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fenicios fueron espulsados por los rudos iberos, á quienes puso las armas en la mano la perfidia de los cartagineses. Sucumbieron estos mas tarde al valor de las legiones romanas. Nada quedó de ellos en España, mas que la reminiscencia de las gloriosas hazañas de Annibal y de los Asdrúbales.

Apareció Roma, ciudad en un principio de pastores y de bandidos, sus belicosos hijos se prepararon á la conquista del universo, y avanzan paso á paso. La Italia primero, despues la Sicilia, la Cerdeña, la Córcega se le someten. La Macedonia, la Grecia y el Epiro sufren su yugo. La España y la Galia sucumben; y la Gran Bretaña, que semejanté á un bagel dormido sobre sus áncoras, podia contar con el mar para detener á los vencedores, ve las águilas romanas penetrar en su recinto.

Como un vasto coloso estiende Roma sus inmensos brazos, del Danubio al Atlas, y desde el Océano al Eufrates.

Europa, Asia, Africa, todo obedece la ley de Roma, cuando de las llanuras centrales del Asia se adelanta lentamente un pueblo bárbaro y feroz. Los Hunos, empujados por otros pueblos desconocidos, se precipitan á su vez sobre los Alanos, los Alanos sobre los Godos, los Godos sobre los Germanos, y este terrible huracan de pueblos bárbaros, arrojados los unos sobre los otros, viene á caer sobre Roma y sobre las provincias sujetas á su poder.

Roma, como se ve en sus leyes, reconoció los

fueros de las primitivas razas españolas, y cuando á fuerza de tiempo y perseverancia llevaba mas adelantada la obra de una cumplida reconciliacion, la entrada de los bárbaros vino á sepultar los vestigios de la civilizacion latina.

España, una de las mas hermosas provincias romanas, vió erigirse en señores y tiranos de su suelo á las tribus errantes que la invadieron. Vió á los alanos perecer por el hierro entre el Tajo y el Guadiana: á los vándalos terminar sus incursiones devastadoras en las playas de Africa: presenció la lucha con que los Silingos, que llegaron á dominar á Galicia, se esterminan entre sí con insaciable encono, y espian la barbárie con que habian afligido á los indígenas. Los godos fueron los únicos que lograron dominar con estabilidad la España, consolidando su poder, no tanto por la fuerza de las armas, como por el carácter de valedores y de amigos de los pueblos, abandonados á merced de aquellos bárbaros turbulentos y crueles.

Cerca de tres siglos vivió feliz y tranquila la Es paña bajo el cetro de los reyes visigodos, empero la fusion de estos pueblos no pudo realizarse sin vencer grandísimos obstáculos. Fermentaba contra los dominadores una antipatía peligrosa. A juzgar por algunas leyes del código visigodo, fué necesario autorizar y declarar honrosos los enlaces de las familias góticas con las de estirpe española. Comenzaban con esta nueva ley á estrecharse los vínculos de union, y

á estinguirse los rencores hereditarios, cuando una nueva raza vino á producir una revolucion inesperada y una lucha que no habia visto igual, y tal vez no volverá á ver el mundo.

En aquel tiempo Dios habia permitido que todo el Oriente recibiese la palabra de Mahoma, y doblase la cerviz bajo su espada, y los califas sus sucesores habian conquistado reinos é imperios.

El belicoso árabe atraviesa sobre su ligero corcel los abrasadores desiertos del Africa, viene á sentarse sobre la roca de Ceuta, y desde allí, midiendo con un golpe de envidiosa vista la distancia que le separa de la otra columna de Hércules, se apresta á hacer de la España su presa y su conquista. Tan rápido como el águila, la comarca que intenta invadir queda á su espalda. Los montes no ofrecen sino un débil obstáculo á su inmenso vuelo; salva las alturas, y se deja caer sobre Castilla.

El entusiasmo ardiente é irresistible que señaló los primeros dias de la religion musulmana, bastaria solo para esplicar la rapidez de la conquista, sin las facciones en que se hallaban divididos los godos, el resentimiento y traicion del conde don Julian, y la imprudente temeridad que comprometió en las márgenes del Guadalete, en una sola batalla, la suerte de todo un imperio.

El hermoso cielo de España, su sol menos abrasador, habia agradado á los infieles.

¡Con qué entusiasmo no bajaron sobre las deli

ciosas costas de la Andalucía! Allí no veian tristes y abrasadoras playas, sino hermosas sombras, y límpidas aguas. ¿Qué se hizo del viento de Africa que devora las plantas y los hombres? ¡Que sople todavía en el desierto, que agote el tibio manantial donde el viagero puede apenas aplacar su ardiente sed! En España por do quiera hallaban frescas y perfumadas brisas, por do quiera flores y frutos y hermosas ciudades, Sevilla y Toledo, Granada y Córdoba, Murcia y la encantadora Valencia!

Asi habian saludado los moros las playas españolas. La fama habia llevado á su pais la relacion de las estrañas maravillas que la España vendida por uno de sus hijos habia ostentado ante sus ojos. Entonces no hubo en toda la Mauritania un solo jóven que no saltase sobre su corcel, y blandiendo su cimitarra viniese á aumentar las numerosas bandadas de aventureros ardientes, intrépidos, que cual enjambres de abejas llegaban al campo de Tarik á fin de someter la España al califa y á las leyes del Coran.

Pelayo, unido por los vínculos de la sangre al rey don Rodrigo, á quien habia acompañado en la batalla del Guadalete habia combatido á su lado, y no pudiendo evitar á aquel príncipe su funesta suerte, emprendió salvar la España. Pelayo, ese soldado de brazo de hierro, marcha á los montes de Asturias y acepta entonces la corona de España, cual hubiera aceptado el martirio con una santa resignacion.

Con un puñado de valientes, sin mas refugio que

las profundas cavernas, y las inaccesibles rocas de Asturias, detiene el ímpetu victorioso de los árabes dueños de toda la España, y comienza una admirable resistencia, una lucha de ocho siglos que debia formar de los pueblos con tanto tiempo y sangre reconquistados un imperio mas grande y poderoso que el de los godos. Asi como Moisés no pudo entrar en la tierra prometida á su pueblo, asi el santo y valiente Pelayo no pudo realizar estos grandes designios de Dios.

Estaba reservado su cumplimiento á una muger fuerte, á una gran reina, á ISABEL LA CATÓLICA!!!

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