Imagens das páginas
PDF
ePub

dejaban al hombre este último asilo y consuelo inestimable en medio de las mayores miserias duros trances de la vida.

y

mas

Cupo nuestro CERVANTES en suerte al arraez Dalí Mamí, que le habia apresado, y que por el agradable aspecto de su cautivo, por el señorío de sus maneras, por su bravura en el combate, por el respeto que no obstante sus juveniles años le manifestaban sus compañeros de desgracia, y sobre todo, por las encarecidas cartas de recomendacion que le encontró de sus ilustres jefes, hubo de tenerle por persona principal de quien podria obtener un gran rescate. Experimentado en los medios de tan abominable granjería, le trató con todo el rigor compatible con la conservacion de su mísera existencia, teniéndole muy guardado y sujeto, y valiéndose de los padecimientos de un infeliz para la satisfaccion de su codicia; de suerte que las mismas prendas exteriores y morales con que habia dotado el cielo á CERVANTES, las muestras de aprecio que en una ocasion singular habia recibido, sirvieron solo para su mayor tormento. Situacion era esta capaz de abatir al hombre mas esforzado; pero el alma de CERVÁNtes era inflexible: una idea única se apoderó de ella, desde el momento en que se vió privado de su libertad; la de recobrar este bien que no tiene precio. Esta es la parte mas interesante de toda la vida de CERVANTES: en ella se engrandeció su alma altanera, se aguzó su ingenio, y subieron de punto su heroismo y generosidad. Afortunadamente no escribimos una novela, aunque lo parece: ningun suceso de cuantos le atañen se halla mas plenamentejustificado que esta serie de tentativas arriesgadas en que á cada paso comprometió su cabeza para alcanzar su libertad, y cuando no, para salvar la vida de sus cómplices y clientes en causa tan gloriosa (8).

A pesar de tanta vigilancia no tardó en presentársele oportunidad de fugarse de la casa de su amo; y buscando un moro que le sirviese de guia, le indujo á que le acompañase por tierra hasta Orán, plaza de la costa que ocupaban los españoles. Reuniéronsele para esta empresa varios cautivos de su predileccion, con quienes, á costa de aumentar su riesgo, quiso compartir el beneficio, siendo el alma y el caudillo de esta expedicion, como lo fué siempre de todas las demas tentativas que trazó y dispuso su fecundo ingenio, estimulado por el deseo de la libertad. Pero despues de haber andado alguna jornada el moro abandonó á los fugitivos, quienes tuvieron que volver á Arjel á recibir severos castigos de sus patrones. El de CERVANTES, que segun noticias no era de los ménos duros, redobló sus cadenas y estrechó mas y mas su triste encerramiento para asegurar la esperanza de un buen rescate.

Así que la familia de CERVANTES tuvo noticia de la desgracia, hizo los mayores esfuerzos con el fin de juntar los medios necesarios para el recobró de tan caras prendas: desde luego malvendió su corto patrimonio, empeñó las dotes de las hijas, recurrió á los amigos, y sujetándose á toda clase de privaciones quedó reducida á mayor estrechez. Este caudal de lágrimas llegó á Arjel mas de dos años despues del apresamiento; pero por su cortedad no pudo satisfacer las exigencias de Dali Mamí, que no quiso soltar á su cautivo; y así fué aplicado al rescate de su hermano Rodrigo, quedando Miguel sin mas esperanzas de salvacion que las que el cielo quisiese depararle. El único recurso que tuvo en aquella amarga separacion, fué encargar á su hermano que al llegar á las costas de las Baleares ó de Valencia procurase expedirle una embarcacion, que atracando de noche en punto determinado, tomase á su bordo á los cautivos que se hallarian prevenidos para el caso. Cumplió Rodrigo fielmente este deber fraternal, y provisto de cartas é instrucciones de varios caballeros que entraban en el plan, habilitó inmediatamente una fragata armada al mando de un tal Viana, marino arrojado y práctico conocedor de aquellas costas. El punto de la recalada se designó junto á una casa de campo sita á tres millas al Este de Arjel, propia del alcaide Azan, renegado griego, y cultivada por un cautivo natural de Navarra, conocido bajo el nombre de Juan el Jardinero. Habia allí una cueva (8) La informacion, de que hablarémos despues, comprueba todos estos hechos de un modo que no deja la menor duda.

