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tacion á esta pregunta es de mucho peso. ¡Desgraciado el que no saque de ella una advertencia saludable!.... » La casa de Borbon habia transigido con las ideas, las > doctrinas, los sentimientos de 1789, y la guerra de Es

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paña se dirige precisamente á combatir estos grandes in> tereses de nuestra época

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La España sin privilegiados ofrece un espectáculo insufrible para el orgullo, dice el príncipe Talleirand. Ya cité desde la tribuna esta frase del señor Corradi, redactor de los procesos verbales de las sesiones de las cortes: No se contaban en las cortes constituyentes de Cádiz, y en las constituidas de 1813 y 1814, mas que tres diputados plebeyos. Y el Constitucional pone al lado de M. de Talleirand, de este enemigo acérrimo de los privilegiados, á los señores de Alberg, Dessoles, Jaucourt, Louis (antiguo consejero en el parlamento de Paris), y á M. de Pradt hombres todos de la clase antiguamente privilegiada. Asi es que en España y en Francia, se tienen por hombres sublimės, desinteresados, y por unos dechados de virtud aquellos que se declaran contra los fueros y privilegios que habian heredado de sus mayores, en favor del buen pueblo y este pueblo, por un trastorno singular de ideas, en toda España como en la Vandea, se espone al saqueo, á la muerte y á todos los riesgos de una guerra civil, tra aquellos sus amigos, contra aquellos que le anuncian la libertad y la igualdad. Verdad es que estos amigos del pueblo francés se han procurado con su conducta un bienestar muy decente, y que á su imitacion los gefes de la revolucion española han hecho otro tanto. Los demagogos de uno y otro pa han querido asegurarse del poder, presentando al pueblo el cebo de la igualdad; táctica vulgar y antigua de que se habia usado ya tres mil años atrás,

con.

Yo que he tenido tanta parte en las dos restauraciones, prosigue M. de Talleirand. Es necesario entenderse ¿cono habeis querido esta restauracion? El acta del senado de 6 de abril de 1814, titulada constitucion francesa, concluye en estos términos: Luis Estanislao Xavier será proclamado Rey de los Franceses, inmediatamente despues de haber jurado y firmado una declaracion en que diga : Acepto la Constitucion; juro de observarla y hacerla observar. Si el Rey de Francia se hubiese sometido á una condicion semejante, hubiera abdicado su derecho hereditario; pero las aclamaciones que le acompañaron desde Calés á París le manifestaron que la ley sálica, y el amor á los hijos de San Luis estaban grabados en el corazon de los franceses. El Rey desechó aquella constitucion, y conformándose á los principios monárquicos, modificó por su autoridad real y hereditaria, las antiguas leyes de la monarquía; mostrando á la Europa, que en vez de querer transigir con las ideas, las doctrinas y los sentimientos de 1789, anulaba, con aplauso de toda la nacion, el proyecto de M. Talleirand y de sus amigos, que era hacer reconocer la soberanía del pueblo al hijo de Henrique IV y de Luis XIV, y al decano de los reyes de Europa.

Una circunstancia memorable manifestó bien pronto cuanto hubiera deseado M. de Talleirand que el rey adoptara la revolucion y pareciera haber olvidado todos sus crímenes. Pocos dias despues de su entrada en Paris quizo S. M. que se celebrasen solemnes funerales por su augusto hermano en la iglesia metropolitana. Se supo que M. de Talleirand, que á la sazon era ministro, se habia opuesto, en el consejo, á que la familia real cumpliese con un deber tan sagrado. Sin duda creyó que esta funcion religiosa seria una especie de injuria á los asesinos de Luis XVI, y á sus amigos. D 2

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El rey fue en persona á Notre Dame, y prestó de esta suerte á la memoria del rey martir el primer obse. quio solemne que recibió en Francia,

Las ventajas que habrá logrado M. de Talleirand en favor de la revolucion de España, se reducirán á la mojiganga de algunos liberales de Leon; pero sus brabatas y recuerdos revolucionarios, no quitarán que el rey de Francia emplee sus fuerzas para conservar el trono de España á un nieto de Henrique IV. **

CAPÍTULO IX.

mn

De la revolucion de Portugal, de las antiguas leyes politicas de la península Española; cual es el deseo de sus

habitantes.

