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larizados desde 1552, y dando derecho á los católicos para traer los hereges á su religion ó hacerlos emigrar (). Con esto creyó Fernando haber asegurado la quietud de su imperio; mas los sucesos vinieron á demostrar cuánto se habia equivocodo, y España empeñada en su proteccion continuó largos años bajo el sucesor de Felipe III. haciendo sacrificios tan costosos como inútiles.

Tal era la política y la conducta de la córte de España en sus relaciones con las potencias europeas, cuando la situacion interior del reino se hallaba de la manera que vamos á ver ahora.

(1) Anales del Imperio, tom. II. -Everhard. Wassemburguii, De Bello inter Imperatores Ferdinandos et eorum hostes.-Heiss, His

toria del Imperio.-Gonzalez Dávila, Vida y Hechos de Felipe III., lib. II., cap. 90.

CAPITULO VII.

RIVALIDADES E INTRIGAS EN PALACIO.

EL DUQUE DE LERMA Y EL DE UCEDA.

De 1611 à 1621.

Asombrosa autoridad de que invistió Felipe III. al duque de Lerma.Uso que éste hizo de su poder.-Cómo engrandeció á don Rodrigo Calderon. Conducta de don Rodrigo.—Envidias que suscita.-Vá con embajada á Flandes.-Hácenle marqués de Siete Iglesias.Conspiraciones contra el valimiento del de Lerma y de don Rodrigo Calderon.-Trabaja el duque de Uceda contra el de Lerma, su padre, y aspira á reemplazarle en la privanza del rey.-El confesor fray Luis de Aliaga.-Los condes de Lemos y de Olivares.-Guerra de favoritismo en palacio.-Desaire y retirada del conde de Lemos.-Cae el de Lerma de la gracia del rey, derribado por su mismo hijo.-Privanza del de Uceda.-Viste el de Lerma el capelo de cardenal y se retira.-Prision y proceso célebre de don Rodrigo Calderon, marqués de Siete Iglesias.-Cargos que se le hicieron.-Tormento que se le dió.-Grandeza de don Rodrigo en sus padecimientos.-Descargos del abogado defensor.-Nuevas rivalidades de privanza.Anuncios de la caida del de Uceda.

Mientras en Francia, en Italia y en Alemania algunos hombres políticos de la escuela del anterior reinado, representantes de España en aquellas córtes' todavía sostenian á buena altura el nombre español'

mostrando cierta habilidad diplomática, que era como tradicional y heredada desde los tiempos de Fernando el Católico, bien que haciéndose ahora mas por la astucia que por la conveniencia; mientras que en Sicilia y en Nápoles, en Monferrato, en la Valtelina y en Bohemia algunos ilustres capitanes españoles, algunos magnates de la primera nobleza de Castilla mantenian el antiguo crédito de la marina y de los ejércitos de España, y alcanzaban por tierra y por mar victorias y triunfos mas honrosos y admirables á los ojos de Europa que provechosos y útiles á la nacion; la córte de Madrid y el palacio del monarca eran un hervidero de rivalidades y un foco de intrigas de la peor ley para disputarse el favor y la privanza de un soberano que habia comenzado por dejar de serlo, contentándose con ceñir su corona, y entregando el cetro, tan pronto como subió al trono, en manos y á discrecion de un valído.

Que lo era el duque de Lerma, aun siendo todavía príncipe don Felipe, y que continuó siéndolo del rey en el mayor grado á que se creia pudiera llegar una privanza, lo hemos visto en los capítulos anteriores. Porque no era fácil imaginar entonces, ni por fortuna se ha repetido el ejemplo después, que hubiera un monarca tan pródigo de autoridad y al propio tiempo tan indolente, que por no tomarse siquiera el trabajo de firmar los documentos de Estado, quisiera dar á la firma de un vasallo suyo la misma autoridad TOMO XV. 29

que á la suya propia, y que advirtiera y ordenára, como ordenó Felipe III. á todos sus consejos, tribunales y súbditos, que dieran á los despachos firmados por el duque de Lerma el mismo cumplimiento y obediencia, y los ejecutáran y guardáran con el mismo respeto que si fueran firmados por él. Trasmision inaudita de poder, en que si bien asombra el desprendimiento del monarca, casi maravilla mas que no abusára el favorecido tanto como pudo de aquella omnipotencia de que se vió investido.

