Imagens das páginas
PDF
ePub

dos de Rosellón y Cerdaña, según tenían concertado y convenido, y era el objeto principal de la ida de los reyes á aquel reino. Hecho lo cual, siguieron su camino á Cataluña é hicieron su entrada el 18 de octubre en Barcelona, recibiendo en el tránsito inequívocas pruebas del amor de sus pueblos.

Mas á los pocos días de su estancia en Barcelona ocurrió un lance inopinado que puso en peligro la vida del rey, en sobresalto y conflicto á la reina, en consternación y alarma al Principado, y en turbación y desasosiego la nación entera. Un viernes (7 de diciembre), saliendo el rey de presidir en persona el tribunal de Justicia, según una antigua y loable costumbre, así en el reino de Castilla como en el de Aragón, y al tiempo de bajar por la escalera del palacio conversando con algunos oficiales de su consejo, vióse repentina y furiosamente acometido por un asesino, que

[merged small][graphic][ocr errors][merged small][subsumed][merged small]

saliendo de un rincón con una espada desnuda, le hirió en la parte posterior del cuello con tal fuerza, «que si no se embarazara, dice el cronista aragonés, con los hombros de uno que estaba entre él y el rey, fuera maravilla que no le cortara la cabeza (1).» «Traición, traición!» exclamó el rey, y arrojándose sus oficiales daga en mano sobre el asesino, clavaron los aceros en su cuerpo, y hubiéranle dejado sin vida, si Fernando con gran valor y serenidad no hubiera mandado que no le mataran para poder averiguar los cómplices del crimen El rey fué llevado á un aposento del mismo palacio para ser inmediatamente puesto en cura. La noticia se difundió instantáneamente por la ciudad, y hacíanse sobre el hecho y sus causas las más diversas conjeturas y cálculos, y se temían conspiraciones y tumultos, como en tales casos acontece siempre. La reina, á quien la nueva del suceso produjo un desmayo, luego que volvió en sí, mandó que estuviesen prontas las galeras para embarcar á sus hijos, sospechando alguna conjuración nacida de enemiga que á su esposo tuviesen los catalanes. Engañábase en esto la reina Isabel, porque nunca el pueblo catalán dió una prueba más patente y más tierna de afecto y aun de estusiasmo por su monarca, puesto que habiendo corrido la voz de que la herida era

(1) Zurita, Hist. del rey don Fernando, lib. I, cap. XII.-Abarca, Reyes de Aragón, tomo II, pág. 316.-Prescott dice que la punta del puñal dió en una cadena ó collar de oro que rey solía llevar, lo cual no se halla en los citados analistas de Aragón. TOMO VII

el

4

mortal y de que peligraba su vida, una indignación general se apoderó de los habitantes de Barcelona, todos corrían á las armas ansiosos de empaparlas en la sangre del vil asesino y de sus cómplices, si los tuviese; las mujeres corrían por las calles como furiosas, mesándose los cabellos, y mezclando agudos alaridos de pena con los gritos de ¡viva el rey! y no se aquietó el tumulto popular hasta que se aseguró repetidas veces al pueblo que el rey se hallaba fuera de peligro, que el malhechor estaba preso, y

[merged small][merged small][merged small][ocr errors][merged small][merged small][merged small][merged small][merged small]

que él y los culpados que resultasen serían juzgados por el tribunal y recibirían el condigno castigo.

El rey había querido presentarse á su pueblo para tranquilizarle; pero opusiéronse á ello sus médicos y consejeros, hasta que lo permitió el estado de la herida, que había sido en efecto grave y profunda, aunque no hubo incisión de hueso, ó vena ó nervio alguno (1). El asesino era un la

(1) Zurita, ub. sup.-Sin embargo, Prescott dice «que se le encontró fracturado un hueso, del que los cirujanos tuvieron que extraerle una parte.» Hist. de los Reyes Católicos, cap. XVIII.

