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por el Peñon de Guajar Alto, sitio fuerte en la cumbre de un escarpado monte, accesible solo por una vereda angosta y prolongada durante un cuarto de legua. Alli habia mil hombres valientes y decididos, á las órdenes del Zamar, alguacil de Jatar. El 11 de febrero, despues de tres ataques en que las tropas cristianas hicieron prodigios de valor, llegaron casi á la cumbre, empero indecisa la victoria, defirió el marqués de Mondejar el postrer ataque para el dia siguiente. Aprovecharon aquella noche el Zamar y los suyos para salir con muchas mugeres que quisieron seguirlos, y calladamente y por sendas y despeñaderos se deslizaron hácia las Albuñuelas. Al amanecer del dia 12 de febrero ocuparon las tropas cristianas el fuerte, y el marqués, para desmentir la reputacion de blando con los vencidos, de que le motejaban en el ejército y en Granada, permitió fuesen degollados los viejos, las mugeres y los niños, que confiados en la clemencia del vencedor, habian permanecido en el fuerte. El Zamar, cargado con una hija suya de trece años, desmayada con el cansancio de la huida, fué alcanzado por la caballería cristiana que salió á perseguir á los fugitivos, se defendió heróicamente, pero herido en un muslo, fué preso, llevado á Granada, y condenado á morir atenaceado. El marqués repartió el botin entre los soldados, é hizo asolar el fuerte. La victoria de las Guájaras acabó de reducir la Alpujarra. Faltaba solo para completar su triunfo al marqués de Monde

jar apoderarse del rey de los moriscos Aben-Humeya y de su tio el Zagüer.

Supo por sus espías que se retiraban por la noche á Mecina en casa de Aben-Aboo, moro influyente que alli vivia con la salvaguardia del marqués. Mandó con seiscientos hombres al capitan don Gaspar Maldonado para sorprenderlos. A un soldado al estar cerca de la casa se le escapó el tiro de su arcabuz y dió la alarma. El Zagüer con otros moros se arrojaron por la ventana y ganaron la sierra. Aben-Humeya que se hallaba durmiendo, salta de la cama y encuentra la casa cercada de los cristianos. Trabajaban para derribar la puerta. Abrela de pronto Aben-Humeya, precipítanse en tropel adentro los soldados con grande oscuridad, y él queda escondido tras del umbral, escapando á la muerte por este ardid y su gran serenidad.

En tanto que el marqués de Mondejar batia á los rebeldes por la parte de Orgiba, el marqués de los Velez con sus capitanes penetró con las tropas que sacó de Murcia por la parte de Lorca, adelantándose hasta Oria, recorriendo la tierra de Filabres, y sentando el dia 13 de enero sus reales en la villa de Tabernas.

El movimiento del marqués de los Velez en un territorio en que no ejercia mando, fué una especie de desaire que se hizo por el rey á instigacion del presidente Deza, al prudente y esforzado capitan general de Granada. El marqués de los Velez conti

nuó sus operaciones recorriendo á Filix, Andaráx y Ohanes, batiendo en todas partes á los moriscos, llevándolo todo á sangre y fuego, repartiendo entre su indisciplinada hueste el botin, reemplazando con el incentivo de la ganancia los que despues de las batallas huian con los despojos y esclavas á gozar por aquellos cerros el fruto de sus rapiñas.

Las ventajas de los cristianos no bastaban á sofocar la rebelion. El trato inícuo que se daba á los que ha bian depuesto las armas bajo la buena fé de un salvoconducto, irritaba y exasperaba á los rebeldes. Hubo momentos en que en la córte alarmados de lo grave y prolongado de la lucha se pensó en que el mismo Felipe II marchase á Granada á ponerse al frente del ejército y con su presencia y autoridad redujese aquel reino, como antes lo habia hecho el rey don Fernando el Católico. Prevaleció la opinion del cardenal Espinosa y de los que creyeron que bastaba enviar á Granada á don Juan de Austria, hermano bastardo del rey Felipe II, que se presenta por primera vez en la escena política á los veintidos años de su edad, para que asistido de un consejo de guerra que se habia de formar en Granada, determinase todo lo relativo á la pacificacion de aquel reino, sin poder resolver nada de por sí sin consultarlo antes con el Consejo.

Este nombramiento lo hizo el rey el dia 17 de marzo. Apenas cundió entre las tropas que combatian en las Alpujarras la noticia de que iban á ser

mandados por un príncipe, cuando rompieron el freno de la disciplina militar, faltaron al respeto y consideracion á sus gefes, abandonándose en el pais teatro de la guerra á los mas bárbaros escesos. Saqueaban las aldeas, asesinaban á sus moradores, violaban las mugeres, y produjeron tal exasperacion, que muchos que hasta entonces no habian tomado parte en la lucha, empuñaron las armas y salieron al campo á vengar tantas afrentas. Recurrieron de nuevo à su rey Aben-Humeya, ofreciéndole esta vez no abandonarle y pelear hasta morir. Aben-Humeya aceptó sus ofertas y los animó con la esperanza de socorros del Gran Turco, que habia ido á solicitar su hermano Abdallad.

En Granada el dia 17 de marzo, se cometió un gran crímen que debia acrecer la indignacion de los moriscos, y proporcionarles nuevos y mas implacables partidarios. Existian detenidos en calidad de rehenes ciento diez moros de los mas ricos é influyentes, aunque inhábiles para la guerra, entre ellos don Antonio y don Francisco de Valor, padre y hermano de Aben-Humeya.

Hallábanse encerrados en la cárcel de la chancillería, y en el silencio de la noche, de improviso fueron acometidos por los mismos cristianos que los custodiaban, y aunque aquellos infelices en siete horas de desesperada defensa y agonía arrojaron sobre sus asesinos palos, ladrillos, muebles, cuanto hubieron á las manos, fueron todos inhumanamente

degollados, salvándose solo el padre y el hermano de Aben-Humeya, á quienes aquella noche se habia separado de las habitaciones destinadas á la matanza.

Exasperados con estos ultrages los moriscos mas dóciles y sumisos, corrian á las armas y peleaban hasta morir ó vengarse. Asi ocurrió en Valor, donde los mismos vecinos, tranquilos el dia antes, derrotaron á ochocientos hombres, la flor del ejército, acaudillados por los capitanes Alvaro de Flores y Antonio de Avila, y pasaron á cuchillo á estos dos gefes y á casi toda su tropa. En Turon mataron tambien al capitan de Adra, Diego de Gasca. Asi iban pereciendo miserablemente insignes capitanes, y á cambio de esto, los cristianos con implacable ódio. asesinaban sin compasion á los ancianos, las mugeres y los niños de los vencidos.

Aguardaban con ánsia todos la presencia de don Juan de Austria, creyendo ver en él el remedio de tantos desórdenes. Despidióse el príncipe del rey su hermano en Aranjuez, el 6 de abril de 1569, marchando á Granada acompañado de don Luis Quijada que le habia criado en su infancia, y á quien habia mirado como padre hasta el momento en que en Valladolid le reveló Felipe II, abrazándole como hermano, lo escelso de su nacimiento. Entró en Granada el 13 de abril por entre las filas de diez mil hombres, y con el ceremonial que habia arreglado el mismo Felipe II.

Alli en medio del triunfo se encontró con un es

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