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respetar y temér nuestras banderas en ambos emisferios.

En esta última guerra acaba de ver la Europa las conquistas que nuestras armas han hecho en aquellas remotas. regiones en las expediciones contra los establecimientos ingleses á la orilla del rio Misisipi, tomándoles don Bernardo de Gálvez por asalto y sorpresa en 7 de Setiembre de 1779 el fuerte de Manchack, y poco despues el de Baton-Rouge. En el mismo mes el coronel don José Rosado, gobernador del presidio de Bacalar en la provincia de Campeche, tomó la importante posesion del Cayo-Cocina, en que estaban establecidos los ingleses. En el propio año el capitan del presi dio de Yucatan don José de Urrutia destruyó los establecimientos que tenian éstos en el rio Chevuz distante tres leguas al Sur del Walis, y en esta expedicion como en la anterior perdieron los enemigos trescientos siete esclavos, cinco goletas y cuarenta embarcaciones menores, con muchas armas, municiones, efectos, ganados y muebles de consideracion, que se valuaron en un millon de pesos fuertes. En el de 1780 tomó el mismo don Bernardo Galvez, comandante de la Luisiana, el fuerte de la Mobila en esta provincia; y en Mayo de 81 la plaza de Panzacola, capital de la Florida Occidental, á los doce dias de trinchera abierta y sesenta y uno del desembarco del exército español en la isla de Santa Rosa, haciendo prisionera de guerra la guarnicion inglesa, quedando las dos floridas baxo el dominio de la España, que se confirmó luego por el tratado de paz último hecho en París en 1783, con otros varios sucesos felices que consiguieron nuestras armas en esta misma guerra.

Nunca mas que en el presente siglo, segun las actuales circunstancias, se necesita de una continuada precaucion, porque hallándose dominado el nuevo mundo civilizado por las naciones cultas europeas, las era fácil contener la ambicion de quien intentase extender su dominacion en perjuicio de las demas, ocupando de comun acuerdo sus estados de Europa, y obligándola desde aquí á no propasarse de los justos límites en aquellas remotas regiones. Tales son los efectos de la relacion que entre sí tienen las potencias de esta parte del mundo; pero habiéndose verificado en aquella la independencia de trece provincias confederadas, que

ninguna relacion tienen ni necesitan con Europa, ¿ quién atajará sus progresos si se verificase algun descuido? Y cómo se evitará tan fatal golpe, y otros que pueden amenazar á una monarquía, sino manteniendo escuadras, exércitos y milicias, que puedan prontamente ocurrir á las secretas maquinaciones que se preparen?

Son muy frecuentes estos recelos: en nuestros dias hemos visto la devastacion de diferentes provincias, la expugnacion de muchas plazas, escuadras batidas, exércitos derrotados y reemplazados con otros nuevos: registrense con cuidado la historia universal y particular de cada nacion, y se hallarán continuas y sangrientas guerras, oprimido el mas débil, y dominante siempre el mas poderoso en armas y escuadras, dando la ley á las provincias conquistadas, sin que muchas veces baste á contener su impetu ni la razón, ni los mejores derechos, porque todo cede á la violencia de los conquistadores y al poder de sus armas.

Todo esto confirma la necesidad de los exércitos, porque la guerra, aunque el mas atroz y terrible de todos los males, se ha hecho ya precisa por la malicia humana para defender cada uno los derechos públicos, y ponerle á cubierto de cualquier enemigo exterior, y mantener el órden interior en sus dominios. Es la milicia el escudo de la legis lacion y de las sociedades civiles, ya protegiendo sus intereses, ya vengando la infraccion de la fé pública: al abrigo de las armas se practican libre y pacíficamente las demas. artes, se cultivan las ciencias, prospera la agricultura, y crece el comercio, exercitándose el arte militar en defensa de las demas virtudes, cubriéndolas y amparándolas de to-do insulto..

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La religion misma necesita de su auxilio si ha de conservarse con todo aquel respeto, dignidad y decoro que se merece el alto objeto que representa, conteniendo los excesos de ciertos hombres impios, que intentan atropellar el santuario, ya con sus perversas doctrinas, irreverencias y escándalos, que si el poder soberano que está cifrado en la milicia, no hiciese rostro firme á semejantes novedades y propagacion de tales abusos, podrian algun dia excitar escandalosas facciones y conseguir asiento fixo y permanente.

Los mas de los cismas y heregías forjados en la destemplada imaginacion de hombres fanáticos, libres y amigos de la novedad, que hicieron terribles irrupciones en varias provincias y reynos hubieran quedado tal vez sepultadas con sus autores, ó permanecido cuando mas en la obstinacion de algunos pocos secuaces, á no haber tomado á su cuenta algun príncipe poderoso acalorarlas y hacerlas prevalecer con las armas en la mano contra la buena causa del partido, que repugnaba admitirlas; y que obligado á ceder á la fuerza, lo quedó tambien á pasar baxo el yugo del vencedor y abrazar sus leyes por falta de poder para resistirlas. ¡ Quántos lastimosos exemplos de esta verdad encierra la historia, y cuántos reynos han abandonado forzados la verdadera religion, y abrazado la de sus conquistadores, por no tener armas con que resistirla.!

