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AL HABITO DE FRAY PEDRO DE PADILLA.

(Jardin espiritual, 1584.)

REDONDILLAS.

Hoy el famoso Padilla
Con las muestras de su celo
Causa contento en el cielo,
Y en la tierra maravilla.
Porque llevado del cebo
De amor, temor y consejo,
Se despoja el hombre viejo
Para vestirse de nuevo.

Cual prudente sierpe ha sido,
Pues con nuevo corazon
En la piedra de Simon
Se deja el viejo vestido.

Y esta mudanza que hace
Lleva tan cierto compas,
Que en ella asiste lo mas
De cuanto à Dios satisface.
Con las obras y la fe
Hoy para el cielo se embarca
En mejor jarciada barca
Que la que libró á Noé.

Y para hacer tal pasaje,
Há muchos años que ha hecho
Con sano y cristiano pecho
Cristiano matalotaje.

Y no teme el mal tempero,
Ni anegarse en el profundo,
Porque en el mar deste mundo
Es plático marinero.

Y ansi mirando el aguja
Divina cual se requiere,
Si el demonio á orza diere,
El dará al instante á puja.

Y llevando este concierto
Con las ondas deste mar,
A la fin vendrá á parar
A seguro y dulce puerto.

Donde sin áncoras ya
Estará la mar en calma,
Con la eternidad del alma
Que nunca se acabará.

En una verdad me fundo,
Y mi ingenio aquí no yerra:
Que en siendo sol de la tierra,
Habeis de ser luz del mundo.

Luz de gracia rodeada
Que alumbre nuestro horizonte,
Y sobre el Carmelo monte
Fuerte ciudad levantada.

Para alcanzar el trofeo
Destas santas profecías
Tendréis el carro de Elías
Con el manto de Eliséo.

Y ardiendo en amor divino,
Donde nuestro bien se fragua,
Apartando el manto al agua,
Por el fuego haréis camino.
Porque el voto de bumildad
Promete segura alteza,
Y castidad y pobreza,
Bienes de divinidad.

Y ansí los cielos serenos
Verán cuando acabarás,
Un cortesano allá mas,

Y en la tierra un sabio ménos.

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Llegar con nuevo vuelo al alto asiento,
Donde aspiran las alas de tu întento.

Del sol el rayo ardiente

Alza del duro rostro de la tierra (Con virtud excelente)

La humildad que en sí encierra,

La cual despues en lluvia convertida
Alegra al suelo y da á los hombres vida.
Y desta mesma suerte

El sol divino te regala y toca;
Y en tal humor convierte,
Que con tu pluma apoca

La ceguedad de la ignorancia nuestra,
Y á ciencia santa y á santa vida adiestra.
¡Qué santo trueco y cambio,

Por las humanas las divinas musas! ¡Qué interes y recambio!

¡Qué nuevos modos usas

De adquirir en el suelo una memoria
Que dé fama á tu nombre, al alma gloria!
Que pues es tu Parnaso'

El monte del Calvario, y son tus fuentes
De Aganipe y Pegaso

Las sagradas corrientes

De las benditas llagas del Cordero,

Eterno nombre de tu nombre espero.

A FRAY PEDRO DE PADILLA.

En la obra Grandezas y excelencias de la Virgen Nuestra Señora, que publicó dedicándola á la infanta Margarita de Austria.

(Grandezas y excelencias etc., 1587.)

De la Virgen sin par santa y bendita,
Digo de sus loores, justamente
Haces el rico sin igual presente

A la sin par cristiana Margarita :
Dándole, quedas rico; y queda escrita
Tu fama en hojas de metal luciente,
Que á despecho y pesar del diligente
Tiempo, será en sus tines infinito:

Felice en el sugeto que escogiste:
Dichoso en la ocasion que te dió el cielo
De dar á Virgen el virgineo canto :

Venturoso tambien porque hiciste
Que dén las musas del hispano suelo
Admiracion al griego, al turco espauto.

A LOPEZ MALDONADO.

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El casto ardor de una amorosa llama,
Un sabio pecho á su rigor sujeto,

Un desdeu sacudido y un afeto
Blando, que al alma en dulce fuego inflama;
El bien y el mal à que convida y llama
De amor la fuerza y poderoso efeto,
Eternamente en son claro y perfeto
Con estas rimas cantará la fama;

Llevando el nombre único y famoso
Vuestro, felice Lopez Maldonado,
Del moreno etiope al cita blanco;

Y hará que en balde del laurel honroso Espere alguno verse coronado,

Si no os imita y tiene por su blanco.