muy oculta, donde fuéron con mucha anticipacion guareciéndose los cautivos à medida que iban escapándose de las casas de sus amos. Juan velaba por su seguridad, CERVANTES con suma diligencia y disimulo dirigia aquella maquinacion, proveyendo á todo y ofreciendo este medio de fuga á los cautivos de su confianza. Pero la depositó muy sobrada en uno que llamaban el Dorador, natural de Melilla, que despues de haber renegado de su fe en la juventud se habia vuelto á reconciliar con la Iglesia, y habia sido posteriormente cautivado. Este cuidaba de comprar los víveres y conducirlos á la cueva con el recato que es de suponer, y debia ser uno de los prófugos. Todo estaba dispuesto: la noche aunque incierta de la libertad se iba acercando, y CERVANTES se ocupaba en recoger á sus amigos mas rezagados, con el disgusto de no haber podido atraer al Dr. Antonio de Sosa, eclesiástico de estóica virtud, que lleno de achaques y guardado con especial vigilancia por su amo no pudo ó no quiso acompañarle.

Llegó por fin la fragata, que manteniéndose en franquía todo el dia 21 de setiembre, se arrimó ya de noche, y su tripulacion verificaba el desembarco, cuando amedrentada por unos moros que acertaron á pasar por aquel sitio, tuvo que hacerse á la mar. Volvió en seguida; pero alarmada ya la poblacion de aquel campo, que acudió y se puso en acecho, no solamente frustró la tentativa, sino que arrojándose sobre la embarcacion, la apresó con toda su gente. Quedaron en consecuencia los de la cueva privados de toda esperanza y socorro, pues no volviendo á parecer el Dorador carecian de todo alimento, y se hallaban reducidos á la mayor desesperacion. A los tres dias le vieron por fin ; pero conduciendo al comandante de la guardia del Rey con veinte y cuatro infantes armados de alfanjes, lanzas y escopetas, y algunos turcos de á caballo. Encamináronse todos derechamente á la cueva, y al oir el rumor de las pisadas y amenazas, tuvo tiempo CERVANTES de advertir á sus compañeros que descargasen sobre él toda la culpa; en seguida se adelantó á encararse con el comandante, diciendo con singular entereza que él solo habia fraguado aquel proyecto y seducido á los demas, así que sobre él solo debia recaer cualquier castigo. Asombrados los agresores, tanto como los capturados, en vista de tan rara presencia de ánimo, despacharon un propio al Rey, quien mandó que todos aquellos infelices fuesen conducidos á su baño, y que á Cervantes solo le llevasen á su presencia. Así se verificó, y así tuvo que entrar en Arjel el animoso jóven, maniatado, á pié, y perseguido por los insultos de aquel bárbaro populacho.

El lector adivinará que quien delató esta conspiracion fué el mismo Dorador, que en efecto, mudando de propósito y viendo frustradas por entonces sus esperanzas de libertad, quiso sacar partido de su posicion, y renegando segunda vez vendió á sus cómplices, congraciándose con el Rey. Poco tiempo pudo gozar la recompensa, pues murió miserablemente tres años despues, en el mismo dia 30 de setiembre, aniversario de su infame traicion.

Era el rey Azan hombre muy diferente de su antecesor Uchalí, en quien reconocian los cautivos ciertos rasgos de hidalguía que honran su memoria. La ferocidad de aquel era sin límites: trataba á sus esclavos peor que á las bestias, teniéndolos en la mayor desnudez y necesidad; sentia cierta fruicion incomprensible en atormentar á sus semejantes, y se deleitaba en ejecutar con sus propias manos los suplicios á que caprichosamente los condenaba. CERVÁNTES le caracterizó perfectamente con un magnífico pleonasmo, diciendo que era condicion suya el ser homicida de todo el género humano (9). Nada podia pues halagar tanto sus perversos instintos como la ocasion que espontánea se le ofrecia, sobre la ventaja que lograba en sus in

(9) Don Quijote, primera parte, cap. XL. Azan era renegado veneciano, y ántes de renegar se llamaba Andreta. Sirvió primero á Dragut, y despues que este murió en el sitio de Malta, al Uchalí, por cuyo favor fué dos veces rey de Arjel: una desde 1577 á 1580 y otra desde 1582 hasta el año siguiente, en que por nombramiento del Gran Señor pasó al gobierno de Tripoli. A los dos años, por fallecimiento del Uchali, fué promovido á capitan bajá ó general de la mar ,y al fin murió de ponzoña que le hizo dar el Cigala, uno de los famosos corsarios de aquel tiempo, que pretendia y logró sucederle en su cargo. (CLEMENCIN, comentarios al Don Quijote.)

tereses. Porque es de advertir que por costumbre de aquella bárbara república eran propiedad del Rey los esclavos perdidos ó fugados que cogian sus esbirros, y así es que valiéndose ó abusando de este derecho tenia cerca de dos mil encerrados en su baño, que así se llamaban por allí los depósitos de tan lastimosa mercadería.

