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Toledo, cuya rama vino á entroncarse con la de los reyes de Castilla, por medio de D.o Juana Enriquez de Córdova y Ayala, segunda mujer de D. Juan II. Sea como fuere, su familia era conocida como de hidalgos principales, aunque decaida de su antiguo esplendor, á causa de los escasos bienes de fortuna, que con bastante frecuencia son señales de hereditaria honradez en repúblicas de cierta manera organizadas. Y como esta misma condicion era entónces, aun mas que en nuestros dias, obstáculo para ejercer ciertas profesiones lucrativas sin dejar de ser honestas, la escasez de recursos de los padres de CERVANTES, sobrecargados ademas con el sustento de otros hijos, no les habria permitido darle la educacion que á su clase correspondia, si su residencia en Alcalá, emporio en aquel tiempo de las ciencias y liberales estudios, no les hubiera facilitado los medios económicos de atender á esta obligacion, cultivando desde la cuna aquella clarisima y fecunda inteligencia.

Pocas noticias tenemos de los primeros años de CERVANTES, como no sea por algun fugaz recuerdo expresado casualmente en sus escritos. Así sabemos que siendo todavía muchacho vió representar al famoso Lope de Rueda, insigne farsante y autor dramático, quien por aqueIlos tiempos vino de Sevilla, su patria, á Madrid y otras poblaciones de Castilla á dar muestras de su rara habilidad; y quedaron tan impresos sus versos en la memoria de CERVÁNtes, que aun en edad muy provecta se deleitaba en recitarlos como modelo de cómica elocucion (2). Desde tan tierna edad mostró decidida inclinacion à la poesía, aunque, segun él mismo confiesa, no le fué concedido este don por el cielo, que por otros caminos á la cumbre de la gloria le guiaba (5). De aquella vivacidad y donaire, que conservó constantemente hasta despues de recibida la Extrema-uncion, podemos inferir la que descubriria desde niño, porque estas son prendas que nacen con el hombre, y no se adquieren, aunque sí se dirigen y regularizan por el trato y la educacion.

De sus primeros maestros solo conocemos el nombre del presbítero Juan Lopez de Hoyos, varon piadoso y grande humanista, que despues fué nombrado catedrático de gramática latina en el estudio de la villa de Madrid, de donde era natural, y posteriormente cura de la parroquia de San Andrés. Es de creer que CERVANTES aprenderia con singular aprovechamiento, si se atiende á los elogios y expresiones de cariño que le prodigó su maestro, segun verémos dentro de poco. Su aplicacion, por lo menos, y ansia de saber era tanta, que á tenor de lo que él mismo refiere, iba recogiendo para leer los papeles rotos que encontraba por las calles (4). Sus obras demuestran que sin menoscabo de su ingenio y propio caudal poseia una erudicion no vulgar, y abundante lectura de los buenos autores, á quienes unas veces alude y otras cita, si bien con frecuente descuido é infidelidad; y esto explica satisfactoriamente la interrupcion

(2) «Yo, como el mas viejo que allí estaba (escribia en el prólogo de sus comedias impresas en 1614), dije que me acordaba de haber visto representar al gran Lope de Rueda, varon insigne en la representacion y en el entendimiento...... y aunque por ser muchacho yo entonces no podia hacer juicio firme de la bondad de sus versos, por algunos que me quedaron en la memoria, vistos agora en la edad madura que tengo, hallo ser verdad lo que be dicho. » (3)

Desde mis tiernos años amé el arte

Dulce de la agradable poesía.

(Viaje al Parnaso, pág. 596.)
Yo que siempre trabajo y me desvelo
Por parecer que tengo de poeta
La gracia que no quiso darme el cielo.

(Ibidem, pág. 589.)

Que yo soy un poeta desta hechura :
Cisne en las canas y en la voz un ronco
Y negro cuervo, sin que el tiempo pueda
Desbastar de mi ingenio el duro tronco.
(Ibidem, pág. 589.)

(4) Y como soy aficionado á leer aunque sean los papeles rotos de las calles.