AL MISMO.

Bien donado sale al mundo
Este libro, do se encierra
La paz de amor y la guerra,
Y aquel fruto sin segundo
De la castellana tierra.

Que aunque le da Maldonado,
Va tan rico y bien donado
De ciencia y de discrecion,
Que me afirmo en la razon
De decir que es bien donado.

El sentimiento amoroso
Del pecho mas encendido
En fuego de amor, y herido
De su dardo ponzoñoso,
Y en la red suya cogido;

El temor y la esperanza

Con que el bien y el mal se alcanza.

En las empresas de amor,
Aquí muestra su valor

Su buena ó su mala andanza.
Sin flores, sin praderías,
Y sin los faunos silvanos,
Sin ninfas, sin dioses vanos,
Sin yerbas, sin aguas frias,
Y sin apacibles llanos;

En agradables concetos,
Profundos, altos, discretos,
Con verdad llana y distinta,
Aquí el sabio autor nos pinta
Del ciego dios los afetos.

Con declararnos la mengua
Y el bien de su ardiente llama,
Ha dado á su nombre fama
Y enriquecido su lengua,
Que ya la mejor se llama,

Y hanos mostrado que es solo
Favorecido de Apolo

Con dones tan infinitos,
Que su fama en sus escritos

Irá deste al otro polo.

A ALONSO DE BARROS.

(Filosofía moralizada, por Alonso de Barros, 1587.)

SONETO.

Cual vemos del rosado y rico oriente
La blanca y dura piedra señalarse,
Y en todo, aunque pequeña, aventajarse
A la mayor del Caucaso eminente;

Tal este, humilde al parecer, presente,
Puede y debe mirarse y admirarse,
No por la cantidad, mas por mostrarse
Ser en su calidad an excelente.

El que navega por el golfo insano

Del mar de pretensiones. verá al punto
Del cortesano laberinto el hilo.

Felice ingenio y veuturosa mano

Que el deleite y provecho puso junto
En juego alegre, en dulce y claro estilo.

A LA AUSTRIADA DE JUAN RUFO GUTIERREZ.

(La Austriada, 1584.)

SONETO.

¡Oh venturosa levantada pluma,
Que en la empresa mas alta te ocupaste
Que el mundo pudo dar, y al fin mostraste
Al recibo y al gasto igual la suma !

Calle de boy mas el escritor de Numa,
Que nadie llegará donde llegaste,
Pues en tan raros versos celebraste
Tan raro capitan, virtud tan suma,

Dichoso el celebrado y quien celebra,
Y no menos dichoso todo el suelo
Que de tanto bien goza en esta historia,
En quien invidia ó tiempo no harán quiebra;
Antes hará con justo celo el cielo
Eterna, mas que el tiempo, su memoria.

A LOPE DE VEGA EN SU DRAGONTEA. (La Dragontea, 1593.)

SONETO.

Yace en la parte que es mejor de España Una apacible y siempre verde Vega, A quien Apolo su favor no mega Pues con las aguas de Helicon la baña.

Júpiter, labrador por graude hazaña, Su ciencia toda en cultivarla entrega: Cilenio alegre en ella se sosiega;

Minerva eternamente la acompaña.

Las musas su Parnaso en ella han hecho,
Vénus honesta en ella aumenta y cria
La santa multitud de los amores :

Y así con gusto y general provecho
Nuevos frutos ofrece cada dia

De ángeles, de armas, santos y pastores.

A GABRIEL PEREZ DEL BARRIO ANGULO.

(Direccion de secretarios, por Gabriel Perez del Barrio Angulo,1615.) Tal secretario formais,

Gabriel, en vuestros escritos,
Que por siglos infinitos
En él os eternizais.

De la ignorancia sacais
La pluma, y en presto vuelo
De lo mas bajo del suelo
Al cielo la levantais.

Desde boy mas la discrecion
Quedará puesta en su punto,
Y al hablar y escribir junto
En su mayor perfeccion.

Que en esta nueva ocasion
Nos muestra en breve distancia,
Demóstenes su elegancia

Y su estilo Ciceron.

