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deras y gabinete de una nacion, que por todas partes la miren desprevenida y desarmada? La táctica y disciplina que hoy se enseña en toda la Europa son muy diversas de las de los siglos remotos: en aquellos todos los príncipes eran iguales, porque ordinariamente no levantaban tropas, sino cuando la necesidad les ostigaba; pero en el dia mal podria competir un exército bisoño y recien levantado con otro ve terano dirigido por reglas y disciplinado en los tiempos de sosiego y tranquilidad.

No hay cosa alguna tan necesaria para la defensa del estado como los cuerpos antiguos de tropas, cuyo honor consiste en las acciones y victorias que de ellos se refieren. Los individuos que los componen se revisten del mismo ar◄ dor y deseo de gloria que sus antepasados, y rara vez cometen, bastardía que la ofendan. Augusto despues de sus victorias conservó las legiones romanas, creyendo que de ellas dependia la salud del imperio. Constantino por el contrario las deshizo y despidió verificada que fué la paz, de lo que provino la decadencia del poder romano: en ellos se conserva mejor la disciplina militar tan importante para el buen éxito de las grandes empresas. No es posible que un cuerpo nuevo de tropas mantenga la moderacion y constancia que se requieren en las fatigas, ni el respeto y veneracion á sus gefes, que son las basas principales de los exércitos. Por esta razon dispuso Luis XIV. sus reglamentos de tal modo, que en tiempo de paz fuese cuando sus tropas se exercitasen, disciplinasen y endureciesen (1) con lo cual consiguió que todos los príncipes de la Europa le temiesen y deseasen su alianza por su reputacion, su poder y sus victorias.

No conseguirá estas grandes ventajas y disfrutará de una paz permanente en los siglos en que vivimos el estado, que no se encuentre en proporcion de preservarse de una inva sion repentina ó de una sorpresa inopinada. Cuanto mas un príncipe desee y ame la paz, tanto mas debe ponerse en 'dis

(1) El sábio Rey don Alonso IX. ordenó esto mismo con mucha anticipacion á Luis XIV. Hacen honor á nuestra legislacion las leyes 4, tit. 1 y la 3. del tit. 23, de la segunda partida en donde se expresa de qué modo se han de preparar las cosas en tiempo de paz, para estar prevenidos y en estado de defensa en el de guerra.

Tom. I.

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posicion de hacer la guerra: de lo contrario está expuesto á ser el juguete de las naciones, especialmente de las mas próximas, si la guerra se enciende entre ellas, como suele suceder, sin arbitrio suyo, y sin que cuenten con su voluntad. Estos desdoros y riesgos se evitan con el respeto que causan los exércitos dispuestos bien disciplinados: las plazas fronterizas fortificadas: los trenes de artillería divididos. en los confines, y prontos á salir al encuentro por cualquier parte del reyno que sea invadidas y en fin las escuadras humerosas bien tripuladas y regidas

En efecto toda la Europa se encuentra armada y prevenida aun en el tiempo de la mas profunda paz, y es necesario que así sea por los recíprocos intereses y mútuas pretensiones de las potencias. Todas por lo mismo se observan, se expian y respetan, en lo que intesa no poco el género humano..

El Imperio nada tiene que temer de la mayor parte de sus vecinos, pero recela siempre de la Puerta y de la Francia, y le conviene la amistad de la Rusia, de la Polonia, de la Prusia, de la Dinamarca y de la Suecia..

La Gran Bretaña tiene sus intereses en evitar las guerras intestinas á que da ocasion la calidad de su gobierno en conservar el equilibrio entre los principales potentados, y en precaverse de la union de Francia, de España y del reyno de las dos Sicilias.

Las provincias Unidas lo tienen en evitar la guerra de cualquier modo y á cualquier precio que sea como uno de los mayores enemigos del comercio: en tratar al extrangero, como al ciudadano: en asegurar su crédito público: en mantener la union entre las siete, y en impedir que sus principales miembros lleguen á ser demasiado poderosos, contemporizando con ellos con una sencilla apariencia de igualdad.

El Rey de Prusia, como elector y soberano de paises. considerables en Alemania, tiene interes en contribuir al mayor aumento en comun del cuerpo Germánico; pero con arreglo á sus ideas, religion y pretensiones: mira por consiguiente con recelo á la casa de Austria, anhela la amistad con la Rusia, y la alianza con Dinamar

ca, y necesita vivir en observacion con sus vecinas la Polonia y Suecia,

Estas dos por sus pretensiones y proxîmidad miran con igual desconfianza al engrandecimiento del Rey de Prusia, y temen sus progresos por las experiencias que tienen.

La Rusia tiene continuamente motivos de desavenencias con los turcos: los transigió en virtud del tratado de paz concluido por interposicion de la Francia en 8 de Julio de 1724, y se han verificado sin embargo hasta el presente: niira á los persas con recelo por las grandes provincias que les ha conquistado, y por igual causa á la Polonia, de quien puede recibir mucho daño: tiene en fin sus relaciones con la Alemania, Ungría y Dinamarca, y no puede fiarse de la Suécia.

La casa de Borbon por su extension y grandeza reune en sí los intereses de todos, y apenas hay movimiento, paz ó tregua en las cuatro partes del mundo en que no intervenga principalmente.