Puesto CERVANTES á la presencia de este monstruo tuvo que sufrir un capcioso interrogatorio acompañado de terribles amenazas. Habia en el Rey la intencion de extender el número de los culpados para aumentar su botin, de modo que avisado el P. Jorje Olivar, de la órden de la Merced, comendador de Valencia, que á la sazon se hallaba de redentor en Arjel, de que se intentaba complicarle, tomó sus precauciones y trató de salvar en manos del Dr. Sosa sus ornamentos y vasos sagrados de la profanacion de los infieles, por si llegaba el caso de prendérsele. Mas á pesar de todos los medios que se usaron para vencer la firmeza de CERVÁNTES, no pudieron recabarse de él otras declaraciones mas que la misma dada en el acto de su prision: que él solo era el autor de todo, y que todos eran víctimas de su seduccion. Respuestas tan imperturbables, acompañadas de aquella mirada de águila que en apurados trances suele animar el semblante de los hombres superiores, hubieron de hacer bajar los ojos á Azan, quien con gran sorpresa de cuantos conocian su carácter se contentó con mandar á CERVANTES con los demas à su mazmorra.

El otro Azan el alcaide, dueño de la posesion donde se hallaba la cueva, reclamó á su cautivo el pobre Juan, á quien ahorcó por sus propias manos. Dalí Mami usando de su valimento recobró tambien á CERVANTES, pero muy poco tiempo despues, por el precio de quinientos escudos, lo vendió al Rey, quien creyó haber hecho un buen negocio; pues no podia creer que hombre tan extraordinario no valiese mucho mas en su patria. ¡ Bárbara simplicidad! Los compatriotas de CERVANTES no le estimaban en tanto.

Entre los dos mil cautivos encerrados en el baño del Rey, gemian otros tres caballeros, relacionados con el gobernador español de Orán, donde tenia CERVANTES tambien algunos amigos; y cinco meses despues, juntando las recomendaciones de todos, halló medio para ganar á un moro que se ofreció á llevar las cartas, dirigidas á que se les enviase algunos espías y personas de confianza con quienes pudiesen realizar la fuga. El desgraciado mensajero fué cogido al entrar en el mismo territorio de Orán, y conducido otra vez á Arjel fué empalado sin descubrir cosa alguna. Pero habiéndosele encontrado cartas de letra de CERVANTES, Azan llamó á este á su presencia, y mandó darle dos mil palos, sentencia que iba á ejecutarse inmediatamente. Pero alguna gracia como suya debió de decir CERVANTES en aquel conflicto, supuesto que el Rey, desarmada su cólera, revocó la órden del castigo, suerte que no tuvieron otros, á quienes en distintas ocasiones se imputaron iguales conatos.

Tantos peligros corridos y milagrosamente esquivados infundieron en el ánimo de CERVANTES mayor precaucion; pero no lograron extinguir aquella sed de libertad que de dia y noche le abrasaba. Vino á trabar amistad con un renegado natural de Osuna, llamado Giron, y entre los moros Abdaharramen, que deseaba volver al gremio de la Iglesia. Persuadióle á que adquiriese y armase una fragata bajo el pretexto de hacer el corso, y que en ella se huyese de Arjel llevando consigo una porcion de cautivos de lo mas florido. Para los fondos se acudió á un mercader valenciano establecido en aquella plaza, por nombre Onofre Exarque; y este con efecto aprontó mas de mil trescientas doblas, con las cuales y otros recursos se acudió á lo necesario.

