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umbrales de la muerte: creyóse inevitable: divúlgase la fama como cierta: salió del palacio, voló á la Bética entró en Sevilla, llegó al alcázar, subio al trono. Ea, Alfonso, dice ya te vengó el cielo, ya es mi despojo tu tirano, el hijo parricida, tu enemigo perpetuo. Tras ella mil ciudades se apresuran á prestarle obediencia......¿ A donde vais? Volved atras, id al príncipe que estará recobrado. Alfonso ya no existe murió perdonándole, y perdonándoos á todos. El que sufrió con heroismo perder un imperio, ser despojado de un reino, verse solo, sin hijos, sin pueblos, sin vasallos, no pudo sobrevivir á la pérdida de Sancho: lloróle hasta que le acabó la congoja de su ánimo.

¿Y acabáronse con él sus desaires? ¿ Pasará el encono mas allá de sus dias? i Será la posteridad tan injusta como sus hijos? ¡Ah! las densas nieblas que le cercáron en sus postrimeros años, han tardado quinientos en disiparse. En este intervalo, Alfonso que conquistó tres reinos, que hizo tantos tributarios, que venció tres funciones, que no perdió ninguna, que expugnó diez y siete ciudades por su persona, y por sus armas, pasará por poco guerrero y ménos afortunado. Alfonso á quien tanto desveló la justicia, que no tuvo mas alcázar, mas corte, que el sitio que exigia su persona, ya Burgos, ya

Toledo, ya Sevilla, ya el mas humilde pago, pasará por un monarca distraido. Alfonso que en fomentar, en entretener la desunion entre los arraeces y el granadino, usó del mas fino rasgo del arte de reinar, pasará por un príncipe falto de política. Alfonso con tanto volúmen parto de su ingenio sera tan desgraciado, que este apénas le concederá una leve tintura de la esfera, aquel le escaseará la gloria de su código, el otro el trabajo de su crónica, y un tropel le negará el justo, el merecido epíteto de sabio. Alfonso que anheló por comprimir el lujo desmedido, que promulgó reglamentos mitigandole* pasará por un rey, que profesaba un fausto oriental. Alfonso, de quien no habrá santuario en las Castillas, que por prueba de su piedad no ostente ó dotacion, ó privilegio, pasará por soberano poco religioso. Pero pasarán, mejor diré, pasáron tan fatales influjos : llegó el reinado de la razon, la época de la crítica, el dominio de la justicia, el tiempo del discernimiento, el imperio de las ciencias, el siglo de las luces, y á los venideros se transmitirá ilesa la memoria de d. Alfonso el Sabio.

* En al ano de 1260 en la corte de Sevilla procuró remediar con graves penas el notable exceso de los trages.

D. JOSE VIERA Y CLAVIJO EN EL ELOGIO DE D. ALONSO TOSTADO.

Así, yo solo quiero responderles de este modo: sí, es verdad, el Tostado no alcanzó las nociones sublimes de Descártes, de Galilei, de Newton, de Locke, de Leibnitz. El Tostado no fué caudillo de ninguna secta literaria, ni ocasionó ninguna notable revolucion en las ciencias naturales, haciendo nuevos descubrimientos, ni sistemas. El Tostado no conoció los grandes progresos que en trecientos años hemos hecho en las matemáticas transcendentales y analíticas: en aquella geometría sublime, que ha franqueado á la verdadera física las puertas de la naturaleza: en aquella álgebra, que con un corto número de signos representa una inumerable serie de ideas: en aquella física general y particular, cuyos singulares fenómenos, especialmente los magnéticos, eléctricos, y neumáticos, han abierto un nuevo campo de sólidos conocimientos al género humano: en aquella geografia, física, quimica, é historia natural, que le revela los mas útiles, curiosos y reservados arcanos: en aquella astronomía que demuestra las gravitaciones y atracciones de los cuerpos celestes, míde las

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distancias, pesa los astros, cuenta los mundos, sigue el período de los cometas en sus órbitas, asegura la navegacion con los eclipses de los satélites de Júpiter: en que la Dioptrica con un vidrio en la mano descubre los planetas incógnitos, ve á Saturno rodeado de su anillo, las manchas inconstantes del sol, las montañas y simas profundas de la luna, la via láctea empedrada de estrellas, las nebulosas, los incendios de Marte, las vicisitudes de Venus: que diseca los rayos de la luz, le calcula los pasos, reconoce un mundo nuevo de vivientes micoscópicos, y da al hombre nuevos sentidos, asi como la mecánica le da nuevos brazos. Nada de esto conoció el Tostado.

Pero supo, y supo de veinte años, todo cuanto en los tiempos pasados se habia sabido, y todo cuanto estaba olvidado ya en el suyo: y haciéndose superior á sus coetáneos, á sus obras, á sus ideas, y á su siglo, preparó la aurora para la superioridad del nuestro. Colocadle en la antigua Grecia, y hubiera sido un Aristóteles : colocadle en la antigua Roma, y hubiera sido un Varron: colocadle en la Europa moderna, y hubiera sido un Leibnitz. El hubiera llorado, si le hubiesen dicho alguna vez, que habia otras ciencias que no sabia, así como lloró el vencedor de Darío y Poro, cuando entendió

que existian otros mundos que no habia conquistado.

D. MELCHOR GASPAR DE JOVELLANOS EN EL ELOGIO DE CARLOS III.

¡O vosotros, Amigos de la patria, á quienes está encargada la mayor parte de esta feliz revolucion! Mientras la mano bien hechora de Carlos levanta el magnifico monumento que quiere consagrar á la sabiduria: mientras los hijos de Minerva congregados en él rompen los senos de la naturaleza, descubren sus íntimos arcanos, y abren á los pueblos indutriosos un minero inagotable de útiles verdades, cultivad vosotros noche y dia el arte de aplicar esta luz a su bien y prosperidad: haced que su resplandor inunde todas las avenidas del trono, que se difunda por los palacios y altos consistorios, y que penetre hasta los mas distantes y humildes lugares. Este sea vuestro afan, este vuestro deseo y unica ambicion. Y si quereis hacer á Carlos un obsequio digno de su piedad de su nombre, cooperad con él en el glorioso empeño de ilustrar la nacion para hacerla dichosa.

y

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