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CERVANTES sobrevivió pocos meses á la publicacion de su segunda parte del Don Quijote; pero tuvo todavía lugar para dar la última mano á los Trabajos de Pérsiles y Sigismunda, novela que, en el prólogo de las Ejemplares, tenia anunciada desde 1613, como libro que se atrevia a competir con el de Heliodoro, á no salir por atrevido con las manos en la cabeza. En la dedicatoria de la segunda parte del Don Quijote decia al conde de Lemos que dentro de cuatro meses daria fin á este libro, que anticipadamente le ofrecia, el cual habia de ser ó el mas malo ó el mejor que de los de entretenimiento se hubiese compuesto en nuestra lengua, ‹y digo, añade, que me arrepiento de haber dicho el mas malo, porque segun la opinion de mis amigos, ha de llegar al extremo de bondad posible. Tal fué la estimacion en que tuvo CERVÁNTES á este reciente parto de su ingenio, juicio que no ha sido confirmado por la posteridad, si se exceptúan algunos pocos que le han preferido al Don Quijote, fundándose en consideraciones de órden accesorio y subalterno. Tal es la mayor correccion del lenguaje, que por sí sola no basta á recomendar una obra de este género. La unidad de la accion, la concentracion del interes apénas se traslucen hasta el fin de los trabajos, cuando se ve el objeto de la larga, penosa y por mil accidentes contrariada peregrinacion de aquellos singulares amantes. La narracion se halla interrumpida por continuos y prolongados episodios que distraen la atencion, dividen y aflojan el interes, y hasta borran de la memoria los personajes principales. Las escenas colocadas en países remotos y poco conocidos, como que no se hallan en el mapa, carecen de verdad; y si bien, cuando el autor conduce á sus viajeros por las tierras que corrió, aparece de nuevo la propiedad en los cuadrós de costumbres, hay todavía una gran distancia de aquel movimiento que anima las aventuras de su Ingenioso Hidalgo.

Tenia ya concluido el Pérsiles, cuando en 2 de abril de 1616, enfermo de hidropesía y sin poder salir de su casa, hizo en ella su profesion de la Orden Tercera. Dió el mal una breve tregua, que le permitió trasladarse á Esquivias, ó para despedirse de sus deudos, ó para buscar algun alivio en la variacion de aires y alimentos, última receta de los médicos que pierden toda esperanza. Pero vista la ineficacia del arbitrio, se restituyó á Madrid á los pocos dias: el encuentro que tuvo en el camino con un estudiante se halla descrito en el prólogo de dicha obra, y prueba la jovialidad que conservó hasta sus últimos momentos, como quien satisfecho de su conducta, tranquilo en su conciencia, y confiado en la divina misericordia iba caminando alegre y animoso á los próximos umbrales de la muerte, que tantas veces arrostró.

Pero donde mas resplandece la entereza del justo, es en la dedicatoria con que acompañó el Pérsiles y Sigismunda á su constante protector el conde de Lemos, que relevado de su gobierno de Nápoles estaba próximo á regresar á la corte para tomar posesion de la presidencia de Italia. Deseaba CERVANTES besarle las manos antes de morir; pero fué negado á su gratitud este consuelo. Recibido el sacramento de la Extremauncion el dia anterior, escribió en 19 de abril aquella carta tan festivamente tierna, que no tiene ejemplar en las agonías del mas firme estoico, é hizo su testamento encargando dos misas en sufragio de su alma, que restituyó dulcemente al Criador en 23 de abril de 1616.

En tal dia del mismo año, observa el doctor Bowle, falleció el célebre dramático Guillermo Shakespeare, honra y prez de la nacion británica. Esta coincidencia es solo aparente. El dia 23 de abril en el calendario inglés de aquellos tiempos correspondia al 12 del propio mes en el nuestro necias prevenciones religiosas habian retardado allí la adopcion de la reforma gregoriana. Pero Shakespeare yace en un soberbio monumento bajo las suntuosas bóvedas de Westminster, entre reyes y poderosos. El cuerpo de CERVANTES, conducido humildemente por cuatro hermanos de la Orden Tercera, con la cara descubierta, segun la costumbre de aqueIla sociedad, fué enterrado en la iglesia de las Monjas Trinitarias, donde habia profesado D. Isabel, único fruto de sus amores. Sus despojos, ¿dónde están? Cuando aquellas religiosas diez y siete años despues trasladaron su comunidad de la calle del Humilladero, en que se esta

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blecieron, á la de Cantarranas, donde aun permanecen, recogieron los restos de los que habian elegido aquel recinto para su último descanso, y los depositaron sin distincion en una huesa ignorada. Aun cuando un entendido frenólogo, escudriñando y rebuscando por entre aquellos montones de polvo y huesos descabalados, tomase un cráneo y nos lo presentase diciendo : caquí pensó Miguel de CervanteS SAAVEDRA, sería dudoso y desconfiado nuestro profundo acatamiento.

