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CAPITULO XXII.

BREVE REINADO

DE FELIPE I. DE CASTILLA.

1506.-1507.

Empeño del rey archiduque en hacer recluir á la reina su esposa como demente.-Propónelo en las córtes de Valladolid, y no lo consigue. Declaracion de estas córtes.-Injusticias del nuevo rey: desconcierto en la administracion: digna y severa amonestacion del arzobispo Cisneros.-Escesos de inquisidores: alborotos.—Inesperada muerte del rey don Felipe.-Situacion de los partidos: temores.Consejo de regencia: Cisneros.-Aviso al Rey Católico, y su respuesta.-Agitacion de los partidos.-Convocatoria á córtes en Burgos: resistese la reina á firmarla: conflictos.-Notable rasgo de demencia de doña Juana: estravagante procesion fúnebre.-Turbulento estado de Castilla.-Enérgica política de Cisneros.-Proróganse las córtes.-Llamamiento al Rey Católico.-Conducta de este monarca.-Resuelve volver á Castilla.

Todo el afan del nuevo rey de Castilla el archiduque Felipe, tan luego como se vió desembarazado del rey Fernando su suegro, era hacer que se pusiese en reclusion á la reina doña Juana, su esposa, en virtud de la enagenacion mental que padecia, entregándole á él solo el gobierno del reino; y asi lo propuso á las córtes que se hallaban reunidas en Valla

dolid ("). Doña Juana, cuya demencia nunca se ha podido calificar bien, quiso revisar por sí misma los poderes de los procuradores para ver si los llevaban en regla. Aunque don Felipe contaba para el logro de sus pretensiones con el beneplácito de muchos grandes, y principalmente del arzobispo de Toledo, que era el que privaba mas con él entonces, opusiéronse rigorosamente los procuradores de las ciudades, enérgicamente apoyados por el almirante de Castilla, deudo de la familia real, que como ellos se irritaba de que se quisiese tratar á su reina de una manera tan indigna. Asi fué que en aquellas córtes no se hizo sino jurar á doña Juana como reina propietaria de Castilla (12 de julio, 1506), y á don Felipe como á su legítimo marido, y despues de ellos al príncipe don Cárlos como primogénito é inmediato sucesor (2),

A pesar de esto, don Felipe, en virtud de la última concordia con don Fernando, que juró privada- · mente á presencia del arzobispo de Toledo y del marqués de Villena, empezó á despachar por sí y sin participacion de su muger los negocios del Estado; é hízolo de tal manera, que comenzó confiriendo los primeros y mas importantes cargos á sus favoritos, seña

(1) Cuando los nuevos reyes hicieron su entrada en la ciudad, la reina doña Juana iba en una hacanea blanca, con guarnicion de terciopelo negro; ella vestida de negro tambien y muy cubierto el rostro: negóse á participar de las

fiestas públicas, y la reina se apeó en casa de Iñigo Lopez, y el rey en la del marqués de Astorga.

(2) Marina, Teoría de las córtes, p. II. c. 7.-Zurita, Rey don Hernando, lib. VII. c. 14.

ladamente á los flamencos, arrojando de ellos sin consideracion alguna á los mejores y mas antiguos servidores. Entre ellos no tuvo reparo en comprender al marqués y marquesa de Moya, los amigos mas íntimos y mas leales de la reina Isabel, á quienes habia dejado espresa y muy particularmente recomendados en su testamento á la proteccion de la reina su hija. Don Felipe los lanzó del alcázar de Segovia para dar el gobierno de aquella fortaleza á su privado don Juan Manuel, en quien iba acumulando estados y honras cuantos podia, que asi iba recogiendo ya este valido el fruto de sus anteriores intrigas. Hubiera esto solo bastado para producir disgusto en la nacion, cuanto mas el desórden que se veia en la administracion, el despilfarro de las rentas públicas, y la venta que para suplirlas se hacia de los oficios y destinos. Cuando el arzobispo Cisneros supo por uno de los tesoreros que habia dado órden para arrendar una parte de las rentas adjudicadas al rey don Fernando, el digno prelado se apoderó de la órden, la hizo pedazos, y presentándose al monarca le espuso en términos severos la injusticia que cometia y el descrédito en que con tales medidas iba á caer en el pueblo. Felipe cedió al ascendiente del prelado ".

Por mas que Cisneros procuraba alejar ó neutralizar la influencia de don Juan Manuel, á quien prin

(4) Alvar. Gomez, De Rebus Jimenez, c..17.

gestis, lib. I.-Robles, Vida de

cipalmente se atribuian las injusticias y desórdenes del monarca, el descontento cundia en los pueblos de Castilla, hasta el punto de temerse que estallára en terrible esplosion. Acordábanse todos de los venturosos dias que habian gozado en el reinado de doña Isabel, y muchos echaban ya de menos al rey don Fernando. Murmurábase sin rebozo por unos del tratamiento inhumano que don Felipe daba á la reina su esposa, mientras otros sostenian que su estado de imbecilidad no consentia que se le diese parte en las cosas del gobierno, y todos sentian un malestar que despues del reinado feliz que habian esperimentado se les hacia insoportable. En Andalucía, donde contaba menos adictos el rey don Felipe, llegó á organizarse una confederacion de nobles á intento de libertar á la reina de la especie de cautividad en que la tenia su marido, y en todas partes se notaban síntomas de insubordinacion.

Al propio tiempo llegaban al rey terribles quejas, no solo del rigor con que procedian los inquisidores, sino de las injusticias y crímenes que cometian y del abuso escandaloso que hacian del Santo Oficio, principalmente en Toro y en Córdoba. En la última de estas ciudades habia un inquisidor llamado Diego Rodriguez Lucero, hombre cruel é iracundo, que se estaba valiendo de las artes mas inícuas para castigar de un modo que estremece á pretesto de judaizantes multitud de personas de ambos sexos pertenecientes

á las familias mas distinguidas. Sus pesquisas, sus rigores y sus reprobados artificios produjeron un alboroto, que apoyaba el marqués de Priego, y en que el pueblo exasperado rompió las puertas de los calabozos y estuvo á punto de acabar con el inquisidor y sus cómplices. Uno de los acusados y perseguidos por aquel tribunal era el arzobispo de Granada, el piadoso, el ilustre, el virtuoso don fray Fernando de Talavera, el antiguo confesor, consejero leal y prelado favorecido de la reina Isabel, juntamente con varios parientes y familiares suyos. A lo que parece, habia hecho Lucero objeto de acusacion contra el bondadoso arzobispo su conducta con los judíos de Granada, cuya conversion quiso siempre que se hiciera por los medios suaves de la enseñanza y de la persuasion. Mientras vivió la reina Isabel estuvo á cubierto de los tiros de la malignidad, pero muerta aquella señora, se ensañó contra él el espíritu de venganza, y sin duda contribuyó á acelerar su muerte (1).

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Entre los artificios diabólicos que empleaban Lucero y sus cómplices para probar que eran hereges, judíos ó judaizantes las personas que se proponian condenar y castigar como tales, era uno el de hacer

(1) Escribia el buen arzobispo al rey preguntándole sobre la comision para inquirir contra él, y le decia: «Yo he menester saberlo para purgar mi inocencia y salir

al encuentro al lobo, como salió mi Redemptor á los que vinieron á le prender.» Memorias de la Academia de la Historia, tom. VI. Ilustrac. 18.

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