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contra los moros, y del pueblo contra los nobles, obligándose todo miembro de la germanía á llevar sus causas y procesos al tribunal arbitral de los trece síndicos, sin apelar á los fueros del reino. Uno de los síndicos nombrados fué Guillen Sorolla, tejedor de lana, que debia de ser el alma de la germanía, hombre violento, de valor á prueba, y que no carecia de cierta habilidad. Sucedia esto á últimos de diciembre de 1519.

Alarmados los nobles, enviaron ocho comisionados al rey, que se hallaba en Barcelona, donde acababa de prestar juramento como conde de Cataluña, despues de haber jurado en Zaragoza los fueros como rey de Aragon, para suplicarle que viniese lo mas pronto posible á jurar los fueros de Valencia en persona, segun lo exigia su constitucion, porque su presencia sería la única capaz de restablecer el úrden. Cárlos mandó que se congregáran las córtes de Valencia bajo la presidencia del cardenal Adriano, y que en ellas prestaria su juramento por medio de tres comisarios, no siéndole posible el ir personalmente á Valencia, por urgirle el ir á las córtes de Castilla en Santiago, y querer marchar inmediatamente á Alemania. Al mismo tiempo probibió á los agermanados presentarse armados y celebrar sus reuniones sin permiso del gobernador. La germanía mandó tambien sus representantes al rey, haciendo ver la necesidad que habian tenido de armarse para evitar una inminente invasion de los moros, y ponerse á

cubierto de las injusticias y tropelías de los nobles. Sorolla aprovechó hábilmente esta ocasion, para hacer entender al rey que estaban resueltos á sostener su voluntad de prestar por comisarios su juramento en las Córtes.

Esta hábil maniobra valió á la germanía un privilegio en forma, una carta real fechada en Fraga, en que el rey la reconocia como asociacion regular y la facultaba para pasar en cada año cuatro revistas generales. Inmenso fué el efecto de este privilegio, cuya copia comunicó Sorolla activamente á todas las ciudades y villas del reino.

El cardenal Adriano, el vice-canciller don Antonio Agustin y el regente de la chancillería de Aragon, llegaron á Valencia para prestar el juramento de sus fueros en nombre del rey. La nobleza reunida en Córtes rehusó de acuerdo con el brazo eclesiástico, recibir á los delegados. Dos veces persistieron en su negativa los estamentos, á pesar de dos órdenes reiteradas del rey. El cardenal Adriano puso entonces en accion la germanía. Los agermanados prepararon una revista para el domingo 29 de febrero de 1520, á la que invitaron á los delegados del rey, el car denal Adriano y el vice-canciller. Ocho mil agermanados desfilaron con su bandera desplegada, todos armados y gritando al pasar por frente de los régios comisarios ¡viva el rey! El cardenal los aplaudia saludando graciosamente á la bandera de los tejedores que le recordaba su antiguo orígen y oficio. Al dia si

guiente llevó su complacencia hasta recibir afable á una comision de los plebeyos que fueron á cumpli... mentarle. Las Córtes no se dejaron intimidar; no mostraron la debilidad y servil complacencia de que iban á dar un vergonzoso testimonio las Córtes de Castilla en la Coruña,

Los tres comisarios salieron de Valencia sin haber prestado en ellas el juramento á nombre del rey, y el cardenal Adriano marchó á Galicia á recibir de Cárlos el nombramiento de regente que debia ser ocasion de tantas revueltas.

A punto de embarcarse ya en la Coruña para Alemania, llegaron los comisionados de los nobles de Valencia y los enviados de la germanía con sus últimas súplicas al rey. Solicitaban los nobles un edicto para disolver la germanía: los agermanados aspiraban á tener en lo sucesivo las plazas de jurados ó regidores en el ayuntamiento de Valencia, para sí ó para los gremios á que pertenecian. El rey no decidió la cuestion; ofreció á los nobles nombrar un virey con plenos poderes, lo que hizo eligiendo á don Diego de Mendoza conde de Mélito, y dió al mismo tiempo á Juan Caro, representante de la germanía, una carta de recomendacion para el futuro virey de Valencia, á quien tres dias despues el mismo Cárlos dió por escrito opuestas instrucciones.

Conducta inconcebible en un monarca que en 7 de mayo recomendaba á los agermanados, y con fecha 10 del mismo mes reducia á la nulidad las pretensiones

que no se atrevió á negar franca y lealmente!!... Entró en Valencia el 9 de mayo el nuevo virey. Las Córtes le prestaron juramento el mismo dia, pero reservando sus derechos por una protesta. La audacia de los agermanados habia crecido hasta el punto de que al hacer su entrada pública en Valencia el virey y acompañado de toda la nobleza dirigirse por el camino mas corto á la catedral, Guillen de Sorolla rodeado de los Trece y de gran número de agermanados cogió las bridas de la mula que montaba el virey, y le dijo: «Los reyes y los príncipes no buscan atajos »en sus entradas solemnes.» El audaz plebeyo marcó la ruta que habia de seguir el representante de uno de los monarcas mas poderosos del mundo y aquella ruta se siguió. Sorolla reclamó del virey la entrada de dos jurados de la clase plebeya, fundado en la carta del rey. El virey queria negar su peticion; Sorolla amenazó con que habria dos jurados plebeyos, ó la sangre inundaria el pavimento de la Casa de la ciudad. El dia 26 de mayo se hizo la eleccion y resultaron nombrados los indicados por los Trece y sin un solo voto los propuestos á nombre del rey. El virey rehusó ratificar la eleccion, empero los nuevos jurados entraron en el ejercicio de sus funciones. En aquel mismo dia para celebrar su triunfo hizo la Junta de los trece un alarde de sus fuerzas pasando una gran revista y desfilando por delante del palacio del virey, sobre cuyas puertas dispararon insolentemente algunos arcabuzazos.

El éxito que iban obteniendo las pretensiones de los agermanados y la publicacion de la carta real de 7 de mayo, en que se anunciaba y recomendaba al virey la germanía, hizo que se levantaran en su favor casi todos los pueblos de Valencia. Játiva se alza, Murviedro sigue el movimiento, forma su junta y asalta su castillo donde se habian refugiado los nobles, pasándolos bárbaramente á cuchillo, sin respetar á sus inofensivas mugeres ni á los inocentes niños. La lucha quedó francamente déclarada entre el pueblo y la nobleza. Los nobles para atender á su propia defensa nombraron veinte representantes, que con omnímodo poder proveyesen á la seguridad de todos. Asi la fuerza popular de los Trece y la de los nobles se colocaron frente á frente.

El menor pretesto iba á hacer correr arroyos de sangre en la hermosa ciudad del Cid. Los agermanados lo buscaban y lo hallaron pronto. Iba á espiar en el patíbulo un criminal sus delitos por sentencia del tribunal y órden del virey. Sorolla y sus parciales lo arrebatan á la justicia á pretesto de que no ha sido condenado segun los fueros, y lo conduce á la catedral á pretesto de ser tonsurado. Ataca á la cabeza de tres mil agermanados el palacio del virey, resuelto á apoderarse de su persona. No logra su intento por la heróica resistencia que hace la guardia, y entonces se esconde y hace que sus amigos propalen la noticia de que el virey lo habia hecho asesinar secretamente. No conoció entonces límites el furor popular,

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