En el año inmediato salieron á luz los Trabajos de Pérsiles y Sigismunda, en Madrid, Valencia, Barcelona y Bruselas. Se perdieron, probablemente para siempre, la segunda parte de La Galatea, Las Semanas del Jardin y El Bernardo, obras que se proponia concluir, si por un milagro, decia él al conde de Lemos, le restituia el cielo la vida.

Perdiéronse tambien sus retratos originales, que pintaron, segun indicios Francisco Pacheco, y positivamente D. Juan de Jáuregui. De cualquiera de los dos puede ser copia el que posee la Academia, atribuido por unos á Alonso del Arco, y por otros à Vicente Carducho, ó á Eugenio Caxes ó alguno de su escuela. Era CERVANTES, segun la descripcion que de sí mismo nos hace, de estatura mediana, de color viva, ántes blanca que morena, rostro aguileño, nariz corva y bien proporcionada, frente lisa y desembarazada, ojos alegres, cabello castaño, barba un tanto mas clara, bigotes grandes, boca pequeña, dientes mal alineados, algo cargado de espaldas y no muy lijero de piés, á la edad en que esto escribia, que era la de sesenta y seis años.

Pero el retrato de su alma privilegiada se encuentra en sus escritos y en sus acciones. Impávido en los peligros, fuerte en las adversidades, modesto en sus triunfos, desprendido y generoso en sus intereses, amigo de favorecer, indulgente con los esfuerzos bien intencionados de la medianía, dotado de juicio recto y clarísimo, de imaginacion sin ejemplo en su fecundidad, pasó por el mundo como peregrino cuya lengua no se comprende. Sus contemporáneos no le conocieron, y le miraron con indiferencia; la posteridad le ha dado una compensacion justa, pero tardía; porque ha conocido que hubo un hombre que se adelantó á su siglo, que adivinó el gusto y las tendencias de otra sociedad, y que haciéndose popular con sus gracias inagotables, anunció la aurora de una civilizacion que amaneció mucho despues.

Los soberanos han honrado á porfia su memoria, los magnates amantes y protectores de las letras le han levantado monumentos, los sabios le han colmado de elogios, el pueblo venera su nombre con una especie de culto, las naciones extrañas nos le envidian, las artes todas han reproducido su efigie y las creaciones de su fantasía bajo mil formas, la imprenta multiplica sus escritos todos los años, y los difunde por todo el ámbito del mundo: nosotros no podemos prestarle otro homenaje que el de haber relatado sencillamente sus hechos, y darle este preferente lugar en la BIBLIOTECA DE AUTORES ESPAÑOLES.

FIN DE LA VIDA de cervantes.

LOS SEIS LIBROS

DE LA
LA GALATEA.

DEDICATORIA

Al Ilmo. Sr. Ascanio Colonna, abad de Santa Sofia.