En las continuas guerras de España con los sarracenos vemos lo que la religion ha debido á la milicia. Sin el auxilio de sus armas cómo pudiera hallarse tan extendido en toda ella él culto de nuestra fé católica, y haber desterrado de nuestro suelo las abominables mezquitas, en donde se adoraba á su falso profeta con vergüenza de los mismos españoles, los cuales si hubieran sido vencidos en esta empresa, y no hubieran resistido con las armas en la mano el porfiado empeño de los árabes en dominar nuestra España, hoy se hallaria en ella nuestra religion perseguida, ó tal vez extinguida, y todos ó la mayor parte de sus moradores convertidos en verdaderos musulmanes? De tan grandes beneficios como estos es deudor el estado á la milicia, y de tantos males le preserva.

A vista de la pintura sencilla del presente siglo, y de cuanto se ha expuesto, no creo subsista alguno que tenga á la milicia por carga pesadísima del estado que le abruma y debilita, sino que la considere por la basa primera y fundamental de todo imperio.

Convengámonds de buena fé, y deduzcamos por conclusion de esta primera parte del discurso: primero, que supuesta la suprema potestad que reside en los príncipes, no pueden desempeñar sus diversas funciones en lo interior de

su reyno, ni los jueces y superiores tribunales las suyas sin el auxilio de la milicia.

Segundo: que sin esta no seria posible subsistiesen las sociedades, porque en ellas no lograrian sus miembros. seguridad y tranquilo sosiego contra los perturbadores, sien

do muy dificil que dexe de haberlos, segun la corrupcion

original de nuestra comun naturaleza.

Tercero: que mucho menos pueden los príncipes sin la fuerza desempeñar sus obligaciones, cuando se ven perturbados sus vasallos é invadidos sus dominios por otros príncipes ó pueblos que no son de su jurisdiccion.

Cuarto: que para evitar y repeler tales injurias, y gozar pacíficamente de lo que cada uno tiene, no bastan se levanten exércitos en el apuro de defenderse, sino que es necesario mantenerlos de antemano bien regidos y disciplinados, como previenen nuestras leyes.

Quinto: que hallándose continuamente armada toda la Europa por las relaciones que entre sí tienen las potencias y para defensa de su comercio, se ven. todas en necesidad de vivir prevenidas, y de hacerse respetar recíprocamente.

Sexto: que habiendo causado un trastorno general en el sistema político de este continente el descubrimiento del nuevo mundo, tienen precision los príncipes de extender sus ideas, y dispensar su proteccion á los vasallos de aquel

remoto emisferio.

Séptimo: que poseyendo efectivamente importantes establecimientos en una y otra India, y siendo émulas entre sí las naciones europeas, para grangearse cada una la preferencia en aquellos mares, y procurarse el comercio de tan ricas producciones que tan íntima conexion tiene con lo interior de Europa, no es posible que lo consigan, no hallándose en estado de castigar las súbitas extorsiones que se pueden cometer contra sus vasallos.

Octavo que á la vista de unas provincias independientes sin relacion ni dominios en Europa debe ser mas vigilante nuestro cuidado, y mas escrupulosas las precauciones si queremos proteger á aquellos vasallos, y conservar adictas á la corona tan extendidas posesiones.

Noveno: que siendo señora la España de una extension Tom. I.

C

inmensa y de unos paises de inagotables riquezas en lo interior de la América Meridional y gran parte de la Septentrional hacia el Occidente, necesita de acudir á todas partes, y en todas ellas proteger el comercio de sus vasallos, y 'fomentarlo en sus diferentes ramos, sin permitir á los extrangeros sean los verdaderos usufructuarios.

Décimo: que hasta la religion necesita del auxilio de la milicia para contrarestar y reprimir la osadía de ciertos hombres impios, que con sus doctrinas y relaxacion la perturban...

Y finalmente, que ninguna de estas ventajas se puede conseguir sin exércitos y escuadras, y que estos no pueden prevalecer sin animarles con privilegios y exênciones, sin premiar las acciones héróycas de los que se distinguen en el Real servicio, y sin arreglarles sus juzgados peculiares, como así se ha observado por las naciones mas cultas, y se verá en las demas partes que siguen.

PARTE SEGUNDA.

De la estimacion y privilegios que ha merecido la tropa en todas edades.

Si la necesidad de los exércitos es tan conocida, y queda probada en la primera parte de este discurso, no puede menos de haber merecido constantemente la milicia entre todas las naciones y tiempos los mas altos honores y distinciones.

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Todas las cosas humanas se estiman generalmente por las utilidades y ventajas que producen: así vemos con cuanta ansia se fatigan los hombres para adquirir las riquezas que juzgan medio de asegurar su comodidad y brillantez. Siendo, pues, las armas el fundamento de los príncipes y el asilo de las repúblicas, porque ensalzan é ilustran los reynos, es preciso que hayan sido siempre el primer objeto de la atencion de los pueblos y soberanos, y que se hayan esmerado en recompensar con honores y premios los importantes servicios de los que exponen su sangre por el servicio de la patria. No filosofemos extravagantemente: Los hom

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