Ya estaba todo dispuesto: sesenta cristianos debian romper sus grillos; pero aun entre ellos hubo un Júdas. Cierto Juan Blanco de Paz, que se titulaba doctor y habia sido religioso dominico, mal sacerdote y hombre perverso, revoltoso y malquisto de todos, supo el proyecto, y cometió la villanía de ir á delatarlo al rey Azan, de quien recibió por todo premio un escudo de oro y una jarra de manteca. El Rey, disimulando, para hacer su venganza mas estrepitosa,

segura y extensiva á muchos conjurados, habia dado ya sus disposiciones para sorprenderlos en el mismo acto. Pero estas mismas disposiciones que no pudieron ser tan secretas, ó algun otro indicio, les hicieron conocer que se hallaban descubiertos, y el terror se apoderó de todos. Onofre Exarque, viendo comprometida no solo su hacienda sino su vida, propuso encarecidamente á CERVántes que él daria desde luego la suma pedida para su rescate, suplicándole con las mayores véras que aceptase el partido, y salvándose á sí mismo le librase de aquella angustiosa situacion. Tentadora era la propuesta; pero no era CERVANTES hombre para abandonar á sus amigos, de cuya constancia en la tortura no podia responder como de la suya propia. Tranquilizó al mercader, asegurándole que nada sería capaz de arrancarle una sola palabra: por de pronto y con el fin de ver cómo las cosas se encaminaban huyó del baño, acogiéndose bajo el amparo de un antiguo camarada, el alférez Diego Castellano. Mas pocos dias despues oyó publicar por las calles de Arjel el pregon que declaraba su fuga, é imponia pena de la vida á quien le ocultase; y no queriendo que nadie padeciera por su causa, y mucho ménos su generoso amigo y encubridor, salió al momento de su asilo, y juntándose al paso con Morato Raez, por sobrenombre Maltrapillo, renegado murciano y amigo del Rey, se presentó impávido á este para que dispusiese de su vida. Irritado Azan mandó atarle las manos atras y ponerle un cordel á la garganta, como para ahorcarle, si no confesaba. Nada bastó para que nombrase á persona alguna: echó toda la culpa sobre sí y sobre otros cuatro caballeros que estaban ya en libertad, hasta que cansado Azan de sus inútiles pesquisas, ó vencido á los ruegos de su amigo Morato, ó cediendo á la fascinadora influencia de un esclavo cuya superioridad no podia ménos de reconocer, dispuso que le encerrasen en la cárcel de moros que estaba en su mismo palacio, y desterró á Giron al reino de Fez. Así terminó esta tentativa desgraciada, que como las anteriores hubiera podido serlo mas, sin una misteriosa disposicion de la Providencia.

Pero los designios de CERVANTES no se limitaban á recobrar su propia libertad y la de sus compañeros de infortunio. En el largo tiempo que medió entre la sorpresa de la cueva y la segunda tentativa de escaparse por Orán, meditaba otro proyecto mas grande, que á tener resultado, cambiara sin duda la faz de los negocios del mundo, apresurando la civilizacion del Africa septentrional. Aspiraba nada menos que á alzarse con Arjel para entregarlo á Felipe II. La muchedumbre de esclavos cristianos amontonados en aquellas mazmorras, que pasaban entónces de veinte y cinco mil, la mayor parte hombres esforzados y embravecidos por la desesperacion; el descontento de los mismos habitantes, oprimidos por Azan, y provocados por sus locuras y crueldades; la escasez y carestia de las vituallas, cuyo monopolio se habia reservado el Rey; las enfermedades epidémicas producidas por el hambre y la falta de aseo, y finalmente, el terror general en vista de los armamentos que preparaba la España con apariencia de intentar un desembarco, eran circunstancias bastantes para disminuir el concepto de temeridad que á tamaña empresa podia atribuirse. De estas complicaciones quiso aprovecharse CERVANTES, urdiendo una vasta conspiracion que con la cautela necesaria dirigia, hasta que sabido el objeto de los preparativos de la España, que se destinaron despues á la expedicion de Portugal, calmadas por este lado las inquietudes de los arjelinos, perdidas las esperanzas de apoyo exterior, y mejorada la situacion del pais con alguna mayor abundancia, se desvanecieron todas las probabilidades de buen éxito, y hubo que abandonar el plan. El P. Haedo, autor contemporáneo, en su historia y topografía de Arjel atribuye esta contrariedad á traiciones y abusos de confianza. Si á su ánimo, industria y trazas correspondiera la fortuna (dice hablando de CERVANTES), hoy fuera el dia que Arjel fuera de cristianos, porque no aspiraban á ménos sus intentos.... De su cautiverio y hazañas se pudiera hacer una particular historia.... Y si no le descubrieran y vendieran los que le ayudaban, dichoso hubiera sido su cautiverio, con ser de los peores que en Arjel habia. Por esto solia decir Azan, que como él tuviese guardado al estro

peado español, tenia seguros sus cristianos, bajeles y aun toda la ciudad: tanto era (añade el mismo escritor) lo que temia las trazas de MIGUEL DE CERVANTES.