HA podido tanto conmigo el valor de V. S. I. que me ha quitado el miedo, que con razon debiera tener, en osar ofrecerle estas primicias de mi corto ingenio. Mas considerando que el extremado de V. S. I. no solo vino á España para ilustrar las mejores universidades della, sino tambien para ser norte por donde se encaminen los que alguna virtuosa ciencia profesan (especialmente los que en la de poesía se ejercitan), no he querido perder la ocasion de seguir esta guia, pues sé que en ella y por ella todos hallan seguro puerto y favorable acogimiento. Hagale V. S. I. bueno á mi deseo, el cual envio delante para dar algun sér á este mi pequeño servicio; y si por esto no lo mereciere, merézcalo á lo menos por haber seguido algunos años las vencedoras banderas de aquel sol de la milicia que ayer nos quitó el cielo delante de los ojos, pero no de la memoria de aquellos que procuran tenerla de cosas dinas della, que fué el excelentísimo padre de V. S. I., juntando á esto el efeto de reverencia que hacian en mi ánimo las cosas, que como en profecía oi muchas veces decir de V. S. I. al cardenal de Aquaviva siendo yo su camarero en Roma; las cuales ahora no solo las veo cumplidas, sino todo el mundo que goza de la virtud, cristiandad, magnificencia y bondad de V. S. I., con que da cada dia señales de la clara y generosa estirpe do desciende : la cual en antigüedad compite con el principio y principes de la grandeza de Roma, y en las virtudes y heróicas obras con la mesma virtud y mas encumbradas hazañas, como nos lo certifican mil verdaderas historias, llenas de los famosos hechos del tronco y ramos de la real casa Colonna, debajo de cuya fuerza y sitio yo me pongo ahora, para hacer escudo á los murmuradores que ninguna cosa perdonan. Aunque, si V. S. I. perdona este mi atrevimiento, ni tendré que temer ni mas que desear, sino que nuestro Señor guarde la ilustrisima persona de V. S. I. con el acrecentamiento de dignidad y que todos sus servidores deseamos.

ILUSTRÍSIMO Señor,

B. L. M. de V. S. su mayor servidor,

MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA.

estado

PROLOGO.

La ocupacion de escribir églogas en tiempo que en general la poesía anda tan desfavorecida, bien recelo que no será tenida por ejercicio tan loable, que no sea necesario dar alguna particular satisfaccion á los que siguiendo el diverso gusto de su inclinacion natural, todo lo que es diferente dél estiman por trabajo y tiempo perdido. Mas pues á ninguno toca satisfacer á ingenios que se encierran en términos tan limitados, solo quiero responder á los que libres de pasion, con mayor fundamento se mueven á no admitir las diferencias de la poesía vulgar, creyendo que los que en esta edad tratan de ella se mueven á publicar sus escritos con lijera consideracion, llevados de la fuerza que la pasion de las composiciones propias suele tener en los autores de ellas. Para lo cual puedo alegar de mi parte la inclinacion que á la poesía siempre he tenido, y la edad, que habiendo apénas salido de los límites de la juventud, parece que da licencia á semejantes ocupaciones: demas de que no puede negarse que los estudios de esta

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facultad (en el pasado tiempo con razon tan estimada) traen consigo mas que medianos provechos como son enriquecer el poeta, considerando su propia lengua, y enseñorearse del artificio de la elocuencia que en ella cabe para empresas mas altas y de mayor importancia, y abrir camino para que á su imitacion los ánimos estrechos que en la brevedad del lenguaje antiguo quieren que se acabe la abundancia de la lengua castellana, entiendan que tiene campo abierto, fácil y espacioso, por el cual con facilidad y dulzura, con gravedad y elocuencia, pueden correr con libertad, descubriendo la diversidad de conceptos agudos, sutiles, graves y levantados, que en la fertilidad de los ingenios españoles la favorable influencia del cielo con tal ventaja en diversas partes ha producido, y cada hora produce en la edad dichosa nuestra; de lo cual puedo ser yo cierto testigo, que conozco algunos que con justo derecho y sin el empacho que yo llevo, pudieran pasar con seguridad carrera tan peligrosa. Mas son tan ordinarias y tan diferentes las humanas dificultades, y tan varios los fines y las acciones, que unos con desco de gloria sc aventuran, otros con temor de infamia no se atreven a publicar lo que una vez descubierto ha de sufrir el juicio del vulgo peligroso y casi siempre engañado. Yo, no porque tenga razon para ser confiado, he dado muestra de atrevido en la publicacion deste libro, sino porque no sabria determinarme destos dos inconvenientes cuál sea el mayor: ó el de quien con lijereza, deseando comunicar el talento que del cielo ha recibido, temprano se aventura á ofrecer los frutos de su ingenio á su patria y amigos, ó el que de puro escrupuloso, perezoso y tardío, jamas acabando de contentarse de lo que hace y entiende, teniendo solo por acertado lo que no alcanza, nunca se determina á descubrir y comunicar sus escritos. De manera, que así como la osadía y confianza del uno podria condenarse por la licencia demasiada que con seguridad se concede, asimismo el recelo y la tardanza del otro es vicioso, pues tarde ó nunca aprovecha con el fruto de su ingenio y estudio á los que esperan y desean ayudas y ejemplos semejantes para pasar adelante sus ejercicios. Huyendo destos dos inconvenientes no he publicado ántes de ahora este libro, ni tampoco quise tenerle para mí solo mas tiempo guardado, pues para mas que para mi gusto solo le compuso mi entendimiento. Bien sé lo que suele condenarse exceder nadie en la materia del estilo que debe guardarse en ella, pues el príncipe de la poesía latina fué calumniado en algunas de sus églogas por haberse levantado mas que en las otras; y así no temeré mucho que alguno condene haber mezclado razones de filosofia entre algunas amorosas de pastores, que pocas veces se levantan á mas que tratar cosas de campo, y esto con su acostumbrada llaneza. Mas advirtiendo (como en el discurso de la obra alguna vez se hace), que muchos de los disfrazados pastores della lo eran solo en el hábito, queda llana esta objecion. Las demas que en la intencion y en la disposicion se pudieren poner, disculpelas la intencion segura del que leyere, como lo hará siendo discreto, y la voluntad del autor, que fué de agradar, haciendo en esto lo que pudo y alcanzó, que ya que en esta parte la obra no responda á su deseo, otras ofrece para adelante de mas gusto y de mayor artificio.