brador de los llamados de remensa, y todas las pruebas que con él se hicieron acreditaron que estaba falto de juicio. Puesto á cuestión de tormento, declaró que había querido matar al rey porque le tenía usurpada la corona, que le pertenecía de derecho, pero que no obstante, si le daban libertad la renunciaría. En vista de que se trataba de un demente, y de que no se descubrían por lado alguno síntomas de complicidad, mandó Fernando que no se quitara la vida á aquel miserable. Pero los catalanes, creyendo que no quedaba lavada de otro modo la negra mancha de deslealtad que había caído en su suelo, acabaron con aquel desgraciado de

[merged small][graphic][graphic][subsumed][subsumed][subsumed][merged small][merged small][subsumed][subsumed][merged small][ocr errors][ocr errors][subsumed][merged small][subsumed][merged small][merged small][subsumed][graphic][graphic][ocr errors][merged small]

un modo algo tenebroso, diciendo al rey que había expirado en los tormentos. Excusado es decir que la reina Isabel dió á su marido en esta ocasión las más tiernas pruebas de su solicitud y de su amor conyugal, dándole por su mano las medicinas, y velándole constantemente día y noche (1).

Había sido el principal objeto de la ida de los reyes á Aragón y Cataluña acabar de asentar la concordia comenzada con el rey Carlos VIII de Francia, que con motivo de sus pretensiones al reino de Nápoles como heredero del duque de Anjou, y de querer prepararse á ellas quedando en paz con España, había ofrecido devolver al monarca aragonés los conda

(1) Carta de Isabel á su confesor Fr. Fernando de Talavera; Memorias de la Academia, tom. VI, Ilustr. 13.

dos de Rosellón y Cerdaña, empeñados á la corona de Francia desde el tiempo de don Juan II de Aragón, y que por espacio de treinta años habían sido asunto de negociaciones é intrigas y manzana de discordia entre los soberanos de ambos reinos. Al paso que había ido progresando la curación de Fernando, había ido adelantando también la concordia con el monarca francés, de modo que á principios del año siguiente (19 de enero, 1493) quedó firmada y jurada por los representantes de ambos reyes en Tours, con más beneplácito de España que de Francia, porque aquélla era la favorecida y ésta la perjudicada en el contrato. Así fué que de tal manera y con tal disgusto se recibió en Francia el convenio, y tanto se murmuraba de los ministros, suponiéndolos sobornados por Fernando, que el monarca francés no hacía sino buscar medios de eludir el cumplimiento de la concordia, y suscitáronse tantas dificultades para la entrega de Perpiñán y de los condados, que más de una vez estuvo á punto de ser causa de guerra lo que se había firmado y jurado como ajuste de paz. Fué necesario que Fernando amenazara á un tiempo á Francia y Navarra por Rosellón, para que Carlos, después de muchas moratorias, se resolvie

Rosellón

AR

[ocr errors]

FERNANDO EL CATÓLICO

ra á hacer formal restitución de aquellos Estados (setiembre), de los cuales pasaron Fernando é Isabel á tomar posesión solemne, volviéndose en seguida á Barcelona.

La recuperación de los condados de Rosellón y Cerdaña era considerada por los hombres de aquel tiempo como una empresa no menos difícil y no menos importante que la conquista de Granada. Por lo cual causó grande admiración, creció en Europa la fama de la astucia y la política de Fernando, y no se comprendía que el rey de Francia hubiera hecho la restitución sin alguna ventaja ó recompensa oculta; mas como nunca el tiempo la descubriese, «no cesan hasta ahora los franceses, dice un cronista aragonés, de reprobar en sus historias el consejo y condenar sus consejeros como autores, unos comprados y otros sinceros, de un injusto escrúpulo del rey (1).»

