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deraron de las plazas fronterizas, y segun su antigua usanza hicieron correrías y devastaciones en las comarcas habitadas por los cristianos, sin pensar que ese era precisamente el medio de atraer sobre sí la calamidad que deseaban evitar.

Fernando é Isabel trataron de prevenir el alzamiento por medio de la siguiente carta que les dirigieron desde Sevilla:

«Don Fernando é doña Isabel, etc. A vos Alí Dordux, Cadí mayor de los moros de la Jarquia é Garbia, é á vos, cadix, alguaciles, viejos é buenos hombres, moros, nuestros vasallos de los villas é logares de la dicha Jarquia é Garbia del obispado de Málaga é serranía de Ronda, é cada uno de vos, salud é gracia. Sepades, que nos es fecha relacion que algunos vos han dicho que nuestra voluntad era de vos mandar tornar, é haceros por fuerza cristianos: é porque nuestra voluntad nunca fué, ha sido, ni es que ningun moro tornen cristiano por fuerza, por la presente vos aseguramos é prometemos por nuestra fé é palabra real, que no habemos de consentir ni dar logar á que ningun moro por fuerza torne cristiano: é nos queremos que los moros nuestros vasallos sean asegurados é mantenidos en toda justicia como vasallos é servidores nuestros. Dada en la ciudad de Sevilla á veintisiete dias del mes de enero de 1500 años.-YO EL REY.-YO LA REINA.-Yo Fernando de Zafra, secretario.

Una costosa esperiencia habia hecho aprender á

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os moros lo que valian las palabras de los reyes. No depusieron las armas, y el conde de Tendilla, de acuerdo con el Gran capitan Gonzalo de Córdoba que se hallaba en Granada, salió á combatir á los rebeldes, á quienes arrancó la fortaleza de Güejar, siendo el primero Gonzalo de Córdoba, que escaló el muro. El pueblo fué entrado á saco, y dos mil trescientos esclavos fueron llevados en triunfo á Granada con los sangrientos despojos de los rebeldes. A pesar de este escarmiento para aterrar á los alpujarreños, continuó la sublevacion, y el mismo rey Fernando el Católico con un poderoso ejército, tuvo que entrar en las Alpujarras tomándoles la orgullosa Lanjaron, plaza casi inespugnable, mientras los generales se apoderaban sucesivamente de otras plazas, imponiendo á los rebeldes terribles castigos.

Asustados y desanimados los habitantes de otras partes de las Alpujarras, se rindieron sucesivamente en el trascurso del año 1500, y fueron tratados con dulzura por el Rey Católico. Tuvieron, sin embargo, que entregar sus armas y sus plazas fuertes y pagar bajo el nombre de farda una enorme contribucion de guerra. Se confiscaron á favor de las iglesias las rentas y propiedades de las mezquitas y se sometió á los moros á las mismas contribuciones que pagaban los castellanos y de que se hallaban exentos por la capitulacion de Granada. Se les obligó á recibir misioneros cristianos, empero á ninguno se forzó á recibir el bautismo, por respeto sin duda á la carta real que

pocos meses antes habian escrito los Reyes Católicos. La sabiduría de estas medidas, llenas de moderacion, dice Prescott, fué cada dia mas evidente, no solo para la conversion de los montañeses aislados, sino para casi toda la poblacion de las grandes ciudades de Baza, Guadix y Almería.

En la division de autoridad que los Reyes Católicos habian hecho al principio de su reinado, Isabel se habia reservado la absoluta direccion de los negocios eclesiásticos, el derecho de nombrar los obispos, de que usaba con una firmeza contraria muchas veces á los deseos de su mismo esposo y aun del papa. Don Fernando no tenia medio de oponerse á los proyectos de la reina en lo concerniente á los intereses de la religion. No pudo ni impedir á la reina hacer enviar por el arzobispo de Sevilla misioneros á los moros de las Alpujarras ni intervenir en las instrucciones que se dieron á aquellos sacerdotes. De presumir es que estos misioneros estaban encargados de hablar otro lenguaje que el de la persuasion, porque fué asombroso el éxito que consiguió su predicacion entre aquellos hombres que acababan de tomar las armas por la defensa del Coran. La reina marchó á fines de julio á Granada á fin de activar con su presencia la obra de la conversion, y en los tres meses siguientes todos los habitantes de la Alpujarra, los de Guadix, Almería y Baza recibieron el bautismo.

El 20 de setiembre de aquel mismo año de 1500 se publicó una pragmática real que cambiaba la for

ma de gobierno de Granada y la constituia definitiva. mente bajo el mismo pie que las demas ciudades de España. En su consecuencia cesó el gobierno paternal de aquellos tres distinguidos triunviros, Tendilla, Talavera y Zafra. Se constituyó un ayuntamiento y se trasladó á Granada la chancillería de CiudadReal. No bastaron estas providencias para impedir que estallase una nueva y mas terrible rebelion en otro punto de las montañas moriscas.

Los habitantes de la Sierra Bermeja, al Oeste de Granada, irritados de la defeccion de sus hermanos del Este, se vengaron en la sangre de los cristianos, y á despecho de las pacíficas protestas del gobierno, asesinaron á los misioneros, aterraron á los pueblos de la comarca con robos, cautiverios y muertes. El rey Fernando en persona marchó de nuevo contra los rebeldes, y despues de haberlos arrollado á su entrada en la serranía, fué destrozada en los desfiladeros de la montaña una gran parte de su ejército. Allí pereció heróicamente el hermano mayor del Gran Capitan, don Alonso de Aguilar, el 21 de marzo de 1501. Alli cayeron tambien otros muchos nobles, y hubo pocas grandes familias en Castilla que no se cubrieran de luto en aquel infausto dia!...

Los moros mismos se llenaron de espanto cuando pensaron en la venganza que iba á caer sobre ellos, y asustados de su propia victoria solicitaron la paz al presentarse el Rey Católico, á principios de abril, delante de Ronda.

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Aunque profundamente herido en sus sentimientos de nacionalidad española Fernando, en su prudencia vió la imposibilidad de reducirlos por la fuerza de las armas, y cortó la efusion de sangre permitiendo pasar á Africa á los que no quisiesen, recibiendo el bautismo, vivir entre los cristianos, suministrándoles buques para su transporte mediante veinte ducados por familia. Solo un corto número quiso emigrar, y Fernando fiel á su palabra real los hizo trasportar al Africa. Casi todos se declararon dispuestos á adoptar la religion cristiana, y en breve no se halló en todo el reino de Granada un solo moro que no hubiese recibido el bautismo, en tanto que los de las otras provincias de España continuaban profesando su antigua creencia.

Los descendientes de los antiguos moros convertidos al cristianismo, llevaron desde entonces el nombre de moriscos, y fueron objeto de compasion por el ri destino ulterior que les reservaba la suerte. No pode

mos negar, sin embargo, que mas de una vez atrajeron la calamidad sobre su cabeza, por continuar secretamente adheridos al islamismo y conspirar frecuentemente contra su pais.

El sistema de Cisneros habia triunfado completamente; los Reyes Católicos le dispensaban todo su favor, le aposentaron en su mismo palacio de la Alhambra, y reclamaron sus consejos en los negocios mas secretos y mas importantes.

Como existian todavía moros en Avila, Toro, Za

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