AL AUTOR, POR VARIOS INGENIOS.

DE LUIS GALVEZ DE MONTALVO.

Mientras del yugo sarracino anduvo
Tu cuello preso y tu cerviz domada,
Y allí tu alma al de la fe amarrada
A mas rigor, mayor firmeza tuvo,

Gozóse el cielo; mas la tierra estuvo
Casi viuda sin tí; y desamparada
De nuestras musas la real morada,
Tristeza, llanto, soledad mantuvo.
Pero despues que diste al patrio suelo
Tu alma sana y tú garganta suelta,
Dentre las fuerzas bárbaras confusas,
Descubre claro tu valor el cielo;
Gózase el mundo en tu felice vuelta,
Y cobra España las perdidas musas.

DE D. LUIS VARGAS MANRIQUE.
Hicieron muestra en vos de su grandeza,
Gran CERVANTES, los dioses soberanos,
Y cual primera, dones inmortales
Sin tasa os repartió naturaleza.

Jove su rayo os dió, que es la viveza
De palabras que mueven pedernales,
Diana en exceder á los mortales
En castidad de estilo con presteza.

Mercurio las historias marañadas,
Marte el fuerte vigor que el brazo os mueve,
Cupido y Vénus todos sus amores,

Apolo las canciones concertadas,
Su ciencia las Hermanas todas nueve,
Y al fin el dios silvestre sus pastores.

DE LOPEZ MALDONADO.

Salen del mar y vuelven á sus senos
Despues de una veloz larga carrera,
Como à su madre universal primera,
Los hijos della largo tiempo ajenos.

Con su partida no la hacen menos,
Ni con su vuelta mas soberbia y fiera,
Porque tiene quedándose ella entera,
De su humor siempre sus estanques llenos.
La mar sois vos, ó Galatea exiremada,
Los rios, los loores premio y fruto
Con que alcanzais la mas ilustre vida
Por mas que déis, jamas seréis menguada
Y ménos cuando os den todos tributo:
Con él vendréis á veros mas crecida.

LIBRO PRIMERO.

MIENTRAS que al triste lamentable acento
Del mal acorde son del canto mio,
En eco amargo del cansado aliento
Responde el monte, el prado, el llano, el rio,
Demos al sordo y presuroso viento

Las quejas, que del pecho ardiente y frio
Salen á mi pesar, pidiendo en vano
Ayuda al río, al monte, al prado, al llano.
Crece el humor de mis cansados ojos
Las aguas de este rio, y de este prado
Las variadas flores son abrojos

Y espinas que en el alma se han entrado :
No escucha el alto monte mis enojos,

Y el llano de escucharlos se ha cansado;

Y asi un pequeño alivio al dolor mio

No hallo en monte, en llano, en prado, en rio.

Crei que el fuego, que en el alma enciende

El niño alado, el lazo con que aprieta,

La red sutil con que los dioses prende,

Y la furia y rigor de su saeta,

Que asi ofendiera como á mí me ofende,
Al sugeto sin par que me sujeta;

Mas contra una alma que es de mármol hecha,
La red no puede, el fuego, el lazo y flecha.
Yo si que al fuego me consumo y quemo,
Y al lazo pongo humilde la garganta,
Y á la red invisible poco temo,

Y el rigor de la flecha no me espanta:
Por esto soy llegado á tal extremo,

A tanto daño, á desventura tanta,
Que tengo por mi gloria y mi sosiego
La saeta, la red, el lazo, el fuego.