España os está obligada,
Y con ella el mundo todo,
Por la sutileza y modo
De pluma tan bien cortada.
La adulacion defraudada
Queda, y la lisonja en ella :
La mentira se atropella,
Y es la verdad levantada.
Vuestro libro nos informa
Que solo vos habeis dado
A la materia de estado
llermosa y cristiana forma.

Con la razon se conforma
De tal suerte, que en él veo
Que contentando al deseo,
Al que es mas libre reforma.

A JUAN YAGUE DE SALAS.

Los Amantes de Teruel, epopeya trágica, con la restauración de España por la parte de Sobrarve, y conquista del reino de Valecia, Yague de Salas, 1616.)

SONETO.

De Turia el cisne mas famoso hoy canta,

Y no para acabar la dulce vida

Que en sus divinas obras escondida

A los tiempos y edades se adelanta.
Queda por él canonizada y santa

Teruel vivos Marcilla y su homicida;
Su pluma por heróica conocida

En quien se admira el suelo, el cielo espanta.
Su doctrina, su voz, su estilo raro,
Que por tuyos; oh Apolo! reconoces,
Segun el vuelo de sus bellas alas,

Grabadas por la fama en mármol paro
Y en láminas de bronce, harán que goces
Siglos de eternidad, Yagüe de Salas.

A DON DIEGO DE MENDOZA Y A SU FAMA.

(Poesías de D. Diego Hurtado de Mendoza, 1610.)
En la memoria vive de las gentes,
Varon famoso! siglos infinitos;
Premio que le merecen tus escritos
Por graves, puros, castos y excelentes.

Las ansias en honesta llama ardientes,
Los Etnas, los Estigios, los Cocitos,
Que en ellos suavemente van descritos,
Mira si es bien ¡oh fama! que los cuentes;
Y aun, que los lleves en lijero vuelo
Por cuanto ciñe el mar y el sol rodea,
Y en láminas de bronce los esculpas :
Que así el suelo sabrá que sabe el cielo
Que el renombre iumortal que se desea,
Tal vez le alcancen amorosas culpas.

A LA MUERTE DE HERNANDO DE HERRERA,

(Códice manuscrito en 1630, que poseyó D. Fernando de la Serna, donde entre varias poesías recopiladas al parecer por D. Francisco Pacheco, se halla la siguiente con este epígrafe : MIGUEL DE CERVANTES, AUTOR DE DON QUIJOTE: este sonelo hice à la muerte de D. Fernando de Herrera; y para entender el primer cuarteto advierto que él celebraba en sus versos à una señora debajo deste nombre de Luz. Creo que es uno de los buenos que he hecho en mi vida.)

SONETO.

El que subió por sendas nunca usadas Del sacro monte á la mas alta cumbre; El que à una Luz se hizo todo lumbre Y lágrimas en dulce voz cantadas;

El que con culta vena las sagradas De Elicon y Pirene en muchedumbre (Libre de toda humana pesadumbre) Bebió y dejó en divinas trasformadas; Aquel á quien invidia tuvo Apolo Porque á par de su Luz tiende su fama De donde nace á donde muere el dia;

El agradable al cielo, al suelo solo, Vuelto en ceniza de su ardiente llama Yace debajo desta losa fria.

EN ALABANZA DEL MARQUES DE SANTA CRUZ.

(Comentarios de la jornada de las islas de los Azores, por el licenciado Mosquera de Figueroa, 1596.)

SONETO.

No ha menester el que tus hechos canta,
Ob gran Marques, el artificio humano
Que à la mas sutil pluma y docta mano
Ellos le ofrecen al que el orbe espanta.

Y este que sobre el cielo se levanta,
Llevado de tu nombre soberano,
A par del griego y escritor toscano,
Sus sienes ciñe con la verde planta.

Y fué muy justa prevencion del cielo, Que á un tiempo ejercitases tú la espada Y él su prudente y verdadera pluma;

Porque rompiendo de la invidia el velo, Tu fama en sus escritos dilatada,

Ni olvido, ó tiempo, ó muerte la consuma. A SAN FRANCISCO.

(Jardin espiritual de Padilla.)

SONETO.

Muestra su ingenio el que es pintor curioso
Cuando pinta al desnudo una figura,
Donde la traza, el arte y compostura
Ningun velo la cubre artificioso.

