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los en libertad en pais estrangero para que pudiesen venir á causar los males que originaron en España.

Los moriscos arrojados de España, su patria, se dispersaron en gran parte sobre las costas de Africa. Las familias mas importantes se refugiaron en Marruecos, donde encontraron correligionarios, dispuestos á secundar sus deseos de venganza, animados ya, como se hallaban antes, de un odio eterno contra el nombre cristiano. Alli fundaron ciudades, entre otras Tetuan.

Una familia llamada Paez, tomó un terreno á las márgenes del rio Guad-el-Jelú, empero temiendo el furor de las kábilas, que los miraban con rencor como estrangeros, aunque profesaban su propia religion, construyeron sus moradas en las vertientes de un cerro, cuya posicion les ofrecia ventajas para su defensa. Poco á poco fueron alzando alli casas, que llegaron á formar una ciudad. Esta ciudad es Tetuan, ó como la llaman los moros Cotaquen, la ciudad sagrada de los muslimes.

La llegada de los nuevos emigrados que tan mal habian sido tratados en España, atizó los sentimientos hostiles que reinaban en el corazon de los árabes, de los rifeños, de los bereberes, que forman la parte mas notable de la poblacion marroquí, y durante una larga série de años, el imperio de Marruecos estuvo en abierta guerra, ora con el Portugal ó la España, ora con cualquiera otra potencia de la cristiandad.

Esta incesante guerra ofreció períodos diversos; unas veces las armas españolas triunfaban con su valor, otras veces al contrario, los bárbaros á favor de audaces maquinaciones, arrancaban al vencedor lo que con valor les habia conquistado.

De esta larga lucha resultó apoderarse la España de algunas posesiones en la costa de Africa. Alli posee aun la España, en aquella costa inhospitalaria á Melilla, el Peñon de Velez, Alhucemas y Ceuta, situada enfrente de Gibraltar, y que, como ésta, domina la entrada del Estrecho.

Un artículo del tratado de Lisboa en 1668, cedió Ceuta á la España. Objeto constantemente esta plaza de los ataques de los marroquíes, sufrió, cosa inaudita en la historia, un sitio de 26 años, desde el tiempo de Cárlos II, hasta que Felipe V hizo en 1720 que levantase este largo sitio, un ejército de diez y seis mil hombres, al mando del marqués de Lede.

En 1732, el mismo Felipe V tuvo que mandar otro ejército á las órdenes del conde de Montemar para salvar á Ceuta, que el emperador de Marruecos, instigado por el famoso aventurero, el duque de Riperdá, intentaba arrancar á la corona de España.

En tiempo de Cárlos III, en 1774, tambien los marroquíes atacan á la vez las plazas de Melilla, Alhucemas, el Peñon y Ceuta. Cárlos III les declara la guerra. Nuestras tropas les obligan en 1775 á im

plorar la paz y dar nuevas seguridades para lo fu

turo.

Herederos del terreno donde en otro tiempo se alzó la famosa Cartago, son tambien herederos de la fé púnica proverbial en Roma. Infieles á sus promesas, siempre vencidos, vuelven al cabo de algun tiempo con mas ardor al insulto. No tienen el menor escrúpulo en violar los mas sagrados juramentos, los tratados mas solemnes. Todos los reyes de España han tenido que ejercer terribles represalias sobre estas poblacioues pérfidas, y el estado de la guerra puede decirse que jamás ha cesado por completo entre España y sus bárbaros vecinos.

La situacion de Ceuta y de Melilla es un estado de bloqueo perpétuo, interrumpido apenas por algunos períodos de paz sin cesar violada; y si durante largo tiempo ha esperado la España hacerlo cesar con negociaciones, los recientes insultos inferidos por los bárbaros á la España han venido á demostrar lo contrario.

Una gloriosa campaña de cinco meses, llevada de victoria en victoria por el general don Leopoldo O'Donnel, y en que se ha plantado el estandarte español, insultado en Ceuta, sobre la ciudad sagrada de los muslimes, Tetuan, ha demostrado al mundo en el año de 1860, que aun tenian los españoles la energía y el valor que en aquellas mismas regiones habian mostrado sus padres, en los brillantes tiempos de la monarquía de Felipe V. y de Cárlos III. Los mo

MORISCOS.

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ros han hecho la paz, cediendo una parte de su territorio cerca de Ceuta y sobre la costa del Occéano, pagando una crecida indemnizacion de guerra (cuatrocientos millones) quedando la ciudad sagrada de Tetuan en poder de la España hasta su completa satisfaccion.

No entra en nuestro propósito referir estos grandes hechos de nuestras armas, esta bella página de la historia de nuestro siglo, la hemos citado únicamente, al hablar del estado de hostilidad permanente de los árabes, á quienes ha sido siempre necesario escarmentar con la fuerza, y que hace doscientos cincuenta y dos años recibieron un poderoso refuerzo con la espulsion de los moriscos, que fué un gran mal para la nacion española, considerada económica y políticamente.

Solo bajo el aspecto religioso produjo un bien. El de la unidad religiosa, la identidad de creencias en todos sus habitantes. Compró España esta unidad religiosa á costa de su prosperidad interior, espulsando primero á los judíos, despues á los moriscos, y á costa de su engrandecimiento esterior, perdiendo las ricas y hermosas provincias de Flandes, despues de sepultar alli sus tesoros y sus ejércitos, por sostener la pureza de su religion.

¡Y á la nacion española que tan caro ha comprado su unidad religiosa, que todo lo ha sacrificado á ella, hasta un millon de sus habitantes, hay todavía quien la propone en este siglo, que renuncie á

ella, no á cambio de la posesion de un reino como el de los Paises Bajos, ó la conservacion de un millon de habitantes con su floreciente industria y riqueza, sino á trueque de estériles palabrerías!!!

FIN.

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