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Fortificó en escalones todas las laderas de la sierra, cortó peñascos, labró lo que llamaban galgas y muelas para derrumbarlas por las cuestas abajo; multiplicó los obstáculos hasta lo infinito y erizó de fortificaciones aquella áspera comarca. La lentitud del gobierno de Valencia, le dió tiempo para perfeccionar todas estas obras con la poca gente que tenia. Faltaban soldados al poderoso monarca que llenaba la Europa con la fama de sus triunfos, y hubo necesidad de tomar dinero á préstamo, reembolsable despues de la victoria con los productos de los bienes confiscados á nombre del emperador que disponia de las minas de Mejico y del Perú.

Con este empréstito se levantaron tres mil infantes á los que se reunió Ja nobleza delpais al mando del duque de Segorbe, y marcharon á atacar á los moros, en sus rudas fortalezas. En el primer asalto que intentaron (abril 1526), recibieron tanto daño los cristianos con las piedras y muelas que desde lo alto de los riscos sobre ellos se desgajaban que tuvieron que retirarse á Segorbe con pérdida de sesenta hombres y doscientos heridos.

Murmuraban los soldados del duque suponiendo hacia flojamente la guerra, porque la mayor parte de los rebeldes eran sus vasallos. Esta idea y el terror que inspiraron al ejército las enormes piedras rodadas desde lo alto de los picos inaccesibles disgustaron á todos. El ejército se desbandó, el duque se retiró á sus tierras, y los nobles se volvieron á Valencia.

Selim Almanzor prepara las brechas de su agreste fortaleza, arranca nuevos peñascos para precipitarlos sobre nuevos enemigos, y aprovecha la retirada de los cristianos que malgastan un tiempo precioso en Valencia en consejos inútiles de guerra, para bajar á los pueblos inmediatos á la sierra á buscar bastimentos y sacar recursos en el valle de Mijares. En una de estas escursiones, acompañadas siempre de la devastacion, entró Selim en el pueblo marítimo de Chilches, saqueó las casas, degolló á cuantos vecinos cristianos no pudieron huir, destruyó la iglesia y arrebatando sus alhajas y copon con las sagradas formas, se las llevó á lo alto de sus montañas.

Grande fué, indecible, la consternacion que se apoderó de Valencia á la noticia de este sacrílego crímen. Al ver la hostia santa en manos de los moros todos quisieron correr á la sierra de Espadan á rescatar el precioso cuerpo de Jesucristo. El clero, á quien no se permitió, cual deseaba, ir á la guerra, se limitó á las oraciones como Moisés cuando Josué combatia á los enemigos del pueblo de Dios. Los altares se cubrieron de luto cual en la Semana de Pasion, y en todas las iglesias del arzobispado solo se emplearon los ornamentos negros en todos los oficios divinos. Cerráronse los tribunales, se desplegó el estandarte de la ciudad al lado del de la cruzada, y acompañadas de una pompa lúgubre se fijaron estas banderas en la puerta de Serranos. Hiciéronse cuantiosos donativos para allegar fondos, y

MORISCOS.

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numerosos voluntarios agregados á la multitud de nobles y señores de todo el reino formaron un entusiasmado ejército.

El saqueo de Chilches se habia verificado á últimos de mayo, el dia 1.o de julio seis mil voluntarios se acampaban alrededor de la sierra de Espadan. El duque de Segorbe se puso á la cabeza de esta espedicion, batió á los moros que andaban fuera de la montaña, los persiguió hasta hacerlos replegar á la sierra de Espadan, cogiéndoles un botin de valor de 30,000 ducados. El legado del papa Clemente VII concedió desde la córte, á nombre del soberano pontífice, indulgencia plenaria á cuantos tomasen parte en la guerra contra los moros de Espadan.

Dos meses pasaron los cristianos trepando con el mayor entusiasmo por aquellos cerros y bajando los mas rodando mezclados con las enormes peñas que los moros arrojaban desde la cumbre, sin poder ganar las trincheras de aquella sierra tan vasta, enriscada y fortalecida. El duque de Segorbe, que veia estrellarse su reputacion militar ante aquellas rocas, y que oia atribuir á tibieza lo que era deseo de evitar pérdidas inútiles, pidió al emperador diese órden para que un cuerpo de alemanes que habia traido de los Paises Bajos y que iban á embarcarse para Italia se reuniesen al ejército valenciano.

El 17 de setiembre llegaron tres mil alemanes al campo de los valencianos, conducidos por el céle

bre coronel Rocandolf, y á la mañana siguiente se apoderaron de una sierra contrapuesta á la de Espadan y que servia como de paso para ella. Selim no les esperaba por aquel lado y lo abandonó despues de una corta resistencia, tomando desde entonces aquel punto el nombre de Montaña de los Cristianos. El duque de Segorbe con el apoyo de la posicion tomada resolvió dar una batida general á la sierra por cuatro diferentes puntos á un tiempo, dividiendo todas sus tropas en cuatro cuerpos.

Al amanecer del 19 de setiembre las tres columnas españolas y la alemana se ponen en movimiento. Diez mil cristianos trepaban á la vez por aquellas ásperas montañas para someter á los moros que con los anteriores ataques se habian reducido á tres mil. Parecia que la montaña se hundia y desmoronaba. Las piedras rodando abrian brecha en las filas cristianas que inmediatamente eran cubiertas con nuevos guerreros pero que daban tiempo á los moros para replegarse. Cada posicion costaba un nuevo combate. Peleábase con igual ardor por ambas partes, los cristianos no daban cuartel, los moros tampoco lo pedian. De posicion en posición fueron retrocediendo los moros hasta el castillo que tenian en la cumbre donde se hallaron concentrados. Las cuatro columnas cristianas llegaron al mismo tiempo y entonces comenzó una horrible escena de matanza y carniceria. Selim Almanzor pereció con las armas en la mano, dos mil moros quedaron muertos, otros precipi

tándose por la sierra huyeron á la Muela de Cortes. donde mas adelante se rindieron el 10 de octubre. Cara costó la victoria á los cristianos porque dejaron tendidos en el campo considerable número de muertos y heridos, entre ellos muchos nobles y caballeros. El botin de esta victoria, vendido despues públicamente, valió 200,000 ducados. El ejército vencedor hizo su entrada en Valencia, paseó triunfante sus calles para ir á depositar el estandarte de la ciudad en el ayuntamiento, y el de la cruzada en la catedral. Los alemanes se embarcaron pocos dias despues para Italia. Se mandaron bautizar los pocos moros que aun quedaban sin recibir el agua santa y se quemaron como en otro tiempo en la plaza de Bibarrambla de Granada todos los libros árabes en la del Mercado de Valencia.

Al mismo tiempo que se agitaban los moros valencianos intentaron tambien sublevar el reino de Aragon y tomaron las armas los de Villafeliz, Ricla, Calanda, Muel y otros puntos. Fueron reducidos al cristianismo por el mismo sistema adoptado en Valencia: se les hizo optar entre la espulsion sin medios para vivir en otra parte y el bautismo. En vano el conde Ribagorza y otros señores aragoneses representaron al monarca el ningun peligro que ofrecia la permanencia de los moros y lo útiles é indispensables que eran para la prosperidad del pais. Cárlos V permaneció inflexible. En el año 1526 desaparecieron en todas las provincias de España los signos esterio

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