A vista de esta verídica descripcion de la Europa y de las relaciones actuales de sus soberanos, ¿cómo podrá dudarse de la necesidad que todos tienen en mantener exércitos y en vivir preparados á proporcion de sus fuerzas y de los riesgos que les amenazan?

Ademas de este interes comun y general á todas las potencias hay otro para las que tienen dominios ultramarinos, cuya conservacion pide indispensablemente la union de fuerzas de mar y tierra.

El descubrimiento de la América ha causado una universal revolucion del antiguo sistema en todos los reynos y monarquías, ha producido los mayores trastornos y variaciones en el comercio, y ha precisado á los principes para fomentarlo á desear posesiones y dominios en aquellas remotas regiones desconocidas antiguamente.

Estas ventajas de que disfruta la Europa, se deben al valor y generosidad de nuestras armas y milicia, que supieron en el reynado de Fernando é Isabel conquistar y des cubrir solas un nuevo mundo por la pericia y audacia de mi séptimo abuelo Cristóbal Colón, y continuaron luego en los siguientes reynados de Carlos V. y. Felipe II. dando

la ley á la mayor y mas principal parte del antiguo, estableciendo ciudades, puertos, gobiernos, vireynatos, tribunales, universidades, colegios, seminarios, catedrales, y en fin dando reglas y método á los diferentes ramos de que es susceptible aquel inmenso pais.

Queriendo las demas potencias ser participantes de las ventajas que producia este descubrimiento, manifiestas al orbe civilizado por la pericia y valor de nuestras armas, trataron de inquirirlas de cerca, y de inquietarnos, trasladando sus fuerzas, esquadras y poder á aquellas regiones subyugadas por nosotros. Toda Europa se manifestó celosa de los progresos de la España: quedó por un rato como absorta y asombrada de los raros sucesos acaecidos à Colón en el arribo al nuevo mundo, y de otras conquistas que su cedieron de México, Perú, Chile y el Brasil sostenidas por los valerosos españoles Hernan Cortés, Francisco Pizarro, Diego de Almagro y el portugués Pedro Alvarez Cabral; y reparada de una revolucion tan general, tomaron á un mismo tiempo todas sus potencias los designios que pusieron en práctica desde luego, y jamas han olvidado que no es del asunto de este discurso referir, Baste decir que ademas de las relaciones que actualmente tienen entre sí y quedan referidas, era suficiente para vivir con precaucion el porfiado empeño que siempre han tenido las potencias émulas unas de otras de adquirir establecimientos en aquellos remotos paises, pudiendo decirse con verdad que casi toda la Europa ha dirigido y dirige á ellos sus miras, deseando su preferencia, y que esto mismo y las ricas producciones de nuestras minas, de que carecen las demas, ponen á nuestra nacion en precision de sostenerlas con la fuerza de ambos mundos.

La relacion que en el dia tiene el comercio marítimo con lo interior de cada nacion Europea es tan íntima, que segun la extension y perfeccion que ha recibido la navegacion, en cualquiera parte del mundo se conoce hoy dia el grado de poder y riqueza de cada monarquía. ¿Cuál será, pues, la obligacion de los príncipes respecto á sus súbditos establecidos en aquel separado emisferio? ¿Y cómo podrán protegerlos, ni obligar á los extraños los respeten y guarden

la buena fé que exige el derecho de las gentes, sino hacién doles ver las disposiciones y medios tienen para hacerse justicia?

que tienen

Todos saben lo que en otras épocas ha tenido que tolerar España en la America por no tener fuerzas y milicia con que contrarestarlo. En mitad del siglo pasado abandonaron los franceses sus colonias, y se apoderaron de una considerable parte de nuestra isla de Santo Domingo: se es tablecieron los franceses, holandeses é ingleses en lo mejor de las famosas islas Antillas descubiertas por Colón entre la América meridional y Puerto Rico: en tiempo de Cromwel se levantó subrepticiamente el almirante Pen con la Jamayca, aprovechándose de la triste situacion de la España debilitada por sus divisiones domésticas en las revoluciones de Cataluña y Portugal, por los acontecimientos de Nápoles, por la destruccion de lo mejor de su infantería en la famosa batalla que ganó el príncipe de Condé duque de Enguien en Rocroi en 1643, y en fin por sus continuas pérdidas en los paises Baxos: en la misma época se vió casi interrumpido su comercio por una tropa de corsarios llamados Filisbustieres, bien conocidos entonces, y temidos en aquellos mares: establecieron los ingleses su acta de navegacion tan funesta para nuestro comercio, y casi en nuestros dias se apoderaron en el Archipiélago de una gran porcion de islas españolas y francesas.

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¿Pero á qué fatigar á los lectores con la triste narracion de unos hechos tan poco gratos? Todos saben que sin haber tenido parte en la conquista del Nuevo Mundo las demas naciones europeas, poseen en el dia muchos y grandes establecimientos en las Américas, adquiridos los mas sin otro título que el de la fuerza. ¿Y cómo se ha conducido España para atajar en el dia tan rápidos progresos? Las nue vas alianzas, los reglamentos de comercio, el establecimiento de correos marítimos, el de milicias regladas y urbanas de aquellos naturales que forman un exército numeroso, las visitas exâctas de sus fuertes y presidios, las respetables escuadras, continuas y nuevas construcciones de costosos diques y arsenales, y otras útiles disposiciones debidas al cuidado de nuestro benéfico Soberano, han hecho

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