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todo se ocurre conque obreis esta noche como acostumbrais: mejor sabreis ejecutarlo que yo discurrirlo. Alto, á las armas, y á la costumbre de vencer: Dios y el rey en el corazon, el pundonor á la vista y la razon en las manos... Del mismo.

ORACION DE CORTÉS A SUS SOLDADOS. "Cuando considero, amigos y compañeros mios, como nos ha juntado en esta isla nuestra felicidad; cuantos estorvos, y persecuciones dejamos atrás; y cómo se nos han deshecho las dificultades; conozco la mano de Dios en esta obra, que emprendemos: y entiendo, que en su altísima providencia es lo mismo favorecer los principios que prometer los sucesos. Su causa nos lleva, y la de nuestro rey (que tambien es suya) á conquistar regiones no conocidas; y ella misma volverá por sí, mirando por nosotros.

No es mi ánimo facilítaros la

empresa que acometemos: combates hos esperau sangrientos, facciones increibles, batallas desiguales, en que habreis menester socorreros de todo vuestro valor: miserias de la necesidad, inclemencias del tiempo, y asperezas de la.

La

tierra en que os será necesario el sufrimiento; que es el segundo valor de los hombres, y tan hijo del corazon como el primeró: que en la guerra, mas veces sirve la paciencia, que las manos; y quizá por esta razon tuvo Hercules el nombre de invencible, y se llamaron trabajos sus hazañas. Hechos estais à padecer, y hechos á pelear en esas islas, que dejais conquistadas: mayor es nuestra empresa, y debemos ir prevenidos de mayor osadía; que siempre son las dificultades del tamaño de los intentos. antigüedad pintó en lo mas alto de los montes el templo de la fama, y su simulacro en lo mas alto del templo: dando á entender, que para hallarla, aun despues de venida la cumbre, era menester el trabajo de los ojos. Pocos somos, pero la union multiplica los ejercitos, y en nuestra conformidad está nuestra mayor fortaleza uno, amigos, ha de ser el consejo en cuanto se resolviere: una la mano en la ejecucion: comun la utilidad, y comun la gloria en lo que se conquistare. Del valor de cualquiera de nosotros se ha de fabricar, y componer la seguridad de todos. Vuestro caudillo soy; y seré el primero en aventurar la vida por el menor de los soldados: mas tendréis que obedecer en mi ejemplo, que en mis ordenes:

y puedo aseguraros de mí, que me basta el ánimo á conquistar un mundo entero; y aun me lo promete el corazon, con no sé que movimiento extraordinario, que suele ser el mejor de los presagios. Alto, pues, á convertir en obras las palabras; y no os parezca temeridad esta confianza mia, pues se funda en que os tengo á mi lado, y dejo de fiar en mí, todo lo que espero de vosotros."

Del mismo.

D. JOSE VARGAS PONCE EN ELOGIO DE D. ALONSO EL SABIO.

Solon, Licurgo, Césares, Pelayos, conquistadores de todas las edades, legisladores de todos los imperios, príncipes de todos los siglos, vosatros todos los del decimotercio, que ó recibísteis el cíngulo militar, ó cobrásteis pensiones, ú os honrásteis con el deudo de Alfonso, venid á ver á este monarca sexagenario, rasgado su imperial manto, usurpadas nueve coronas, abandonado de sus hijos, dejado de tanto príncipe de su sangre, despreciado de todos los suyos. Vosotros, sabios españoles, que le debeis tanto, Azpilcueta, Covarrubias, Agustin, Lopez, venid á ver al reformador de nuestra jurisprudencia:

Ercilla, Villégas, Garcilaso, venid á ver al creador de vuestro dulce arte: Zurita, Mariana, Morales, venid á ver al primero de nuestros historiadores: tú, ilustre Mondejar, ven, Hega, mírale atentamente: correrán lustros, y el cielo te destinará para sus desagravios: venid á ver solo á un rey á quien seis reyes le pagaron tributo, á un soberano, de quien eran vasallos ocho soberanos: solo, al monarca mas célebre de su siglo: solo, al mas sabio de Europa. Todos menos su corazon le faltáron. En tan extremadas circunstancias castigó como padre y como rey: desheredó, maldijo al instrumento de sus males, y se aplicó á repararlos. El mismo que tenia dispuesto llevar los caballos andaluces á Tánger, trajo hasta Córdoba los ginetes africanos: empeñó su diadema, y con cuantos socorros arbitró la necesidad, salió á campaña. Habia tiempo que le habia vuelto la fortuna las espaldas, para que le fuesen felices sus sucesos. Fuése el inútil cuanto generoso apoyo, dejando á Alfonso á solos sus leales sevillanos. Capaces fuéron de darle una victoria; no ya como las que solia lograr en la enemiga vega, sino en sus mismas posesiones, fruto de aquel frenesí, que arma al padre contra el hijo, al súbdito contra el señor, al hermano contra el hermano. Novecientos de Alfonso se encuentra con inumerables del re

belde hijo. Batalláron las causas, no los brazos : de una parte el pudor, de otra el desenfreno: aquí la honestidad, allí el incesto: la lealtad con unos, con otros la rebelion: la equidad contra el crímen, la constancia contra la ferocidad, y en fin la templanza, la fortaleza, la piedad, todas las virtudes con la iniquidad, con el furor, con el parricidio, con los vicios todos. Quedó el triunfo por Alfonso: ¡pero que costoso! sangre era suya la que vertia y derramaba.

Viene Sancho á acudir al peligro: sábelo Alfonso parte casi solo en su busca, no para ganarle otra batalla, sino para ver si podian algo sus canas venerables. Sancho á pesar de su braveza, teme el encuentro, huye, jura no verse con su padre; entónces este, arrasados los ojos en lágrimas, prorrumpe : Sancho, Sancho, mejor te lo hagan tus hijos, que tú contra mi lo has hecho: que muy caro me cuesta el amor que te ove: y siendo la primera vez que se siente la fuga del enemigo poderoso, vuelve á su leal ciudad, oprimiendo su espíritu la tribulacion. Extendióse el nuevo ultrage del irreverente hijo: sus hermanos, los grandes le abandonan en gran número: pierde á Mérida, quiere en vano recobrarla: piensa tratar de ajuste: estórbanselo sus pocos aliados: vase á Salamanca, y una aguda dolencia le arroja á los

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