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necesario que me valga de toda mi autoridad, absolutamente te lo mando.

Dichas estas palabras la dejó, dándola lugar para hacer reflexion sobre cuanto acababa de decirla. Esperaba que despues de haber pesado 44) bien las razones de que se habia valido para sostener su virtud contra lo que la arrastraba la inclinacion, se determinaria 45) por sí misma á dar la mano al Condestable. No se engañó en esto; pero cuanto costó á la infeliz Blanca tan dolorosa resolucion! Hallábase en el estado mas digno de lástima. El dolor de ver que habian pasado á evidencias sus sospechas sobre la deslealtad de Enrique, y la precision en que su pérdida la ponia de entregarse á un hombre á quien no le era posible amar, la excitaban ímpetus de afliccion tan violentos, que cada respiracion era un nuevo suplicio para ella. Si es cierta mi desdicha, exclamaba viéndose sola, ¿como es posible resistirla sin que me cueste la vida? ¡ Implacable y bárbaro destino! ¿ á que fin apacentarme con las mas dulces esperanzas, para precipitarme al fin en un abismo de males? ¡ Y tú, pérfido amante, tú te has entregado á otra, despues de haberme prometido á mí 46) una eterna fidelidad! ¿ Tan presto te ol vidas de la fe que me juraste? Quiera el cielo que, en castigo de tu cruel engaño, el lecho conyugal que vas á manchar por medio de un perjurio, se convierta en teatro de crueles remordimientos, en vez de los lícitos placeres que esperas! Que las caricias de Constanza sean una fuente envenenada que derrame de continuo ponzoña en tu corazon infiel! ¡ Y por decirlo todo de una vez, que tu himeneo sea tan infeliz y tan desdichado como el mio! Sí, traydor; sí, pérfido; seré esposa del Condestable, á quien no amo, para vengarme yo de mí misma, castigando así el desacierto de mi eleccion en el objeto de mi amor. Ya que la Religion no me permite quitarme la vida, quiero que los dias que me restan sean una cadena no interrumpida de desdichas, aflicciones y tormentos. Si en ese tu corazon 47) ha quedado todavía alguna centella de amor á mi persona, será un tormento para tí el verme en los brazos de otro; 48) pero si enteramente te has olvidado de mí, podrá á lo menos gloriarse la Sicilia de haber producido una muger que supo castigar en sí misma la demasiada ligereza con que dispuso de su corazon.

44) Siehe §. 190, Anmerk. 6.

45) Siehe §. 205-208 überhaupt und §. 208, erste Regel, besonders.

46) Siehe §. 132, 8).

47) Wie im Italiänischen, in questo tuo cuore, in diesem deinem Herzen. Vergleiche, über den Gebrauch des Fürmorts ese, §. 143 in ese u. f. w.

48) Siehe §. 190, 1).

En estos y semejantes desahogos del dolor pasó la noche que precedió á su matrimonio con el Condestable aquella infeliz víctima del amor y de la obligacion. El dia siguiente, hallando Sifredo pronta y dispuesta su hija á obedecerle en lo que deseaba, se dió priesa á no malograr tan favorable ocasion. El mismo dia hizo venir al Condestable á Belmonte, y le casó secretamente con su hija en la Capilla de su palacio. ¡Oh, y que dia para Blanca! No la bastaba renunciar á una corona, perder un amante amado, entregarse á un objeto aborrecido; era menester hacerse la mayor violencia, y disimular su opresion á vista de un marido naturalmente zeloso y preocupado de la pasion mas vehemente 49). Encantado el esposo con el gusto de poseerla, no se apartaba un momento de su lado, privándola así del triste consuelo de llorar en secreto su desdicha. Llegó la noche, y llegó con ella la hora en que á la hija de Leoncio se redobló la afliccion. Pero cuanto creció esta, cuando habiéndola desnudado sus criadas, se vió á solas con el Condestable! Preguntóla este respetosa y tiernamente, 50) cual era el motivo de aquel abatimiento que leia en sus ojos y observaba en su semblante. Turbó esta pregunta á Blanca, quien fingió que se sentia indispuesta. Por entonces quedó el esposo engañado; pero duró poco el engaño. Como verdaderamente le tenia inquieto el estado en que la veia, y la apuraba para que entrase en la cama, esas instancias que ella no acertó á explicar bien, presentaron á su imaginacion la idea mas dolorosa y mas cruel; tanto que no siendo ya dueña de poderse contener, dió libre curso á sus ahogados suspiros y á su reprimido llanto. ¡Oh que espectáculo para un hombre que se consideraba en el colmo de sus mas vivos deseos! No dudó ya que en la afliccion de su esposa se ocultaba alguna cosa de mal agüero á su amor. Con todo eso, aunque este conocimiento le puso en un estado casi tan deplorable como el de Blanca, pudo tanto consigo que supo disimular sus recelos. Repitió las instancias para que se acostase, dándola palabra de que la dejaria reposar quietamente todo lo que hubiese menester, y aun se ofreció á llamar á sus criadas, si juzgaba que esto la podia servir de algun alivio. Respondió Blanca que solamente necesitaba dormir para reparar el desfallecimiento y la debilidad que sentia. Fingió creerla el Condestable. Acostóse en esto Blanca, y los dos esposos pasaron aquella noche muy diferente de las que concede himeneo á dos recien casados qué tiernamente se aman.

