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cercaron el palacio y con frenéticos gritos amenazaban matar al virey y á cuantos nobles con él se hallaban si no parecia Sorolla. El obispo de Segorbe descubre el sitio donde se oculta, le busca, se arroja á sus pies que baña de lágrimas, y le conjura á que con su presencia evite las calamidades que van á caer sobre la ciudad. El feroz agermanado cede al llanto del anciano prelado, monta á la grupa de su mula, se presenta en el sitio del combate y el pueblo como por encanto depone las armas á los gritos de ¡Viva el rey! ¡Viva Sorolla!

Los tres dias que habia durado el tumulto, acobardaron de tal modo al virey conde de Mélito que, aprovechando el momento de la espansion popular por haber parecido Sorolla, huyó secretamente de Valencia (6 de junio) fué despues á Concentaina y de allí á Játiva, á cuyo castillo se retiró el 23 de julio, empero espulsado tambien por los plebeyos pidió un asilo al duque de Gandía que mantenia en órden su distrito.

Con la cobarde retirada del virey, quedó abandonada Valencia á los Trece, y los nobles y sus familias tuvieron que huir á buscar un asilo en los pocos puntos que no habian alzado el pendon de la germanía. Morella, así como en Castilla Simancas habia sido el único pueblo que se habia sostenido contra las comunidades, resistió los halagos, las persuasiones y hasta las armas de los agermanados. Habia jurado, y lo cumplió, permanecer fiel al rey, por lo que el rey

escribió á Morella desde Aquisgram dándole las gracias (en 22 de octubre de 1520).

Era tal la anarquía de Valencia y los crímenes que se cometian, que los mismos Trece comenzaron á ver que eran instrumentos de algunos malvados y que no eran bastantes á reprimir al pueblo, y trataron de entablar negociaciones con el virey. El conde de Mélito asustado de la situacion que habia creado su debilidad é impericia, no tenia la conciencia de su verdadero poder, temia comprometerse en todo y asi rechaza las escitaciones de los nobles para la resistencia, como los avances que para una avenencia le hacian los Trece.

Al fin llamó á la nobleza á Valdigua (17 de agosto.) Acude ésta, forma un ejército, y en vez de lanzarse con ella á campaña, envia á Alemania una diputacion al rey para pedirle instrucciones. Mientras se iba tan lejos á buscar un remedio urgente, pasóse el resto del año y los cuatro primeros meses del siguiente 1521. Los agermanados habian variado la administracion pública, repartidose los cargos y empleos, y habian establecido el reinado del terror.

Un secretario del rey viene al cabo de tanto tiempo á anunciar desde Alemania las órdenes severas del rey emperador. Tiene que huir á escape de Valencia el 29 de abril donde habia sido recibido á pedradas.

Despejábase la situacion; los agermanados se declaraban francamente enemigos del rey. La nobleza

iba á combatir por el trono, y al mismo tiempo por su seguridad. Los moros de Valencia dependian de los señores, y dejando la azada y el arado con que cultivaban las tierras, empuñaron la pica y el mosquete para defender á sus amos, y formando numerosos cuerpos, acudieron á oponerse á la devastacion que en pós de sí llevaban las improvisadas huestes de los artesanos, cardadores y pelaires de Valencia.

Llega al mas alto punto la exasperacion contra los moros; estalla en Valencia con violento tumulto á la vista de los dos cadáveres de dos agermanados que se encontraron ahogados en las acequias de Murviedro, y cuya muerte se les atribuye; ármase el pueblo, recorren los frailes las calles con un crucifijo en la mano, predicando la guerra santa contra los infieles, y se saca la bandera que se enarbolaba en las lides contra los musulmanes colocándola sobre la puerta de Serranos. Saquean el barrio de los moros y los Trece con seis mil sicarios se resuelven á tomar la ofensiva.

El carpintero Miguel Estelles marcha sobre Morella para hacerla entrar en la germanía; el terciopelero Vicente Peris se dirige á atacar el ejército de los nobles que el virey habia reunido en Valdigua. Los dos para justificar el título de Santa Germania proclaman que van á esterminar á los moros ó á hacer que reciban el bautismo.

Estelles intima en vano su sumision á Morella, es derrotado en su retirada por don Alonso de Aragon,

duque de Segorbe, cae prisionero y es descuartizado. Peris marcha sobre el ejército del virey: á su vista, éste tan poco militar como politico vacila, y se retira el 22 de julio á la fortaleza de Gandía. Al fin sale de ella el 25 y presenta la batalla. En medio de ella es abandonado por la artillería castellana que se pasa. al campo enemigo, y huye precipitadamente á Denia, y los nobles ó se retiran á sus castillos ó se internan en Castilla.

Gandía es ocupada por los agermanados; los moros pagaron muy caro el valor, la fidelidad que habian mostrado en la batalla: sus casas fueron saqueadas, incendiadas, violadas sus mugeres é hijas, y en medio de los escombros de sus casas y sobre los cadáveres calientes aun de sus familias, se arrodillaron para recibir el bautismo á cambio de la vida. Los agermanados ébrios de sangre hacian el oficio de sacerdotes pronunciando las palabras sacramentales rociándolos con escobas y ramas mojadas en el agua de las acequias.

Los agermanados se derramaron por todo el pais, saqueando y bautizando á las poblaciones moriscas, que no tenian mas delito que ser vasallos de sus enemigos. En algunas partes desplegaron una atrocidad sin ejemplo. Seiscientos moros se defendian en el castillo de Polop con heróica resistencia, y solo por el hambre capitularon con las tropas del feroz Peris, bajo las garantías de sus vidas y la conservacion de sus bagajes. Fiados en la capitulacion bajaron desarma

dos al llano donde recibieron por aspersion el sacramento del Bautismo. Terminada la ceremonia se arrojaron sobre ellos los agermanados cuando se preparaban á marcharse, diciendo, segun cuenta Escolano en sus Décadas de Valencia: «que jamás estarian mejor »preparados para morir, y que aquello era echar almas al »cielo y dineros en sus bolsas,» En un instante fueron asesinados los seiscientos moros.

Peris volvió á Valencia desde Polop dejando tras de sí el castillo de Orihuela cuando se hallaba ya próximo á rendirse á los plebeyos, falta que cometió por el temor de verse desobedecido de sus indisciplinadas huestes.

Mientras pasaba esto al otro lado del Júcar, el duque de Segorbe, cuyas fuerzas consistian principalmente en la infantería morisca, en número de cuatro mil hombres y en mil quinientos peones cristianos á lo mas, con una pequeña tropa de caballeros, saliendo de su campo de Almenara marchó al encuentro de los agermanados de Murviedro, mindados por el mesonero Juan Sison. Les presentó la batalla, que perdida en un principio por haber huido la caballería de los señores, fué ganada por la firme. za de la infantería mora, que dejó sembrado de cadáveres el terreno, y rechazó á Sison, que á pesar de haberse conducido cual hábil y valiente capitan, esperimentó la suerte de los gefes populares que no vencen, siendo acusado por los suyos de traicion y asesinado á su vuelta á Murviedro. Cara costó la vic

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