Vos, seráfico Padre, y vos, hermoso
Retrato de Jesus, sois la pintura
Al desnudo pintado, en tal hechura
Que Dios nos muestra ser pintor famoso.

Las sombras, de ser mártir descubristes:
Los léjos, en que estáis allá en el cielo
En soberana silla colocado:

Las colores, las llagas que tuvistes Tanto las suben, que se admira el suelo, Y el pintor en la obra se ha pagado.

A SAN JACINTO.

(Relacion de las justas celebradas en el convento de padres predicadores de Zaragoza, en la canonizacion de S. Jacinto, por Jerónimo Martel, 1597.)

REDONDILLA en alabanza de S. Jacinto, propuesta para glosar en el segundo de los certámenes celebrados en Zaragoza.

El cielo á la Iglesia ofrece

Hoy una piedra tan fina,
Que en la corona divina

Del mismo Dios resplandece.

GLOSA DE MIGUEL DE CERVANTES.

Tras los dones primitivos
Que en el fervor de su celo
Öfreció la Iglesia al cielo,
A sus edificios vivos
Dió nuevas piedras el suelo.
Estos dones agradece
A su esposa, y la ennoblece;
Pues de parte del esposo
Un hyacinto el mas pecioso
El cielo á la tierra ofrece.

Porque el hombre de su gracia Tantas veces se retira,

Y el hyacinto al que le mira
Es tan grande su eficacia,
Que le sosiega la ira;

Su misma piedad lo inclina
A darlo por medicina;
Que en su juïcio profundo
Ve que ha inenester el mundo
Hoy una piedra tan fina.

Obró tanto esta virtud
Viviendo Hyacinto en él,
Que á los vivos rayos dél
En una y otra salud
Se restituyó por él.

Crezca gloriosa la mina
Que de su luz hyacintina
Tiene el cielo y tierra llenos;
Pues no mereció estar ménos
Que en la corona divina.

Allá luce ante los ojos

'Del mismo autor de su gloria,
Y acá en gloriosa memoria
De los triunfos y despojos
Que sacó de la victoria:

Pues si otra luz desfallece
Cuando el sol la suya ofrece,
¿Qué mas viva y rutilante
Será aquesta, si delante

Del mismo Dios resplandece?

AL TUMULO DEL REY FELIPE II EN SEVILLA.

(Parnaso español de D. Juan Lopez de Sedano, 1772.)

SONETO.

Voto à Dios, que me espanta esta grandeza,
Y que diera un doblon por describilla;
Porque à quién no sorprende y maravilla
Esta máquina insigne, esta riqueza ?

Por Jesucristo vivo, cada pieza
Vale mas de un millon, y que es mancilla
Que esto no dure un siglo, ó gran Sevilla,
Roma triunfante en ánimo y nobleza.

Apostaré que el ánima del muerto
Por gozar este sitio hoy ha dejado
La gloria donde vive eternamente.-

Esto oyó un valenton, y dijo: Es cierto
Cuanto dice voacé, señor soldado.

Y el que dijere lo contrario, miente.-
Y luego in continente

Caló el chapeo, requirió la espada,
Miró al soslayo, fuése, y no hubo nada.

A LA ENTRADA DEL DUQUE DE MEDINA

en Cádiz, en julio de 1596, con socorro de tropas enseñadas en Sevilla por el capitan Becerra, despues de haber evacuado aquella ciudad las tropas inglesas, y saqueddola por espacia de veinte y cuatro dias al mando del conde de Essex.

(Manuscrito del Sr. Arrieta.)
SONETO.

Vimos en julio otra semana santa
Atestada de ciertas cofradías
Que los soldados llaman compañias,

De quien el vulgo, y no el inglés, se espanta.

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Un valenton de espátula y gregüesco,
Que á la muerte mil vidas sacrifica,
Cansado del oficio de la pica
Mas no del ejercicio picaresco;

Retorciendo el mostacho soldadesco,
Por ver que ya su bolsa le repica,
A un corrillo llegó de gente rica,
Y en el nombre de Dios pidió refresco.
Den voacedes, por Dios, á mi pobreza,
Les dice donde no, por ocho santos,
Que haré lo que hacer suelo sin tardanza.

Mas uno que à sacar la espada empieza, ¿Con quién habla, le dijo, el tiracantos? Si limosna no alcanza,

Que es lo que suele hacer en tal querella? Respondió el bravonel: irme sin ella.

