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mit libras en fundar otro para las mugeres. En su impaciencia religiosa no aguardó á que germinasen las semillas del bien, y en el mismo año en que hacia aquella fundacion, casi en el mismo mes, se decidió á reclamar la espulsion.

En 1602, elevó un memorial al rey reclamando la espulsion de la raza conversa. En él manifestaba el arzobispo que todos los moriscos eran apóstatas, pertinaces é incorregibles; que se correspondian los unos con los otros, y todos con los moros de Argel, los corsarios berberiscos y los turcos; que los obispos al permitir bautizarse sus hijos, tenian el dolor de pensar que se tornarían apóstatas; que todos los dias profanaban los sacramentos, perturbaban el culto de los cristianos viejos, desapareciendo del reino una cantidad de personas cristianas, imaginándose que estas eran asesinadas, y que las mugeres y los niños eran robados por los corsarios para aumentar el número de infieles en Africa; que las conspiraciones eran continuas, y se hallaba próxima España á su ruina como en los tiempos del rey don Rodrigo, habiendo sido los descalabros sufridos en el reinado anterior, como la pérdida de la armada invencible, y el mal éxito de la empresa de Argel, lecciones con que Dios avisaba á los reyes de España que debian emplear sus fuerzas, no fuera, sino dentro de ella, donde se hallaban sus mayores enemigos.

El rey y el duque de Lerma y su confesor fray Gaspar de Córdoba, contestaron al prelado elogiando

su celo por la religion, empero no tomaron disposicion alguna.

Una vez orillada la cuestion religiosa, importaba poco á Felipe III la cuestion política. En su indolencia dejaba el gobierno completamente abandonado en las manos del duque de Lerma, y éste se hallaba ocupado en los negocios de comprar tregua y descanso para la España, que estaba en guerra á la vez con tres poderosas naciones.

No le alarmaba por otra parte el temor de una rebelion de los moriscos, hecho con que amenazaba el arzobispo Rivera, porque la proporcion de los cristianos con los moriscos era bastante á tranquilizarle. En el censo de 1599, habia mostrado el reino de Valencia tener veinte y ocho mil setenta y una familias moriscas, por setenta y tres mil setecientas veinte y una cristianas.

Sin embargo, el infatigable arzobispo dirigió una segunda memoria mas fuerte todavía que la primera, volviendo á ponderar al rey la obligacion en que se hallaba de esterminar á los infieles, haciéndole ver las consecuencias de la conducta de Cárlos V y de Felipe II, que en vano habian intentado convertir á hombres á quienes debieron esterminar ó espulsar como único medio para limpiar el reino de su perversa raza. La idea de esterminio y matanza de un millon de hombres horrorizaba al prelado; mas persuadido de la necesidad de deshacerse del pueblo morisco, proponia la espulsion como término medio,

indicando que comenzase por Castilla y Andalucía; que se vendieran los hombres, y los jóvenes se destinasen á los talleres ó al trabajo de las minas, conservando á los niños menores de siete años; que en Aragon y en el reino de Valencia se hiciese desaparecer la poblacion con medidas análogas, empero gradualmente, porque los moriscos de aquellos paises vivian aislados, no ponian en peligro la fé de los cristianos viejos, y eran enteramente los dueños de la agricultura, como de toda especie de industria y de arte, y arrojándolos á la vez habria esposicion de que sobreviniese una grande carestía, la miseria, y el hambre, por la desaparicion súbita del comercio y de los objetos de primera necesidad, en tanto que los moriscos de Castilla diseminados por las provincias, confundidos con los cristianos, hablando el castellano, teniendo una grande inteligencia, eran enemigos mas temibles para la fé y el estado, al paso que los otros eran útiles al cultivo de las tierras, y esplotacion de las fábricas.

La laboriosidad y la economía de los moriscos la presentaba el arzobispo como un grave cargo. La sobriedad, la frugalidad en su trato, el ningun lujo que tenian en sus casas y en y en los vestidos, y el afan con que á pesar de los impuestos que pagaban iban allegando el dinero y proporcionándose una situación mas ventajosa que la de muchos cris tianos viejos, la rapidez con que se multiplicaban por no admitir entre ellos el celibato y casarse muy jóve

nes, el no contribuir al servicio de las armas, de que estaban eximidos, sin perder gente en las costosas guerras que entonces mantenia la España, y el no emigrar en busca de riquezas al Nuevo Mundo, todo esto habia aumentado prodigiosamente su poblacion.

La poblacion morisca del reino de Valencia iba en efecto ascendiendo en tan prodigiosa proporcion que á principios del siglo XVII, á peticion de las córtes del reino se suspendió la formacion de los censos para no revelar á los moriscos la fuerza que tenian.

No solo la intolerancia del clero culpaba á los moriscos de lo que eran escelentes cualidades y virtudes que debian haber procurado infundir en los cristianos viejos, sino que uno de los ingenios mas grandes de su siglo, el célebre Miguel de Cervantes Saavedra, en su coloquio de los perros de Maudes, con su tono festivo, al describir á los moriscos los pinta de esta manera:

«Todo su intento es acuñar y guardar dinero acu»ñado, y para conseguirlo trabajan y no comen: >> entrando el real en su poder, como no sea sencillo >>le condenan á cárcel perpétua y á oscuridad eterna; >> de modo que ganando siempre, llegan y amontonan »>la mayor cantidad de dinero que hay en España; >>ellos son su lepra, su polilla, sus picazas y sus co» madrejas: todo lo allegan, todo lo esconden y todo >> lo tragan: considérese que ellos son muchos, y que >>cada dia ganan y esconden poco ó mucho, y que >> una calentura lenta acaba la vida como la de un ta

>>bardillo, y cómo van creciendo, se van aumentan>>do los escondedores, que crecen y han de crecer >>>infinito como la esperiencia lo muestra; entre ellos >>no hay castidad, ni entran en religion ni ellos ni >> ellas; todos se casan, todos multiplican, porque el vi>> vir sóbriamente aumenta las causas de la genera>>>cion; ni los consume la guerra, ni ejercicio que de>>masiadamente los trabaje, róbannos á pie quedo, y >>con los frutos de nuestras heredades, que nos re>>venden, se hacen ricos; no tienen criados porque >>todos lo son de sí mismos; no gastan con sus hijos >>en los estudios, por que su ciencia no es otra que >> la de robarnos.» ¡Véase como el inmortal autor del Quijote se dejaba dominar de las vulgares preocupaciones de su época!

Al apasionado memorial del arzobispo Rivera contestaron los nobles y señores valencianos interesados en la conservacion de los moriscos que tanta utilidad les prestaban, y que con las crecidas rentas que como colonos de las tierras les pagaban sostenian su opulencia. Negaron las conjuraciones de los moriscos, que suponian inventadas por los frailes; exigieron pruebas jurídicas de sus acusaciones, y acusaron á su vez al clero de descuidar la instruccion de los moriscos, y de la odiosa invencion de establecer diferencias entre los cristianos viejos y los cristia

nos nuevos.

Una y otra memoria fueron presentadas á las córtes en 1604; pero ni las córtes ni el rey toma

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