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Esto cantaba Elicio, pastor, en las riberas de Tajo, con quien naturaleza se mostró tan liberal, cuanto la fortuna yel amor escasos; aunque los discursos del tiempo, consumidor y renovador de las humanas obras, le trujeron á términos, que tuvo por dichosos los infinitos y desdichados en que se habia visto, y en los que su deseo le Labia puesto, por la incomparable belleza de la sin par Galatea, pastora en las mismas riberas nacida; y aunque en el pastoral y rústico ejercicio criada, fué de tan alto y subido entendimiento, que las discretas damas, en los reales palacios crecidas y al discreto trato de la corte acostumbradas, se tuvieran por dichosas de parecerla en algo, así en la discrecion como en la hermosura, por los infinitos y ricos dones con que el cielo á Galatea habia adornado. Fué querida y con entrañable ahinco amada de muchos pastores y ganaderos, que por las riberas del Tajo su ganado apacentaban : entre los cuales se atrevió á quererla el gallardo Elicio, con tan puro y sincero amor, cuanto la virtud y honestidad de Galatea permitia. De Galatea no se entiende que aborreciese á Elicio, ni ménos que le amase; porque a veces, casi como convencida y obligada á los muchos servicios de Elicio, con algun honesto favor le subia al cielo; y otras veces sin tener cuenta con esto, de tal manera le desdeñaba, que el enamorado pastor la suerte de su estado apenas conocia. No eran las buenas partes y virtudes de Elicio para aborrecerse, ni la hermosura, gracia y bondad de Galalea para no amarse. Por lo uno, Galatea no desechaba de todo punto á Elicio; por lo otro, Elicio no podia, ni de

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bia, ni queria olvidar á Galatea. Parecíale á Galatea, que pues Elicio con tanto miramiento de su honra la amaba, que sería demasiada ingratitud no pagarle con algun honesto favor sus honestos pensamientos. Imaginábase Elicio que pues Galatea no desdeñaba sus servicios, que tendrian buen suceso sus deseos; y cuando estas imaginaciones le avivaban la esperanza, hallábase tan contento y atrevido, que mil veces quiso descubrir á Galatea lo que con tanta dificultad encubria. Pero la discrecion de Galatea conocia bien en los movimientos del rostro lo que Elicio en el alma traia; y tal el suyo mostraba, que al enamorado pastor se le helaban las palabras en la boca, y quedábase solamente con el gusto de aquel primer movimiento, por parecerle que á la honestidad de Galatea se le hacia agravio en tratarle de cosas que en alguna manera pudiesen tener sombra de no ser tan honestas, que la misma honestidad en ellas se trasformase. Con estos altibajos de su vida, la pasaba el pastor tan mala, que a veces tuviera por bien el mal de perderla, á trueco de no sentir el que le causaba no acabarla. Y así un dia, puesta la consideracion en la variedad de sus pensamientos, hallándose en medio de un deleitoso prado, convidado de la soledad y del murmurio de un deleitoso arroyuelo que por el llano corria, sacando de su zurron un polido rabel (al son del cual sus querellas al cielo cantando comunicaba), con voz en extremo buena cantó los versos siguientes:

Amoroso pensamiento,
Si te precias de ser mio,
Camina con tanto viento,
Que ni te humille el desvio,
Ni ensoberbezca el contento:
Ten un medio (si se acierta
A tenerle en tal porfia),
No huyas el alegría,
Ni ménos cierres la puerta
Al llanto que amor envía.

Si quieres que de mi vida
No se acabe la carrera,
No la lleves tan corrida,
Ni subas do no se espera
Sino muerte en la caída:
Esa vana presuncion
En dos cosas parará,
La una en tu perdicion,
La otra en que pagará
Tus deudas el corazon.

Dél naciste, y en naciendo
Pecaste, y págalo él,
Huyes dél, y si pretendo
Recogerte un poco en él,
Ni te alcanzo, ni te entiendo
Ese vuelo peligroso
Con que te subes al cielo
(Si no fueres venturoso)
Ha de poner por el suelo
Mi descanso y tu reposo.

Dirás que quien bien se emplea

Y se ofrece à la ventura,
Que no es posible que sea
De tal juzgado á locura

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