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Debatióse en el consejo de la reina este proyecto, cuya sola enunciacion era un insulto á la lealtad de aquella católica princesa, y el célebre dominico fray Tomás de Torquemada, primer inquisidor general, y que tambien habia sido confesor de Isabel, se mostró en él el defensor inesperado de la libertad de cultos. Torquemada sabia por el ejercicio de sus terribles funciones que toda conversion impuesta por mundanales motivos, solo sirve para hacer apóstatas, y perpetuar con las generaciones la hipocresía sacrílega de los padres.

Los Reyes Católicos, que habian agotado en la larga guerra de diez años contra Granada los recursos todos de la España, se determinaron á no romper del todo y de pronto las capitulaciones, sabiendo

que la primera violacion de los tratados engendra otras, y que asi la capitulacion de Granada se iria con el tiempo rasgando artículo por artículo, y que para ejecutar inmediatamente aquel proyecto á que se inclinaba mucho el ánimo fervoroso de la reina Isabel, se hubieran necesitado mas hombres y dinero que para la conquista de Granada. Organizados, armados todavía se hallaban los moros en las Alpujarras, con su rey Boabdil, que podia volver á ponerse á su cabeza, y que al verse atacados en el sagrado de la conciencia se hallarian mas firmes que en los tiempos en que el amor á la patria y el temor á la servidumbre no les habian impedido destrozarse entre sí.

Para acallar las exigencias de los prelados, para contentar en algo la impaciente intolerancia de algunos magnates, y halagar el fanatismo de las masas, tal vez para hacer un ensayo, se dió el 30 de marzo de aquel mismo año de 1492 en Granada un edicto que mandaba á los judíos que saliesen de España en el término de tres meses, bajo pena de muerte y de confiscacion de bienes, con prohibicion espresa de que se llevasen el oro y la plata. Ciento setenta mil familias que componian la poblacion de ochocientas mil almas, vendieron apresuradamente sus bienes y huyeron á Portugal, á Italia, á Africa y hasta Levante. Entonces se vió dar una casa por un caballo, una viña y un olivar por un pedazo de tela ó de paño.

Esta espulsion fué el primer golpe terrible que llevó la poblacion y la industria de España.

Los reyes creyeron sin faltar á las capitulaciones de Granada erigir en aquella ciudad un arzobispado para los nuevos habitantes cristianos del territorio conquistado y para la conversion de los moros, dando la reina Isabel aquella silla á su confesor fray Hernando de Talavera, obispo de Avila. Granada habia tenido antes de la invasion de los moros una silla episcopal. Los Reyes Católicos encontraron en su restablecimiento un medio político de unir los moros al resto de la España por la religion cristiana. Rehusaron obligar á los moros por la violencia á hacerse cristianos, respetaron sus

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usos, y hasta les dejaron vestirse de seda cuando á los súbditos de Isabel, para combatir el lujo que dominaba en aquella época, se les prohibia usar de aquella clase de vestidos. El establecimiento de un obispado católico fué en Granada el establecimiento de una mision pacífica.

Fernando é Isabel tuvieron que marchar á Cataluña, donde les llamaban negocios políticos interesantes con la Francia, y dejaron la noble mision de conservar su conquista á don Iñigo Lopez de Mendoza, segundo conde de Tendilla, que se habia mostrado protector decidido de los moros como capitan general; al nuevo arzobispo fray Hernando de Talavera, y para la estricta observancia é interpretacion de las capitulaciones á Fernando de Zafra, su secretario.

Nacido en humilde condicion en Talavera el fraile Gerónimo Hernando, habia llegado por su virtud y por su sabiduría á ser confesor de los Reyes Católicos y obispo de Avila. Unido con el conde de Tendilla formaba con este noble caballero, segun la espresion de un cronista de aquella época, un alma en dos cuerpos. Como cristiano y como obispo miraba al bien espiritual de las paises nuevamente conquistados. La conversion de los moros era todo su anhelo, el objeto supremo de sus deseos. Aunque de edad avanzada aprende él mismo el árabe, recomienda al clero su estudio, hace traducir á este idioma el Nuevo Testamento, la liturgia y el Catecismo,

para que sirvan de base á la instruccion que quiere dar á los moros. Distribuye entre ellos sus rentas, y la pureza de sus costumbres: su angelical dulzura atrae poco á poco á Jesucristo el pueblo conquistado. El número de los nuevos cristianos crecia de dia en dia, y nadie era mas amado en Granada que el gran Alfaquí de los cristianos, como llamaban los moros á Talavera.

Apoyaban los reyes esta mision con las ventajas que concedian á los convertidos. Siete años pasaron tranquilos y felices para los moros de Granada, en que los tres nobles varones Tendilla, Talavera y Zafra que allí habian dejado los Reyes Católicos, cimen taban la paz entre dos pueblos rivales que siempre se habian odiado, y que comenzaban ya á deponer sus antiguos odios.

Al salir de las Córtes de Ocaña los Reyes Católicos fueron á Granada en setiembre de 1499 para ver con sus propios ojos aquel pueblo que siete años antes habian sometido. Llevaron consigo al arzobispo de Toledo, el célebre fray Francisco Jimenez de Cisneros, á quien la reina Isabel habia confiado la direccion de su conciencia al separarse en Granada de su santo confesor fray Hernando de Talavera.

Cisneros era uno de esos caractéres estraordinarios que raras veces se presentan en la escena del mundo. Hijo del pueblo se consagra á la carrera eclesiástica, prefiere á los altos empleos á que puede aspirar, la oscuridad de un cláustro y toma el hu

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milde hábito de Francisco de Asís. La austeridad de sus costumbres y su talento llaman la atencion de Isabel, que sabia distinguir todo lo grande, y lo elige para confesor. En vano se resiste, cede, pero conserva en medio de la córte la dureza de su carácter, la severa austeridad de religioso. Nombrado arzobispo de Toledo, la dignidad mas alta de la Iglesia entonces despues del pontificado, la recibe despues de rehusarla, porque el papa le compele á ello. Mientras mas trata de aislarse, mas estudia los intereses y las miras humanas, y domina con su talento las pasiones de los hombres sin tomar sus costumbres. Ministro de Isabel y de Fernando, desplega aunque con dureza en el gobierno talentos superiores en la administracion, fidelidad incorruptible, desinterés y españolismo puro.

Al marchar los Reyes Católicos para Sevilla, en noviembre del mismo año de 1499 dejaron en Granada á Cisneros para que ayudase al piadoso Talavera en la santa mision de convertir á los moros, recomendando á los dos prelados la continuacion de su sistema de mansedumbre adoptado por Talavera. Antes Jimenez de Cisneros habia hecho dar la ley de 31 de octubre de 1499, ley cuya moderacion ha sido elogiada por todos y en la que se prohibia á un moro desheredar á su hijo por haberse convertido al catolicismo señalando dotes á costa del Estado y de los bienes procedentes de la conquista de Granada á las doncellas moras que se convirtiesen á la fé de

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