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Don Juan de Austria, el comendador mayor, y el duque de Sesa entraron triunfantes en Granada. Licenciaron las tropas de las ciudades, y el 30 de noviembre salió para Madrid don Juan de Austria, dejando al duque de Arcos el cargo de concluir con algunas partidas de moriscos que vagaban por la serranía de Ronda y la Alpujarra, entre otras una de cuatrocientos hombres, que mandaba todavía Aben-Aboo. Puesta á precio su cabeza, y conjurados para su pérdida los parientes de Aben-Humeya, que tenian que vengar su alevosa muerte, lograron que dos de sus mas íntimos confidentes le asesinasen el dia 15 de marzo en una cueva entre Berchul y Mecina de Bombaron, dándole un golpe en la cabeza con la culata de un arcabúz.

¡Asi concluyó el último Omniada! Su matador rellenó el cadáver de sal, y entablillado para que pudiera sostenerse caballero en una mula, cubierto con sus mas ricos vestidos, entró en Granada y presentó el cadáver al duque de Arcos en el palacio de la chancillería. El cuerpo del ex-rey de la montaña fué arrastrado, descuartizado, y colocada su cabeza en una jaula de hierro, sobre la puerta del Rastro que da salida para las Alpujarras, con esta inscripcion: «Esta es la cabeza del traidor Aben-Aboo, nadie la quite bajo pena de muerte.»

El reino de Granada quedó despoblado, tuvieron que reclutarse en Galicia, Asturias, montañas de Leon y de Burgos colonos, y buscar ganados y ape

ros de labor, con objeto de distribuirlos á los nuevos moradores, pero estos no sirvieron para el objeto. Los moriscos se habian llevado consigo el secreto de su industria; el pais quedó arruinado para mucho tiempo por la devastacion de los soldados. Los nuevos colonos, á quienes se les dieron las tierras bajo un reducido cánon, no encontraron medios para vivir. Los que consintieron en abandonar su antiguo pais, ó eran inhábiles para la labranza los unos, ó habian tenido los otros un género de vida licenciosa y poco apegada al trabajo. No cumplieron las condiciones bajo las cuales aceptaran las suertes ó porciones de territorio, y se fugaron ó se hicieron bandoleros. Apenas pudieron juntarse doce mil quinientas cuarenta y dos familias, con las cuales se poblaron doscientos setenta lugares, á que quedaron reducidos mas de cuatrocientos que habia en tiempo de los moros. El pais quedó empobrecido, despoblado, habituado á la inmoralidad, y aun hoy, despues de haber pasado mas de tres siglos, no se ha levantado todavía Granada de la postracion en que la dejó la espulsion de los moriscos.

X

GUERRA Y ESPULSION DE LOS MORISCOS DE VALENCIA.

Sube al trono Felipe III, á los 21 años de edad. Su inesperiencia, la debilidad de su carácter, no le hacen apropósito para contener la decadencia que en los últimos años de su padre comenzó á sentir la monarquía española; esta monarquía que había dado la ley y llenado de consternacion á todas las potencias de Europa. No heredó de su padre la ambicion, empero heredó el falso celo religioso y el fanatismo.

Don Francisco de Rojas Sandoval, marqués de Denia, caballerizo de Felipe III, cuando solo era príncipe de Asturias, conservó el ascendiente que tenía sobre él, y creado duque de Lerma y primer ministro, rigió á su arbitrio esta vasta monarquía. Hombre tan poco apto para el gobierno como el rey, fué el verdadero monarca de la España, y no trató

40 años. 2,000,000,000 100000000

de unir á esta los moriscos, cuando la batian en brecha tres reinos á la vez; Enrique IV de Francia, Isabel de Inglaterra y Mauricio de Nasau.

Con el tratado de Verwinks de 1578, el de Londres de 1604, y la tregua de doce años ajustada en abril de 1609, habia ido comprando con mas ó menos honra el duque de Lerma la paz con Francia, con Inglaterra y con las Provincias Unidas, guerras tan fatales para la prosperidad de España, particularmente la guerra de los Paises Bajos que duró cuarenta años, y que costó á España mas de dos mil millones de reales, la flor de sus ejercitos y que anonadó á su comercio, sus recursos y su poder marítimo, pero al terminar esta guerra iba á recibir otra herida mas phonda la prosperidad de la nacion española, por la ineptitud tambien y la codicia del primer ministro duque de Lerma.

Esclavo Felipe III de una supersticion y devocion poco ilustradas, aborrecía á los moriscos, á quienes su primer ministro el duque de Lerma, había ya tratado con dureza y prevencion cuando fué virey de Valencia en tiempo de su padre. Infestadas las costas valencianas por los piratas berberiscos, acusaban de mantener correspondencia secreta con ellos, y escitarlos y animarlos en sus espediciones, á los moriscos españoles, especialmente á los de las costas valencianas donde solian aproximarse aquellos piratas. Como conspiradores contra la seguridad del estado se les pintaba especialmente por el clero. Ya en el

mismo año en que Felipe III fué á Valencia á celebrar su matrimonio con Margarita de Austria, hija del archiduque Carlos y de María de Baviera, trató el rey de que los obispos con pastoral solicitud, se consagrasen á mejorar la condicion de los moriscos, y procurando la publicacion de un edicto de gracia, concediendo perdon general á cuantos abjuraren de sus errores y pidiesen la absolucion de sus pecados.

El 22 de junio del año de 1599, anunció el inquisidor general á todos los moriscos del reino, que el papa todavía les había concedido un edicto de gracia por el término de un año. El arzobispo de Valencia y los sufragáneos nombraron misioneros estraños á la Inquisicion, á los que se encomendó el cargo de publicar el edicto de gracia y el jubileo secular en su diocesi. El arzobispo don Juan de Rivera, encargó á los que mandaba á anunciar las palabras de benignidad del pontífice á los moriscos, que hiciesen saber á sus señores que aquel era el último plazo, y que si no correspondian cual era debido, el rey adoptaría otros medios para vencer su obstinacion.

En vano se empeñó el venerable arzobispo, en vano predicaron los misioneros, en vano los inquisidores se apoderaron de los moriscos reputados por alfaquíes, y los sumieron en las cárceles queriendo catequizarlos de este modo. En su celo el piadoso patriarca consagraba sus rentas á aumentar los recursos del colegio de los moriscos, y gastó cuarenta

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