(Don Quijote, primera parte, cap. ix, pág. 245.)

de sus estudios á consecuencia de su agitada vida, que pudo muy bien y debió debilitar la forma material de sus primeras sensaciones literarias, pero nunca borrar el espíritu de ellas, ni la oportunidad y gracia con que se fundian y á su propósito se amoldaban en la activa oficina de su entendimiento. Si hubiese seguido alguna carrera literaria tal vez se hallaria privado el mundo de aquellas obras, donde mas que la ostentacion de las ideas ajenas campea y resplandece la originalidad de las propias, y sobre todo aquella travesura y práctica del mundo, que se aprende mejor en las posadas, campamentos y cárceles, que en las graves universidades, aun entre los pasajeros desahogos y escapadas de la bulliciosa estudiantina. No los hubo de desconocer CERVANTES, supuesto que los describió con singular maestría en repetidos pasajes, y de aquí han sospechado algunos que estudió dos años de filosofía en Salamanca. Realmente ha asegurado alguno haber visto en los apuntamientos de las matrículas corespondientes á aquellos años inscrito el nombre de un MIGUEL DE Cervantes, que por mas señas vivia en la calle de Moros; y las alusiones tópicas y de costumbres que se notan en varios pasajes de sus obras, y sobre todo en su novela de la Tia Fingida, dan á entender que no hablaba de oidas ciertamente. Sin embargo de todo, se hace dificil comprender cómo, no hallándose muy holgada en recursos la familia de CERVANTES, y viviendo cabalmente en Alcalá, donde se daba á la juventud abundante instruccion en las ciencias que privaban en aquella época, pudo determinarse á sostener esta nueva carga, á no ser que recibiese el auxilio de un protector hasta aquí desconocido, ó que con mengua de su hidalga condicion consintiese un mozo tan bien dispuesto la vida desairada de sopista.

De todas maneras, se hallaba Cervantes en Madrid, cuando en 24 de octubre de 1568 celebraba la villa en las Descalzas Reales las solemnes exequias de la reina Isabel de Valois, mujer de Felipe II, cuya temprana muerte, combinada con otros sucesos contemporáneos, dió ocasion à tantas hablillas entre los desocupados, y á tan misteriosos comentarios entre los historiadores. El maestro Juan Lopez de Hoyos, ya citado, tuvo el encargo por el ayuntamiento de componer las historias, alegorías, geroglíficos y letras que debian colocarse en la iglesia, y con este motivo publicó una relacion de la enfermedad, muerte y funerales de aquella princesa, insertando allí varias composiciones poéticas de sus discípulos, unas en latin y otras en castellano. Entre ellas figura con expresa y particular recomendacion el nombre de Miguel de CERVANTES, al frente de un soneto, cuatro redondillas, una copla y una elegía en tercetos, compuesta en nombre de todo el estudio y dirigida al cardenal Espinosa, inquisidor general (5). Tales son las primicias que conocemos de aquel grande ingenio, las cuales por su mérito intrínseco estarian ya olvidadas, si el vuelo que tomó despues no hicieran interesante y curioso cuanto á él se refiere, y mas que todo sus primeros arranques. En mucho los estimaria su maestro, cuando en la referida relacion colma de elogios á su autor, llamándole repetidamente su caro y amado discípulo, que lo habria sido anteriormente sin duda, supuesto que á la sazon contaba ya veinte y un años. Ni deben extrañarse estas muestras de admiracion, que ahora pasarian por desmedidas, si se considera el estado de la poesía española en aquella época.

El gusto no estaba formado aun; en las manos de la juventud apénas corrian mas libros que las primitivas ediciones de los cancioneros; todavía las obras de Boscan y Garcilaso no se vendian por dos reales, como decia Quevedo mas de treinta años despues; la mayor parte de las buenas composiciones de la primera mitad del siglo xvi se hallaban inéditas; la novedad daba el nombre de divinos á poetas muy medianos; los mayores ingenios de aquel siglo, Fr. Luis de Leon, Hernando de Herrera y otros, borroneaban á sus solas los preciosos ensayos de su juventud; D. Alonso de Ercilla, recien venido de Chile, arreglaba los borradores de su Arau

(5) Pocsias sueltas, pág. 612. ~705.

VIDA

Balimena nacio, 1 año de 1568, pero muy jovens paso a la Nueva Chaña Ciaño 1608 vino a España y se tradus de Evolio in Jeolojia en Siguenza pero a los pocos años revolvía a Jamaica DE CERVANTESE donde fallecio en 1627 = cana, y en aquel mismo año y mes nacia en Valdepeñas Bernardo de Valbuena : no debe pues sorprendernos el que los mas allegados á CERVANTES, los que disfrutaban de su conversacion animada, llena de brio, salpicada de gracia, adivinasen ya, por sus primeras tentativas, lo que en otro género habia de ser despues.

