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ma actual que siguen los soberanos en Europa para desempeñarlas, deduciremos forzosamente la necesidad de mantener éxércitos en todo tiempo.

principe toca la promulgacion de las leyes: á sú cuidado pertenece que sean justas, equitativas, claras, sin ambigüedad ni contradicción, útiles, acomodadas al estado y al carácter de los pueblos, y capaces de arreglar y terminar brevemente las diferencias que mas comunmente se susciten entré éllos: á su soberanía toca velar incesantemente sobre su execucion, y castigar á los contraventores segun la gravedad del hecho y la intencion ó grado de malicia de los culpados, sin que haya diferencia entre los pequeños y pobres, y entre los grandes y poderosos: su autoridad y poder debe libertar á los primeros de todo insulto y opreŝion, y suplir la fuerza que les falta para resistirles, que es el primer objeto de las sociedades civiles y del poder soberano, Claro es, que por sí solo no puede desempeñar estas funciones públicas que son peculiares de la soberanía; pero delega (digámoslo asi) aquella parte que juzga necesaria en los ministros, gobernadores, vireyes y tribunales de justicia que la exercen y dispensán con arreglo á las leyes en su Real nombre. La inspección sobre el cumplimiento y fidelidad de cada uno es propía sin embargo en todo tiempo del príncipe, así como su eleccion y el exámen de la providad, desinteres, inteligencia y conducta de los que elige: no es pequeño cargo a la verdad, porque de estas cualidades depen den la observancia de las leyes, la igualdad en la administración de justicia, la posesion tranquila de lo que cada uno tiene legitimamente, la paz interior de los pueblos, el respeto á los que gobiernan, la conformidad en pagar los impuestos y tributos páfa ocurrir á las urgencias de la corona en1 paz y en guerra; y en fin el sosiego universal y particular de toda la sociedad civil y de cada uno de sus miembros - Thursde fioi:h、y. 24. noe s

• Toda está tropâ auxiliar del príncipe es una milicia desarmada, á la que si no obedecen y veneran tos súbditos, céde su resistencia en desprecio del poder soberano: todo se convierte en confusion, y titubea la monarquía en donde no está radicata la sumisión ¿Y cómo el monarca y sus mi

nistros podrán contar con ella en todo acontecimiento sin un cuerpo de tropas ?

Solo el príncipe y ningun otro debe mantener exército para hacerse respetar y obedecer de sus pueblos y conservarlos en paz, sin que reciprocamente se maltraten. Así puede interponer su poder, y salir al encuentro al poderoso, cuando intente deprimir al pobre ó separarse de la obediencia de las leyes y de sus tribunales: nadie por consiguiente debe tener parte en las fortalezas y castillos, ni en el levantamiento de tropas á sus expensas y antojo..

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Ya por fortuna desaparecieron aquellos infelices siglos en que la autoridad Real pendia del sufragio de los magnates y ricos-hombres: sin su consejo, como dice Zurita, ni el Rey podia juzgar, ni establecer paz, ni mover guerra, tregua ni negocio importante. Las insignias de pendon y caldera con que los reyes honraban á los grandes en señal de su poder y facultad de levantar gente y mantenerla á su sueldo, desaparecieron, y solo han quedado en sus blasones como señal de su nobleza. El Rey dependia de su arbitrio cuando necesitaba gente, y le era forzoso aliarse con ellos por ser dueños de la mayor y mejor parte de las fortalezas. ¿Cómo era posible que el príncipe los sujetase á la obediencia de las leyes y de sus tribunales, ni los contuviese dentro de los límites de lo justo? Los reyes católicos fueron recobrando estas autoridades, para la cual empezaron á les vantar tropa, á mantener un pequeño exército, y á vivir preparados dentro de su reyno para hacerse obedecer. Esta fue una idea sugerida por aquellos dos grandes políticos (á quienes tanto debe nuestra legislacion) el cardenal de Mendoza, fundador del colegio mayor de Santa Cruz en Valladolid, y el grande cardenal Cisneros, fundador del de San Ildefonso de Alcalá: ya en los anteriores reynados se quiso poner en planta este pensamiento, pero las circunstancias críticas de ello no permitieron su execucion: con efecto desde el reynado de los señores don Fernando y doña Isabel se debe contar el origen de nuestra milicia en el modo que hoy se halla, y la supresion de las facultades de los grandes y otros vasallos en levantarla por su mandamiento.

Oigamos á un sabio ingles (1) de nuestros dias en la introduccion á la vida de Cárlos V. "Cárlos VII Rey de Francia (dice) fué el primer monarca de Europa que en los tiempos modernos puso un exército de tropa viva, habiendo echado á los ingleses del reyno: baxo el especioso pretexto de estar siempre pronto á resistir á los ataques de un enemigo tan formidable, continuó en mantener un cuerpo de diez y seis mil hombres de á caballo y nueve mil infan tes. Otros reyes empezaron á imitar este exemplo, tomando extrangeros á su sueldo: aunque hubiesen querido formar un exército de sus súbditos, les hubiera sido acaso imposible, por considerarse estos vasallos de algun señor, y estar acostumbrados á seguir su estandarte en tiempo de guerra."