EN

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IN que partido miramos hoy á estos hombres? *** (MM de Talleirand, d'Alberg, de Pradt) la contestacion á esta pregunta es de mucho peso; ¡ desgraciado el que no s que de ella una advertencia saludable!..... Hemos visto en el capítulo anterior que son estas las espresiones del comentador del discurso de M. de Talleirand. Veamos pues en que partido militan estos señores, y que advertencia saludable nos dan. En un escelente papel, escrito en 1822 por un oficial piamontés, se lee lo siguiente del duque de Alberg, embajador que fué de Francia en Turin.

*****

« Desde la restauracion, siempre habia sido la casa. » del embajador de Francia el punto de reunion de las

* Llámase asi la iglesia metropolitana de Paris. ( Nota del Traductor.) Discurso de S. M. de 28 enero 1823.

**

*** Constitucional de 21 febrero.

**** Simple récit des événemens arrivés en Piémont en 1821. p. 9.

» personas opuestas al gobierno del rey. Poco despues fue aquella la tertulia de los malévo'os, y últimamente en

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1819, el club de los conjurados. Alli se predicaban abier» tamente las máximas de la (*) Minerva y del Nain » Jaune ( 14 ). Entre estos honrados propagandistas se distinguian tambien el conde de Seiboltsdorf, ministro de » Baviera, y el caballero Bardaji y Azara, embajador de España: este escondia algunas veces en su casa á los pí» caros denunciados á la policía, proporcionándoles por es»te medio el permanecer en Turin. Antes que los Riego los Quiroga y los Abisbal hubiesen ajado los laureles » del pueblo Español, el salon y bodega de este embaja dor se habian ya convertido en cátedras de insurreccion. ▾ Pero desde el instante en que la Península dió el ejemplo de la rebelion militar, los ataques contra el Pia

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>> monte fueron mas directos trastornar aquel pequeño

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pais, tal fue el empeño de los liberales de Francia y España, y luego tambien el de los carbonarios de Nápoles y Lombardía «.

Era entonces Turin otro de los focos mas activos de la revolucion Europea, pero la Austria observaba de cerca este punto. En esta época, apareció en Paris una carta que un amigo habia recibido de Turin, la que decia que á no ser por aquel capuchino de Metternich, la Europa estaba revolucionada.

En efecto, la Austria libró el año siguiente á Turin y á Nápoles del yugo revolucionario. Pero el Portugal no pudo resistir á la actividad de la propaganda española.

Luego que los revolucionarios españoles hubieron triun

* La Minerva y el Nain jaune eran dos periódicos franceses, los mas adictos á las doctrinas revolucionarias. (Nota del Traductor.)

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fado en Madrid, se dieron prisa en mandar agentes á Lisboa y á Oporto. Cinco meses tardaron en sobornar á algunos oficiales de los dos regimientos que estaban de guarnicion en este último pueblo á los que dieron mucho dinero para distribuir entre los soldados. Por fin, el dia 25 de agosto, estos oficiales proclamaron la insurrec· cion y un gobierno provisional que ellos mismos acababan de formar. Estando el rey en el Brasil, y siendo los ministros que tenia en Portugal unos hombres sin es píritu, los conjurados no hallaron la mas mínima resistencia. El tribunal supremo de Lisboa protestó de su fidelidad al soberano reclamando las antiguas leyes del reino; pero no fue escuchado. Se emplearon desde luego medios de terror; se decretó el destierro contra todos los que se negasen á prestar juramento á las futuras cortes, y á la constitucion que debia formarse. El patriarca de Lisboa, que no quizo jurar, se retiró á Francia. Llega el rey del Brasil y no se le permite desembarcar antes de haber firmado su adhesion á la constitucion proyectada. Se le quita toda libertad, como al rey de España, y la reina se ve condenada al estrañamiento y luego á la prision por haberse négado á prestar este juramento.

Es mayor todavía el encono contra la revolucion en el pueblo portugués que en el pueblo español. Está persuadido que los revolucionarios tratan de destruir la religion. y destronar la casa de Braganza. La empresa del conde de Amarante tiene en favor suyo la opinion general de la nacion; y es una cosa digna de notarse que su mismo tio, D. Antonio Silveira, que contribuyó á la revolucion de Oporto, y el general Gaspar Tejeira, que salió de Oporto para Lisboa al frente del ejército insurgente, am bos se han unido al conde de Amarante,

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