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Probablemente en esta ocasion hubo de conocerle y cobrarle afecto monseñor Julio Aguaviva, hijo de los duques de Atri, y muy estimado de la santidad de Pio V, quien le envió desde Roma, en calidad de legado, so capa de dar á Felipe II el pésame por la muerte del príncipe D. Cárlos, y con el encargo de arreglar asuntos relativos al ejercicio de la jurisdiccion eclesiástica, con motivo de ciertas competencias ocurridas en el Estado de Milan. Habia á la sazon subido de punto el sombrío humor del Rey, á consecuencia de disgustos de familia, lo cual, unido á su extremada delicadeza en cuanto se rozaba con las regalías de la corona, dió lugar á que el legado fuese recibido con desabrimiento y despachado no muy á su gusto, pues en 2 de diciembre se le expidieron sus pasaportes para que saliese de España, por via determinada, en el término de sesenta dias. Era Julio Aguaviva mozo virtuoso y de muchas letras ; tenia poco mas de veinte años, y á los veinte y cuatro recibió el capelo; gustaba mucho, segun el testimonio de Mateo Aleman, de tratar á los hombres de ingenio, á quienes obsequiaba magníficamente. Prendado de las buenas disposiciones de CERVANTES, le recibió á su servicio en clase de camarero y lo llevó consigo á Italia.

Este viaje fué para CERVANTES de sumo aprovechamiento, por cuanto desenvolvió en gran manera su genio observador. Por las descripciones de paises y de costumbres que diseminó en numerosos pasajes de sus obras, se puede casi trazar la ruta que llevó, por Valencia, Cataluña, el mediodía de la Francia, el Piamonte, el Milanesado y la Toscana, hasta la capital del orbe católico. Hallábase entonces la Italia en el mayor grado de cultura literaria: aun resonaban en ella los cantos del Taso y del Ariosto; delantera á todas las naciones en la grande obra del renacimiento, aún conservaba frescamente impreso el sello de Leon X, de los Médicis y del mismo Carlos V, quien, sea dicho de paso, favoreció mas la literatura italiana que la nuestra. Grande era el concurso de españoles en aquella península, cuyos dos extremos y aislados apéndices formaban parte de la vasta monarquia de Felipe, como puntos avanzados para observar el Levante y amenazar las contrapuestas costas africanas. Unos pasaban allá con gobiernos, magistraturas y otros cargos de pública administracion; otros iban á militar bajo las temidas banderas guiadas por acreditados capitanes; otros acudian de propósito á instruirse en aquellas famosas universidades y colegios, entre los cuales descollaba el fundado en Bolonia por el cardenal Albornoz para sus compatriotas; otros por fin mas escasos de medios visitaban el pais á la sombra de algun principe protector, de cuyo servicio los mas bien nacidos no se desdeñaban.

El palacio de un hombre tan ilustre, cortesano y accesible como el futuro cardenal, debia de ser frecuentado por los buenos ingenios que florecian entonces en Roma; y allí trataria CERVANTES algunos que formarian su gusto, excitarian su emulacion, y aun le pegarian los italianismos de que se resienten alguna vez sus escritos. Pero este género de vida duró poco : sin ningun motivo de desagrado, dejó CERVANTES una casa de la cual conservó siempre gratas memorias. En el año de 1571 habia sentado ya plaza de soldado en los tercios españoles. O tedioso de la domesticidad, que no cuadraba á su carácter independiente, ó lo que es mas probable, ambicioso de todo género de gloria en un siglo entusiasta y emprendedor, abrazó con ardimiento una carrera que atraia á la noble juventud, y en que los ánimos esforzados veian ocasiones honrosas de distinguirse y de medrar. Al orgullo nacional se agregaban entónces estímulos muy activos, por la relacion que tenian con las ideas religiosas y civilizadoras. El ser español era todavía un timbre de gloria: los conquistadores del Nuevo Mundo aspiraban tambien à mantener su disputada superioridad en el antiguo, y desafiaban arrogantes a todas las

