llenaba los hospitales por incremento de la enfermedad desde que faltaron los viveres frescos.

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Íntegra la publicó Calvo, t. II, pág. 182.

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Entrega de la plaza, en calidad de depósito, por el rey don Fernando VII.

Salida de guarnición de mar y tierra con armas y ropas para dirigirse á la Península.

A la división naval de D. Jacinto Romarate se facilitarian víveres para que evacuara también el Río de la Plata.

No se arbolaría en la plaza, después de evacuada, por ningún motivo, otra bandera que la nacional.

El convenio sería extensivo en todas sus partes al establecimiento del Carmen del Río Negro, en la costa de Patagonia, como también á la zumaca Carlota, del mando del alférez de fragata D. Pablo Guillén.

Con estas condiciones se verificó la entrega el día 22, saliendo la tropa española con los honores de la guerra á acampar en el Arroyo Seco; pero sin que pasaran más de tres días, el caudillo de los republicanos, pretextando inteligencias con los disidentes de Artigas para caer de nuevo sobre la ciudad por sorpresa, desarmó á los capitulados, los aseguró en calidad de prisioneros de guerra y se apoderó de la escuadra anclada en el puerto. El general Vigodet fué enviado con su Estado mayor á Río Janeiro en uno de los buques de Brown, los soldados violentamente distribuídos entre los batallones del ejército patriota, y los buques retenidos como de buena

presa.

Por tal acto de insigne mala fe se perdió el paladión de la autoridad real, quedando en poder de los separatistas 3.154 soldados del ejército peninsular, 2.186 de milicia, 176 cañones de bronce, 159 de hierro, el resto de la escuadra del mando de Sierra, con 210 piezas de artillería, la escuadrilla de Romarate, 8.200 fusiles y el material de guerra de los depósitos.

El general Vigodet protestó desde Janeiro ante el Gobierno de Buenos Aires por la falta de cumplimiento de lo convenido; y como dicho Gobierno pidiera explicaciones á su delegado, por el buen parecer, negó éste la existencia de la capitulación, afirmando que las condiciones negociadas fueron ardid de que se valió para apresurar la caída de una

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