A UN ERMITAÑO.

(Manuscrito del Sr. Arrieta.)

SONETO.

Maestro era de esgrima Campuzano,
De espada y daga diestro á maravilla,
Rebanaba narices en Castilla,
Y siempre le quedaba el brazo sano :
Quiso pasarse á Indias un verano,
Y vino con Montalvo el de Sevilla;
Cojo quedó de un pié de la rencilla,
Tuerto de un ojo, manco de una mano.
Vínose a recoger á aquesta ermita
Con su palo en la mano y su rosario,
Y su ballesta de matar pardales.

Y con su Madalena, que le quita
Mil canas, está hecho un San Hilario.
¡Ved cómo nacen bienes de los males!

LOS ÉXTASIS DE LA BEATA MADRE TERESA DE JESUS.

(Compendio de las fiestas celebradas en España con motivo de la beatificacion de la madre Teresa de Jesus, por Fray Diego de San José, 1615.)

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De lo que hacer debia,
Tal vez luego volvia
Mejorado, mostrando codicioso
Que el haber parecido perezoso
Era en volver atras para dar salto
Con curso mas brioso,

Desde la tierra al cielo, que es mas alto.
Creciste, y fué creciendo en ti la gana
De obrar en proporcion de los favores
Con que te regaló la mano eterna :
Tales, que al parecer se alzó á mayores
Contigo alegre Dios, en la mañana
De tu florida edad, humilde y tierna.
Y así tu ser gobierna,
Que poco a poco subes
Sobre las densas nubes

De la suerte mortal, y así levantas
Tu cuerpo al cielo sin fijar las plantas,
Que lijero tras sí el alma le lleva
A las regiones santas

Con nueva suspension, con virtud nueva.
Alli su humildad te muestra santa,
Acullá se desposa Dios contigo,
Aquí misterios altos te revela:

Tierno amante se muestra, dulce amigo,

Y siendo tu maestro, te levanta
Al cielo, que señala por tu escuela.
Parece se desvela

En hacerte mercedes;
Rompe rejas y redes

Para buscarte el mágico divino,
Tan tu llegado siempre y tan contino,
Que si algun afligido á Dios buscara,
Acortando camino

En tu pecho ó en tu celda le hallara.
Aunque naciste en Avila. se puede
Decir que en Alba fué donde naciste;
Pues allí nace, donde muere el justo.
Desde Alba ¡oh madre! al cielo te partiste :
Alba pura, hermosa, á quien sucede
El claro dia del inmenso gusto,
Que le goces es justo

En éxtasis divinos,

Por todos los caminos

Por donde Dios llevar á un alma sabe, Para darle de sí cuanto ella cabe,

Y aun la ensancha, dilata y engrandece, Y con amor suave

A sí y de sí la junta y enriquece.

Como las circunstancias convenibles, Que acreditan los éxtasis, que suelen Indicios ser de santidad notoria, En los tuyos se hallaron; nos impelen A creer la verdad de los visibles Que nos describe tu discreta historia: Y el quedar con vitoria, Honroso triunfo y palma Del infierno, y tu alma

ay

Mas humilde, mas sabia y obediente
Al fin de tus arrobos, fué evidente
Señal que todos fuéron admirables
Y sobrehumanamente

Nuevos, continuos, sacros, inefables.
Ahora pues que al cielo te retiras
Menospreciando la mortal riqueza
En la inmortalidad que siempre dura,
Y el visorey de Dios nos da certeza
Que sin enigma y sin espejo miras
De Dios la incomparable hermosura;
Colma nuestra ventura,

Oye devota y pia

Los balidos que envía

El rebaño infinito que criaste

Cuando del suelo al cielo el vuelo alzaste:

Que no porque dejaste nuestra vida,

La caridad dejaste,

Que en los cielos está mas extendida.

Cancion, de ser humilde has de preciarte,

Cuando quieras al cielo levantarte:

Que tiene la humildad naturaleza

De ser el todo y parte

De alzar al cielo la mortal bajeza.

LOS CELOS (*). ROMANCE.

(Romancero de Don Eugenio Ochoa, Paris 1838.)

Yace donde el sol se pone,
Entre dos tajadas peñas,
Una entrada de un abismo,
Quiero decir, una cueva,
Profunda, lóbrega, oscura,
Aquí mojada, alli seca,
Propio albergue de la noche,
Del borror y las tinieblas.