Mientras la hija de Sifredo se entregaba toda á su dolor, andaba el Condestable examinando en sí mismo que cosa podia ser la 51) que llenaba de amargura su matrimonio. Persuadíase

49) Vergl. §. 114 am Ende.

50) Siehe §. 218 in der Anmerk.
51) Siehe §. 144 in el, la, lo.

Spanische Grammatik.

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á que tenia algun competidor; pero cuando le queria descubrir, se barajaban y confundian sus ideas, y sabia solamente que él era el hombre mas infeliz. Habia pasado en esta agitacion las dos terceras partes de la noche, cuando llegó á óir un ruido sordo. Quedó altamente sorprendido, sintiendo ciertos pasos lentos dentro de aquel mismo cuarto. Túvolo por ilusion, acordándose de que él mismo habia cerrado la puerta cuando se retiraron las criadas de Blanca. Abrió no obstante la cortina para informarse por sus propios ojos de la causa que podia haber ocasionado aquel ruido; pero habiéndose apagado la luz que habia quedado encendida en la chimenea, solo pudo oir una voz lánguida y baja, que repetia varias veces: Blanca, Blanca. Encendiéronse entonces sus zelosas sospechas, convirtiéndose en furor: sobresaltado el honor le hizo salir de la cama; y considerándose obligado á precaver una afrenta, ó á tomar venganza de ella, echó mano á la espada, y con ella desnuda acudió furioso hácia donde le llamaba la voz. Siente otra espada desnuda que hace resistencia á la suya: avanza, y advierte que el otro se retira: sigue al 52) que se defiende, y de repente cesa la defensa, y sucede al ruido el mas profundo silencio: busca á tientas por todos los rincones del cuarto al que parecia huir, y no le encuentra: párase, escucha, y ya nada oye. ¡Que encanto es este! Acércase á la puerta, que á su parecer habia favorecido la fuga del secreto enemigo de su honor: tienta 53) el cerrojo, y hállala cerrada como la habia dejado 54). No pudiendo comprehender cosa alguna de tan extraña aventura, llama á los criados mas cercanos; y como para eso abrió la puerta, párase en medio de ella, cerrando la entrada y salida para que no se le escapase el que buscaba.

A sus repetidas voces acuden algunos domésticos todos con luces. Toma él mismo una, y vuelve á examinar todos los rincones del cuarto, siempre con la espada desnuda. A ninguno halla, y no descubre ni aun el menor indicio de que alguno haya entrado en él, no encontrándose puerta secreta, ni abertura por donde pudiese introducirse. Sin embargo, no le era posible cegarse ni alucinarse sobre tantos incidentes que le persuadian á no dudar de su desgracia. Esto excitó en su fantasia una confusion de pensamientos. Recurrir á Blanca para el desengaño,

52) Siehe §. 144 in el u. f. w. und besonders §. 145. 53) Siehe S. 158 das unregelmäßige Zeitwort acertar, und das Verzeichniß der Verba, die nach demselben gehen.

54) . . la puerta. Man muß aber gestehen, daß hier eine kleine Nachlässigkeit des Stils obwaltet, indem jenes Hauptwort zu sehr von dem Adjectiv und den Fürwörtern entfernt ist, die sich auf dasselbe beziehen sollen.

parecia recurso inútil igualmente que arriesgado 55). Era muy interesada á la verdad para que se pudiese esperar de ella una sincera explicacion. Tomó pues el partido de abrir su corazon con Leoncio, diciéndole que le parecia haber sentido algun ruido en su aposento, pero que se habia equivocado. Encontró á su suegro que salia de su cuarto, habiéndole despertado el rumor que habia oido; y despedidos los criados, le contó menudamente todo lo que le habia pasado con muestras de extraña agitacion y de profundo dolor.