No era ciertamente el carácter del de Lerma inclinado á la perversidad, que fué la razon de no haber sido tan funesto como pudo ser su valimiento. Pero tenia un defecto, que si en un particular es reprensible, en el privado de un monarca y en un hombre de Estado y primer ministro es abominable, fuente de envidia para otros hombres y manantial de males para un reino, á saber, la codicia. En globo no mas hemos apuntado los títulos, honores, mercedes y riquezas que acumuló en sí mismo y en sus hijos, deudos y allegados. Arbitro de los empleos públicos, distribuidor de las gracias del soberano, administrador irresponsable de los tributos y de las rentas, y teniendo en su mano la fortuna de tantos hombres, cuidó lo primero de hacer la suya, y tomó para sí, como decimos por proverbio vulgar del buen repartidor, la mejor parte; y de no ser incorruptible dió lastimosas pruebas, que sobre no dejar puras de mancha manos que

aspiráran á pasar por limpias, desdecian de la alta posicion en que se habia colocado, y amenguaban la dignidad no menos que rebajaban al hombre "").

Con esto los escarmientos que quiso hacer en algunos que se habian enriquecido de repente y por malos medios salian desautorizados con el ejemplo del primer ministro: el pueblo que sufria las cargas insoportables, la penuria, el hambre y las privaciones, le miraba como el autor de todas las calamidades públi

(4) Ademas de los empleos y cargos de sumiller de corps y caballerizo mayor del rey, de regidor perpétuo de Valladolid y Madrid, de comendador mayor de Castilla, de adelantado de Cazorla, de general de la caballería, de ayo y mayordomo del príncipe, y otros varios que tuvo el de Lerma, hízole el rey multitud de mercedes, como las escribanías de Alicante y la de sacas de Andalucía, las alcaidías de Velez y del castillo de Burgos, diferentes encomiendas, los pingües productos de la almadraba de Valencia, setenta mil ducados de renta en Sicilia, el dominio y señorío de muchas villas y lugares en Aragon, Castilla y Navar ra, le favoreció para la reincorporacion en su casa de otros lugares y villas que en Castilla habia tomado el rey don Juan II. á su ascendiente don Diego Gomez de Sandoval y cuya devolucion él reclamó, le compraba las casas y heredades que él tenia valuándolas á su gusto, y le hacia con frecuencia regalos de sartas de perlas y brincos de diamantes y otras joyas de valor de muchos miles de ducados. De este modo llegó el de Lerma á reunir las rentas de un opulento potentado, y no es de

estrañar que viviera con mas boato y ostentacion que el mismo rey.

Y como le bubiesen visto aceptar los donativos en metálico que con título de servicio le habían hecho las córtes de Cataluña y de Valencia tampoco tuvieron reparo los señores y caballeros de Castilla en hacerle obsequios de dinero en gruesas sumas, que él admitia, dando ocasion á que el curioso anotador contemporáneo que recogia y nos ha trasmitido aquelos hechos dijera con sarcástico estilo, que asi le alegraban la san→ gre, cuando su espíritu se encontraba abatido con alguna indisposicion ó enfermedad.-Añádese á esto que el de Lerma no tenia parientes pobres à quienes socorrer, porque tuvo buen cuidado de que ninguno le necesitára, onriqueciéndolos á todos á costa de empobrecer el Estado.-Parece fabuloso, pero sus contemporáneos lo dicen, que solo de donativos llegára á reunir el de Lerma la enorme y asombrosa suma de cuarenta y cuatro millones de ducados: aun rebajando lo que pueda haber de hiperbólico, siempre se deduce que dió en este punto sobrada materia de escándalo.

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