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naciones en el proceder generoso, en el valor de su ánimo y en la fuerza de su espada. El sultan Selim II se habia apoderado alevosamente de la isla de Chipre, perteneciente á la república de Venecia, la cual imploró desde luego el auxilio de los príncipes de la cristiandad, aunque por celos y rivalidades no todos ellos respondieron á su llamamiento. El rey Felipe, sin embargo, excitado por el Pontífice, acudió presuroso al peligro comun, y sin previo tratado formal facilitó sus naves y sus tropas para la expedicion, que sin gran resultado se emprendió en el verano de 1570, bajo el mando de Marco Antonio Colonna. A ella, en la humilde parte que le cupo, concurrió MIGUEL DE CERVANTES, supuesto que tal fué el destino de su compañia, mandada por Diego de Urbina, capitan valerosísimo, dependiente del tercio de Don Miguel de Moncada, jefe no ménos famoso por sus hazañas.

Por la primavera del año siguiente de 1571 se concertó la liga contra el turco, entre su Santidad, el Rey de España y la señoría de Venecia; y en el mismo tratado se nombró generalísimo de todas las fuerzas de mar y tierra á D. Juan de Austria, hijo natural de Carlos V, quien, aprestándose con la celeridad del rayo, voló á organizar sus escuadras, que zarparon del puerto de Mesina, en 15 de setiembre, con el presentimiento de una gloriosa jornada. Tal fué la del 7 de octubre inmediato en las aguas de Lepanto, donde forzada á batirse por su situacion la armada turquesca recibió el mayor descalabro que vieron los siglos. Dividida la de los coligados en tres escuadras de combate y dos de reserva, formaba el ala izquierda la que mandaba Agustin Barbarigo, proveedor general de Venecia, y por ella empezó el ataque sobre mediodía, empeñándose la reñida accion por todo el resto de las fuerzas. En esta escuadra tenia su puesto la galera Marquesa de Juan Andrea Doria, mandada por Francisco Sancto Pietro; y en ella gemia CERVANTES postrado por unas calenturas que le dispensaban de todo servicio. Pero apénas supo que se iba á entrar en combate, se levantó precipitado y corrió á su puesto. En vano su capitan y sus amigos quisieron persuadirle á que se estuviese quedo abajo en la cámara de la galera. «Señores, respondió, ¿qué se diria de MIGUEL de Cer› VÁNTES? En todas las ocasiones que hasta hoy en dia se han ofrecido de guerra á S. M. y se > ha mandado, he servido muy bien como buen soldado; y así ahora no haré ménos, aun› que esté enfermo é con calentura : mas vale pelear en servicio de Dios é de S. M. é morir > por ellos, que no bajarme so cubierta.» Pidió con las mayores instancias á su capitan que le colocase en el lugar mas peligroso, y así lo hizo este destinándole á la cabeza de doce soldados en el lugar del esquife. Desde allí, rechazando con valor y hasta el fin las arremetidas de los enemigos, recibió dos arcabuzazos en el pecho y uno en la mano izquierda, que le quedó estropeada hasta el punto de no poder ya mas valerse de ella (6).

Concluida la batalla, despues de una breve estacion en el puerto de Petela para reparar las averías, volvieron las fuerzas navales á Sicilia, desde donde se repartieron los buques en varios puertos de Italia para la próxima invernada. CERVANTES permaneció en el hospital de Mesina curándose de sus heridas, agravadas por efecto de sus otros males: la curacion fué larga, supuesto que duraba todavía en el mes de marzo del año siguiente, con el consuelo de verse atendido por su ilustre general el Sr. D. Juan, quien, tan terrible para sus enemigos en el campo como benévolo y amoroso para sus soldados, hizo el debido aprecio de sus merecimientos, le socorrió varias veces, y le aventajó en tres escudos al mes, cuando ya restablecido se halló en el caso de volver al servicio.

A fines de abril de 1572 se vió incorporado en el tercio de D. Lope de Figueroa, que fué á Corfú en las galeras del esclarecido marques de Santa Cruz, concurriendo bajo las

(6) Así resulta de las declaraciones prestadas en 1578 por los alféreces Mateo de Santistevan y Gabriel de CastaBeda, en la informacion hecha ante un alcalde de corte, á solicitud de Rodrigo de Cervantes, para obtener los medios de rescatar á su hijo MIGUEL.