Sorprendióse altamente Sifredo al escuchar toda la aventura, y no dudó ni 56) un solo momento de su verdad, por mas que las apariencias la representasen poco natural, pareciéndole desde luego que todo era posible en la ciega pasion del Rey: pensamiento que le cubrió de la mas viva afliccion. Pero lejos de contestar á las zelosas sospechas de su yerno, le representó con aire de seguridad que aquella voz que imaginaba haber oido, y aquella imaginaria espada. que se figuraba haberse opuesto á la suya, no podian ser otra cosa que fantasías de una imaginacion alterada con los zelos; que no era posible que alguno tuviese aliento para entrar en el cuarto de su hija; que la tristeza que habia observado en ella podia ser efecto natural de alguna oculta mugeril indisposicion; que el honor nada tenia que ver 57) con las alteraciones del temperamento, ni con las incomodidades del sexo; que la mudanza de estado en una doncella acostumbrada á vivir en soledad, y que se veia entregada á un hombre tan inopinadamente, sin haber tenido tiempo para conocerle ni amarle, podia ser la causa muy natural de aquellos suspiros, de aquella afliccion y de aquel amargo llanto; que el amor en las doncellas de sangre noble solo se producia á beneficio 58) del tiempo, y con la continuacion obsequiosa de servicios; que en virtud de esto podia calmar sus inquietudes, y ántes bien le aconsejaba redoblase 59) su ternura y diese toda libertad á sus finezas, para ir disponiendo poco a poco el corazon de Blanca á mostrarse mas sensible; y que le rogaba en fin volviese á su hija, en la inteligencia que su desconfianza y turbacion le ofendian mucho.

Nada respondió el Condestable á estas razones, ό porque en efecto comenzó á creer que pudo haberle engañado la turbacion de su espíritu, ó porque le pareció mas conveniente disimular que intentar inútilmente convencer al viejo de un suceso

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55) Eigenthümliche Wendung, welche sich in tan inú til como arriesgado auflösen läßt. (Vergl. §. 110.) 56) Siehe §. 217 in No.

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57) Redensart, welche dem deutschen Nichts zu thun haben - entspricht.

58) Adverbiale Redensart, welche in Folge, mit Hülfe einer Sache bedeutet.

59) Vergl. weiter oben 29).

en que lo inverosímil disputaba sus privilegios á lo verdadero. Volvió al cuarto de su muger, restituyóse á la cama, y procuró lograr algun paréntesis de sus molestas inquietudes á beneficio del sueño. Blanca por su parte no estaba mas tranquila que él. Demasiadamente habia oido todo lo que su esposo, y no podia tener por ilusion un lance de cuyo secreto y motivos estaba tan informada. Es verdad que se admiraba mucho de que Enrique hubiese solicitado introducirse en su cuarto, despues de haber dado su palabra con tanta solemnidad á la Princesa Constanza; y en vez de celebrar este paso, y de que la causase alguna alegria, le consideró como un nuevo ultraje que encendió en su corazon mayor cólera.

Mientras la hija de Sifredo preocupada contra el jóven Rey, le miraba como el mas pérfido de todos los mortales, el desgraciado Monarca, mas ciegamente apasionado que nunca á su amada Blanca, deseaba abocarse á solas con ella, para justificar su constante fidelidad á pesar de todas las contrarias apariencias. Hubiera venido mucho mas presto á Belmonte para este efecto, si lo hubieran permitido los cuidados y ocupaciones del gobierno, ó si ántes de aquella noche se hubiera podido escapar á los ojos de la Corte. Conocia bien todas las entradas de un sitio donde se habia criado, y ningun obstáculo tenia para hallar modo de introducirse secretamente en la qninta, habiéndose quedado con la llave de una entrada secreta que comunicaba al jardin. Por esta llegó á su antiguo cuarto, y desde él se introdujo en el de Blanca, mediante la consabida y oculta puerta. Fácil es imaginar cuanta seria la admiracion de este Príncipe, cuando tropezó con un hombre y con una espada que salia al encuentro de la suya. Faltó poco para que no se descubriese, haciendo castigar sobre el mismo hecho al temerario que tenia atrevimiento para hacer resistencia y levantar su mano sacrilega contra su propio Rey; pero suspendió su resentimiento el respeto que debia al honor de la hija de Leoncio, y mas turbado que antes volvió á tomar el camino de Palermo. Llegó á la ciudad poco ántes que despuntase el dia, y se encerró en su cuarto, tan agitado que no le fue posible lograr algun reposo. Solo pensó en restituirse á Belmonte, La seguridad de su vida, su mismo honor, y sobre todo la vehemencia de su amor, le excitaban á que procurase instruirse cuanto ántes en todas las circunstancias de tan cruel aventura.

Apénas se levantó, dió órden que se previniese el equipage de caza; y con pretexto de querer divertirse en ella, se fue al bosque de Belmonte. Cazó por disimulo algun tiempo; y cuando vió que toda su comitiva corria tras de los perros, él se separó y partió solo hacia la quinta de Leoncio. Estaba seguro de no perderse, porque tenia muy conocidas 60) todas las sendas del

60) Siehe §. 214, Anmerk. 1.

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