Imagens das páginas
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dama, para mi consuelo, haced que traigan un retrato de mi señora, pues ya que no merezco el verla y servirla, á lo menos, considerando su imágen, podré hacer cuenta que la miran mis ojos. De muy buena gana baré lo que pedis, respondió el caballero, y poniendo la mayor diligencia que pudo, hizo que con brevedad, le trajesen un retrato de su madre, tambien acabado, y con tanta perfeccion como si naturalmente fuera el mismo original. Recibióle con sobrada alegria, y para muestra del grande respeto que guardaba á su suegra, y en lo que la estimaba, hizole hacer un costoso cuadro, doróle, y pusole frontero de su estrado, y en parte donde jamás le perdiese de vista. Mirabale siempre cuando se levantaba, y sentaba, ó salia, haciéndole una gran reverencia y cortesia: bien como si fuera la imagen de algun santo. Pasáron dias, y algunos meses, y como todo cansa, fuéla enfadando tanta sobra de crianza. Tan impertinente miraba ya á su retratada señora, con tanto desamor y enfado, que á no dar que decir la echara en el pozo: buscaba ocasion para ponerla en otra parte, pero no se atrevia por el respeto de su marido; y como una tarde estuviese merendando con sus criadas en el estrado, antojósele, que la pintada suegra la estaba mirando, á quien con una desenfrenada cólera la

dijo razones semejantes: cauteloso testigo, enfadoso huesped, espia ordinario, amigo fingido, que me quíeres? Si como, me miras, si lloro, no te apartas de mí, y sin ser Dios, te tengo presente, pero pues la venganza está en mi mano, yo la tomare de tus agravios, y diciendo esto, con el cuchillo que en la mano tenia, le dió una gran cuchillada por la cara, de modo, que rompió media vara de lienzo.

A esta re

friega, acerto á entrar el discreto marido, y viendo semejante pleito, y tan sin ocasion, riendose de su loca muger le dijo: bien te lo decia yo, que no era bien traer contigo á mi madre por conocer tu condicion y termino, y ser todas vosotras poco mas o menos de un mismo natural, y termino, mal sufriera el vivo original quien no pudo sufrir el traslado: no tienes que pedirme otra vez que te traiga a tu señora, pues aun pintada no la tengo de dejar en tu compañia.

Del mismo.

TERCERA PARTE.

NOVELAS

HISTORIA DE UNA DAMA VILMENTE DESHONRADA.

Llegó á Segovia un caballero, llamado d. Jacinto, mozo galan, y mas inclinado al gusto que á la virtud, pues traia consigo una dama libre, con titulo de hermana, dejando por su causa de hacer vida con su legitima muger, que era tan desdichada como hermosa: la cual se habia quedado en Madrid. Acertó á ver á Aminta d. Jacinto, y luego puso en ella los ojos: y considerando su nobleza, riqueza y honestidad, que de todo se informó, y asi mismo la imposibilidad de conseguirla, le trajo á estremos de estar fuera de sí, y por ultimo, á perder la salud, con una melancolía extrema. Notólo su dama á quien tenia por hermana, y se llamaba Flora, y á pocas diligencias que hizo, luego descubrió la causa, y como era muger libre, y desenvuelta, se declaró con d. Jacinto, y le prometió el remedio de su dolencia, diciendole: yo haré porque puedas gozar á Aminta, y no por eso temo que me olvides, que yo siempre he tenido por necedad los zelos; antes viendome desear, y procurar tu gusto, me has de querer mas. Tú vistete ga

lan; y contribuyela con algunas dádivas, que lo demás queda de mi cuenta. Mucho se alegró de esto d. Jacinto, y luego empezó á rondar la puerta, y calle de Aminta con musicas.

Vivia en una sala baja de la casa de Aminta una muger que habia sido de un mercader, que tenia mas de hipocrita que de santa; por cuyo motivo no estrañaba el capitan, que entrase en su casa, y tratase con su muger, y su sobrina Aminta. Una noche, que vió cerca de la puerta á d. Jacinto, le preguntó, qué buscaba? Declaróse con ella despues de haberla tanteado; y agasajandola con dineros, luego la malvada muger, que se llamaba doña Elena, se ofreció á hacer por d. Jacinto cuanto pudiese, introduciendo los papeles por su mano, y algunas joyas, con que consiguió inclinar á la inocente Aminta. Flora por otro lado hizo tambien su papel; pues haciendose encontrodiza con Aminta en la iglesia, tomó trato con ella: de un dia en otro iba Flora poniendo lazos á la inocente Aminta, para traerla á suma perdicion. En fin, llegó la ocasion en que le dijo, como su hermano d. Jacinto habia venido desde Valladolid, donde tenia su casa, y hacienda mucha, solo á ver si era verdadera la fama de su hermosura, con deseos de hacerla su dueño; pero que habiendolo hallado todo como se decia, veía que

su tio la tenia destinada para su hijo, y primo suyo, lo que le causaba mucho dolor.

Aminta le dijo, que todo era asi, y que ya era imposible el poder remediar á su hermano, á quien estaba inclinada por lo que ya habia sabido de él, pues de un instante para otro esperaba á su primo para casarse. La astuta Flora le dijo: cuando por ser muger de mi hermano lo dejes de ser de tu primo, no pierdes nada, antes ganas marido que le iguala en nobleza, y hacienda. Como la incauta Aminta estaba ya inclinada á d. Jacinto por sus dádivas, y por lo que esta infame muger, y la otra doña Elena le habian dicho, rompió con Flora, diciendole: de qué modo se podria esto componer? Esta la dijo: bien veo, que nada de esto se podrá conseguir con tu tio: pero para todo hay remedio. Doña Elena, que es la que te ha dado los papeles de mi hermano, es buena amiga, en su casa podrás hablar á mi hermano; pues no se rezela de ella, y asi se concertará el casarte, y despues de iros ante el vicario, te vendrás á mi casa, donde cuando lo sepa tu tio, ya estarás en poder de tu marido, y viendo que es tal como es, será fuerza, que se tenga por contento, y á tí por venturosa.

Estaba ya Aminta tan ciega por d. Jacinto, que con todo concedia. Quedaron de acuerdo,

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