Época de fortuna y de prosperidad fué esta para los dos esclarecidos monarcas de Castilla y de Aragón. Con la toma de Granada y con la recuperación de los dos importantes condados de Rosellón y de Cerdaña, coincidió la conquista de la Gran Canaria y de la Palma, hecha ésta por el intrépido y atrevido Alonso Fernández de Lugo, uno de los más ilustres guerreros de su época, digno émulo de Bethencourt, y que estaba destinado á llevar á ejecución la parte más difícil de la empresa del famoso normando (2). Hasta la desgraciada muerte del marqués de Cádiz, el campeón de la guerra granadina, contribuyó al engrandecimiento del pa

(1) Abarca, Reyes de Aragón, t. II, cap. XVIII.-Zurita, Hist. del rey don Fernando, caps. XIV á XVIII.

(2) Viera y Clavijo, Noticias de la Historia general de las Islas de Canaria.-Bremón y Cabello, Bosquejo histórico y descriptivo de las Islas Canarias, Artíc. 6.

trimonio real, puesto que habiendo muerto sin hijos, volvió la ciudad y puerto de Cádiz á incorporarse á la corona. De modo que todo era nuevas adquisiciones para los reyes (1).

Faltaba, no obstante, la mayor y más gloriosa de todas, y esta se realizó también. Cristóbal Colón les anunciaba su vuelta á España con la plausible noticia de haber descubierto tierras al otro lado del Océano Occidental. El ilustre navegante había visto coronada su empresa, y venía á certificar á la Europa de que existía un nuevo mundo, y de que la incredulidad general quedaba desmentida. Los reyes aguardaban con ansia la llegada del audaz viajero, y deseaban con impaciente curiosidad oir de su boca las circunstancias de aquel acontecimiento extraordinario.

Hacia la hora de mediodía del 15 de marzo de 1493, notábase una agitación desusada en el pequeño puerto de Palos al avistar un buque que entraba por la barra de Saltes. Era uno de los que constituían la pequeña flota del almirante Colón que hacía siete meses habían visto partir con tanta desconfianza. Los parientes y amigos de los que con él se habían embarcado, y á quienes creían ya muertos y engullidos por las olas de desconocidos mares después de un invierno tempestuoso, acudían á la playa con la natural zozobra y ansiedad de ver si los reconocían de nuevo. Imponderable fué la alegría de todos, expresada primero con los ojos y los semblantes, manifestada después con mutuos y tiernos abrazos, cuando Colón saltó á tierra con sus compañeros. Todos miraban asombrados al almirante, y los raros objetos que consigo traía como muestras de las producciones y habitantes de los países nuevamente descubiertos. Las campanas de la población tocaban á vuelo, y el pueblo entero acompañó al ilustre viajero y sus marinos á la iglesia mayor, donde fueron á dar gracias a Dios por el éxito venturoso de su empresa. «Celébrense procesiones, había escrito el afortunado navegante desde Lisboa, háganse fiestas solemnes, llénense los templos de ramas y flores, gócese Cristo en la tierra cual se regocija en los cielos, al ver la próxima salvación de tantos pueblos entregados hasta ahora á la perdición (2). »

Poco permaneció el esclarecido viajero en Palos, porque los reyes deseaban verle, y él también quería tener pronto el orgullo y la satisfacción de ofrecer á las plantas de sus soberanos el fruto de su arriesgada empresa y los testimonios de verdad de sus cálculos, con las pruebas de la existencia de las regiones por él descubiertas. Cerca de un mes tardó en llegar á Barcelona, porque su marcha era á cada paso obstruída por la muchedumbre que se agolpaba á ver y admirar al insigne navegante y los objetos curiosos que consigo llevaba, llamando muy particularmente la atención los isleños semidesnudos y engalanados á la manera rústica y salvaje del país, así como los cuadrúpedos traídos de allá y no conocidos

(1) Sucedió al esclarecido don Rodrigo Ponce de León, marqués de Cádiz, su nieto don Rodrigo Ponce, al cual dieron los reyes la villa de Casares título de duque de Arcos, con cierto número de doblas por renta. El marqués no había dejado sino tres hijas ilegítimas, de una de las cuales había nacido este su nieto.

(2) Carta de Colón á Rafael Sánchez. tesorero de los reyes, desde Lisboa. Navarrete, Primer viaje de Colón.

« AnteriorContinuar »