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sa. Andando el tiempo acaso ella misma habia de producir una contra-reaccion por esceso de centralizacion de poder.

Las muchas guerras en que Cárlos V. andaba siempre envuelto, y las necesidades á ellas consiguientes, le obligaron á seguir usando de lenidad y condescendencia con los protestantes en las dietas de Ratisbona y de Spira (1541-1544), y cuando al fin, despues de muchas dificultades, se congregó el concilio de Trento (1545), protestaron los reformistas en un largo manifiesto contra la legitimidad de aquella asamblea. El concilio no obstante procedió á deliberar y formuló una profesion de fé en que se condenaba la doctrina luterana. A tal tiempo murió Martin Lutero de una inflamacion en las vísceras (1546) como si su cuerpo no hubiera podido resistir la humillacion de su soberbio espíritu. A pesar de esto se sentian fuertes los protestantes para no reconocer el concilio y la dificultad era hacérsele aceptar. Cárlos algo desemba razado entonces, creyó llegado el caso de sustituir la energía á la contemplacion, y renunciando á atraerlos con la política resolvió domarlos con la fuerza material. Con este pensamiento reune sus tropas y las del papa; mas aunque ha procurado encubrir con astucia sus designios, los confederados de Smalkalde los traslucen, y le hacen frente con un ejército de ochenta mil hombres y ciento treinta piezas de artillería. Primera guerra de religion entre católicos y protestan

tes. Menor en número, aunque mas aguerrido y mejor disciplinado el ejército imperial, destruyó el de los hereges y deshizo la liga de Smalkalde. Cárlos V. mostró en esta guerra toda la superioridad de su vasto genio; condújose como hábil general, y peleó como el mas intrépido soldado. Quien mas ayudó á su triunfo fué el príncipe Mauricio de Sajonia, que siendo protestante de corazon siguió las banderas católicas para medrar á la sombra del emperador haciendo traicion á sus correligionarios, como despues habia de medrar con los suyos haciendo traicion al emperador; tráfico inmoral con que engañó á todos.

El eterno rival de Cárlos V., Francisco de Francia, se prevale de estos triunfos del emperador para representarle como aspirante á la dominacion universal, y provoca contra él una cruzada general de potencias y de soberanos. Alienta á los príncipes protestantes de Alemania; induce á los regentes de Inglaterra; aviva el enojo del rey de Dinamarca; promueve la enemistad de Venecia; invoca la cooperacion del Gran Turco; escita los celos del papa, y levanta tropas en Suiza. Dios no permitió esta general conflagracion, y envió una muerte ignominiosa al grande agitador francés. Emprende entonces Cárlos V. la segunda campaña religiosa contra los dos únicos príncipes protestantes que aun le resisten, el elector de Sajonia y el land-grave de Hesse. Al poco tiempo Cárlos de Austria recorre las ciudades germánicas ofreciéndoles

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en espectáculo los dos príncipes prisioneros. Quinienlos cañones cogidos á los confederados son distribuidos por todos los dominios de Cárlos como otros tantos trofeos de sus victorias, y el papa que le habia faltado le adula llamándole Máximo, Augusto, Germánico, Invictísimo.

La rebelion armada de los protestantes quedaba vencida con las armas en la Alta y Baja Alemania. Pero no son los triunfos de las armas los que sofocan las revoluciones de las ideas. Faltaba hacer reconocer á los vencidos la doctrina ortodoxa definida en el concilio de Trento: esto es lo que intentó Cárlos V. en la dieta imperial de Augsburgo (1547). Pero (¿quién podria pensarlo? y harto desconsuelo es tener que decirlo) el mismo Santo Padre, el depositario supremo de la fé católica, el mismo pontífice Paulo III., es el que entorpece la obra del emperador, es quien le impide completar el triunfo del catolicismo sobre la reforma. Trasladando el concilio contra la voluntad del emperador desde Trento á Bolonia, ha disuelto aquella asamblea, é introducido la escision entre los mismos prelados católicos, entre los obispos españoles é imperiales. El cuerpo germánico pone por condicion que el concilio vuelva á Trento; el emperador y los príncipes y prelados de su partido lo piden tambien, y el papa lo niega obstinadamente. El emperador trata con dureza y reconviene con acrimonia al papa. El papa no cede. Amenaza una lamentable ruptura entre el

César y el Pontífice, y un deplorable cisma en la Iglesia. Cárlos V. conociendo el espíritu del pueblo aleman, y creyendo que debe ceder á la necesidad y á las circunstancias, adopta un término medio, y bajo el nombre de Interim (en tanto que se celebra un concilio general) hace redactar la fórmula de fé que le parece mas conciliatoria. Engañóse la buena fe de Cárlos. El Interim descontenta á católicos y protestantes; á aquellos, porque se conservan en él máximas luteranas, á éstos, porque se conservan doctrinas papistas. El papa rechaza el Interim; el imperio germánico se resiste á obedecerle, y la gran cuestion religiosa vuelve á quedar en pié (1548).

Muere Paulo III. en su invencible resistencia á trasladar el concilio á Trento (1549). Pensando muy de otra manera su sucesor Julio III. decreta la continuacion en aquella ciudad y espide la bula convocatoria, al tiempo que Cárlos V. convocaba la dieta imperial de Augsburgo para hacer observar el Interim (1550). El concilio vuelve á deliberar sobre puntos de fé con admirable sabiduría; aliéntase con esto el emperador, y prohibe el culto reformado y las predicaciones contrarias al dogma católico en las ciudades del imperio (1551). Este y el sitio de Magdeburgo fueron sus últimos actos de energía en la gran contienda religiosa. Un enemigo oculto y formidable, un fingido amigo y el mas solapado de los traidores, un protegido desleal é ingrato, habia meditado su ruina, y por

una sucesion de abominables tramas, de tenebrosos planes, de intrigas secretas, conducidas con el mas taimado disimulo, sirviendo alternativa ó simultáneamente á unos y á otros para burlar á todos, ayudando primero á Cárlos á deshacer la liga protestante siendo protestante él mismo, haciéndose despues gefe de la confederacion para destruir al emperador siendo general del imperio; Mauricio de Sajonia, tipo de la mas insidiosa política y de la mas astuta doblez, envuelve á Cárlos en una guerra en que no habia pensado y para la cual no estaba prevenido; la espada del sajon casi le alcanza en Inspruck, y le obliga á refugiarse como un pobre peregrino en la miserable aldea de Villach. El César Invictísimo se ve acobardado por la primera vez de su vida; los padres del concilio de Trento abandonan despavoridos la ciudad, y se suspenden otra vez las sesiones de la asamblea contra el dictámen de los imperturbables prelados españoles, y por último se celebra en Passau el famoso tratado entre Cárlos y Mauricio, por el cual se reconoce en el imperio germánico el libre ejercicio de la religion reformada (1552). Triunfo grande, aunque no completo, para los protestantes.

Asi terminó por entonces, con poca gloria para el emperador y para los pontífices, despues de mas de treinta años de lucha, la famosa cuestion de la Reforma, que rompió la unidad de la creencia religiosa y dividió al mundo en opiniones y doctrinas acerca de

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