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En el punto que el Señor allí bajó, luego aquella eternal noche resplandeció, y el estruendo de los que lamentaban cesó, y y toda aquella cruel tienda de atormentadores tembló con la bajada del Salvador. Allí se turbaron los principados de Edom, temblaron los poderes de Moab, y se pasmaron los moradores de la tierra de Canaan.

Y todos en medio de sus tinieblas, comenzaron entre sí á mormurar y decir: 66 ¿quien es este tan fuerte, tan resplandeciente, tan poderoso? Nunca tal hombre como este se vió en nuestro infierno: nunca á estas cuevas tal persona nos envió el mundo nuestro tributario: acreedor es este, no deudor; quebrantador nuestro, no pecador: juez parece, no culpado: á pelear viene, no á penar. Decid, ¿á donde esta`ban nuestras guardas y porteros, cuando este conquistador rompió nuestras puertas y cerraduras? ¿Cómo ha entrado por fuerza? ¿ quien i será este que tanto puede? Si este fuese culpado, no seria tan osado: si tuviera alguna escuridad de pecado, no resplandecerian nuestras tinieblas con su luz. Mas si es Dios, ¿qué hace en el infierno? Si es hombre como tiene tanto atrevimiento? Si es Dios, ¿qué hace en el sepulcro? y si es hombre, ¿como

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burladas nuestras esperanzas, y causada nuestra perdicion! En un árbol alcanzamos todas nuestras riquezas; y ahora en el de la cruz las perdemos."

Tales cosas decian y mormuraban entre sí aquellas compañias infernales, cuando el noble triunfador entró á libertar sus cautivos. Allí estaban recogidas todas las almas de los justos que desde el principio del mundo hasta aquel dia habian salido de esta vida. Allí estaba un profeta aserrado; otro apedreado; otros quebradas las cervices con una barra de hierro; y otros que con otras maneras de muertes gloriosas glorificaron al Señor ¡ O compañia gloriosa! ¡O nobilisimo tesoro! ¡O riquísima parte del triunfo de Cristo! Allí estaban aquellos dos primeros padres, pobladores del mundo, que así como fueron los primeros en la culpa, asi lo fueron en la fe y esperanza. Allí estaba aquel santo viejo, que con la fabrica de aquella grande arca guardó los que despues volvieron á poblar el mundo, acabadas las aguas del diluvio. Allí estaba el padre de los creyentes, el cual primero mereció recibir el testamento de Dios, y en su carne la señal y divisa de los del pueblo de Dios. Allí estaba su obediente hijo

Isaac, que llevando sobre sus hombros la leña en que habia de ser sacrificado, representó el sacrificio y remedio del mundo. Allí estaba el santo padre de las doce tribus, que ganando con ropas agenas y hábito extrangero la bendicion de su padre, figuró el misterio de la humanidad y encarnacion del Verbo divino. Allí estaba tambien como huésped y nuevo morador de aquella tierra, el santo Baptista, y el bienaventurado Simeon, que no quiso salir del mundo hasta ver con sus ojos el remedio de él, y recibirlo en sus brazos, y cantar, antes que muriese, suavisimamente aquel tan dulce cántico. Allí tenia tambien su lugar el pobrecillo Lazaro del evangelio, que por la paciencia de sus llagas mereció ser participante de tan noble compañia y esperanza.

Todo este coro de almas santas estaba allí gimiendo y suspirando por este dia, y en medio de todos ellos aquel santo y profeta David repetía sin cesar aquella su antigua lamentacion, diciendo: "así como el ciervo desea las fuentes de las aguas, asi desea mi alma á tí, mi Dios. Fuéronme mis lagrimas pan de dia y de noche, en cuanto dicen á mi alma ¿ adonde está tu Dios? " ¡O santo rey! si esa es la causa de tu lamentacion, cese ya ese cantar, porque

aquí está ya tu Dios presente, y aquí está tu Salvador. Muda ya ese cantar, y canta el que mucho antes en espíritu cantaste, cuando escribiste:" Bendijistes, Señor, tu tierra; sacaste de captiverio á Jacob: perdonaste la maldad de tu pueblo; disimulaste la muchedumbre de sus culpas." Y tú, santo Hieremías, que por este Señor fuiste apedreado, cierra ya el libro de tus lamentaciones por la destruccion de tu ciudad y templo, porque presto verás otro mejor templo reedificado, y otra mas hermosa Hiérusalem por todo el mundo renovada.

Del Mismo, Sermon de la Resurrecion.

ARGUMENTACION SOBRE LA VENIDA DEL MESIAS.

Aparejó el Señor su brazo santo ante los ojos de todas las gentes, y verán la salud de nuestro Dios todos los terminos de la tierra, dice Isaías.

...... Mas prometió Dios alguna vez á su i pueblo que les enviaria su brazo y fortaleza para darles victoria de algun enemigo suyo, y para ponerlos, no solo en libertad, sino tambien en mando y señorío glorioso? Y dijoles en alguna parte que habia de ser su Mesías un fortisimo y belicosisimo capitan, que venceria

por fuerza de armas sus enemigos, y extenderia por toda la tierra sus esclarecidas victorias, y que sujetaria á su imperio las gentes? Sin duda, así se lo dijo y prometió. Y ¿ prometiói selo por ventura en un solo lugar, ó una vez sola, y esa acaso y hablando de otro proposito? No, sino en muchos lugares, y de principal intento, y con palabras muy encarecidas y hermosas.... ¿Qué profeta hay que no celebre cantando en diversos lugares, este capitan y aquesta victoria? Así es verdad; mas tambien los asirios y los babilonios fueron hombres señalados en armas, y hubo reyes belicosos y victoriosos entre ellos, y sujetaron á su imperio á todo, ó á la mayor parte del mundo. Y los medos y los persas que vinieron despues, ¿no menearon tambien las armas asaz valerosamente, y enseñorearon la tierra, y floreció entre ellos el esclarecido Ciro y el poderosísimo Jérjes? Es verdad. No menos verdad es que las victorias de los griegos sobraron á estos, y que el no vencido Alejandro, con la espada en la mano y como un rayo, en brevísimo espacio corrió todo el mundo, dejándole no menos espantado de sí, que vencido. Y muerto él, sabemos que el trono de sus sucesores tuvo el cetro por largos años de toda Asia, y de mucha parte de Africa y Europa. Y por la misma manera, los roma

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