Mientras en tales proyectos andaba ocupado, sus desvalidos padres, arruinados ya con el rescate de su mayor hermano, continuaban las diligencias para obtener el de MIGUEL. Con este fin buscaron documentos con que hacer constar sus servicios. D. Juan de Austria, que de ellos habia sido testigo y justo apreciador, habia muerto ya; el duque de Sesa dió una certificacion en que muy expresivamente los encarecia, y los declararon judicialmente ante la autoridad muchas personas que habian presenciado sus hazañas en el ejército y en el cautiverio. Entre estos pasos vino á fallecer agoviado por tantas pesadumbres su padre Rodrigo, cuya viuda D. Leonor de Cortinas los continuó sin descanso con todo el amor de una madre, hasta que ayudada de su hija D.a Andrea pudo entregar á los religiosos de la órden de la Trinidad trescientos ducados, cantidad que distaba mucho todavía de la que exigia el codicioso berberisco. Una persona piadosa (y no callemos el nombre de un bienhechor de la humanidad), Francisco Caramanchel, doméstico de un consejero, dió cincuenta doblas; otras cincuenta se le aplicaron de la limosna general de la órden Redentora. Esperaban completar la partida con la gracia que se habia solicitado del Rey, cuyo gobierno, despues de las dilaciones y viciosos trámites que tambien entónces seguian los expedientes, y conforme al ridículo sistema de arbitrios particulares para cada objeto, de que aun ahora nos quedan resabios, concedió por toda merced un permiso para exportar de Valencia á Arjel por valor de dos mil ducados de mercaderías no prohibidas. Se trató de negociar el privilegio, y nadie ofreció por él mas de sesenta ducados: probablemente importarian mas los derechos curiales para la expedicion de la cédula, que por este motivo no se sacó. Nada tuvo CERVANTES que agradecer en esta ocasion á los que despues llevaron constantemente la ingratitud hasta la tenacidad.

Por este tiempo, en mayo de 1580, los padres de la Santísima Trinidad, provistos de algunos fondos de la Orden y de particulares, llevaron á Arjel el estandarte de la Redencion. Este sagrado instituto, lo mismo que el de la Merced, prestó por espacio de largos años eminentes servicios á la causa de la humanidad indignamente ultrajada. Cuando los gobiernos no son capaces de satisfacer todas las necesidades de la sociedad que presiden, es indispensable que el celo de los hombres generosos supla esta imperdonable falta; y si se agrega á sus esfuerzos el poderoso estímulo de la religion, suelen conseguir efectos maravillosos hasta que, cesando el objeto que vivifica la obra, viene naturalmente la corrupcion en pos de la indiferencia. Dirigia · esta gloriosa expedicion el P. Fr. Juan Gil, procurador general, acompañado del P. Fr. Antonio de la Bella, ministro del convento de Baeza. Así que estos dos buenos religiosos llegaron á su destino, solicitaron el rescate de CERVANTES; pero su amo se obstinaba en no querer rebajar el precio de mil escudos en que lo habia tasado para doblar el importe de la compra. Cuatro meses se pasaron en tan odioso regateo: en este intermedio espiró el término del bajalato de Azan, quien habia entregado ya el gobierno á su sucesor Jafer-Bajá. Ya iba á salir del puerto con cuatro buques propios y siete de escolta; ya CERVANTES estaba amarrado á su banco y con el remo en la mano. Reflexiones, súplicas, empeños, apoyaron el último esfuerzo. El dia 19 de setiembre de aquel año recibió sus quinientos escudos de oro en oro de España, con mas nueve doblas de derechos para el cómitre y demas oficiales de la galera; mandó desembarcar á CERVANTES ya libre, y pocas horas despues navegaba hácia Constantinopla. El dinero destinado á CERVANTES no alcanzaba á cubrir la suma exigida: fué preciso buscar entre mercaderes doscientos veinte escudos, bajo la garantía de los religiosos, que nunca pudieron emplear mejor el crédito de su Orden.

Restituido CERVANTES á la libertad permaneció todavía en Arjel hasta fines de aquel año, agasajado de cuantos conocian sus bellas prendas. Solo su delator, el mencionado Juan Blanco de la Paz, que como casi todos los perversos aborrecia con preferencia á quienes mas habia

T. I.

b

« AnteriorContinuar »