Por la boca sale un aire
Que al alma encendida hiela,
Y un fuego de cuando en cuando
Que el pecho de hielo quema.
Oyese dentro un ruido
Como crujir de cadenas,
Y unos ayes luengos, tristes,
Envueltos en tristes quejas.
Por las funestas paredes,
Por los resquicios y quiebras,
Mil viboras se descubren
Y ponzoñosas culebras

A la entrada tiene puesto,
En una amarilla piedra,
Huesos de muerto encajados
En modo que forman letras;

Las cuales vistas del fuego
Que arroja de sí la cueva,
Dicen : «Esta es la morada
»De los celos y sospechas.

Y un pastor cantaba al uso
Esta maravilla cierta
De la cueva, fuego y hielo,
Aullidos, sierpes y piedra.
El cual oyendo le dijo:
-Pastor, para que te crea,
No has menester juramentos,
Ni bacer la vista experiencia.
Un vivo traslado es ese
De lo que mi pecho encierra,
El cual como en cueva oscura
No tiene luz ni la espera.

Seco le tienen desdenes,
Bañado en lágrimas tiernas;
Aire, fuego y los suspiros
Le abrasan contino y hielan.
Los lamentables aullidos
Son mis continuas querellas,
Viboras mis pensamientos
Que en mis entrañas se ceban.
La piedra escrita amarilla
Es mi sin igual firmeza ;
Que mis huesos en la muerte
Mostrarán que son de piedra.
Los celos son los que habitan
En esta morada estrecha,
Que engendraron los descuidos
De mi querida Silena.--

En pronunciando este nombre
Cayó como muerto en tierra;
Que de memorias de celos
Aquestos fines se esperan.

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En tu amor pensé anegarme,
Pensé abrasarme en tu fuego;
Mas ya no temo á tus brasas,
Tampoco á tus bielos temo.

Tormentas me son bonanzas
Y duros naufragios puertos;
Como simple mariposa
Por lo que me mata muero.
Digiero ya tus desdenes
Como el avestruz el bierro,
Aunque en los mios no se balla
Causa por do los merezco.
Pero basta ser tu gusto
Para que confiese habellos,
Que aunque con obras me ofendes,
No en pensamiento te ofendo.
Pasados son dos veranos
(Para mi siempre es invierno):
Los árboles reverdecen,

Y yo siempre mustio y seco.
Revistense de esperanza,
Yo de esperar desespero;
Llevan dulcisimos frutos.
Yo amargos suspiros llevo.
Al fin es mi voluntad
Veleta para tus vientos:
Hiele, ventisque y granice,
Que yo no quiero otro tiempo;
Porque para resistirle
Muy buen pellico me tengo
Guarnecido de paciencia,

Y aforrado en sufrimiento.
Pasadas son treinta lunas,

Y no hay mudanza en los tiempos,
Siempre yo las veo menguantes
Y crecer mis ansias veo.

Todas las cosas se mudan,
Y tú no mudas de intento,
Siempre muda á mis razones,
Y siempre sorda á mis ruegos.
Aunque no quiero mudanzas,
Que de tu condicion creo
Que cuando acaso te mudes
Será de desden á celos :

Y habiendo de ser así,
De tal mudanza reniego,
Que es mejor andar con quejas
Que padecer mal de perros.
Tampoco favores tuyos
Los quiero ni los pretendo,
Que se ha ya estragado el gusto,
ningun gusto pretendo.

Si acaso sueño algun bien,
Como es ordinario en sueños,
Con el temor de enojarte
Sobresaltado despierto.

Mira, cruel, qué me debes;
Pues no sufro cuando duermo
A tu disgusto mis gustos,
Y en los tuyos me desvelo.
Al fin mis deseos vistos,
Es ver lo que tus deseos :

Y quiero lo que tú quieres,
Pues no quieres lo que quiero.

ELICIO.

ROMANCE.

(El mismo Romancero.)

Elicio, un pobre pastor,
Ausente de Galatea,
Dulce prenda de su alma,

A quien deja el alma en prendas;
Čuya perfeccion adora,
Cuyo nombre reverencia,
Por quien vive, y por quien muere,
De cuyo esclavo se precia;

Sobre un cayado de pechos,
Cortado de su paciencia,
Para golpes de fortuna.
Y para servir de prueba,

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