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sibles, tomaron el partido de emigrar. Los corsarios de Barbaroja que infestaban las costas de Valencia, entre los moriscos reclutaron los remeros para sus galeras y encontraron guias cuando penetraban en lo interior. Los cabreros moriscos, desde lo alto de las montañas, descubrian mas lejos sus barcos que los vigías de los cristianos en sus torres colocadas de legua en legua en la costa, y les hacian señales convenidas.

Los señores valencianos temblaban por sus intereses, al ver la emigracion de sus moriscos, y temblaban igualmente al verles en connivencia con los piratas berberiscos, porque preveian posible segun el espíritu de la época, la terrible medida de la espulsion. Los moriscos constituian la riqueza, la fortuna de los señores valencianos. Habia un antiguo refran que espresaba esta idea: quien tiene moro tiene oro. Así los nobles valencianos trataron de evitar á toda costa la persecucion de los moriscos. En las Córtes de 1528, otorgaron al emperador los subsidios exigiendo que el virey su representante, proclamase en las Córtes de Monzon una amnistía general. Solicitaron que la confiscacion de los bienes impuesta en virtud de sentencia de la Inquisicion se entendiese en provecho de los herederos del morisco apóstata. Esta proposicion pasó en las Córtes de 1533, y la aprobó el emperador.

Ostigados por los inquisidores huian los moriscos ó no pagaban sus rentas: los señores reclamaron en 1537 y el emperador accedió á que las multas que por la Inquisicion se impusiesen á los moriscos, las

pagasen ellos, sometiéndolas al juicio del gobernador de Valencia, pagando el duplo los inquisidores si se declaraban las multas mal impuestas. Obtuvieron en 1528 para indemnizarse de sus pérdidas conservar la jurisdiccion que poseian sobre los moros musulmanes, sobre los moros convertidos, manteniendo el pago de los antiguos tributos. La Inquisicion luchó en este terreno ventajosamente contra los grandes, obtuvo del papa una bula datada el 15 de julio de 1531, en la que se mandaba á los señores bajo pena de escomunion, descargasen á sus vasallos de todos los tributos vejatorios á fin de que no tomasen horror á la religion cristiana, viéndose tratar de una manera distinta de los cristianos viejos. En esta innoble lucha de intereses los inquisidores y los nobles entraron en una composicion. Convinieron los inquisidores en que los señores heredasen los bienes confiscados con detrimento de los herederos naturales, y que la renta inquisitorial se pagase por las aljamas una parte, y la otra por los apóstatas, con los que se entenderia el Santo Tribunal para redimir pecuniariamente las penas leves corporales, es decir, la pena de azotes y la temporal de galeras. La prohibicion del lenguaje y del vestido árabe que tanto empeño ponian en obtener los españoles, se decretó en Valencia el 5 de diciembre de 1528. Cuatro años fué el plazo señalado por Carlos V á los moriscos de Valencia. Este decreto se estendió en el mes de enero de 1529 á los moriscos de Castilla. Hemos visto el sacrificio pecuniario

con que compraron su indefinida suspension los moriscos de Granada. La Inquisicion con ese espíritu invasor que formaba el carácter distintivo de su existencia, se hizo adjudicar el conocimiento de las causas por infraccion á este decreto, como si el idioma árabe y los vestidos de hechura musulmana fuesen una heregía, recogiendo el beneficio de las multas que por ellas imponia.

Se adoptó tambien otra medida en las Córtes de 1537: se prohibió á los moriscos el aproximarse á las costas, y cambiar de domicilio, y viajar sin permiso de los señores. Se prohibió tambien bajo pena de muerte ó de galeras á todo morisco rescatar de la esclavitud á ningun pariente, aunque fuese el padre á su hijo, para que no se disminuyese asi su caudal, y esta medida bárbara, atroz, fué reclamada por los tres brazos de las Córtes: el eclesiástico, el militar y el de la nobleza. Dudariamos hoy de su existencia á no leerla en el Forum valentinum. In estravaganti, folio 87.

Se exigia de los moriscos profesasen sinceramente la religion cristiana y no se cuidaba de proporcionarles los medios de instruccion. Los curas en las aldeas apenas residian, porque su asignacion era muy corta y sacada de los antiguos beneficios eclesiásticos, cuyos poseedores resistian y escatimaban su pago. El 14 de enero de 1534 nombró dos comisarios el emperador Carlos V para que cortasen este mal de raiz, mandando á todas las autoridades del reino les

prestasen el auxilio que pudieran necesitar, y el 7 de mayo previno á los moriscos recibiesen bien á los curas que estos comisarios instalasen en los pueblos. El dia 3 de julio se abrieron doscientas cincuenta y una nuevas iglesias, edificadas á espensas del clero valenciano y aragonés, y bajo la vigilancia del rey y de los inquisidores. Los nuevos curas catequizaron y predicaron como buenos pastores á sus ovejas. En 1536 se fundaron dos colegios en Valencia el uno, en Tortosa el otro, que mermaron las rentas de la mesa episcopal y disminuyeron los productos que percibian algunos conventos y monasterios. Mas tarde veremos si con estos esfuerzos del emperador Carlos V debidos al ilustrado celo del inquisidor general don Alonso Manrique, que tuvo que sufrir mil sinsabores del clero á quien mermaba sus rentas y hasta una denuncia al papa, se consiguió la instruccion de los moriscos y hacerlos verdaderamente cristianos.

REFORMA DE LOS

IX.

MORISCOS DE GRANADA.-ALZAMIENTO

EN LAS ALPUJARRAS.

A Cárlos V, descendiendo voluntariamente del trono, y humillando en un claustro su frente fatigada con tantas coronas, sucedió su hijo Felipe II. Este habia nacido en España, habia habitado constantemente en ella, habia adoptado sus costumbres, sus hábitos, su lengua. Fijó en ella la capital de su gobierno, el centro de su política, el objeto de sus proyectos y cuidados. Religioso hasta la intolerancia, fué causa de la sublevacion de las provincias flamencas, donde corrió á torrentes la sangre para sofocar las ideas protestantes, que allí habian encontrado eco. La intolerancia religiosa, que concluyó por hacer perder aquellas hermosas provincias á la corona

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