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nspiracion divina atribuia su resolucion, prometiendo tratarlos como cristianos si obedecian, y castigarlos severamente de lo contrario, empero sin espresar los premios y los castigos. Los tres comisarios de la Inquisicion y del Rey, hicieron saber el 8 de octubre á todos los pueblos que les concedian el término únicamente de diez dias para deliberar, pasado el cual cesarian en el lenguaje de la persuasion, mandando entretanto que ningun musulman se apartase de su domicilio, bajo pena de ser reducido á esclavitud.

Pasaron los diez dias y no respondieron los moros. Aprestábanse, no á recibir el bautismo, sino á huir, vendiendo por cualquier precio sus bienes y muebles. Un edicto de 21 octubre, prohibió toda venta á los moros.

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El 16 de noviembre, se promulgó la cédula del rey que abolia definitivamente el culto mahometano. Mandaba en ella el rey á los señores bajo su responsabilidad y bajo pena de la confiscacion de sus bienes, desarmar á los moros sin dejarles mas que un cuchillo sin punta, inventariar sus armas y entregarlas á los comisarios bajo pena al moro que las usase, de cien azotes y la esclavitud; que en el término del tercero dia se cerrasen todas las mezquitas y no pudiesen practicar, ni en público ni en secreto, ceremonia alguna de su antiguo rito; que llevasen en sus sombreros los moros, el distintivo de una media luna azul; que fuesen obligados á asistir á todas las solemnidades religiosas, y concurrir á los sermones de sus parro

quias, y que no trabajasen los domingos. La infraccion de cada uno de estos artículos, escepto la de trabajar en domingo que solo se castigaba con una multa, tenia sus penas particulares, ademas de la esclavitud.

Al dia siguiente los inquisidores de Valencia, publicaron un decreto dado el 3 de noviembre en Toledo por el inquisidor general, que se llamó el edicto de la delacion. En él se mandaba bajo pena de escomunion reservada, que toda persona delatase á su tribunal á los que faltasen á cualquiera de estos mandamientos. El 25 de noviembre se publicó por último solemnemente un edicto mandando que todos los moros, hombres, mugeres y niños, no bautizados, debian salir del reino de Valencia para fines de diciembre; de toda España para últimos de enero del siguiente año de 1526, bajo pena de esclavitud, debiendo de embarcarse precisamente en el puerto de la Coruña. Se les marcaba el itinerario que debian seguir por Requena, Utiel, Madrid, Villafranca y la Coruña. Dice Escolano en sus Décadas de la historia de Valencia, que el objeto de esta medida de inconcebible rigor, en los detalles de su ejecucion, era el que no «se quedasen en las fronteras de Africa y que consu«mieran en tan largo camino el dinero que llevaban, <«<cuando no tuviera el de que con algun movimien«to, dieran ocasion á que los degollaran en Castilla.>>

Dos dias despues, los comisarios publicaron escomunion reservada y una fuerte multa contra

cualquiera persona que, requerida por ellos, no les prestase auxilio, y conminaron al mismo tiempo con la multa de cinco mil ducados á cualquier señor que conservase en sus tierras y posesiones un solo moro, pasado el 31 de diciembre.

Estas medidas llenaron de estupor á los moros, redujeron al silencio á sus protectores. Acudieron en tamaño apuro los moros á la reina doña Germana, lugarteniente y gobernadora del reino de Valencia, que habia sucedido al conde de Mélito, para que les autorizase para enviar una embajada al emperador. Germana de Foix, la ilustre viuda de Fernando el Católico, que tenia los nobles sentimientos de este gran rey, les firmó un seguro el 19 de setiembre; y doce síndicos de las aljamías se presentaron en Toledo delante de Cárlos V. A su primera demanda, de que les diese cinco años de tiempo para hacerse cristianos, ofreciendo asistirle con cincuenta mil ducados, respondió ásperamente el emperador, que él los daria de buen grado porque acelerasen su marcha. Limitáronse entonces á pedir la facultad de embarcarse en Alicante, y tambien les fué negado, á pretesto que desde allí pasarian fácilmente á Africa. Conociendo la necesidad de abrazar el cristianismo, pidieron que en ese caso no pudiese juzgarlos en cuarenta años el tribunal de la Inquisicion. Cárlos V se negó tambien á esta condicion, remitiéndoles al inquisidor general, prorogándoles por toda gracia el plazo de su salida hasta el 15 de enero. Al salir del

alcázar real de Toledo, se dirigieron al inquisidor general, el arzobispo de Sevilla don Alonso Manrique. Este prelado acogió las demandas de los moros con la mayor afabilidad. Se constituyó en su abogado con el rey, y obtuvo de él mas que habian osado pedirle los delegados de la poblacion musulmana. Les prometió el 16 de enero en contestacion á un memorial que le habian entregado, que la Inquisicion los trataria como á los moros nuevos de Granada, á quienes no se perseguia sino por apostasía formal, y debidamente probada. Prometia que el legado del papa revalidaria los matrimonios incestuosos, contraidos segun la ley musulmana; que tendrian cementerios separados, y segun su conducta se les concederia ó negaria el permiso de salir de sus pueblos los domingos, tolerándose durante diez años todavía el uso de la lengua árabe y las vestiduras moriscas. En órden á la administracion temporal, el emperador revocaba la órden del desarme, nivelándolos en las cargas y contribuciones con los cristianos viejos, haciendo que las universidades moriscas de Valencia, Játiva, Alcira, Villareal y Castellon de la Plana, continuasen administrando sus bienes separadamente, sin contribuir á los gastos municipales.

Llevaron los comisionados esta contestacion á Valencia, y ora movidos por el cambio favorable é inesperado de su suerte, ora convencidos de la imposibi lidad de resistir, la mayor parte de los moros se pre

sentaron á los comisarios, que los bautizaron solemnemente usando de la aspersion con el hisopo, por ser tan crecido número que no era posible hacerlo de otro modo. Solo fray Antonio de Guevara, dice en sus Epistolas aureas y familiares, haber dado el bautismo á veinte y siete mil casas de moros.

Los moros de Benaguacil, no cedieron tan facilmente á los deseos del emperador, cerraron la puerta á los comisarios eclesiásticos, se fortificaron en su villa y corrieron á unirse con ellos los vecinos de los pueblos inmediatos. Menester fué que el gobernador de Valencia con dos mil hombres y artillería, fuese á reducirlos. Rindiéronse despues de un sitio de un mes el 15 de febrero de 1526, sometiéndose á recibir el bautismo y pagar en vez de la pena de confiscacion y esclavitud, en que habian incurrido, una multa de doce mil ducados. Muchos lograron sin embargo fugarse y llegar á la sierra de Espadan, una de las mas considerables de la cadena de montañas que separa los reinos de Aragon y de Valencia.

Alli acudieron cuantos moros querian conservar la fé del profeta. Mas de cuatro mil hombres, decididos á morir peleando, se reunieron en las gargantas de aquella áspera sierra. Arrojaron el guante al emperador Cárlos V, nombrando para llevar la corona de Abder-Rahman y de Jacouf á un labrador vecino de Algar, llamado Carbaio, que aceptó sin vacilar aquel peligroso puesto, cambiando su nombre por el de Selim Almanzor (el victorioso).

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