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vierten por derecho propio en señores del terreno conquistado, y la esperanza de estas adquisiciones inflama la ambicion de los nobles, y especialmente de los que moraban en las fronteras de los estados árabes. Creáronse las órdenes de Santiago, Calatrava y Alcántara, que fueron terror de la morisma, un grande elemento para la reconquista, y cuyos gefes, los grandes maestres, tan importante papel hicieron en las revueltas y discordias civiles de los siglos XIV y XV.

Alfonso VII tiene la imprudencia de dividir sus estados entre sus hijos, y las coronas de Leon y de Castilla quedan separadas, hasta que en Fernando III se reunen para siempre estas dos ramas de la monarquía goda. La guerra contra los árabes recibe un nuevo impulso, y Fernando el Santo clava la cruz de Cristo sobre los minaretes de la mezquita de Córdoba y en los muros de Sevilla.

Jaime I de Aragon, el Conquistador, somete al mismo tiempo á Valencia, Murcia y las islas Baleares.

Difícil era pensar á mediados del siglo XIII y despues de las brillantes conquistas de Fernando III y Jaime I de Aragon, que debian trascurrir aun doscientos cincuenta años antes de someter el reino de Granada y de libertar enteramente la patria del yugo musulman!....

No se podia suponer que la ambicion, el celo religioso, el ódio nacional debiesen pararse en una

carrera que no ofrecia mas que obstáculos, en la apariencia tan fáciles de vencer. Al contrario, los esfuerzos de los españoles comienzan á debilitarse y á ser mas raras sus conquistas. Una de las causas que contra toda esperanza prolongaron esta memorable lucha fué la inmensa ventaja que encontraron los moros en su retirada. Su poblacion, derramada antes sobre toda la superficie de la España, se halló entonces condensada en un solo punto, y ocupando el menor espacio posible. Habian estado confundidos en las provincias del Norte y del centro con los cristianos mozárabes, que vasallos y tributarios suyos, aunque tratados con benignidad, no dejaban por eso de ser sus naturales é irreconciliables enemigos. Cuando Toledo y Zaragoza cayeron en poder de un príncipe cristiano, estaban llenas estas ciudades de esos degenerados cristianos que á consecuencia de un largo trato con sus dominadores habian introducido, segun dice Mariana, el dialecto de la Arabia en la lengua castellana.

En el siglo XII, exasperados los moros con los reveses que sufren sus armas, comenzaron á perseguir á sus súbditos cristianos, cuyo secreto ódio sospechaban, y los forzaron á huir ó á abjurar de su religion.

Cuando Fernando III se precipitó sobre la Andalucía, y en dos victoriosas campañas ocupó á Baeza y sitió á Córdoba, tan célebre por la cultura de las ciencias de la Arabia, y por los nombres de Avicena

MORISCOS.

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y Averroes, como por los espléndidos trabajos de una dinastía opulenta y magnífica, ya el cristianismo habia casi enteramente desaparecido de las provincias meridionales. El hambre y el hierro hicieron capitular (16 de julio de 1236), á Córdoba, la gran ciudad que ciento veinte y dos años habia sido la capital de los califas. El culto de la cruz se celebró en su magnífica mezquita solemnemente purificada, y el rey de Castilla y de Leon descansó en el suntuoso palacio que Abderraman habia construido tres siglos antes. Grande fué el dolor de los musulmanes al saber la pérdida de Córdoba. Dos insurrecciones estallan casi al mismo tiempo contra los africanos, la una en Valencia, de que aprovechán. dose hábilmente Jaime I de Aragon, llamado el Conquistador, se apodera de aquel reino y las Baleares, y la otra en Granada, donde destronado Abou-Said busca en el campo cristiano un asilo y seguridad para su amenazada existencia. Abandonó el destronado monarca al implorar la generosidad de Fernando el reino de Jaen, y ofreció seguir al rey cristiano con la mitad de la renta de sus estados y sus tropas todas, para auxiliarle en sus ulteriores empresas. Fernando restableció á Abou-Said sobre el trono de Granada.

La cruz de Cristo y las lunas africanas marchan juntas por primera vez, y se presentan delante de Sevilla. Los moros de Sevilla vieron con indignacion el estandarte de Cristo y el de Mahoma desplegados

en un mismo campo para someterlos. Diez y seis meses duró el sitio. La ciudad fué tomada por asalto el 21 de diciembre de 1248.

Cuando Zaragoza y otras ciudades habian caido en poder de los españoles, se habia permitido á los moros continuar habitando en ellas, como habitaban antes los cristianos en la condicion de súbditos, no de esclavos; empero despues de la toma de Sevilla fueron todos arrojados de ella á las posesiones que aun conservaban ó al Africa, y se invitó á que nuevos habitantes de todas las partes de España viniesen á fijar alli su residencia.

Las ciudades fuertes de Andalucía, como Gibraltar, Algeciras y Tarifa, opusieron á los príncipes cristianos una resistencia que no habian encontrado en Castilla. Exigian penosos sitios, eran algunas veces reconquistadas por el enemigo, y espuestas siempre á sus ataques. Lo que constituia la gran fuerza de los mahometanos de España, eran la alianza y los socorros de sus hermanos de Ultramar. Acostumbrados hoy á asociar la idea de piratas al nombre de los moros de Africa, no concibe fácilmente nuestra imaginacion aquellas poderosas dinastías, aquellos belicosos caudillos, aquellos numerosos ejércitos que durante ocho siglos ilustraron los anales de esta nacion. Jamás invocaron en vano su asistencia los árabes de España, empero al reclamarla temian los efectos de su ambicion.

Probablemente debieron los reyes de Granada la

ventaja de mantenerse por tanto tiempo en su reino. á la indolencia que insensiblemente se apoderó de sus enemigos, y que constituye uno de los rasgos distintivos del carácter español. La cesion del reino de Murcia hecha á la corona de Castilla, privaba á Aragon de toda posibilidad de estender las conquistas que habian ilustrado á sus primeros soberanos, y sus sucesores igualmente emprendedores llevaron sus ambiciosas miras allende los límites de la Península. El castellano, sufrido é incontrastable en los reveses, vió disminuir su energía á medida que sintió menos la presion de la adversidad. Despues de haber libertado con sus armas la mayor parte de su pais, quiso mejor dejar á sus enemigos señores de una sola provincia, que esponerse á la fatiga de completar su triunfo.

Si no se hubiera visto en épocas anteriores que el espíritu de revueltas civiles y de insubordinacion no habia sido un obstáculo para el engrandecimiento de la monarquía castellana, podríamos atribuir la falta de brillantes conquistas contra los moros á la perturbacion que agitó á la nacion por mas de un siglo despues de la muerte de Fernando III, en quien la España admiró un héroe, el trono un gran rey, y la Iglesia un santo.

A Fernando el Santo sucede Alfonso X, llamado el Sábio, por los progresos que hizo en las ciencias, sobre todo en la astronomía. Los errores de la administracion, los males que no supo prevenir hicieron

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