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ciones terribles que habian sufrido sus hermanos. Fué ahorcado en Játiva, el 18 de noviembre, y dos dias despues se rindió el castillo de aquella ciudad. Privada Alcira del apoyo de Játiva, imitó su ejemplo. Perecieron en el cadalso la mayor parte de los gefes de la germanía, habiendo costado mas de catorce mil víctimas esta temeraria rebelion á los artesanos y plebeyos de Valencia. La clase popular sucumbió en Castilla y en Valencia, y en ambos reinos quedó poderoso el trono, y prepotente la nobleza.

Los moros que con tanta lealtad habian servido el partido del rey, iban á ver renovar de un modo mas cruel, despues de terminada aquella sangrienta y porfiada guerra, las llagas que esperaban con fundamento cicatrizase el poder vencedor del monarca.

VIII.

PROSCRIPCION DEL ISLAMISMO EN VALENCIA.INSURRECCION. —TERMINA LA GUERRA Á LAS IDEAS, Y COMIENZA Á LOS USOS Y COSTUMBRES.

A mas de diez y seis mil ascendia el número de los moros bautizados por los agermanados de Valencia, á quienes estos habian colocado entre el hacha del verdugo y el agua sacrosanta del bautismo. Los moriscos bautizados así, no eran verdaderamente cristianos, conservaron apego á las prácticas musulmanas, y continuaron ejecutándolas bajo la tolerancia de los caballeros y nobles de quien habian sido tan decididos defensores, pagándoles dobles tributos á cambio de no renunciar á sus creencias. El emperador Cárlos V, cuyas ideas eran favorables à la propaganda religiosa, quiso someter á la opinion del pon

tífice y de los teólogos españoles la cuestion de la validez del bautismo conferido á los moros por los agermanados de Valencia. El papa Clemente VII ocupaba entonces la silla de San Pedro. A ella habia sido elevado el 19 de noviembre de 1523. La influencia del emperador era grande con la silla apostólica, así es que el 12 de mayo de 1524, á instancias del embajador español en Roma, el duque de Sesa, firmó el papa una bula relevando al rey de sus juramentos, invitándole á ocuparse de la conversion de los moros de la corona de Aragon, no obstante los fueros de Monzon, confiriéndole el poder de reducir á esclavitud á los moros si se negaban á abrazar el cristianísimo. Elapso termino, servi tui sint et esse intelligantur, decia la bula. Familias enteras de moros, escarmentadas con los desmanes de las germanías, y recelosas de un mas triste porvenir, habian emigrado al Africa. Solo en el año 1523 habian salido cinco mil familias. Aplazó el rey la cuestion de proceder contra los moros que no se convirtiesen al cristianismo, para resolver antes la de si debia considerarse á los bautizados por los agermanados como cristianos ó como moros.

En febrero de 1525, se reunió en el convento de San Francisco de Madrid una junta compuesta inquisidor general, de los miembros de los consejos de Castilla y de Aragon y de algunos teólogos. Veinte y dos sesiones celebró la junta. A la última asistió el emperador Cárlos V. Todos contestaron afirmativa

mente no influyendo poco para esta decision la opinion personal de Cárlos V; sin embargo, no bastó á mudar el parecer del sábio fraile gerónimo Jaime Benet, que por espacio de treinta y ocho años habia ocupado con grande gloria de las ciencias y utilidad de la Iglesia una cátedra de derecho canónico en la universidad de Lérida, el que sostuvo con inflexible lógica y con las doctrinas mas puras de la Iglesia la nulidad de aquellos forzados bautismos diciendo, que el reputar á los moros asi bautizados como cristianos era el medio de considerarlos despues como apóstatas. Fray Jaime Bleda, que ha escrito una obra titulada Defensio fidei in causa neophitorum sive Moriscorum Regni Valentiæ, totiusque Hispanie, rebuscando cuantas argucias puede sugerir el mas inconsiderado fanatismo, sostiene la validez del sacramento, porque para sustraerse á sus efectos era preciso pronunciar, no mental sino abierta y claramente estas palabras, «no quiero» nolo, y los moros no la habian pronunciado. Verdad es que el hierro de los verdugos no les hubiera dejado acabar de articular esta palabra!!...

Triunfaba el sistema de intolerancia inaugurado por la política del cardenal Jimenez de Cisneros. En 4 de abril de 1525 espidió el emperador una real cédula declarando válido el bautismo impuesto á los moros en tiempo de las germanías y envió á Valencia al obispo de Guadix, comisario del inquisidor general con otros dos eclesiásticos, para que confirmasen á los cristianos moros de Valencia, y reconcilia

sen sin imponer penitencia alguna á los apóstatas arrepentidos, y bautizasen á sus hijos. Adjudicó al culto católico las mezquitas en que se hubiese cele-. brado el sacrificio santo de la Misa. El obispo de Gua dix, don Gaspar de Abalos y los dos eclesiásticos que le acompañaban, los famosos predicadores el fran. ciscano fray Antonio de Guevara y el dominico fray Juan de Salamanca, llegan el 10 de mayo á Valencia y el 14 publican desde el púlpito, pregonan y citan por carteles á todos los moros para que acudan á re conciliarse y á gozar de la amnistía real en el término de treinta dias imponiendo la pena de muerte y confiscacion de bienes á los rebeldes y contumaces. Los dos predicadores recorrieron todos los pueblos de Valencia, y los nuevos cristianos al ver que se les reconciliaba con la Iglesia sin penitencia, acudian en tropel á los comisarios, que daban la absolucion á los apóstatas, bautizaban á sus hijos y pasaban de largo sin instruirlos en el catecismo. En cuatro meses y medio fueron visitados todos los pueblos y aldeas de un reino tan dilatado como Valencia, por aquellos dos celosos predicadores que volvieron á entrar en la capital el 28 de setiembre.

Habia llegado el momento en que el emperador Cárlos V, queria usar de la bula que le habia concedido Clemente VII. Habia dado el 13 de setiembre una real cédula para obligar á todos los moros de Valencia á abrazar el cristianismo. Invitaba en ella á los moros á no luchar contra los designios de Dios, á cuya

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