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órdenes de Colonna á la jornada de Levante, y bajo las del Generalísimo á la empresa de Navarino. En medio de los brillantes proyectos que para la próxima campaña se concebian, los manejos de la Francia lograron apartar á los venecianos de la liga formidable que iba á anticipar en mas de doscientos cincuenta años la independencia de la Grecia. Así que, desviado el golpe que debia descargar sobre el turco, vino á caer sobre las potencias berberiscas. Pero en vacilaciones y consultas perdióse la mejor estacion, y hasta fines de setiembre 1573 no salió de Palermo la expedicion, que se posesionó del fuerte de la Goleta y de la ciudad de Túnez, donde D. Juan de Austria, harto confiado en la benevolencia de su hermano, soñaba en asentar su codiciada soberanía. De esta expedicion fué parte el tercio de Figueroa, y tal vez CERVÁNTES pertenecia á las cuatro compañías del mismo, que segun la expresion de Vanderhamen (7), hacian temblar la tierra con sus mosquetes. No se hallaba CERVANTES en aquel pais cuando al año siguiente se perdieron Túnez y la Goleta, pues habia pasado á Cerdeña de guarnicion, despues al Genovesado, y de allí á Nápoles y Sicilia, á las órdenes del duque de Sesa, siendo en todas ocasiones un modelo de valor y de subordinacion militar.

A pesar de tantos esfuerzos no mejoraba la suerte de CERVANTES, reducido à la miserable condicion de simple soldado. Ansioso de volver á ver su patria y de obtener algun premio por sus servicios, solicitó su licencia, y la obtuvo desde luego del Sr. D. Juan, quien le proveyó de expresivas cartas de recomendacion para el Rey su hermano, á fin de que se le confiriese alguna compañía; el duque de Sesa escribió tambien encarecidamente en su favor á S. M. y á los ministros. Con tan buen recaudo salió de Nápoles en la galera de España llamada el Sol, en compañía de su hermano Rodrigo, de Pero Diez Carrillo de Quesada, gobernador que fué de la Goleta y despues general de artillería, y de otras personas de cuenta.

Pero tan lisonjeras esperanzas habian de desvanecerse en un momento. Navegaba la galera el Sol la vuelta de las costas de España, cuando en 26 de setiembre de 1575 se encontró rodeada de una escuadrilla de galeotas que mandaba en persona el arnaute Mamí, renegado albanes, capitan de la mar de Arjel, que era destino de importancia en aquel reino. Diéronle caza tres de estos bajeles, de los cuales el uno era de veinte y dos bancos al mando del arraez Dalí Mamí, tambien renegado griego, y atacándola con denuedo vinieron al abordaje y la rindieron despues de obstinada é inútil resistencia. La galera fué conducida á Arjel, y lo mismo su tripulacion y pasajeros, á sufrir todos los trabajos y humillaciones de la cautividad.

El ánimo se estremece à la relacion del indigno trato que sufrian los infelices cristianos cuando caian en el poder de hombres tan desalmados, dentro de aquella madriguera de piratas, que con mengua de la Europa y escándalo de la posteridad subsistió todavía por espacio de dos siglos mas con las mismas mañas, amenazando aun despues repetirlas, hasta que en 1850 convino á los intereses políticos de la Francia vengar de tamaño ultraje á la humanidad. Los cautivos eran adjudicados por tasacion á los participes en el atentado, y estos quedaban dueños absolutos de sus personas, con potestad de vida y muerte, sin que legislacion alguna coartase ni regularizase los derechos del señor sobre su siervo. Destinábanlos á los trabajos mas penosos, los encerraban en baños pestiferos, cargados de cadenas; los vendian y trocaban á su placer, exigian por su rescate cuantiosas sumas, hasta dejar arruinadas á sus familias, y á la menor falta ó desman los ahorcaban con la mas fria indiferencia, ó les infligian castigos todavía mas atroces. Al mismo tiempo procuraban con halagos, con promesas y con la perspectiva de una holgada fortuna inducirles á renegar de su fe. Por lo demas les permitian el ejercicio de su culto, que llegó á celebrarse con cierta ostentacion. Probablemente (escribia Clemen>cin en 1832) no se hubiera permitido entónces otro tanto á los moros cautivos en España. > Es verdad, y debemos hacer justicia á nuestros mismos enemigos, que á pesar de su barbaric

(7) Vanderhamen, Historia de D. Juan de Austria, lib. 4.

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