"Los españoles comenzaron á valerse de tropa viva en las guerras que tuvieron los reyes católicos en Italia, y en esta ocasion tomaron de los suizos aquella disciplina militar con que su infantería llenó de terror y admiracion á to da la Europa por espacio de ciento cincuenta años: la caballería habia estado en mucho auge por algunos siglos. Los suizos que habitaban un pais montuoso, y eran pobres, no habian podido valerse de caballos en las muchas guerras que tuvieron con la casa de Austria en defensa de su libertad: combatian por consiguiente á pie, y habian procurado reducir á reglas fixas la disciplina militar de un exército de infantería: batallones enteros acompañaron á los franceses en las guerras que hicieron en Italia al Rey don Fernando. No tardaron los españoles en aprender de sus enemigos el arte de formar su infantería: con la mezcla de cierto número de mosqueteros en sus batallones la hicieron invencible, y reduxeron el arte militar á una perfeccion que apenas se podia haber esperado en un siglo de mayor ilustracion."

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"Mientras duró el gobierno feudal, la nobleza poseía toda la fuerza nacional, y el Rey, cuyos fondos eran cortos, y cuyo poder limitado dependia de ella en todas sus operaciones, sin acudir á su auxilio no podia ni defender el

(1) Rovertson, lib. 1. núm. 56, 57, 58 y 59.

reyno, ni hacer frente á los enemigos del estado: aunque mandaba el exército en gefe, los soldados obedecian mas á la voz de sus respectivos señores que á la del soberano: se retiraban á sus casas, ó tomaban las armas segun las instrucciones que estos les daban: el cardenal Ximenez que en todo su ministerio se propuso la extensión de la autoridad Real, determinó al fin libertar la corona de esta especie de esclavitud: publicó á este efecto una órden dirigida á todos los pueblos de Castilla, mandándoles alistar cierto número de vecinos que aprendiesen el exercicio militar en los dias de fiesta: prometió pagar á los oficiales del erario público; y para animar á los soldados á entrar gustosos en el servicio, les exîmió de todo tributo ó gabela. El peligro en que se hallaba entonces el reyno de ser molestado por los moros, suministró al cardenal un pretexto plausible para introducir esta innovacion; pero él en la realidad esperaba por este medio tener un exército á la disposicion del Rey sin necesidad de acudir á los magnates para la leva de tropa, como se habia practicado hasta aquel tiempo. No tardaron estos en descubrir las verdaderas intenciones del ministro, y vieron con bastante sentimiento suyo que el plan regularmente surtia el efecto que deseaba: sabian que un proyecto que al parecer tenia por objeto el resistir á los infieles, seria agradable á una nacion que habia padecido tanto de sus devastaciones, y temian que cualquiera oposicion suya se atribuyese á fines siniestros y poco dignos de caballeros ó cristianos: para lograr su intento y cubrirse con el público, procuraron persuadir á los pueblos á no acceder á lo mandado por el ministro, y representarle que era cosa contraria á sus privilegios é inmunidades: adelantaron algo con este artificio: algunas ciudades se rebelaron abiertamente, y algunos grandes se declararon sus protectores: se hicieron las mas vivas y fuertes representaciones al Rey sobre el particular: todos los demas ministros quisieron ceder: Ximenez solo determinó resistir, y con sus prudentes amenazas, exhortaciones, condescendencia y fuerza venció al fin toda oposicion.”

Las maravillosas consecuencias que se han experimentado en lo interior de nuestra monarquía de la subsistencia

perenne de esta milicia reglada, han sido la supresion absoluta de toda violencia pública, el sosiego de la religion, el premio de las virtudes, el castigo de los vicios, el culto de la justicia, la salud del reyno y la estabilidad de la paz. Estos son (entre otros) los efectos de hallarse un príncipe armado en todo tiempo. ¿Quién podrá dudar ahora de la necesidad de mantener exército? ¿quién mirará con tedio y emulacion sus exênciones? ¿y quién detestará la milicia como pesada al reyno y gravosa al erario?

No son imaginarios estos bienes, ni es propio de la buena fe con que se escribe este discurso inventar beneficios y encubrir gravámenes que sufre el reyno de la perenne subsistencia de la tropa. El cotejo de los siglos citados con los actuales serán sus mas eficaces apologistas, sin que haya necesidad de otra exhortacion. La fuerza es absolutamente necesaria, así para la felicidad, como para la grandeza de los cuerpos políticos: esta debe proporcionarse segun las circunstancias domésticas de cada reyno, y con relacion igualmente á las de los vecinos. Los fundamentos en que estriba el poder soberano, son el amor, el temor y la reputacion: muchas veces no es bastante tratar á los pueblos con benevolencia y suavidad para captar sus corazones, ni basta tampoco para reducirlos á la debida obediencia el concepto y fama constante de las virtudes y justicia del soberano: en tal caso es el temor al castigo el que reduce á los díscolos y perturbadores; y seguramente si el príncipe no tuviese arbitrio para hacerse temer, su magestad no seria respetada.

Si se desterrase del mundo el temor á las penas que se establecen por la ley, y el poder de hacerlas executar (dice el orador romano), se desterraria al mismo tiempo la diligencia que cada uno pone en cumplir con las obligaciones sociales: Parum tutam majestatem sine viribus esse, dice Tácito. Y si para el desempeño de estas obligaciones, que pertenecen al gobierno interior del reyno, necesita el soberano de la milicia que le obedezca, ¿qué sucederá para aquellas que tienen relacion con las potencias extrangeras? ¿Cómo cumplirán estas los tratados de paz, y cómo se contendrán dentro de sus límites? ¿cómo respetarán las ban

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