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res del islamismo. Los moros no fueron ya conocidos bajo este nombre, sino que en todos los actos oficiales y en todos los documentos públicos se les llamó

cristianos nuevos ó moriscos.

Triste fué su condicion: como cristianos nuevos la Inquisicion tenia siempre fijo sobre ellos su ojo vigilante, como sospechosos de heregía; como moriscos el pueblo los odiaba viendo en ellos á sus enemigos.

Era imposible su fusion con el pueblo español. Los descendientes de Muza y de Tarif estaban condenados al esterminio, ni el signo santo de la religion que á la fuerza se habia estampado sobre su frente debia bastar á salvarlos. Habia concluido una persecucion é iba á abrirse otra. Habia terminado la guerra á las ideas, iba á comenzar la guerra á los usos y á las costumbres, á la intolerancia de las pasiones religiosas iba á unirse la intolerancia de la civilizacion europea.

Los moros de Granada no habian sido menos fieles al emperador Cárlos V que lo habian sido los de Valencia. No debian tampoco ser mas felices en la recompensa á su lealtad. Cuando los comuneros en Castilla tremolaron el estandarte de la libertad, y los agermanados de Valencia, se levantaron contra la nobleza, se conmovió el reino de Granada como estremecido por el mismo sacudimiento que agitaba aquellas provincias. Habia en él razas diversas, autoridades discordes y masas prontas á seguir cualquier bandera contraria al gobierno. En la

parte oriental del reino de Granada, en los confines de Murcia, se alza, en 1520, un audaz aventurero llamado Mercadillo, que proclama los mismos principios que los comuneros de Castilla, se apodera de Huescar, logra que Baza y su estenso territorio apoyen su movimiento. Entonces el marqués de Mondejar, capitan general de Granada, con algunos tercios de soldados y cuatro mil moriscos mandados por don Fernando de Córdoba, don Diego Lopez Abenajar y don Diego Lopez, moros nuevamente bautizados atacan bizarramente y destruyen á los comuneros que habian tenido la imprudencia de abandonar las murallas de Huescar y aceptar la batalla que les ofrecieron los castellanos y los moriscos.

Mientras el duque de Segorbe reducia á los rebeldes de Espadan, el emperador Cárlos V habia ido á Granada, donde hacia el 5 de junio de 1526 una entrada verdaderamente magnífica en compañía de la emperatriz Isabel de Portugal con quien acababa de casarse en Sevilla. Juró en la catedral guardar los fueros y privilegios de aquel reino, entre los que se hallaban los derechos tan poco respetados de los moros consignados en las capitulaciones de los Reyes Católicos. Desde su llegada comenzó á oir las quejas de los cristianos viejos contra los moriscos culpándolos del auinento de los monfis ó salteadores que infestaban los caminos, del abuso que hacian del permiso de tener armas convirtiendo sus casas en arsenales, de donde se proveian los monfis. Al mismo tiempo

los moriscos presentaron al emperador un memorial de los agravios que les hacian los clérigos, escribanos y alguaciles. El emperador lo remitió todo al Consejo, el cual propuso el nombramiento de cinco visitadores para verificar la certeza de los agravios, asi como el proceder de los moriscos en materia de religion.

Esta apariencia de imparcialidad ocultaba un proyecto concebido de antemano. Los cinco visitadores eran personas interesadas en la cuestion. Era el presidente de ellos don Gaspar de Abalos, obispo de Guadix, cuyo modo de proceder hemos visto en la comision inquisitorial que acababa de desempeñar en Valencia. Los demas visitadores eran el franciscano fray Antonio de Guevara, cuyo fanático celo tanto habia brillado tambien en las forzadas conversiones de los moros de aquel reino y los doctores Quintana, Pedro Lopez, y el licenciado Utiel, pertenecientes todos al cabildo eclesiástico de Granada.

A hombres de este temple no habia necesidad de recomendarles severidad en el exámen de las costumbres y religion de los moriscos. De la visita resultó ser muy fundadas y graves las quejas espuestas por los moriscos, empero tambien resultó que de todos los bautizados veinte y siete años antes, no habiendo tenido la voluntad parte en su conversion, eran interiormente mabometanos, que volvian públicamente á la práctica de sus antiguos ritos. El emperador, para evitar este escándalo, el mas grave que

pudiera presentarse en aquella época de reaccion y proselitismo religioso, hizo convocar en la capilla de su palacio una junta de trece miembros eclesiásticos y legos. El arzobispo de Sevilla, inquisidor general; el arzobispo de Granada; los obispos de Guadix, y Almería sus sufragáneos; el obispo de Osma, como confesor del rey; los obispos de Mondoñedo y Orense; el comendador mayor de Calatrava don García de Padilla; el presidente del Consejo de Castilla, arzobispo de Santiago, con tres ministros mas de aquel supremo tribunal, fueron llamados á fijar la suerte de los moriscos de Granada. En la capilla real, al lado del sepulcro de los Reyes Católicos, se discutió en diez sesiones la suerte y el bienestar de medio millon de almas. Entonces se decidió que la Inquisicion de Jaen se trasladase á Granada para freno y terror de los conversos. Entonces se borró hasta la última línea del tratado que habia abierto á los Reyes Católicos las puertas de Granada. Aprobando el rey todos los artículos que le presentaba formulados la junta, los convirtió en ley el 7 de diciembre, mandando por una pragmática-sancion que dejasen | la lengua, el trage y el apellido morisco, que las mugeres llevasen el rostro descubierto, que los hombres solicitasen del corregidor el permiso para llevar espada, que todas las escrituras se hiciesen en lengua española, que los sastres no les cortaran vestidos, ni los plateros les labraran joyas á su usanza y estilo, que á los partos de las moriscas asistieran matronas cristianas

viejas para que no usaran de ceremonias musulmanas. Se mandaba tambien erigir en Granada, Guadix y Almería colegios para la educacion y enseñanza cristiana de los hijos de los moriscos.

Apenas habia casi firmado el emperador Cárlos V la pragmática de 7 de diciembre, mandó á instancias de los moriscos, y mediante un servicio de 80,000 ducados que le ofrecieron ademas de sus ordinarios tributos, se suspendiesen sus efectos por todo el tiempo que fuese su real beneplácito, pudiendo usar el lenguaje, el trage morisco, espada y puñal en poblado, y lanza en el campo, haciéndoles ademas merced de que jamás pudiera el tribunal de la Inquisicion, confiscar sus bienes.

Con aquellos 80,000 ducados comenzó á levantarse al año siguiente en el recinto de la Alhambra un suntuoso edificio, que no llegó nunca á concluirse, el palacio de Cárlos V.

En Valencia despues de la victoria de Espadan y la sumision de Cortes, los moriscos solo pensaron en congraciarse con sus amos, y en ocultarse para verificar en la sombra y en el silencio, las ceremonias del islamismo. Temblaban á la Inquisicion, á punto de hacérseles intolerable la mansion en su patria. En Granada las víctimas de la persecucion no abandonaban el pais, y huian á reunirse con las bandas organizadas de los monfis ó salteadores que dominaban hacia mucho tiempo, los ásperos riscos de la Sierra Nevada. En el reino de Valencia donde las costas eran mas acce

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